[por Mairelys Domínguez Pichardo]
A mediados de Octubre del 2012, el huracán Sandy protagonizó los principales titulares noticiosos de varios países, convirtiéndose en uno de los fenómenos hidrometeorológicos más destacados, después de Katrina en el año 2005. La razón de este gran revuelo, es el impacto que había causado el Huracán en varios Estados Norteamericanos, pero especialmente en la llamada capital del mundo, Nueva York.
Si bien es cierto, que los estragos ocasionados por Sandy en Estados Unidos han sido de gran envergadura, no se puede olvidar que días antes, estuvo azotando a la Región Caribeña. Esta región es reconocida por sus atractivos turísticos, pero también por alojar varios países subdesarrollados. Precisando en este asunto, lo que llama a la atención de Sandy, es que haya afectado distintos tipos de países adquiriendo en cada caso, connotaciones diferentes.
El punto de interés para este tipo de fenómenos, debería estar puesto en los países subdesarrollados, pues son ellos los que no logran adaptarse y mucho menos conseguir resiliencia. El problema es mayor, cuando lo llevamos a la escala local, pues al interior de estos Pequeños Estados Insulares, como suelen llamarse también, existen importantes ciudades ubicadas a no más de 2km de la costa (Winchester, 2008). Estas ciudades se ven afectadas de manera directa por el crecimiento del nivel del mar y los impactos climáticos en las zonas costeras.
En el Caribe insular, específicamente de las Antillas Mayores, existen ciudades que sobrepasan a los 200,000 habitantes y se determinan bajo dos perfiles; el primero orientado hacia el sector turístico y el segundo que concentra los grandes centros de producción y servicios.
Lo que ocurrió con Sandy en ciudades como Santiago de Cuba (segunda ciudad más poblada de después de La Habana) y Kingston (Capital de Jamaica) tiene que ver con una manifestación clara de la vulnerabilidad en las diversas escalas. Esta vulnerabilidad no es la misma que se aprecia en ciudades Norteamericanas; en el Caribe encontramos vulnerabilidades de tipo social, económico e institucional, las cuales enfatizan los impactos ocasionados por cualquier fenómeno acontecido. Todos los efectos antes mencionados traen como consecuencia un desaceleramiento del ritmo de producción, pérdidas humanas y materiales considerables.
Ahora bien, retomando la escala nacional, sin olvidarnos de la condición isleña de los países del Caribe, vemos como estos son afectados diversos sectores, que son claramente sensibles. Estos sectores son los recursos hídricos, la salud humana, la infraestructura física, la biodiversidad, la seguridad alimentaria. En relación a la escasez de alimentos, vemos el caso de Haití, un país que aún no se recupera del terremoto del año 2010 y de la tormenta Isaac.
En Santiago de Cuba los daños directos fueron a las infraestructuras físicas, sufriendo además, graves inundaciones y deslaves que destruyeron cosechas e interrumpieron la electricidad, al tiempo que fueron dañados varios edificios (BBC, 2012). Otros daños de menor rango, pero de igual magnitud se registraron en República Dominicana, donde resultaron afectadas viviendas en distintas ciudades del país, pero especialmente en la Provincia de Santo Domingo, que tiene cerca de 3 millones de habitantes.
Uno de los casos más especiales es Jamaica, donde la economía se encuentra bastante vulnerable y no habían recibido los impactos directos de un Huracán desde los años 80. El país tuvo pérdidas en sus cosechas, incluidas las de café y bananas, lo que representaría crisis en el sector de alimentación (BBC, 2012).
De acuerdo a todo lo anterior, habrá que esperar las nuevas cifras en pérdidas humanas y materiales arrojadas por Sandy, ya que durante una de las más grandes temporadas de desastres registradas en la Región Caribeña, en el año 2004 el impacto económico total ascendió a 7.559 millones de dólares; y en la temporada de 2005, a 5.409 millones de dólares (Winchester, 2008).
El panorama se puede ir esclareciendo, si tenemos en cuenta que cada año la Región Caribeña tiene una temporada de huracanes que dura 6 meses. Este hecho es el que precisamente nos permite hacernos las siguientes preguntas:
¿Qué pasará con los países del Caribe para los años subsiguientes, si quedó demostrado que ni siquiera una ciudad como Nueva York, se escapa de las amenazas que representan los fenómenos naturales peligrosos?, y más claro aún, ¿Están sus autoridades generando mecanismos serios sobre Gestión de Riesgos a Desastres, Adaptación al Cambio Climático y Resiliencia?
Responder a cada uno de estas preguntas, nos permitirían vislumbrar el futuro de estos países y entender estos mecanismos como oportunidades para disminuir la vulnerabilidad y avanzar hacia el anhelado desarrollo.
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Ver más imágenes de las consecuencias urbanas de Sandy en el hemisferio norte.