Revista Planeo Nº5, Costanera Center, Julio 2012
[Ilustración: Fabián Todorovic]
[Por Comité Editorial PLANEO]
Considerando lo polémica y “vibrante” que ha resultado ser la entrada en funcionamiento del proyecto Costanera Center, el Comité Editorial ha querido que el artículo central de este número busque representar el amplio y diverso espectro de visiones respecto a este fenómeno.
Por ello, hemos decidido iniciar este número especial de PLANEO presentando un trabajo colaborativo desarrollado por académicos y estudiantes del Instituto de Estudios de Urbanos y Territoriales, dando respuesta a la siguiente interrogante:
A la luz del Costanera Center, ¿qué desafíos se presentan para la planificación urbana?
A continuación, las respuestas de nuestros colaboradores:
Felipe Link: la integración de los habitantes del barrio
Uno de los desafíos para la planificación urbana detonado por el proyecto Costanera Center tiene que ver con la forma de integración de sus ocupantes al barrio. Es decir, que el proyecto no sólo tiene impactos sobre la vialidad, el transporte y el paisaje, sino que también generará un flujo de personas y un aumento de actividades cotidianas en el entorno inmediato, proporcional a su tamaño. La planificación debiera ocurrir en todo el radio de influencia del Costanera Center y la gran cantidad de proyectos complementarios, considerando la transformación funcional del barrio Suecia, la construcción de las torres Titanium en Santa Rosa y nuevos edificios de oficinas a lo largo de la avenida Andrés Bello, La Concepción, entre otras. En este escenario, serán miles de personas, de diferentes ocupaciones, arrojadas democráticamente a las calles de Providencia, por ejemplo, en el horario del almuerzo. Esto representa una oportunidad para mejorar espacios públicos, innovar en sistemas de transporte y ampliar la oferta de servicios a estos nuevos habitantes. El parque Uruguay, el parque de las esculturas o incluso el lecho del Mapocho podrían ser objeto de transformación y uso intensivo, asociado a las nuevas dinámicas urbanas del sector. Un tren de superficie, a la manera de los strassen-bahn alemanes, podría recoger a los trabajadores y llevarlos a lo largo de la costanera y la alameda. La peatonalización de algunas calles entre Andrés Bello y Providencia, podría generar pasajes y nuevas plazas, etc. Probablemente el mall absorberá buena parte de este flujo, sin embargo, la demanda estará siempre puesta en el aire de la ciudad.
Bernardita McPhee: la incapacidad de predicción del impacto.
Es ya una potente evidencia instalada en una de las zonas más valoradas o con más valor de la ciudad. Su considerable extensión, altura y forma peculiar ha modificado el paisaje urbano, o como se ha señalado en los medios, la cara de la ciudad. Tanto la primera Declaración de Impacto Ambiental del año 2001, que dio paso a su construcción, como la posterior Declaración de Impacto Ambiental que otorgó la autorización de las modificaciones al proyecto original, hicieron posible la creación de esta nueva realidad citadina. Ambos documentos, fruto de investigaciones supuestamente bien realizadas, de carácter predictivo, consideraron el impacto que tendría esta construcción en diferentes aspectos. Sólo su concreción real ha hecho posible la constatación del impacto: visión dominante desde todos los puntos de una ciudad fragmentada; centro de atracción de una población heterogénea proveniente de comunas cercanas y lejanas; disminución considerable del comercio aledaño; ruina de numerosas pymes.
Durante años se habló del impacto vial proponiéndose soluciones, especialmente en relación a ingreso y egreso de automóviles al sector afectado. Se eludieron las otras consecuencias. Todo se centró en posibilitar el éxito del mega proyecto levantado en uno de los subcentros principales de la ciudad, dominándolo todo, visual y comercialmente, como una metáfora del poder económico – financiero de quienes lo hicieron posible. Metáfora política del poder que todos contemplamos admirados o indignados, pero que está por encima de nosotros sin que podamos hacerlo desaparecer.
Uno de los desafíos de la planificación urbana en Chile es superar la excesiva preeminencia que tienen los gobiernos municipales en los procesos de toma de decisión que tienen un alcance metropolitano. Las transformaciones territoriales que se generan por el desarrollo de grandes proyectos urbanos como el Costanera Center deben ser evaluadas a partir de su complejidad, tomando en cuenta y previendo las sinergias que se pueden generar entre los efectos de un conjunto de fenómenos que hoy acontecen en las ciudades. El tema del colapso vial, no menor, es solo uno de los problemas que representa este proyecto, que por cierto no solo afecta a la comuna de Providencia, sino que también, al menos, a las comunas de Vitacura y Las Condes. Sin embargo, hay una serie de aspectos desconocidos o invisibilizados y, por tanto, no evaluados en los procesos formales, que sin duda transcienden el ámbito comunal y que nos enfrentan a la necesidad pensar la ciudad y el área metropolitana en su conjunto.
Pedro Bannen: El proyecto Costanera Center como cuerpo cierto
Al igual que todo proyecto, al ser exitosa su gestación y su gestión, un día son realidad. Es el caso del Costanera Center con su mall abierto en un cincuenta por ciento de capacidad y dos de las cuatro torres que lo completan en un grado de avance considerable.
La planificación es el gran ausente de esta nueva realidad urbana, donde la iniciativa y el emprendimiento privado han jugado todas las cartas a su riesgo y a su propio favor. Los actores públicos sólo facilitaron y dilataron condiciones para satisfacer todas las demandas del primero. Los actores ciudadanos acompañaron el proceso reaccionando en proporción directa a la medida que éste mutaba de proyecto a realidad material. Los expertos urbanos proponían ideas complementarias que alimentaban eventualmente sus propios intereses, técnicos y monetarios, a la manera de los privados.
Todo ello es la más pura práctica de construcción de la ciudad por el mercado, o dicho de otro modo, es la ausencia absoluta de una planificación dinámica y articuladora entre intereses privados, públicos, profesionales y ciudadanos, que trabaja tras el logro común y colectivo de la mejor ciudad.
La ciudad se construye de infinitas maneras y por infinitas formas, la ciudad del Costanera Center trae a Santiago una nueva escala urbana con dimensión de mall de autopistas en un nudo vial clave, tal vez la articulación metropolitana más importante generada la última década en la ciudad capital. La concurrencia de medio millón de visitantes la primera semana al centro comercial y el “banderazo” de anuncio de la marcha de estudiantes del miércoles 27 de junio, lo consagran como un nuevo referente urbano y metropolitano. Falta invitar a la planificación para que, más vale tarde que nunca, se haga cargo desde ahora de intentar construir en el lugar la buena ciudad.
¿Por qué el Costanera Center apareció representado en el afiche del Día del Patrimonio realizado en mayo pasado? La reflexión sobre el patrimonio es muy amplia pero, sin duda, este afiche dejó en evidencia al menos dos inquietudes. La primera permite interrogar si será este edificio en algún momento lo que fue la torre Entel a partir de mediados de los años setenta la que, con sus casi 130 metros de altura, fue imagen del desarrollo de las telecomunicaciones en el país, se mantuvo como el edificio más alto por algún tiempo y, luego, pasó a ser un hito de la ciudad? La segunda, y tal vez más sugerente inquietud que representa la aparición de este edificio en el afiche sugiere que los problemas del patrimonio se inscriben en las decisiones que se toman respecto al desarrollo urbano. El patrimonio es un elemento más a considerar de esta compleja problemática. Hechos como la creciente desaparición de nuestra cordillera y de los cerros de la ciudad por los edificios en altura implican más que una preocupación por parte de quienes se encargan del patrimonio de la ciudad pues refleja las complejas relaciones que existen en torno a las acciones que surgen de la planificación urbana.
Roberto Moris: desafíos de la planificación ente el Costanera Center
La generación y fortalecimiento de centralidades metropolitanas debe ser producto de una planificación y gestión urbana que busque y garantice los equilibrios urbanos. Desarrollos de mayor escala como Costanera Center requieren evaluaciones que superen las actuales declaraciones de impacto ambiental y estudios de impacto al sistema de transporte urbano.
En términos específicos, un desafío relevante sería aumentar, en este tipo de centralidades, la capacidad de integración de medios de transporte, promoviendo la caminata y la bicicleta. El fortalecimiento intensivo de la red de ciclovías a través de sendas pintadas en calles, disminuyendo superficie destinada para vehículos y no la destinada para las personas.
Las bicicletas deben compartir de manera civilizada las áreas de movilidad con automóviles y transporte público. Por lo tanto, se debe evitar disminuir veredas y áreas verdes.
Esto implica un diseño de espacios pensados para el desplazamiento de las personas y no del de los vehículos. En el caso del sector del Costanera Center, a pesar de la existencia cercana de ciclovías, éstas se encuentran difícilmente conectadas. Aunque obviamente esta revolución de la brocha debe venir acompañada de la revolución de cultura cívica que las respete.
Arturo Almandoz: inquietud de turista frecuente
Más allá de las obras de mitigación contempladas por la municipalidad de Providencia – las más de ellas referidas al impacto a corto plazo del Costanera Center sobre tránsito vehicular y peatonal, según entiendo – dos desafíos que me intrigan se refieren a la dinámica peatonal y comercial al por menor o detalle (retail) percibibles a mediano y largo plazo. Si bien el control de tal impacto escapa de la planificación urbana, creo que tendrán que ser asumidos por la municipalidad en cuanto a zonificación y tipologías comerciales permitidas en sectores aledaños, especialmente en el corredor paralelo de Providencia, que funciona principalmente como «high street».
Gonzalo Salazar: Redescubriendo al Verdadero Apu
Tal como se ha manifestado desde diversos ámbitos académicos y públicos, el Costanera Center implica desafíos complejos en términos de transporte, obras públicas, comercio y morfología de la ciudad. Pero darle primacía a estos aspectos funcionales es seguir confundiendo el verdadero desafío que tenemos en términos de planificación urbana.
Durante milenios y desde todas las perspectivas posibles, se ha podido apreciar la inmensa montaña que da vida al valle del Mapocho. A lo lejos, allá donde nace el río, se lavanta el Cerro el Plomo, moderando y cuidando los ciclos vitales del valle en que se emplaza. No por nada el pueblo Inca entendió este cerro como un Apu, que significa Guardián del Valle. Pero esos son tiempos remotos. Pareciera que hemos perdido el conocimiento necesario para co-habitar en este valle, y hemos olvidado cuál es su verdadero Apu.
Desde hace pocos meses, y también desde casi todos las perspectivas posibles, se puede apreciar la Gran Torre Santiago sobrepasando parte de la cima del cerro San Cristóbal. En un acto vertiginoso, esta nueva torre se levanta con imponencia, como queriendo trascender a la montaña y arrebatarle su más importante rol — el de Apu. El Costanera Center es el fenómeno emergente de una forma de habitar nuestro valle basado en la arrogancia y el individualismo — socialmente injusto, ecologicamente analfabeto.
Pero es justamente en este fenómeno sistémico donde se puede dar un giro de forma, para preguntarnos cómo debemos cohabitar en este valle, cómo podemos reaprender el lenguaje del verdadero Apu y generar un diálogo con nosotros mismos, con el otro y con la montaña, respetando sus propias autenticidades. El gran desafío – la gran pregunta – de la planificación urbana no es tecnológica, ni vial, ni constructiva, ni comercial, ni morfológica, si no más bien ética. El desafío es darnos el tiempo para hacernos estas preguntas y, sobretodo, ponerlas como centro fundacional de una política de planificación urbana estratégica, más social y más ecológica.
Carmen Gloria Troncoso: el futuro de Providencia
La reciente apertura de Costanera Center ha encendido el debate respecto a la débil capacidad de previsión de los conflictos de nuestra planificación urbana, concentrando la discusión casi exclusivamente en los impactos viales que producirá el proyecto. Este imponente faro que se yergue en el vértice de la zona más rica de la ciudad ha traído luz sobre las fricciones que el desarrollo urbano en densidad puede generar si no se toman las precauciones necesarias para organizar un aumento explosivo de la presión sobre el espacio público. Pero, al tiempo que ha iluminado este particular debate público, su cono ha ensombrecido el devenir de una de las principales arterias comerciales de la ciudad, Av. Providencia. Poco se ha debatido respecto al impacto funcional que este megaproyecto comercial generará en la actividad de esta importante arteria, con excepción de los lúgubres augurios de los locatarios[1][2][3]. Evidentemente, este nuevo escenario representa un serio desafío a la planificación local del sector, de modo de evitar su muerte. Sin embargo, es en su inherente condición de barrio comercial donde reside la clave que le permitirá defenderse de la sombra del coloso. Porque por mucha demanda y atención que un centro comercial genere, éstos nunca alcanzarán el atractivo que tiene el recorrer un espacio público activo y vibrante, lo que se constituye en la principal fortaleza de Providencia. Ya lo demuestra el vuelco hacia el exterior que están viviendo los principales malls de la ciudad: el comprar y el pasear van de la mano, y nada acompaña mejor la experiencia como hacerlo al aire libre. Para salir airosa y fortalecida, Providencia debe potenciar el uso de sus veredas y la calidad de su oferta para consolidarse como el boulevard comercial más atractivo de Santiago, diferenciándose del complejo en aquello que aquel simplemente negó: experiencia de ciudad.
Arturo Orellana:
La planificación urbana en Chile actualmente no existe, particularmente para las áreas metropolitanas, ya que desde el punto de vista de la gobernabilidad las ciudades estas tienen una institucionalidad que está atomizada, la planificación normativa e indicativa (o estratégica si la hay) no dialogan y carecen de mirada prospectiva, y además porque la capacidad de gestión urbana está supeditada esencialmente al poder económico sobre los territorios. Por lo tanto, el desafío es reponer en la agenda pública la importancia de la planificación urbana como instrumento prioritario para orientar y articular las acciones públicas y privadas sobre los centros urbanos, con el objeto de corregir importantes desequilibrios en materia de integración social, competitividad económica, sostenibilidad ambiental, preservación del patrimonio cultural y generar una mayor capacidad de gobierno local y metropolitano. Para tales propósitos, se debe conjugar un mayor nivel de descentralización política y administrativa desde el nivel central con una distribución de competencias y atribuciones adecuadas a escala local y regional (si no hay gobierno metropolitano) a nivel de la DIPLADE, para que proyectos como el Costanera Center no se evalúen sólo desde el cumplimiento de la legislación vigente por un municipio, sino también desde el punto de vista de sus impactos socioterritoriales y su compatibilidad con la visión prospectiva de ciudad que debe sostenerse en una política urbana hoy ausente.