Autor: Will Eisner.
Año: 1987
Colección: El Muro, Norma Editorial, Colección Estudios Urbanos UC, Barcelona, España. 80 páginas.
ISBN 84-86595-99-1
[Por Daniel Muñoz]
“Durante más de 80 años, el edificio se alzó en la intersección de dos grandes avenidas (…) Con el tiempo, una acumulación invisible de dramas rodeó su base”.
Así comienza una de las novelas gráficas más emblemáticas del prolífico y reconocido historietista estadounidense Will Eisner (1917-2005).
Nacido en Brooklyn, Eisner es reconocido como uno de los principales desarrolladores del medio. Su talento artístico era tan relevante como sus reflexiones sobre las posibilidades que el “arte secuencial” ofrecía para contar historias. Una de ellas es “El Edificio”, narración publicada por primera vez en 1987, centrada sobre los aconteceres urbanos que atestigua un viejo inmueble.
Sea una alusión velada a la arquitectura de Sullivan y Adler, o un tributo al popular Flatiron Building, lo cierto es que el edificio que da nombre a la historia podría estar situado en cualquiera de las grandes ciudades norteamericanas influenciadas por este tipo de arquitectura. Centrando la mirada sobre una ciudad que parece una combinación de los aspectos más cabizbajos de New York y Chicago, la historia que Eisner desarrolla en 80 páginas es de una emotividad potente, que no por eso adolece de un diagnóstico urbano tan claro como la línea del dibujo. La novela cuenta cuatro historias, cada una correspondiente a la vida de un personaje diferente (un solitario hombre obsesionado con la muerte de un niño; una mujer enamorada de un poeta pobre; un músico e inmigrante italiano; y un viejo empresario venido a menos). Cada relato más entrañable y desgarrador que el anterior, diversos como los habitantes de la ciudad en la que se enmarcan las historias.
Las vidas (y muertes) de estos personajes se cruzan en la esquina donde se encuentra el edificio. El inmueble se convierte en testigo y depositario de las vivencias y sentimientos profundamente humanos de los personajes. La idea del entorno urbano como escenario de la vida humana se desarrolla aquí de manera magistral. El edificio es, también, un personaje realista y complejo, que simboliza a la vez la permanencia y el cambio propio del devenir de las ciudades occidentales.
El edificio es demolido y sobre el terreno se construye otro más moderno. Las experiencias y los relatos, sin embargo, permanecen. Eisner se interesa por cómo las vivencias de los habitantes de la ciudad pueden dejar una impronta sobre el espacio. Tal como Maurice Halbwachs lo expresaba ya en los años cincuenta, la memoria se vale de las formas espaciales para cincelar sobre nuestra cotidianeidad un recuerdo.
Eisner desarrolla recursos narrativos que luego se tornarán en clásicos del cómic. Sin embargo, también es capaz de innovar sobre ellos y otorgarles un nuevo cariz. Sin abandonar el fino detalle de su trabajo con la tinta, el autor convierte cada página no en una sucesión de viñetas, sino que en un edificio donde cada panel parece una ventana al fondo de la narración.
Los personajes envejecen, se inspiran, se amparan o se obsesionan con el edificio. Finalmente acaban por convertirse en fantasmas; espectros urbanos que permanecen vinculados a la esquina donde se halla el inmueble.
Eisner toma por las astas el imaginario moderno norteamericano y lo subvierte. En lugar de mostrar al hombre inmortalizándose a través de un acto epopéyico, como podría ser la construcción de un edificio, nos habla de cuatro personajes cuyas vidas resultan ser tan insustanciales y perecederas como la fachada de una construcción antigua en una ciudad desregulada, gobernada por los apetitos inmobiliarios.
El rostro de la ciudad cambia, los antiguos edificios son recordados, pero la vida de los habitantes de la ciudad se diluye en el devenir urbano, ahogadas sus vivencias en la multitud incesante que pasa todos los días por fuera del edificio.