“Veníamos saliendo de la Dictadura y la necesidad del momento era recuperar los espacios públicos para vivirlos en comunidad, sin miedo ni exclusiones de ningún tipo”
Revista Planeo Nº 22 La Ciudad como escenario cultural, Junio 2015.
[Por Pablo Wainer. Arquitecto UDP y Magister (c) en Desarrollo Urbano, IEUT, UC]
Entrevista a Paula Echeñique, Directora de Comunicaciones y Asuntos Corporativos de la Fundación Teatro a Mil
“Veníamos saliendo de la Dictadura y la necesidad del momento era recuperar los espacios públicos para vivirlos en comunidad, sin miedo ni exclusiones de ningún tipo”
Del desigual acceso a la cultura en Chile, tanto por exclusión geográfica como económica, han surgido organizaciones que se encargan de contrarrestar este problema. El uso del espacio público en zonas urbanas ha contribuido a mejorar la inclusión y acceso a la cultura, la ciudad se transforma en un escenario que acoge eventos itinerantes a los que todos asistimos como iguales, sin discriminación alguna. La apropiación del espacio público por medio del arte y teatro es un desafío necesario para lograr una real democratización de las áreas comunes de la ciudad. De esto, entre otras cosas, se encarga la Fundación Teatro a Mil.
La Fundación se conforma por profesionales de distintas áreas, relacionados a través de las artes escénicas, que trabajan por una descentralización geográfica y socioeconómica del acceso a la cultura, generando diálogo entre sus obras y el público a través de espacios de cotidianidad en la ciudad.
Im1. Muñeca gigante, Fuente: Santiago a Mil
1. Para empezar me gustaría que nos cuenten cómo nace la fundación y qué significado tiene el espacio público para sus eventos.
Somos una institución sin fines de lucro, que se crea el 2004 con la misión de que el arte contemporáneo y las artes escénicas de excelencia de Chile y el mundo sean fundamentales en la vida del país y de todos sus ciudadanos. Nuestro origen es el Festival Internacional Santiago a Mil, cuya primera versión se realiza en 1994 en Estación Mapocho a partir de un trabajo conjunto con tres compañías independientes muy importantes de la época: Teatro del Silencio, La Troppa y Teatro La Memoria. Esto, que partió como una muestra de teatro, fue creciendo y expandiéndose en la ciudad porque había un público que lo demandaba. Veníamos saliendo de la Dictadura y la necesidad del momento era recuperar los espacios públicos para vivirlos en comunidad, sin miedo ni exclusiones de ningún tipo. Ocupamos el espacio que nos había sido arrebatado. El festival ocupó el espacio público desde la sociedad. Estar en el espacio público es estar donde las personas circulan cotidianamente, y nos gusta irrumpir en ello con artes escénicas. Es nuestra manera de provocar el diálogo entre el público y los artistas.
2. ¿De qué forma sus actividades se relacionan con la ciudad y sus habitantes?
Tenemos una vocación de calle, de ocupar espacios no convencionales, y de esta manera resignificamos no sólo estos lugares sino también el impacto que tiene para el público la experiencia teatral. Confiamos en las personas. Cada vez que estamos en el espacio público ellos cuidan lo que allí sucede, se arma un anillo que nos involucra a todos en un mismo espacio y tiempo. Todos los años estamos en al menos 20 comunas del Gran Santiago, en el centro de la ciudad y también en comunas periféricas. En la calle, la plaza, el parque, el estadio, el museo, la iglesia, etc. Allí donde las personas están. Sabemos que vivimos en una ciudad segregada socioeconómica y culturalmente hablando. A partir de eso es que durante el festival tenemos “sedes” con programación artística, para que las personas se muevan por la ciudad. Con esa intención hacemos estrenos o llevamos imperdibles a estas sedes de comunas. Este enero fueron sede La Granja, Peñalolén, Quilicura y Puente Alto.
También elegimos presentar espectáculos que se puedan programar en espacios no convencionales para el teatro, como Exhibit B en el Palacio Cousiño o Patronato 660 en el barrio Patronato, y en años anteriores Cerca de Moscú en el MAC Quinta Normal, El libro de Job en el Hospital Salvador, Los que van quedando en el camino en el Ex Congreso Nacional, entre muchos otros. A lo largo de estos 22 años de festival hemos estado en más de 200 lugares convencionales y no convencionales en todo Chile.
Por último, es un rito del festival partir cada año el 3 de enero, pues es la fecha en que murió Andrés Pérez Araya, y lo hacemos en la calle, pues esa es la principal herencia que recibimos de este gran maestro, su entrega al público y su capacidad para transformar con teatro el espacio en un ritual comunitario.
Im2. www.maipuciudadano.cl
3. Sobre sus actividades al aire libre ¿cómo es el proceso de localización para los distintos eventos culturales y qué aspectos influyen en esto? En gran medida, al utilizar el espacio público como lugar de encuentro para eventos culturales todos asistimos como iguales, sin importar la condición socioeconómica ni de ningún tipo ¿De qué forma su fundación aporta a evitar una exclusión social por medio del lugar donde se ubican?
Chile es un país centralizado territorial y económicamente. Las comunas céntricas y con más recursos de Santiago acumulan servicios y concentran la oferta cultural de calidad. El festival se encarga de descentralizar la oferta geográfica y monetariamente. Anualmente congregamos un promedio de 400 mil personas en torno a las actividades del festival que se despliegan en toda la ciudad. El 2010 tuvimos nuestro punto más alto, cuando 3,5 millones de personas salieron a las calles de Santiago para ver a la Pequeña Gigante y el tío Escafandra, de Royal de Luxe. Por eso confiamos en la ciudadanía. Pocas actividades masivas pueden congregar esa cantidad de personas en un ambiente de sana convivencia. La cultura, el arte y el teatro lo logran.
Cómo nos instalamos en el espacio público está estrechamente vinculado a nuestra identidad. Desde que fue creado el festival hasta hoy, el trabajo curatorial tuvo un ojo puesto en el espacio público y la ocupación de los nuevos centros culturales, bajo el entendimiento de que los espacios públicos todavía no están lo suficientemente democratizados, no le pertenecen totalmente a sus ciudadanos, que se han recluido en el espacio de lo privado. Nuestra misión es que el espacio público vuelva a ser parte de la comunidad y reconstruir el valor de lo colectivo. En una ciudad aún segregada, que el festival llegue a las comunas y que las personas se reúnan en torno a un espectáculo artístico de excelencia, es parte de nuestro desafío. Estamos convencidas de que, en el espacio público, el festival puede modificar las dinámicas de la ciudad.
4. ¿Cuáles creen que son las mayores diferencias entre sus actividades que realizan en lugares privados y públicos?
Los espectáculos se piensan para los lugares donde se presentan. En el espacio público se pueden realizar espectáculos en formatos más grandes y que se desplacen. La interacción con el público es diferente, pues estamos en un lugar que nos pertenece a todos, no hay restricción para estar allí. En los espacios cerrados, como las salas de teatro, tenemos espectáculos pagados, y esa es una barrera que segmenta al público, incluso a pesar de que Fundación Teatro a Mil tiene una política de acceso con descuentos para estudiantes, personas de la tercera edad y trabajadores de las artes escénicas, además de abonos al inicio de la temporada que permiten descuentos de hasta un 50%.
En el espacio público los espectáculos dialogan con el entorno urbano, que le da un escenario mayor al propio del espectáculo. Allí se congregan audiencias más transversales, que se transforman en protagonistas, si lo desean, cuando los espectáculos tienen forma de pasacalle. Es otra la relación que se establece entre el público y los artistas. Ahora bien, hay muchos espectáculos que no se pueden presentar en el espacio público y que, por razones presupuestarias, deben hacerse en las pocas grandes salas de teatro que tienen las condiciones técnicas para abordarlos.
Im3. Fuente: www.fundacionteatroamil.cl
5. Desde su perspectiva, cómo ha sido la evolución en la ocupación de los espacios públicos para eventos culturales desde la década de 1980 hasta este año.
Si colocamos en una línea cronológica la cantidad anual de espectáculos –cosa que hemos hecho–, el aumento de los espectáculos en el espacio público ha sido exponencial. En particular, la realización de conciertos masivos. En la cartelera anual de teatro, hay pocos espectáculos en gran formato como los que presenta Santiago a Mil.
6. Por último ¿Es posible hablar de una mayor identificación de la población con su ciudad después del uso de los lugares comunes para eventos culturales?
Seguramente, cuando se generan las condiciones para que la gente se reúna y lo pase bien disfrutando de un espectáculo de calidad, uno contribuye a una mayor “apropiación” de la ciudad por parte de sus habitantes. El proceso de identificación es más complejo, y, a nuestro juicio, tiene relación con dinámicas más profundas. Sin embargo, la perseverancia en el tiempo realizando espectáculos que dejan huella en la memoria colectiva –como La Pequeña Gigante en 2007 y 2010–, sin duda aporta una semilla al reconocimiento de la ciudad como un espacio para todos y todas.