[Por Rodrigo Culagovski]
En julio de 2011, en Los Ángeles, California, anunciaron el cierre, por 53 horas, de una carretera urbana que lleva 281.000 autos al día. Este atochamiento pre-anunciado hizo que más de 200.000 angelinos descargaran una aplicación llamada ‘Waze’ (www.waze.com) en sus smartphones, que permite ver el estado de tránsito en una ciudad, e incluso calcula, en forma automática, las rutas más expeditas para ir de donde uno esté a cualquier otra punto.
Lo que diferencia a Waze de otras aplicaciones similares es que toma la información de tránsito directamente de sus usuarios, que al recorrer las calles con el programa activo están constantemente mandando información de su posición y velocidad y generando un modelo en tiempo real del transito. Los usuarios incluso pueden mandar informes de la ubicación de accidentes, policías, atochamientos, cámaras de tránsito, errores en el mapa y calles nuevas.
La otra diferencia es que funciona. Un viaje en hora peak que normalmente duraría una hora puede bajar a media hora, si uno está dispuesto a confiar en el programa y seguir sus indicaciones a veces anti-intuitivas. Tiene errores y en particular no incorpora el cambio de sentido de tránsito de vías variables, pero en general, si uno tienen un conocimiento básico del sector por donde se desplaza, implica un cambio fundamental en la velocidad y facilidad de manejo. Cambia además la percepción que el conductor tiene de la ciudad, de un sistema jerárquico basado en unos pocos recorridos ‘estructurantes’ conocidos, pero lentos, y otras rutas alternativas inciertas. Elimina el aspecto de adivinanza de saber si hoy habrá atochamiento en este cruce o el siguiente, y transforma el viaje entre la casa y el trabajo (o estudio) en un problema resuelto, casi trivial. Y lo hace en base a información generada por sus mismos usuarios (‘crowdsourcing’, en la jerga de la industria), no por un organismo estatal o una corporación.[1]
La aparición de un atochamiento es un evento emergente en un sistema básicamente caótico, donde algo tan simple como la baja de velocidad momentánea de un sólo automovil puede ocasionar una demora que dure varios kilometros. El problema básico es que los automovilistas toman decisiones en base a información local, que no abarca más de algunas decenas de metros alrededor suyo, pero que, por el efecto de red y el encadenamiento de miles de acciones, tienen un impacto en el movimiento global dentro de la ciudad. Ésto porque los conductores son agentes inteligentes, que reaccionan a las condiciones percibidas en su entorno y a sus suposiciones acerca de las condiciones globales, y que interactuan con miles de otros agentes similares (lo que explica el fracaso de modelos que intentan representar el tránsito en base a modelos meramente físicos, como si los automóviles fueran moléculas de gas).
Waze tiene el potencial de agregar una capa de percepción ampliada y racional al problema de los atochamientos. Se ha llamado ‘realidad aumentada’ a la creación de capas de información superpuestas sobre la percepción directa del entorno, lo que se ha visualizado como imágenes proyectadas directamente sobre la retina o en anteojos especiales. De forma más simple, aplicaciones como Waze cumplen el objetivo de agregar una información adicional a la percepción directa, de cambiar nuestro entendimiento de un sistema tan complejo como el movimiento de millones de automóviles en una ciudad atestatada.
Las urbes, particularmente las más grandes y especialmente las áreas de mayor densidad de éstas, son espacios de encuentros fortuitos, de creación y reforzamiento constante de redes sociales gestadas en torno a categorías y necesidades diversas, de relaciones orgánicas (entre personas distintas) más que mecánicas (entre iguales). Simon Kuper, en la versión online del Financial Times[2], dice que la adopción masiva de los smartphones ‘perfeccionó’ la ciudad, al actuar como catalizadores de estas relaciones, acelerando y potenciándolas.
Aplicaciones como Foursquare hacen que los datos de nuevos restoranes se comuniquen en tiempo real. Otras aplicaciones ayudan a encontrar personas con quienes compartir viajes de automóviles, o donde dormir en una ciudad nueva. Los más nocturnos organizan sus salidas, en grupo o pareja, a través del chat y los SMS, adaptándose en forma instantánea a los panoramas nuevos, excitantes o aburridos. De forma similar, Waze y su competencia permiten ampliar la información disponible para los conductores, para tomar decisiones que incluyan la totalidad de sus viajes y no basándose necesariamente en su experiencia ni sus intuiciones.
Estos pequeños computadores que llevamos en nuestros bolsillos, con teléfono, GPS, brújula y conexión instantánea a 1021 bytes, cambian la forma de relacionarnos con la información de la ciudad generada por sus mismos habitantes, de movernos por ella y de llegar a nuestros destinos. Al contar con información actualizada en tiempo real y que abarque algo más que lo que alcanzamos a ver con nuestros ojos nos transformamos en agentes más racionales y eficientes, y, lo más importante, que llegan a sus casas en 15 ó 30 minutos en vez de 1 ó 2 horas.
[1] Un adagio en internet dice que, si no estás pagando por un servicio, no eres el cliente sino el producto. La compañía detrás de Waze, aplicación gratuita, no ha escondido su intención de vender la información generada por su aplicación y de incorporar publicidad locacional dirigida a sus usuarios. ¿Cuanto vale el registro de los hábitos de desplazamiento de los más de 12 millones de personas que han descargado el programa en el mundo?
[2] http://www.ft.com/cms/s/2/36eaf488-b5b4-11e1-ab92-00144feabdc0.html#axzz1y3694QL8