Planeo Digital

Número 57

Territorios y Ciudades en transición a la paz y la justicia

Octubre 2023

La última entrevista a Miguel Eyquem Astorga. Arquitecto responsable del plan de la Ex Villa San Luis

El gran San Luis era un lugar donde los pobladores podían ver la cordillera, pero con la ayuda de la arquitectura se perdió completamente

PLANEO 57 | Territorios y Ciudades en transición a la paz y la justicia | octubre 2023


[Por: Paulo Álvarez Bravo: Historiador. Candidato a Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos ]

Un día de junio de 2019 en su departamento ubicado en Cerro Castillo, en Viña del Mar, entrevisté a Miguel Eyquem Astorga. Era el inicio de mi investigación doctoral, razón por la cual la temática giro en torno a un exclusivo contenido: la Villa San Luis de Las Condes. Antes de dar inició a la conversación prefirió que tomara apuntes y declaro que no quería hablar más allá del golpe civil-militar de 1973 porque le generaba hondo dolor. De esa manera, mientras él iba relatando, transcribí hasta que me dieron las fuerzas, procurando no extraviar el sentido eco de sus reflexiones y recuerdos, incluido los guiños a la actualidad.

Miguel Eyquem Astorga falleció casi dos años después de realizada está entrevista, el 21 de marzo de 2021. En su trayectoria destaca haber recibido el premio nacional de urbanismo en 1971. Tiempo antes, participó de la fundación de Ciudad Abierta de Ritoque donde se desempeñó como profesor del Instituto de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso. Hizo de la arquitectura, del diseño aeronáutico y del urbanismo su oficio. Quizá fue desde el aire, como el aviador apasionado que era, en donde se enamoró del espacio y en donde a no dudar, tal como aquí lo refiere, imaginó “el gran San Luis»

Agradezco a Teani Cortés Lizama por revisar la redacción de está entrevista y a Claudio Leiva por la fotografía de Miguel Eyquem.

Miguel Eyquem durante el rodaje de “En el amable azul”. Fotografía de: Xhinno Leiva.
Miguel Eyquem durante el rodaje de “En el amable azul”. Fotografía de: Xhinno Leiva.

 

PLANEO (P): ¿Qué es la Villa San Luis de Las Condes (VSL) para usted?

Miguel Eyquem (ME): Es un trozo del urbanismo chileno. Sin darme cuenta de cómo sucedió, preví que se trataba de un proyecto de urbanismo muy grande para albergar a miles de personas. Sucedió por un concurso, un cruce de caminos entre Allende y el golpe militar.

P: Pero viene desde antes.

Claro, el proyecto proviene del gobierno de Frei Montalva. En el momento en que la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) comienza a funcionar, me invitan a participar. Su primer director o vicepresidente fue Gastón Saint Jean. Bueno, a mí me invitaron a participar como urbanista. En ese tiempo la CORMU tenía sus talleres de trabajo en Pedro de Valdivia norte, en una sala de exposiciones que regaló el gobierno de México a Chile, con el nombre de México. A ese lugar me llevo mi amigo Jaime Villalta, al borde del cerro, y me dijo ¿ves para allá? Sí respondí, qué linda vista. Bien me dijo ¿ahora ves ese paño verde que se ve allá? (me indicaba el oriente) Si contesté. Bien, ahora son tuyos, la CORMU los compró. Y entonces comencé. Luego, bajo el gobierno de Allende Goosens, tuve la suerte de que el director ejecutivo de dicha entidad fuera Miguel Lawner.

P: ¿Por qué dice que tuvo suerte de que Miguel Lawner fuera el director de CORMU?

ME: Es una historia larga, proviene del tiempo en que vivíamos entre Matta-Portugal, cuando Avenida Matta era la cintura sur del límite de Santiago y la calle República era el extremo poniente. Él sostuvo que yo tenía que seguir ahí, haciéndome cargo del trabajo más grande, desde el punto de vista urbano, que había en Chile en ese momento. Al sur de Matta comenzaba el campo, con grandes casas, donde había una gran huerta, ahí había una viña que se llamaba Viña San Miguel, que era de mi abuelo de origen francés. La situación era muy bonita, ahí nací yo. Mi abuelo, achilenado, hizo una casa con dos corredores, norte y sur, ¡Un corredor! ¿qué hace un francés viviendo bajo esa tipología? Delante de la casa que da hacia la avenida, se hacía un gran jardín. Al centro tenía un gran chorro de agua, a mi entender simbolizado con una palma chilena preciosa, lisa. Todavía existe rodeada por un estacionamiento de autos.

Yo nací y crecí entre diez tíos franceses que nunca quisieron achilenizarse, en cierto modo retirado de la ciudad. Cuando nací ya había muerto el abuelo y habían loteado la viña. Miguel Lawner provenía de una familia de origen judía pobre, llegó a la casa de mi tío Alberto. Para Lawner yo era un viejo conocido en quien confiar y para mí ese hombre, militante comunista, era mi amigo. A mi entender lo que CORMU tenía en sus manos era más grande que ellos. Lawner resistió las quejas de que yo no fuera un político y me ratificó en la conducción del proyecto de San Luis.

P (PLANEO): Entonces hablemos del proyecto de Villa San Luis. De lo que era y de vuestra propuesta.

ME: Lo que tenía en mis manos eran dos kilómetros de Avenida Kennedy, setenta hectáreas. Son cosas que pasan solo en Chile. Tierra sin cultivar para que se produjeran canchas de futbol, o sea, para que produjera polvo. Sé que partió por un grupo de médicos ¿Cómo llego a ser un terreno tan grande? No tengo ni la menor idea, una dimensión como esa no se puede lotear. Es interesante que no tenga que hacerse un plano, hay que trazar no más: las grandes avenidas, Manquehue y Presidente Riesco. Era importante entonces el terreno, el terreno mismo estaba jugado, entonces había que prolongarlo. Yo no me preocupé de eso, pero debí haberlo hecho porque hacer la primera autopista urbana de Avenida Kennedy que choca con Vespucio y a través de Tabancura se une con Las Condes, otra avenida no era menor. En ese lugar, Avenida Las Condes va caracoleándose ¿sabes por qué? Porque va siguiendo un canal del río Mapocho.

El inmenso paño se regaba con aguas del Mapocho, Avenida Kennedy estaba justo en el eje del Plomo, pura coincidencia. Los que la trazaron no pensaron ni una cosa de éstas. Para mí, que tengo una visión aérea, era fundamental entonces que las vías debían ser una suerte de paralelas a Kennedy. Eso tiene como eje al [cerro] Plomo a la vista, se trataba de que la arquitectura preservara el valle de Santiago. Ahora, en otro sentido, terminaba en la virgen del cerro San Cristóbal, lo que me indujo a ir a la virgen y me dije “yo no sé si los rascacielos lo permitirían”. Teniendo todo eso en cuenta tracé las principales ideas.

P: ¿Cuáles fueron esas principales ideas?

ME: Creo que las imaginé desde el aire. Yo vuelo en planeador, desde ahí considere cardinalmente el espacio del San Luis. Primero tomé en consideración que mirando hacia el sur está la calle San Diego que es una avenida que llega a San Bernardo, prácticamente una sola recta. Ahí está el parque Subercaseaux, formando una línea verde. Luego, mirando un poco al oeste, estaba la pista aérea de Cerrillos que entonces funcionaba comercialmente y también la Internacional, una gran hoja pasa por encima de la virgen y aterrizas en otro punto verde, la aproximación pasa por el Club Hípico y el parque O’Higgins, más allá el Matadero. Después, un poco más al poniente aun, camino a Pajaritos, orientado a esa cumbre del cerro que termina en el santuario de la Virgen. Ahí, sobre el santuario, recomiendo la vista que ofrece Santiago, una vista preciosa, estoy hablando hace muchísimos años, la altura ha cambiado. Entonces el gran San Luis se conectaba con los jardines del cerro y el borde del río, actualmente camino de Vitacura. A continuación, estaba el Club de Golf y luego comenzaba propiamente el terreno del San Luis. Al norte, Kennedy ofrecía una zona despejada como para hacer un parque o una primera gran franja, en consideración a que proyectaba que en esa zona hubiera edificios altos, de altura indefinida, de hecho, lo conversamos con la Municipalidad de Las Condes, por eso es por lo que está ahí el Marriot. Hacía el este, San Luis formaba parte del eje que iba directo al Plomo. Pasaba una cosa muy linda, el Plomo pertenece a una cadena de cerros llamada Esmeralda. La Villa San Luis debía quedar mirando el valle que presidia Santiago de Chile, el Plomo con sus cinco mil metros, era el Montt Blanc. Corresponde a la altura de los cerros de frontera, el Plomo se salía hacía el valle. Cuando vuelo en planeador paso por ahí, por el cerro Juncal y voy por el San Ramón para seguir hacía el Maipo, el Plomo se ve que se escapó de la cadena principal que está en el límite. Son cosas del azar muy especiales, que hacen que el valle de Santiago sea privilegiado, maravilloso, entonces no hay problemas técnicos que resolver, sino que simplemente cuidar el espacio para que no desaparezca el valle.

El proyecto de conjunto lo visualicé en tres franjas. El sector de Kennedy respondiendo con edificios residenciales altos a los ya altos edificios ubicados al frente. Propuse bloques que al interior tuvieran una cosa especial: a cierto nivel bajaban en ángulo al centro del terreno para asegurar la pendiente, había entonces una rasante para asegurar el horizonte de tres franjas. En la zona mediterránea debían alojarse los servicios generales, incluido los servicios municipales, estaría el centro cívico del barrio oriente, una plaza que tendría servicios fiscales, oficinas de abogados y de profesionales, un museo, un auditorio, un cine, cosas del centro de una ciudad y a continuación una proposición del verdadero mall que debería tener Chile, un mall a tajo abierto y edificios que se escalonaban, todo eso tendría un eje interior periférico para que no tuviera más tráfico en el interior hasta Bilbao, que se encontraba en el centro deportivo -creo que era el Country Club- y por el otro terminaban en el Mapocho, frente al cerro. La tercera franja era de edificios residenciales de cuatro pisos, para que no tuvieran ascensor y fuera barato, pero los edificios por fuera eran iguales, se integra la casa eso era bonito.

P: Todo lo que describe asemeja la ciudadela a gran escala con la que se ha definido el proyecto San Luis y la idea de ser un punto de fuga en el oriente de la capital

ME: Solo en la franja media, aparte de lo ya mencionado, había presupuestado una plaza de tres cuadras de trescientos metros, un nivel de estacionamiento de mil autos arriba, veredas, paseos con centros comerciales. Por el interior podía comunicarse entre pisos, podría haber una tienda inmensa. Yo había hablado con las tiendas que estaban en el Faro de Apoquindo, con Falabella y París, ellos estaban dispuestos a instalarse, de modo que éste verdadero mall pudiera hacer circular continuamente a la gente con cafés en medio y estacionamientos. En el patio, donde el auto participaría, había árboles, que desde abajo atravesaban para arriba. Se hizo una maqueta de madera y acrílico y con esa misma maqueta el Comité Olímpico chileno (manejado por el PDC) partió a Ecuador donde se iban a decidir la sede de los juegos Panamericanos. “ustedes tienen todo listo” les dijeron, no hablamos más[1]. Esa fue una jugada que conseguí, porque de esa manera, lográbamos pavimentar la Avenida Manquehue en la franja central, tenía cierto hundimiento porque arriba de ella, iba a pasar el centro cívico. Todo eso era una manera de hacer partir en Chile, somos campeones, pero ninguno es iniciador. Entre el equipamiento había diseñado un centro ecuménico, es decir un centro donde había un templo para todas las religiones. Hacia el sur comenzaría el barrio, el jardín que soportaba muy bien los cuatro pisos, de los edificios residenciales, no los ofendía ni les daba sombra. Esto tenía importantes espacios verdes, los jardines de una urbanización son más caros que un edificio, son de un costo horrible. Cuando yo trabajaba en el Ministerio les dije a los abogados que estudiaran organizar la creación de una cooperativa para que administre aquello ¿Qué es lo que sucedería? Se acabarían las pistas del golf que gastaban el agua potable, esa era una idea que viene de los vuelos que yo tenía. Y en vez de eso proyectamos unos campos largos con todo tipo de cultivo en permanente trabajo, huertos, a modo que el jardín no gastara, sino que produjera ganancias que la gente aprovechara y que ayudara a solventar los gastos comunes a pesar de que eran bajos. Era bonito que el propio suelo se trabajara. La acera de peatones tendría una fila de nogales, es oro, con eso financiábamos el jardín entero. Las nueces son duras como la piedra, la orden era que antes de que cayeran al suelo las sacaran.

P: Un proyecto multiescalar, integrado e integrador.

ME: ¡Todo lo que se pensó con el gran San Luis buscaba unir el todo! Por supuesto dentro de la Villa había un cuadrado grande de canchas. Invité a la Universidad de Chile[2] ofreciendo que la construcción de la terraza tuviera una pista de entrenamiento, aunque no olímpica, sino que, con una piscina olímpica, que estaría orientada por el cerro Manquehue, de modo que la gente veía la imagen. Se hizo la piscina inclinada con cincuenta metros. En la Municipalidad de Las Condes en tanto se aprobó una especie de plan regulador, se estaba previendo todo lo que se necesitaba y se comenzaron a abrir las calles y ponerles nombres. Por ejemplo, se hizo la calle que llamé Cerro el Plomo. Desde el oriente vendrían también otras calles como Cerro Altar o Cerro Colorado, calle Presidente Riesco.

Desde el inicio del proyecto, como buen ingeniero que soy, me fui a los campos, al campo del San Luis. Quería conocer su dimensión, pero también a la gente e integrar. Eran terrenos muy peligrosos porque se los podían tomar en cualquier momento. Así, fui haciendo camino con los futuros pobladores. Fui directamente a conocer sus condiciones de vida, gente de la ribera del río Mapocho. Algunas familias habían conseguido, con mucho esfuerzo, hacer mejoras. Había familias que tenían un pequeño parrón, un gallinero, un chancho, una gruta con una virgen. O sea que, en sus terrenos, donde estaban votados de la ciudad, en el río, tenían un pequeño parque. Les dije a los pobladores que tendrían una sola obligación: hacer funcionar el campo, mantener su campo verde. Eso fue porque en ese tiempo a mí me tocó vivir en los Domínicos, en la segunda casa. Como dueño de fundo me sentía, me iba recorriendo, bajando por Las Condes, preocupado de cuánta agua caía. Todo constructor, lo primero que hacía, era tapar las aguas y me hice pasar por inspector municipal para defender el agua con el objetivo que llegara a mis tierras (San Luis). Fue muy bonito, una cosa surrealista, de locos.

P (PLANEO): Era un proyecto increíble para Santiago de inicios de los setenta ¿Qué sucedió con el proyecto de conjunto?

ME: Como la economía estaba en el suelo consideramos partir por la zona residencial sur. La más económica pero también la más urgente. A Miguel Lawner se le ocurrió una idea brillante, realizó un sistema de concurso-oferta donde las empresas constructoras proponían ejecutar el trabajo con diferentes formas de producción. El concurso fue un éxito, pero para mi gusto hubo un pecado mayúsculo, responsabilidad de la arquitectura. La mayoría de los proyectos fueron realizados por malos arquitectos, creyendo que la economía consistía en que la arquitectura debía achicarse. Paralelo a eso, Luego de entregados los primeros departamentos los fui a ver y muchas de esas familias estaban llenas de cosas que no tenían dónde poner: el baño era un guardadero, no tenían dónde guardar sus cosas, era una infamia. Me dio una pena terrible. Sentí que les fallamos, me equivoqué. Yo esperaba mucho de amigos que estaban trabajando en la ejecución de las obras, trabajaban con técnica de hormigón, en moldaje en altura, hicieron unos departamentos con esta idea, pero el resultado fue el más miserable de todos. Yo responsabilizo de eso directamente a los arquitectos.

Yo estaba a cargo del trabajo urbano más grande que había en Chile en ese momento. Descubrí cosas horrendas, como por ejemplo que los estudiantes de arquitectura de la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Santiago que hicieron su practica en San Luis realizaron bloques de cemento muy pocos estudiados, tan malos que después los transformé en otra cosa. Descubrí que los estudiantes no se interesaron jamás por lo que habían hecho, no estudiaban ni iban a terreno. Entonces hice, con la ayuda de Víctor Rivera, un calculista, un edificio de bloque, es el que está hoy al oriente de Manquehue. El proyecto con la PUC fue un fracaso, los estudiantes deberían haber estado en la obra misma, pero como siempre hay quienes se transformaron en administrativos y funcionarios que se transformaron en arquitectos. En la franja centro, el parque Araucano está muy mal ubicado, pegado a Américo Vespucio, que es una circulación periférica que junta los suburbios. El parque actual fue hecho por exalumnos nuestros, no es un proyecto de ingeniería para hacer andar Chile. El parque Arauco y Alto Las Condes y otro centro más deberían estar en lo que imaginé como centro cívico, lo que le daría una densidad de gran ciudad, inaudita, para más de un millón de habitantes. En cuanto al centro ecuménico, me comuniqué con el arquitecto que había levantado uno similar en Suiza, le envié un anteproyecto dibujado por mi propia mano, él estaba feliz, pero tampoco se construyó. En cuanto al parque, no tenía nada que ver con lo que yo pensaba debía tener un parque; el equipamiento, la piscina que no se si la destruyeron, una brutalidad increíble, que una cosa hecha, lograda, no se les ocurra darle curso, una piscina es un tesoro en este país. El gran San Luis era un lugar donde los pobladores podían ver la cordillera, pero con la ayuda de la arquitectura se perdió completamente.

P: ¿Qué pasó después del golpe civil-militar de septiembre de 1973 con usted y con el proyecto del San Luis?

ME: Seguí trabajando en la CORMU después de 1973. Colocaron como director de la institución a un cuidador de cementerios, que no ayudó en nada a la continuidad del proyecto. Los militares, pero también los funcionarios civiles, estaban sospechosos de todo. Un día invité a Pérez Yoma, que tenía una gran empresa constructora a conversar sobre el tema y me preguntó con incredulidad ¿alguna vez van a edificar lo que te propones? Mira, le contesté, mi proyecto es la capital de América, aislado y de grandes proporciones. “Eres un iluso” me dijo. Esa respuesta demuestra la pobreza del empresario chileno. «¿Te das cuenta -le dije- que a mí no me cabe que tengas la cabeza tan achicada?»

P: Usted conoce el aciago destino de casi mil familias pobladoras despojadas de sus departamentos en la Villa San Luis entre 1976 y 1980.¹

ME: Evidentemente y hasta el día de hoy me genera un dolor terrible, me es difícil hablar de aquello. Lo que hubo ahí, lo que realmente paso fue un robo de parte del ejército. Durante el gobierno militar la CORMU no hizo nada, ellos estaban sospechosos de todo, esperando a los “chicago boys”. Estuvo todo paralizado por mucho tiempo, las empresas habitacionales sin iniciativa; el crédito, el mercado, los bancos, las hipotecas, todo. Aquí hay un problema humano profundo. Era evidente que los vecinos del barrio, viendo a estos “primitivos” que les ponían al frente, no les iba a gustar nada. Pero lo que destruyo esto, en definitiva, fue otra cosa; fue el negociado. Cuando se dieron cuenta del tremendo espacio, centro de la comuna, el ejército con los “chicago boys” mostraran el horizonte en el que ellos confiarían.

P (PLANEO): El año 2017 un pequeño pedazo que contiene dos edificios semi derruidos, dentro del lote 18, fue declarado Monumento Nacional ¿Cuál es el destino que a su parecer debiera tener?

ME: Justamente es la lucha por aquellos quienes quieren derrumbar y quienes quieren conservar. Lo que sé es que no quiero ir a verlos porque me da mucha pena. No creo que resulte preservarlos tal como están porque es como conservar lo triste. Hoy está todo carcomido por el negocio inmobiliario que es el más grande de los negocios, es el más grande robo. Villa San Luis a pesar de los errores que tuvo y de mis equivocaciones era una de las arquitecturas buenas que había, sin embargo, la destruyeron sin contemplaciones. A las familias que llegaron, pobladores que conocí, se les otorgó los departamentos para que fueran propietarios, eso no lo soportaron, tampoco creo que soporten la memoria de lo que realmente ahí sucedió.

 

[1] La Organización Deportiva Panamericana (ODEPA) designo en Ecuador a Santiago de Chile como el país anfitrión de los juegos Panamericanos a realizarse en 1975.

[2] Se refiere al club deportivo.