Revista Planeo N°12, Octubre 2013
[Por: Ignacio Lira. Arquitecto UC, Subdirector Fundación Mi Parque.]
En un par de meses, los chilenos deberemos elegir a quienes serán las autoridades que dirigirán el país durante los próximos años. Pero en esta oportunidad hay una gran novedad, por primera vez votaremos por quienes queramos que sean nuestros consejeros regionales. Hasta el día de hoy su función es bastante desconocida, pero no por eso menos importante: deben representar los intereses de la comunidad en la toma de decisiones que inciden en la administración de la región. Una labor que se manifiesta sobre todo en la elección de los proyectos a los cuales se destinarán los recursos provenientes del Fondo Nacional de Desarrollo Regional y otros programas de inversiones, así como en la aprobación de los planes regionales de desarrollo urbano, planes metropolitanos, intercomunales y comunales.
Estas autoridades tienen un marcado carácter local y territorial, por lo tanto, un criterio importante que se debería usar para discernir en esta elección, es la visión de región y ciudad que ellos presenten. Lamentablemente esta elección se ve opacada -por decir lo menos- por las elecciones presidenciales y parlamentarias que se realizarán en la misma instancia. Poco he escuchado sobre planes, ideas y propuestas de los candidatos a consejeros regionales. Incluso me atrevo a decir que muy pocos ciudadanos están informados sobre quiénes son los representantes de su región y cuáles son las funciones de estos.
Al mismo tiempo, a nivel social hay una mayor demanda por participación y búsqueda de nuevas formas para hacerla válida (o rescate de antiguas fórmulas como cabildos y consultas ciudadanas). Si bien esta elección de cores es a través de un mecanismo tradicional, de todos modos nos entrega una nueva instancia de participación en las decisiones que se toman con respecto al desarrollo de nuestras ciudades. Chile tiene altas tazas de urbanidad donde más del 86% de los chilenos vive en ciudades. Por lo tanto, lo que hagamos en ellas afectará de manera directa, positiva o negativamente, en la calidad de vida de la gran mayoría del país. Es de esperar que como fruto de esta elección, el tema de la ciudad se instale cada vez con mayor fuerza en la opinión pública y nos permita pensar en cómo podemos lograr ciudades más desarrolladas, justas y sustentables que llenen de orgullo a sus habitantes.
Este sentimiento de orgullo es lo que busca generar Fundación Mi Parque en los sectores donde trabaja. Soñamos y queremos que nadie se avergüence del lugar donde vive como ocurre en la mayoría de los barrios marginales de nuestras ciudades. Este orgullo nace de la participación, en compromisos y logros. Nadie se siente orgulloso de algo que no ha hecho, sino que tiene que ver con un compromiso personal y con una sociedad comprometida. Estas elecciones, si las sabemos aprovechar, nos permiten avanzar un paso más en esta línea.
Desde el punto de vista de las áreas verdes y el espacio público, es de esperar que se avance en la concepción de estas como “infraestructura social”, entendiéndolas no sólo en términos físicos o desde una mirada sectorial, sino que desde su complejidad y potencialidad. El trabajo en esta materia debería tener como prioridad el disminuir la desigualdad y la carencia de espacios públicos dignos y de calidad existentes en nuestras ciudades. Al mismo tiempo, se deberían definir criterios y estándares básicos que deberían cumplir: desde variables físicas, ambientales y de uso. En esta materia se ha avanzado, pero también hay que trabajar en el sentido contrario, en definir criterios locales para la conformación del espacio público en las distintas zonas del país. Cada región y sus respectivas localidades deben pensarse desde su contexto local. Tampoco se puede medir o comparar a todas las ciudades con las mismas normas y reglas. Tenemos que pensar en cómo hacemos más habitables los lugares donde vivimos, reconstruyendo la relación de nuestras ciudades con sus entornos. No me deja de sorprender que actualmente, en ciudades como Calama y Antofagasta las áreas verdes son regadas a través de la red urbana de agua potable o que en muchas ciudades del sur el arbolado urbano es pobre y en constante amenaza por la poda municipal.
Nada sacamos si al proyectar estos espacios verdes para nuestras ciudades, no pensamos a largo plazo en la conservación. En promedio, luego de siete años de mantención de un parque, se han gastado los mismos recursos que se destinaron a la construcción de este. A nivel de decisiones -y en esto tienen mucho que ver los consejeros regionales que aprueban los FNDR- no podemos dedicarnos a construir nuevos parques si no tenemos considerados como los mantendremos. Esta responsabilidad, tampoco puede ser simplemente entregada a las municipalidades, ya que muchas de ellas no cuentan con los recursos ni con las capacidades para hacerlo correctamente.
Si a esto le sumamos la participación, en lo cual la elección de los consejeros es un aporte, y la llevamos a una participación más directa, vinculante, en donde se tome un rol activo en la toma de decisiones avanzaremos hacia una mejor ciudad y sociedad. El ser partícipe de los procesos de cambios urbanos tiende a generar apropiación positiva y empoderamiento por parte de las comunidades, lo cual es muy importante para la sustentabilidad del espacio público sobre todo en contextos vulnerables.
Espero que el cargo de consejero regional adquiera cada vez más relevancia y sean garantes de una imagen de ciudad justa, en desarrollo y sustentable, en la cuales todos tengamos acceso a espacios públicos digno y de calidad. Ciudades en las cuales nos sintamos orgullosos de vivir, porque hemos participado y trabajado para que ellas sean mejor.