Asentamientos multiamenazas Vol. 1: Incendios forestales y ruralidad

MARZO 2024

Gestión del paisaje: el mejor recurso para el combate de incendios forestales extremos

Revista PLANEO N°58 | Asentamientos multiamenazas Vol. 1: Incendios forestales y ruralidad | Marzo 2024


Por: [Jorge Ignacio Faúndez Pinilla. Ingeniero Forestal. Magíster en Áreas Silvestres y Conservación de la Naturaleza y Magíster (c) en Geomática, Teledetección y Modelos Espaciales Aplicados a la Gestión Forestal. Jefe de Sección de Análisis y Predicción de Incendios Forestales. Gerencia de Protección Contra Incendios Forestales. Corporación Nacional Forestal]

Resumen:

La ocurrencia de incendios forestales extremos ha sido más frecuente en el mundo y el caso de Chile no se encuentra ajeno a esta realidad. Este tipo de fenómenos provoca daños y efectos significativos en el patrimonio natural, en la población y otras consecuencias ambientales y económicas. El tamaño de las llamas, la intensidad, la rápida e impredecible propagación son manifestaciones de este tipo de eventos extremos y que generan un escenario donde los medios de extinción no tienen efectos de supresión efectivos. En este escenario, la forma de controlar estos incendios no pasa por la incorporación de más medios de combate, y es aquí donde la gestión del paisaje juega un rol fundamental. Algunas acciones involucradas para alcanzar un territorio mejor preparado deben apuntar a interrumpir la continuidad de grandes extensiones cubiertas por masas forestales, al manejo de la carga del combustible y a la intervención de zonas urbanas inmersas en áreas cubiertas por vegetación. Las condiciones para que puedan desarrollarse este tipo de incendios probablemente se mantendrán en el futuro, por ello es clave estar preparados de la mejor manera para enfrentarlos y entender que son catástrofes que nos tienen que encontrar lo suficientemente bien preparados para evitar pérdidas irremediables.

Palabras clave: incendios forestales extremos, capacidad de extinción, gestión del paisaje.

 

“Todo apunta a que en los próximos años en el mundo y en lo particular en nuestro país, las condiciones para que puedan desarrollarse este tipo de incendios se puedan mantener o incluso incrementarse, sobre todo en lo asociado a la presencia de fenómenos meteorológicos extremos y en la mayor predisposición de la vegetación a la ignición”.

 

Figura 1. Longitud de llama superior a los 50 metros al interior de un incendio forestal. Imagen térmica y visible capturada por avión de observación de CONAF. Fuente: CONAF.

En el mundo, día a día, ha sido más frecuente la ocurrencia de incendios forestales extremos con daños y efectos significativos en el patrimonio natural, en la población y otras consecuencias ambientales y económicas en las zonas afectadas. Australia, Estados Unidos, Grecia, Portugal, Canadá, entre otros países, durante los últimos años, han sido escenarios de incendios forestales extremos con importantes pérdidas (bosques, viviendas, vidas humanas, infraestructura crítica, entre otras). Este tipo de fenómenos y su aumento se atribuye en parte a las variaciones en el clima que ha sufrido el planeta en los últimos años.

Nuestro país no se encuentra ajeno a esta realidad y este tipo de eventos extremos han aparecido con mayor frecuencia en el último periodo. Algunos casos relevantes son el megaincendio forestal las Máquinas en la Región del Maule, con más de 150.000 hectáreas afectadas, en el año 2017; el megaincendio Santa Ana-Butaco 3-Quillota (Región del Biobío y Región de la Araucanía), en el año 2023, que afectó una superficie total de 95.963 hectáreas; y en el año 2024, el incendio Complejo Las Tablas-Reserva Lago Peñuelas, con más de 8.500 hectáreas afectadas. En este contexto, y con el objeto de aclarar cómo ocurren estos fenómenos, es importante revisar cuáles son las condiciones que tienen que existir para que ocurra un evento de incendio forestal extremo, comprender qué es lo que define un evento de incendio extremo, entender cuál es la forma más eficiente para abordar este tipo de eventos y cuál es el rol del paisaje para enfrentarse ante la presencia de este tipo de eventos. A continuación, se revisarán algunos antecedentes que aportarán a comprender de mejor forma este tipo de fenómenos y el camino para enfrentarlos.

En términos simples, al analizar los eventos de incendios forestales extremos en Chile, se han observado una serie de condiciones que han aportado en el desarrollo de estos fenómenos. Estas condiciones principalmente responden a características de la vegetación, que son favorables para el inicio y la propagación del fuego, a la presencia de eventos meteorológicos extremos, y a las condiciones topográficas del área afectada. Al ahondar en las características de la vegetación (o combustible, en este contexto), tres son las variables que tienen mayor efecto y que pueden contribuir al comportamiento extremo del fuego. Estas son: la alta continuidad de la vegetación (cercanía entre los combustibles), la alta carga del combustible (cantidad de combustible en un espacio determinado) y la condición de estrés del combustible. Respecto a la alta continuidad y carga del combustible, muchas áreas del territorio nacional presentan estas características que son inherentes a nuestro país, dada la gran superficie cubierta por bosque nativo y plantaciones (cerca del 24% del territorio nacional). En el caso del bosque nativo, árboles de gran diámetro, la presencia de diferentes estratos en una misma área (pastos, matorrales, árboles, etc.) son ejemplos de sectores con alta carga. Mientras que el caso de las plantaciones, densidades altas de individuos por unidad de superficie, son uno de los factores que aportan al aumento de esta variable. En relación con la condición del combustible, esta se asocia a una respuesta de la vegetación ante condiciones desfavorables que impiden que esta mantenga sus condiciones óptimas. Efectos acumulados en el tiempo dado esencialmente por el cambio en el régimen de precipitaciones, como las sequías prolongadas, conllevan a una reducción del aporte hídrico en diferentes ecosistemas, lo cual tiene un efecto significativo en el estado de la vegetación. Estas condiciones generan un deterioro en las plantas, lo cual se manifiesta a través de la pérdida de vigor (menor contenido de humedad y pérdida de clorofila) y se traduce en una mayor disponibilidad de la vegetación a la ignición.

En relación a los eventos meteorológicos extremos, condiciones extremas en las variables meteorológicas que tienen relación directa con el comportamiento del fuego (viento, humedad relativa y temperatura del aire), estas aportan significativamente a la propagación de este tipo de incendios, como las olas de calor. Por último, las condiciones topográficas son otro de los factores relevantes que aportan al desarrollo de este tipo de eventos. Zonas montañosas, presencia de quebradas, valles estrechos, laderas con pendientes pronunciadas, son características que promueven el avance del fuego.

Eventos bajo el escenario mencionado anteriormente pueden terminar siendo un incendio forestal con un comportamiento extremo. Características como altas tasas de expansión (superficie afectada por unidad de tiempo), altas tasas de propagación (distancia que avanza un incendio por unidad de tiempo), generación de múltiples pavesas y/o pavesas[1] con una amplia distancia recorrida (ambas con capacidad de generar otro foco de incendio lejos del frente de avance principal del fuego), longitudes de llama sobre los 10 metros (Figura 1), altos niveles de energía liberados por el fuego (intensidad del incendio), entre otros factores, forman parte de los parámetros y manifestaciones de este tipo de fenómenos[2].

Estas manifestaciones de un incendio con comportamiento extremo hacen que durante los periodos de mayor actividad del fuego se generen las condiciones para que este tipo de incendios se encuentre fuera de capacidad de extinción. Este último concepto es importante de entender y tener claridad en sus implicancias. En palabras simples, encontrarse fuera de la capacidad de extinción de un incendio es cuando el tamaño de las llamas, la intensidad del fuego, la rápida e impredecible propagación generada por las múltiples pavesas y focos secundarios generan un escenario donde los medios de extinción (medios de combate terrestres y medios de combate aéreos) no tienen efectos de supresión efectivos y a su vez no permiten que el personal de combate pueda trabajar en algunas zonas del incendio dado el riesgo que conlleva para la seguridad de los combatientes.

Es habitual la tendencia a pensar que el mejor camino para enfrentar este tipo de eventos va por aumentar los recursos en medios de extinción para intentar apagar el incendio, más brigadistas o más “súper aeronaves” con amplias capacidades de descarga de agua o retardante. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, ante este tipo de eventos extremos los medios de combate no tienen mucha efectividad para poder controlar estos eventos extremos. Es aquí donde la gestión del paisaje juega un rol fundamental e integrar los incendios como parte de la ordenación del territorio debe ser considerado como una prioridad.

La gestión del paisaje como herramienta para estar mejor preparados contra los incendios forestales conlleva múltiples acciones y, a su vez, la participación de múltiples actores de diferentes sectores. No es el objetivo de esta columna indicar con detalle las acciones a seguir y tampoco quienes son los actores responsables e involucrados en ejecutar estas acciones, sino más bien comenzar a integrar esta idea y los cambios asociados a ella. Algunas de las acciones involucradas para alcanzar un territorio mejor preparado y reducir la vulnerabilidad del país ante incendios forestales extremos deben apuntar a interrumpir la continuidad de grandes extensiones cubiertas por masas forestales (por ejemplo, grandes extensiones exclusivamente con presencia de plantaciones forestales). Para lograr este objetivo existen muchas opciones, y estas se basan esencialmente en buscar una mayor diversidad estructural en el paisaje. A modo de ejemplo, amplias extensiones de viñedos u otros cultivos agrícolas pueden ser áreas que interrumpen la continuidad de zonas boscosas y que contribuyen a la desaceleración del avance de un gran incendio. Por otra parte, el manejo de la vegetación que permita reducir la carga del combustible es una acción preventiva para prepararse de mejor manera ante el desarrollo de un gran incendio. Esto apunta a la aplicación de silvicultura preventiva, específicamente gestionar la vegetación (viva y/o muerta) a través de tratamientos prescritos (i.e. quemas prescritas, podas, entre otras) que permitan reducir la carga y la continuidad horizontal y vertical de los combustibles. En consecuencia, al aplicar estas medidas preventivas es posible disminuir la intensidad del comportamiento del fuego y la severidad (efectos) de la propagación en grandes extensiones. Otro factor importante para reducir la vulnerabilidad ante los incendios forestales y que forma parte del paisaje está asociado a las zonas urbanas cercanas o inmersas en áreas cubiertas por vegetación (Figura 2). Este factor es abordable desde diferentes áreas, que van desde la construcción de viviendas preparadas y más resilientes al paso del fuego (materiales de construcción más resistentes al fuego), hasta la prohibición de edificar en zonas de alto riesgo de incendios forestales.

Figura 2. Incendio cercano a zonas urbanas inmersas en áreas cubiertas por vegetación. Imagen visible capturada por avión de observación de CONAF. Fuente: CONAF.

Finalmente, todo apunta a que en los próximos años en el mundo, y en lo particular en nuestro país, las condiciones para que puedan desarrollarse este tipo de incendios se mantendrán o incluso podrían incrementarse, sobre todo en lo asociado a la presencia de fenómenos meteorológicos extremos y en la mayor predisposición de la vegetación a la ignición. Por ello es clave estar preparados de la mejor manera para enfrentarlos y entender que son catástrofes que nos tienen que encontrar lo suficientemente bien preparados para evitar pérdidas irremediables.

 

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Referencias bibliográficas

Tedim, F., Leone, V., Amraoui, M., Bouillon, C., Coughlan, M. R., Delogu, G. M., Fernandes, P. M., Ferreira, C., McCaffrey, S., McGee, T. K., Parente, J., Paton, D., Pereira, M. G., Ribeiro, L. M., Viegas, D. X., & Xanthopoulos, G. (2018). Defining Extreme Wildfire Events: Difficulties, Challenges, and Impacts. Fire, 1(1), 9. https://doi.org/10.3390/fire1010009

[1] Material combustible incandescente que vuela y es transportado al interior de una columna de humo en un incendio en conjunto con el efecto del viento que promueve la dispersión de estos objetos.

[2] Para más antecedentes de eventos extremos de incendios, ver Tedim et al., 2018.