Planeo Digital

Número 8

Crecimiento Urbano

Nov - Dic 2012

COMPRAR, TIRAR, COMPRAR, La historia secreta de la obsolescencia programada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 [Por Macarena Pérez]

SOBRE LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA Y OTRAS COSAS

Año: 2011

Director: Cosima Dannoritzer

País: España

He pensando muchas veces, lo poco rentable que resulta, la insistencia de algunas personas por mandar a arreglar sus artefactos eléctricos a los cada vez más escasos talleres de barrio. Siempre pensé que era mucho más económico comprar uno nuevo. Es igual que decidir hacer tu propia ropa o creerse pastelero en el hogar…pero para que si resulta más corto y barato adquirir esos productos.

Eso creía hasta que alguien me recomendó ver un documental denominado “Comprar, tirar, comprar”. No sólo conocí las afirmaciones que nos hacen pensar en que todos nuestros artefactos eléctricos están destinados a morir, así como las ampolletas al momento de su creación en 1.811 duraban 1.500 horas y una agrupación de productores decidió en 1.924 que todas tendrían una vida útil de 1.000 horas.

En ese momento vino a mi memoria la cantidad de veces que recuerdo a mi padre decir que antes las cosas duraban más, de hecho, para él votar algún artefacto es casi impensable, por supuesto sin perder de vista lo difícil que era conseguir algunos bienes en el Chile de sus años de juventud. Por otro lado y sin dejar de pensar en los males del mercado actual, existen productos a bajos precios y mayor variedad, situación que para muchos ha derivado en un consumismo sin límites, en que las personas caen en endeudamientos por sobre sus capacidades de pago con tal de considerarse parte de una sociedad.

Esto sin duda, es un símbolo de la sociedad actual, pero será que el tema real es el siguiente: ¿nuestros artefactos no están hechos para durar mucho?, porque no es negocio rentable para las empresas que los fabrican que los mantengamos por 20 o 30 años.

El documental aborda específicamente esta pregunta, con situaciones que dan cuenta de esta “poca duración programada”. Uno de los afectados es un usuario de Ipod y debo reconocer que me sentí bastante identificada, sobre todo porque efectivamente las baterías dan la impresión de durar cada vez meno. El hecho de no llevar el cargador durante el día implica quedar incomunicada en la tarde, probablemente porque los aparatos como el celular desempeñan muchas funciones más que solo ser un medio de comunicación. Sin duda, en el caso del documental queda comprobado que las baterías tienen una duración determinada, por lo tanto todos estamos destinados a adquirir tarde o temprano un nuevo aparato, sin darnos cuenta pasamos a ser parte de una destinación no planteada al momento de la compra.

Las consecuencias de la obsolescencia programada son muy relevantes, quizás la más evidente, es la cantidad de residuos que se generan al desechar artefactos. Es cierto que cada vez más se ven lugares en que se pueden reciclar celulares, o iniciativas en que uno puede donar su antiguo celular, hace poco una amiga me contó sobre una iniciativa en el tema. (Ver http://www.janegoodall.es/es/movilizateporlaselva.html).

Sin embargo, en este documental se muestra adonde van los artefactos obsoletos de los países del primer Mundo. Cientos de cargamentos llegan a países de África con restos de la basura de países que se consideran desarrollados, que se atribuyen el derecho de contaminar en un lugar alejado de su hogar, lo que me recuerda lo visto en algún momento al analizar conflictos ambientales y otras actividades no deseadas: mientras no lo vea o sienta no existe.

En definitiva, este documental invita a pensar antes de votar nuestros artefactos, pero en un aspecto más de fondo a preguntarse si es realmente necesario adquirir tantas cosas. ¿Qué es lo que nos lleva a necesitar más? O es simplemente que no tenemos conciencia de lo que implica deshacernos de nuestra basura.

Una invitación a buscar alternativas: reciclar, quizás vender, regalar o simplemente como plantea una de las voces del documental, el economista francés Serge Latouche, emprender la “revolución del decrecimiento”, que se oponga a los tres pilares de la sociedad del crecimiento: la publicidad, la obsolescencia programada y el crédito. El decrecimiento es una posibilidad de atreverse a pensar un mundo diferente y “salir de la economía”.