[por Carlos de Mattos y Luis Fuentes]
Hace pocas semanas, el Instituto Nacional de Estadísticas dio a conocer los resultados preliminares a nivel de comunas del Censo realizado en 2012 y el primer desafío que nos plantean estas cifras es interpretarlas para realizar una correcta lectura de las principales tendencias de crecimiento de las áreas urbanas, sobre todo, considerando que en estos momentos se está discutiendo en nuestro país la Política Nacional de Desarrollo Urbano.
Al mismo tiempo, también en otros países latinoamericanos han comenzado a difundirse los resultados de los censos nacionales de población correspondientes a la primera década de la del siglo XXI y ya han comenzado a publicarse algunos estudios sobre las tendencias en lo que respecta a los procesos de transformación en las principales aglomeraciones urbanas de los países respectivos.
En general los resultados de esos estudios confirman la persistencia de la tendencia hacia la expansión/dispersión del crecimiento urbano, en algunos casos complementadas con un aumento de población de algunos distritos centrales, que ya se había comprobado para la década anterior. Con estos antecedentes, en estas notas se presentan algunos elementos de juicio sobre las principales conclusiones de diversas investigaciones relacionadas con esta materia en diversas partes del mundo, seguidas por las conclusiones de algunos estudios recientes sobre las principales tendencias identificadas para los casos de las urbes principales de Brasil, Argentina y México; finalmente, sobre esa base, se exponen las conclusiones que se pueden extraer en base al análisis preliminar de los datos del Censo para el caso de Santiago, que ha permitido comprobar un crecimiento simultáneo de comunas ubicadas tanto en áreas centrales como en la corona exterior del área urbana y del periurbano expandido, lo que indica la continuidad de la tendencia a la expansión/dispersión como la tendencia aún predominante.
Metamorfosis urbana
El punto de partida de este análisis, es que el proceso de urbanización no puede ser separado del contexto en el cual se desarrolla y en el caso de Chile y muchos otros países, se ha desplegado durante los últimos treinta y cinco años bajo una fase de modernización capitalista impulsada por los procesos de ajuste estructural impulsados desde las últimas décadas del siglo pasado. Al respecto, se considera que, como plantea el geógrafo norteamericano Edward Soja, cada fase de desarrollo del capitalismo moldea una nueva forma de ciudad, lo que trae consigo importantes transformaciones de la estructura urbana, con lo cual durante en la fase actual, se habría iniciado “una nueva ronda de metamorfosis urbana”.
Por el alcance de esta transformación, podríamos considerar los planteamientos hechos por el filósofo francés Henri Lefebvre en varios trabajos publicados entre 1970 y 1972, en los que anticipó que una nueva revolución urbana comportaría una transición desde lo que habitualmente se ha considerado como “ciudad”, hacia una sociedad urbana, como expresión de la trayectoria hacia una urbanización completa de la sociedad. El tiempo parece estarle dando la razón, ya que en Latinoamérica el grado de urbanización en 1950 alcanzaba menos del 42% de la población y solo a principios de los años 2000 esta ya se situaba en torno al 75% como promedio. En Chile a pesar de la disminución en la tasa de crecimiento de la población, hoy prácticamente un 90% de la población puede ser considerada como urbana.
Los diversos análisis realizados sobre las transformaciones de las grandes áreas urbanas, coinciden en la importancia jugada por algunos factores de carácter estructural, asociados a los cambios económicos; tal es el caso, por ejemplo, de la intensificación de la conectividad y movilidad generada por la difusión y masificación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información y el aumento de los medios motorizados y el desarrollo de la infraestructura de transporte. Esto ha generado lo que David Harvey ha caracterizado con la expresión “compresión tiempo–espacio”, lo cual juega un rol fundamental en el alcance territorial de la expansión urbana y la difusión del fenómeno urbano sobre el territorio.
Otro de los factores fundamentales de estos cambios en la forma urbana tiene que ver con los nuevos arreglos institucionales impulsados por la nueva gobernanza neoliberal, donde el mercado juega un rol central y el espacio urbano se encuentra altamente mercantilizado.
Lo urbano emergente de estos procesos, que presenta diferencias sustantivas con la forma urbana de la ciudad industrial, ha recibido diversas denominaciones (ciudad difusa, ciudad de ciudades, postmetrópolis, metápolis, ciudad región, región urbana, ciudad de baja densidad, archipiélago metropolitano, etc., etc.), las que han sido propuestas justamente con el objetivo de mostrar que se trata de una forma urbana distinta y nueva. Desde que este tipo de configuración urbana comenzó a manifestarse, en la literatura especializada sobre esta materia se ha planteado la discusión acerca de si la misma podía seguir siendo considerada como una “ciudad” o si debíamos reconocer que nos encontrábamos frente a un fenómeno de otra naturaleza.
La generalización y la magnitud de este fenómeno de la difusión y generalización de la sociedad urbana planteado diversos problemas para medir y determinar los límites urbanos, en su mayor parte todavía sin respuesta satisfactoria. A este respecto, se han difundido propuestas de distinta naturaleza y alcance por parte de organismos especializados nacionales e internacionales, entre los que cabe destacar trabajos recientes de la Unión Europea (Damon, 2012) y de la OECD (2012), que han propuesto nuevos criterios y metodologías para hacer frente a este complejo problema. En América Latina, esta tarea ha sido encarada por diversos organismos gubernamentales, que han comenzado a realizar estudios para la delimitación de sus regiones urbanas, como el caso del Instituto Brasileiro de Geografía y Estadística.
¿Qué está pasando en las grandes áreas metropolitanas latinoamericanas en los últimos años?
Los últimos censos de población realizados en varios países latinoamericanos han aportado elementos de juicio adicionales sobre cómo ha continuado manifestándose la tendencia de urbanización en diferentes países de la región durante la última década.
Esta tendencia ha sido ampliamente comprobada para el caso de Brasil. A este respecto, se menciona a continuación un testimonio donde se describe y explica este fenómeno, realizado en el Observatorio das Metropoles, del IPPUR de la Universidade Federal de Rio de Janeiro:
“Observando el cuadro de la distribución actual poblacional en el país a partir, incluso, de los datos del Censo 2010, aún permanece la concentración demográfica en las ciudades primadas, con el surgimiento de nuevos aglomerados urbanos metropolitanos, o sea, hay una difusión del fenómeno de la metropolización. En estos espacios, al analizar la dinámica de la estructura productiva, mercado de trabajo y población, se observan procesos que a veces parece complementarse, a veces parecen contraponerse. Tales procesos se refieren a la propia organización interna de los espacios metropolitanos. Por ejemplo, al mismo tiempo en que las periferias metropolitanas presentan ritmos de crecimiento mayores e emigración venida del núcleo bastante considerable, esos mismos núcleos presentan un incremento poblacional aún muy considerable, además de concentrar también buena parte de los empleos y de las empresas que comandan la economía, lo que pone en evidencia, en primer lugar, que aún tenemos una relativa presión poblacional sobre las áreas centrales que ocurre simultáneamente con una dispersión poblacional hacia las periferias, con tendencia a la formación de tejidos urbanos cada vez más expandidos y, en segundo, que los núcleos mantienen la tendencia a la concentración del poder económico” (Ribeiro, Rodrigues & Silva, 2012)
Los análisis realizados a partir de las cifras preliminares del Censo 2010 para el Distrito Federal (DF) y la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), también confirman la tendencia a la expansión y no muestran indicios de que se esté produciendo una recentralización urbana. A este respecto, un amplio y detallado estudio sobre la evolución y los cambios en este enorme aglomerado urbano realizado por la Red de Observatorios, señala:
“Hay que hacer notar que aunque el componente Distrito Federal de la ZMVM tiene tasas de crecimiento social negativas, estas se compensan en parte debido a que muchos de los que salen del DF, como lo muestran los datos, en realidad emigran a los municipios conurbados del estado de México y, a su vez, siguen llegando tanto de esta entidad como de otras entidades del país, flujos importantes de inmigrantes al DF. Para el DF, la tasa neta de migración (o crecimiento social) ha sido negativa en esta primera década del siglo XXI en aproximadamente -8.6 por mil anual. Es necesario precisar, como ya se mencionó más arriba, que las migraciones del Distrito Federal hacia los municipios conurbados del Estado de México forman parte de un proceso de desconcentración de población, del centro a la periferia, en la ZMVM, motivado principalmente por el elevado costo del suelo en las delegaciones centrales, en particular de las cuatro delegaciones centrales: Benito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y Venustiano Carranza; las cuales hasta 1970 constituyeron lo que se conocía como la Ciudad de México, y en general en el Distrito Federal; así como el cambio de uso predominante del suelo en dicha región central, el cual se ha orientado casi exclusivamente hacia los sectores comercio y servicios, en especial los de tipo financiero” (Red de Observatorios, 2011: 14):
Esta misma tendencia a la reafirmación y fortalecimiento de la metropolización expandida se ha comprobado para el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) donde las áreas externas tuvieron mucho mayor crecimiento que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). A este respecto, un estudio realizado en base a los datos preliminares del Censo del 2010, concluye que:
“El crecimiento de la RMBA se debe a las altas tasas de los partidos de la periferia (segundo cordón) que más que duplican y hasta cuadruplican la tasa total de la Región y compensan la pérdida de población de la CABA y de los partidos más cercanos (primer cordón). Uno de los que se destacan es La Matanza que además de ser el más poblado del área y del país, concentra más de la mitad del crecimiento del área. Esto le hizo ganar casi 400.000 habitantes de población redistribuida al interior de la Región. Si ampliamos el área considerada, incorporando aquellos seis partidos que limitan con los 24 del GBA y en los que más del noventa por ciento de su población vive en el aglomerado del GBA (Región Metropolitana) encontramos que en estos el crecimiento es alto, con un comportamiento similar al segundo cordón. […] La Región Metropolitana con un nivel de crecimiento que acompaña al del país, lo hace por su periferia y con ritmos muy diferentes a los del núcleo originario en el que se observa pérdida de población” (Alonso, 2011: 72).
En general, los resultados de los censos correspondientes a la primera década del siglo XXI publicados hasta ahora confirman la persistencia de la tendencia a la expansión/dispersión del crecimiento metropolitano, aún cuando en algunos casos esto ocurre al mismo tiempo que se produce una recuperación del crecimiento demográfico de algunas áreas centrales, como veremos del Área Metropolitana de Santiago (AMS). En cualquier caso, esto no se presenta como un proceso de crecimiento alternativo, sino como un proceso complementario a la tendencia a la urbanización generalizada que cristaliza en la formación de regiones urbanas.
Y qué ha pasado en Santiago ¿compactación o expansión?
Los análisis realizados con los datos preliminares del Censo realizado durante el año 2012 nos permiten concluir que al mismo tiempo que se ha producido un retorno al centro, se ha mantenido la tendencia al crecimiento territorial disperso en el marco de una región urbana que ha continuado expandiéndose. En este sentido, las cifras entregadas por el INE muestran que las comunas del sistema urbano que más crecieron en el período 2002-2012, con la excepción de Santiago y Ñuñoa se encuentran localizadas en la corona externa al Gran Santiago y en la parte no conurbada del Sistema Urbano Metropolitano de Santiago[1] (SUMS).
Por otro lado las 10 comunas que perdieron más población en este período, son mayoritariamente comunas interiores del área urbana (ocho de ellas ubicadas al interior del anillo Américo Vespucio y solo dos fuera del mismo), vale decir en su mayoría componentes del núcleo urbano tradicional.
Si se analiza en un período más largo, la distribución de la población del SUMS entre 1992 y 2012 teniendo como referencia el anillo Américo Vespucio y los límites del área urbana contigua, es posible observar el progresivo vaciamiento de la población del interior del anillo, la cual disminuye en más de 12 puntos porcentuales, mientras que la localizada fuera del mismo aumenta en más de 9%. La población ubicada fuera de los límites del área urbana consolidada pasa de 7,5% a 10,5%. Es posible observar que si bien el desplazamiento de la población hacia fuera del anillo de circunvalación se mantiene durante todo el período, es más fuerte en el primer período (1992–2002) que en el segundo (2002–2012). Sin embargo, al mismo tiempo que esta tendencia se suaviza, también se puede observar que el desplazamiento hacia fuera de la mancha contigua se intensifica. Si sumamos el total de población fuera del anillo en 1992 se comprueba que el mismo representaba el 50% del SUMS y que la misma aumenta a 62% en 2012.
Habida cuenta de estas tendencias, se puede concluir, sin duda alguna, que la tendencia dominante de crecimiento de la población y del área urbana del SUMS continúa siendo hacia la expansión y dispersión territorial metropolitana, en una dinámica que desborda las comunas y territorios tradicionalmente reconocidos como parte del denominado Gran Santiago o AMS. Esto indica que las formas de vida y los comportamientos propiamente urbanos continúan imponiéndose en un territorio cada vez más extenso, en concordancia con la persistencia del proceso de urbanización de la economía.
La re-densificación de algunas comunas centrales del AMS, como es el caso del significativo aumento del crecimiento de la población de la Comuna de Santiago, así como en menor medida de las comunas de Ñuñoa y San Miguel, no es contradictoria con su coexistencia con un fuerte crecimiento de diversas comunas ubicadas tanto en la corona externa como en el periurbano conurbado y no conurbado, con lo cual la metáfora “mancha de aceite” ha ido perdiendo pertinencia.
Compactación y dispersión aparecen así como tendencias complementarias en el contexto de un proceso de urbanización difusa y reticular, en el cual se expresan al mismo tiempo las consecuencias de la diversificación de la composición de los núcleos familiares metropolitanos, en los que conviven desde personas solas o parejas que prefieren la localización central aun cuando con alta rotación, hasta grupos familiares nucleares que optan por la casa individual con jardín o por los barrios jardín suburbanos, lo cual aparece como una tendencia que afecta a todos los estratos socio-económicos y en todo el perímetro metropolitano habitable.
[1] Para nuestra investigación se ha considerado como referencia básica la configuración urbana que en este trabajo se denomina como el “Sistema Urbano Metropolitano de Santiago” (SUMS), compuesto por 47 comunas de la Región Metropolitana, incluyendo las 34 del Área Metropolitana de Santiago (AMS) que constituyen su núcleo urbano (Provincia de Santiago más San Bernardo y Puente Alto), más 13 comunas del entorno regional, que aquí denominamos periurbano expandido. Estas comunas han sido consideradas como parte del SUMS, en virtud de que en el 2002 cumplen con el criterio establecido por la OECD (2012), de que el 15% o más de su población económicamente activa trabaja en el ÁMS.