Revista Planeo Nº9, Urbanismo desde las bases, Marzo 2013
En la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile nos reunimos con Ivo Gasic, geógrafo de la misma universidad, y miembro del Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL). Con él hablamos para conocer más de la biografía del movimiento y su potente discurso en torno al trabajo desde las bases. Nos referimos también a la Secretaría Popular de Planificación Territorial (SEPPLAT), unidad del movimiento que busca articular su visión urbana desde un fundamento asentado sobre los intereses de los pobladores.
Para comenzar, nos gustaría saber qué es el MPL ¿Cómo nace?
El MPL es una organización que nace en el año 2006 a partir de conflictos concretos por vivienda de parte de allegados de la comuna de Peñalolén. La principal lucha ha sido por quedarse en la comuna, ante el escenario adverso que impone la política habitacional y el mercado de suelo. Así se ha ido formando un movimiento fuertemente territorial, por el hecho de estar anclado en su origen sólo en Peñalolén y por reivindicar precisamente el derecho a habitar esas tierras. Desde ahí se empiezan a gestionar distintos proyectos de vivienda social, acompañado de lucha por subsidios y sobretodo suelo cercano y digno. Hace tres meses se entregó el primer proyecto del MPL, que es un conjunto habitacional para 120 familias en la misma comuna de Peñalolén, lo cual es una primera victoria conseguida con movilización, trabajo de comités y autogestión de recursos. Desde el 2006 hasta el 2012, se ha gestionado suelo, y vivienda que ya está construida. En términos formales hay dos avances muy concretos. Primero la formación de una Entidad de Gestión Inmobiliaria Social (EGIS) en el año 2008, y luego una constructora, que se hace cargo por ahora de obras menores, como pavimentación, pensando más adelante en construir vivienda. El proyecto es tener cubiertas las diferentes etapas del proceso productivo de la construcción, pero desde un movimiento social. Así las plusvalías de las inmobiliarias y de los trabajos que se van haciendo son captadas por los mismos pobladores. A eso le llamamos autogestión productiva, y se acompaña de procesos de formación política de los nuevos pobladores.
El movimiento nace en base a necesidades territoriales, muy concretas. ¿Por qué es necesario enfrentarlas a partir de un movimiento social?
Partiendo desde las consignas básicas, el MPL dice “somos comité de allegados, pero no peleamos sólo por vivienda, sino que también salud, trabajo, educación…”. En el fondo, hay una demanda que entiende que la vida digna no se puede resumir a instancias concretas como la vivienda. El Estado sectoriza las organizaciones y las hace dependientes de un objetivo bien concreto y específico. Separa la vivienda, la salud, la educación, y genera organizaciones sociales funcionales solo a la gestión de esos bienes, pero sin una proyección política de la fuerza social. El MPL entiende que un comité de allegados no debe pensar solamente en la condición de allegamiento. El hecho de que el Estado nos haga organizarnos como “comité de allegados” sólo para conseguir la casa y luego disolver la organización, es algo a lo que nos oponemos totalmente.
¿Qué tan relevante es el trasfondo político en el MPL? Es un movimiento reconocido como de izquierda ¿en qué sentido eso ha jugado a favor o en contra de sus objetivos?
El MPL se engarza en una tradición de movimientos sociales de izquierda latinoamericanos. Hoy tenemos apoyo internacional, hay organizaciones hermanas de Uruguay, Argentina, Brasil, Venezuela. Son organizaciones que no encuentran asidero en la política partidista. No encuentran una línea clara en cuanto a obtener el poder en una dirección vertical ascendente, aumentando las cuotas dentro del Estado. El MPL se define como un movimiento en contra del Estado, pero desde el Estado. Eso es lo interesante. Los espacios institucionales que se van dando tienen que ser enfrentados dialécticamente. Se toman, pero también se cuestionan. O sea, el MPL no busca gobernar espacios de este Estado, sino que transformarlo. Entendemos que ni el PC ni ningún partido de izquierda, por más revolucionario que se diga, va a poder gobernar de manera popular un Estado como éste. Por eso buscamos tomar algunas posiciones de poder, como concejalías, alcaldías. Son posiciones de carácter territorial, para fortalecer los movimientos territoriales y que ellos impulsen una vía popular a la constituyente. Muchas veces se critica al MPL porque dicen “están presentando candidato a alcalde, concejal…se están metiendo al Estado”. Pero es un meterse al Estado con el fin de poder movilizar fuerzas territoriales, organizaciones populares, para poder impulsar entre todos una nueva constitución y un poder popular efectivo, pero desde abajo. No una nueva constitución llamada por los parlamentarios, ni por ningún partido político burgués, obviamente.
En este proceso expansivo, tratando de movilizar crecientes masas a nivel territorial, ¿cómo describirías tú que ha ido evolucionando el movimiento? Partieron en Peñalolén, pero hoy ya han salido de la comuna.
Hoy día es Peñalolén, es Santiago Centro, San Joaquín, Concepción, Talcahuano, Arica, Curacaví y Dichato. Esas son las comunas donde el MPL tiene presencia. En todas desde el problema de la vivienda, pero en todas con un matiz distinto. Vemos que en Peñalolén hay toda una tradición de pelea por el suelo, que tiene que ver con las tomas y los campamentos. Pero en Santiago Centro las poblaciones obreras de ahí no tienen esa tradición, sino que una más de generar cooperativas de trabajo mutuo al interior de las poblaciones. Rescatar esa memoria ha permitido que hoy día tengamos una Red de Inmuebles Recuperados por Autogestión; la Red IRA de Santiago Centro. Son distintos ex arrendatarios de viviendas derruidas por el terremoto, cuyos propietarios no han querido reparar, por las altas plusvalías del sector. Como los arrendatarios quedaron sin viviendas de alquiler, se generó una necesidad que fue finalmente captada en una alternativa popular y desde abajo, genuina, de empezar a buscar inmuebles en Santiago Centro, o sea, casas que estén abandonadas. Y como sostiene el mismo lema, que no haya “gente sin casas ni casas sin gente”.
Una de tus principales preocupaciones al interior del movimiento ha sido la configuración de la Secretaría Popular de Planificación Territorial (SEPPLAT). ¿Desde cuándo existe? ¿Qué objetivos busca?
Todo esto es en el contexto del Plan Regulador Comunal de Peñalolén. En el año 2007, el ex concejal y compañero Lautaro Guanca comienza a difundir la propuesta de PRC hacia algunas organizaciones estudiantiles y otros interesados en construir alternativas de planificación urbana. En particular, se articula un trabajo entre el MPL y el Centro de Estudios Críticos Urbanos, y luego también con Nuevo Chile. En conjunto se develan distintas disposiciones del PRC que apuntaban a excluir a los pobladores de Peñalolén de su propia comuna. El suelo disponible sería para condominios en baja densidad, se iban a hacer expropiaciones en poblaciones para mejorar el flujo vehicular hacia el barrio alto de Santiago, se detonaría la densificación de Vespucio con departamentos para una supuesta clase media o media-alta, y otras cosas más. Además de que el plan había sido hecho sin participación ciudadana. De ahí en adelante el MPL se percata de que hay mucha gente interesada en planificación urbana (arquitectos, geógrafos, sociólogos). Y todo eso no podía seguir siendo entendido como una ayuda externa, sino que tiene que ser pensando desde el MPL. Había que internalizar esa fuerza. Eso nos llevó a pensar en crear una secretaría popular, que haga un trabajo a largo plazo en Peñalolén, generando asambleas territoriales que levanten las propuestas de planificación territorial presentes en los diferentes comités. Hoy día yo, y muchos otros compañeros, estamos trabajando desde la secretaría, y no por fuera. Eso permite un mayor involucramiento por parte de los militantes del MPL y los mismos comités de allegados.
¿Cuál es el trasfondo crítico que levanta el MPL y la SEPPLAT para con la ciudad? Mencionaste una mirada crítica respecto de la participación ciudadana. ¿Qué contrapropuestas levantan?
Es complicado. En términos de urbanismo y participación, los instrumentos que nos entregan para participar son ya completamente funcionales a un sistema que no queremos. Pero no el no querer ser parte significa que te dé lo mismo lo que pasa en tu ciudad. Participamos de las instancias, somos parte de los procesos de decisión, pero para agitar y levantar procesos que vayan por fuera. Es lo mismo que decía de las concejalías, por ejemplo. Entendemos que si las organizaciones populares se quedan sin el Estado, sin sus instrumentos, no se pueden desarrollar plenamente. Y eso es un efecto de dominación política del Estado hacia las organizaciones populares. Nosotros creemos que hay que tomar eso, pero sólo para poder instalar públicamente ciertos temas en los territorios, agitando finalmente un movimiento que desborde los espacios instituidos. Esto se aplica también a la planificación urbana. Nosotros cuestionamos la ciudad no para generar una propuesta dentro de los marcos del instrumento, sino que para poder movilizar las bases populares de Peñalolén y, eventualmente, cualquier otro territorio en disputa. Sabemos lo que son los instrumentos de planificación territorial y no van a estar de acuerdo a nuestras necesidades. Se instala primero una pelea con los municipios, en tanto están compelidos por fuerzas estructurales mayores. Lo que nos ha enseñado David Harvey, geógrafo crítico marxista, es que en muchos estados neoliberales como el nuestro, los gobiernos locales son empresarialistas. Eso quiere decir que actúan bajo una lógica privada porque hay un Estado que no se está haciendo cargo. Le entregan competencias, pero no recursos, y terminan decidiendo para el capital privado. Harvey también habla de la “absorción local de los riesgos políticos”. Los municipios comienzan a absorber los riesgos políticos cuando es el Estado central quien produce las crisis. Todas las demandas se llevan hacia los municipios, siendo que hay un Estado que entrega este marco adverso al gobierno local. Yo siempre he dicho que la pelea contra el PRC de Peñalolén no es sólo contra la administración de Orrego, sino que contra un Estado que no se hace cargo de las áreas de extensión urbana, del pie de monte, de las zonas de renovación urbana, etc.
Precisamente, pensando en los actores que afectan directamente a la ciudad. Actores privados, actores ciudadanos y por supuesto el Estado. Éste, para ustedes, al parecer peca de invisible. ¿Esa sería la crítica que ustedes levantan?
No es un Estado invisible; el Estado está operando. Ni el mercado ni nada funciona sin ese Estado que conocemos. No es que esté ausente o retraído; está generando nichos para el capital privado.
¿Qué demandas levantan entonces hacia ese Estado? Buscando generar un escenario favorable para los pobladores. Lo primero es impulsar mecanismos de captura de plusvalías y rentas de suelo a nivel territorial. Cosa que las plusvalías de las inmobiliarias puedan quedar en los territorios. Otra medida es que el SERVIU vuelva a comprar suelo, generando un stock de suelo para vivienda o para la urbanización de sectores populares. Nos interesa también que se fomente la autogestión de los comités de allegados. Hoy el nuevo decreto de vivienda impulsa eso, pero son autogestiones sumamente restringidas. O sea, realmente es un uso táctico del término autogestión que no implica en ningún caso cuotas de poder a las bases populares.
Uno de los aspectos más desafiantes puede ser el de establecer alianzas con otros actores. ¿Con quién ustedes han logrado establecer trabajo en conjunto?
Las alianzas del MPL están estructuradas fundamentalmente bajo el instrumento político Igualdad. Igualdad no es un partido rector, es un partido de movimientos sociales. La política no se zanja en las plenarias del partido, salvo acuerdos básicos; por ejemplo que no se va a hacer ninguna alianza política con otros partidos, porque se considera que todos los partidos restantes son burgueses, incluido el Partido Comunista. Los marcos de alianza entonces están entre las diferentes organizaciones que están en Igualdad. Además se encuentra alianza con los deudores habitacionales y todas las demandas que se van aglutinando en la Federación Nacional de Pobladores (FENAPO). Esas son alianzas vinculadas fundamentalmente al problema de la vivienda.
¿Cuál es la visión de ciudad que persigue el MPL? ¿Cómo lo describirías?
Uno muchas veces fetichiza la ciudad, como “ésta es la ciudad que queremos”. Si hacemos una lectura más minuciosa del “Derecho a la Ciudad” de Henri Lefebvre, encontramos una crítica desde la filosofía política que dice que la explotación del hombre por el hombre no está sólo circunscrita en una fábrica donde se genera una mercancía, sino que la ciudad también es una mercancía. Marx dice que el hecho de que estén todos los obreros en una fábrica produce un aumento en la productividad, pero también genera las condiciones de la revolución. Al estar juntos, estamos aprendiendo juntos. En la ciudad es lo mismo. Estamos juntos, y eso no es azaroso. Estamos pegados, viviendo los mismos problemas, y eso a mi juicio es una condición de revolución. Estar en estos barrios hiper-densos, poblaciones desde las que trabajamos, constituye una posibilidad desde la que puede emerger el cambio social. Si la ciudad es un producto, puedo decir que no me interesa tanto ese producto como sí la relación que los trabajadores generen en torno a eso. Cuando se dice “no fetichicemos la mercancía”, podemos decir también “no fetichicemos la ciudad”. No se trata de “la ciudad que queremos”, sino que la relación entre trabajadores, y pobladores, es lo que importa. Para responderte, la ciudad deseada es aquella que permita a los pobladores organizarse políticamente para hacer una ciudad otra, distinta. Y eso tiene sus directrices, porque quiere decir no fragmentar el territorio. Lo que estamos viendo hoy de la Autopista Vespucio Oriente, sí, podemos decir que son personas de clase media alta y todo, pero hay una demanda por estar juntos, por mantener una cierta colectividad. Cuando esa colectividad tiene proyección política, para mí es trascendental. Si una autopista pasa por encima de una organización popular, frentes culturales, redes de hip-hoperos…¡Lo que sea! Si contienen una demanda social, vemos que la autopista no es que sea mala para la ciudad, sino que para las organizaciones que tienen proyección política. Eso es lo interesante. Y eso ha pasado en diferentes poblaciones de Santiago, donde se ha expropiado a pobladores para extender autopistas, desarticulando el tejido social y político. También se habla harto de la gentrificación en el centro. Estoy totalmente en contra de la expulsión que genera, pero se vuelve aún más potente cuando desarticula los IRA. Pelear por una ciudad no es pelear sólo contra la expulsión de los arrendatarios, sino que sobre todo contra la expulsión de aquellos que están organizados.
Existen muchas otras organizaciones ciudadanas, con muy diferentes enfoques y características a las de ustedes. Sin embargo, parece existir algo que se comparte, en un lenguaje que subentiende un enfrentamiento (Movimiento de Pobladores en Lucha, Defendamos la Ciudad) ¿Existe hoy una lucha en la ciudad? ¿Cuál es? ¿Contra quién?
Es la misma lucha entre el capital y los trabajadores, que se traslada a la de los pobladores con determinados agentes que empiezan a entrar desde el exterior. Ahí hay una connotación espacial bien fuerte: no es sólo el grande contra el chico, sino que el de adentro contra el de afuera. Uno de repente habla de “organizaciones territoriales” como si todas lo fueran, pero para mí las que son verdaderamente territoriales son aquellas de las que uno puede ver sus bordes, sus límites. En el MPL todas las luchas que estamos dando son contra gente que invade eso que definimos como nuestro territorio. En Peñalolén, las áreas de expansión están todas compradas por inmobiliarias, para desarrollar condominios en baja densidad que no permitirían la llegada de vivienda social. Densificación en el borde de Vespucio, con torres altas cercanas a las franjas de Lo Hermida, una población histórica. Edificación en altura que tampoco sería para quienes son parte de nuestra organización popular. Respecto de todo el sector que se quiere urbanizar en el pie de monte de Peñalolén, la misma municipalidad decía “aquí va a aumentar tanto la tasa de motorización” -porque es gente de mayores recursos- “por lo tanto, tenemos que abrir algunas vías”. Y generan una vía por el canal Las Perdices, intentando desafectarlo y expropiando casas. No sólo los espacios que quedan disponibles no son para nosotros, sino que eso mismo va abriendo las grietas de las poblaciones. Ese fue uno de los temas fundamentales por los que la gente se opuso en el plebiscito; porque se les iba a expropiar la casa para darle salida a los condominios que estaban llegando. Esos agentes externos, que entran a estos territorios, son con los que el MPL está directamente en lucha.
Tú ya mencionaste que Santiago es una ciudad sumamente segregada. ¿Qué posibilidades ven ustedes de combatir esa tendencia? ¿Visualizan ustedes una posibilidad de convivencia de habitantes de distinto nivel socioeconómico en cercanía?
Esa es una pregunta bien interesante para abordar el tema de “quién tiene derecho a determinados lugares”. Que llegue gente de afuera no es malo per se; es parte de la dinámica de la ciudad. Además, cuando hablamos del “adentro” y del “afuera” estamos refiriéndonos también a límites arbitrarios, fijados por nosotros. Es evidentemente difícil. Creemos, primero, que se tiene que dar cabida a la gente que vive en Peñalolén, porque ahí hay muchas organizaciones sociales con proyección política que no pueden desarticularse. Entonces si eso se fragmenta; si los mandan al extramuro de la ciudad, nos vamos a oponer. Hay una carta de una pobladora que se fue de Peñalolén a Melipilla, donde relata lo terrible de su erradicación, no ya por fuerza de los milicos, sino que por la fuerza del mercado. Son experiencias terribles a nivel de las familias pero sobre todo para las organizaciones políticas y sociales. Cuando yo hablo del derecho a la ciudad desde Lefebvre, hay un derecho que se gana no por lo que somos, sino porque queremos ser diferentes. El derecho a la ciudad lo tienen aquellos que quieren construir esa otra ciudad. Entonces aquellas organizaciones que están emergiendo con prácticas autogestionarias, que hacen ollas comunes, que tienen talleres de circo, colectivos de educación popular, son las que cobran más sentido cuando hablamos de derecho a la ciudad.