Planeo Digital

Número 56

La ciudad como derecho

Julio 2023

Entrevista a Luis Enrique Longhi Traverso, Arquitecto, Escenógrafo y Museógrafo peruano

«Creo que los derechos en la ciudad son una batalla perdida»

Revista PLANEO N°56 | La Ciudad como Derecho | Julio 2023


[Por: Gianfranco Borjas Cordero: Arquitecto egresado de la Universidad Ricardo Palma en Lima – Perú. Cursando el Magister en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente de la Universidad Católica de Chile.]

Luis Longhi. Fuente: Gianfranco Borjas Cordero
Luis Longhi. Fuente: Gianfranco Borjas Cordero

Longhi Traverso es arquitecto egresado de la Universidad Ricardo Palma en 1980, Escultor, Escenógrafo y Museógrafo. Ha cursado en simultáneo las maestrías Diseño Arquitectónico y Bellas Artes mención en Escultura de la University of Pennsylvania en 1984, Diplomado Animación por Computadora aplicado al diseño Arquitectónico y Paisajista GSD Harvard 1991. Como estudiante conoció a BV Doshi quien lo invitó a trabajar en su estudio de Amhedabad, India, donde pasó seis meses diseñando sistemas de alojamiento y visitando los proyectos en que Doshi colaboró con Le Corbusier y Louis Khan. En el año 2010, el Colegio de Arquitectos del Perú le entregó el Hexágono de Oro. Actualmente es Catedrático en las facultades de arquitectura de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Universidad de Ciencias y Artes de América Latina. La entrevista se ha desarrollado en la actual vivienda del Arq. Luis Longhi, en el Valle de Pachacamac – Lurín – LimaPerú.

PLANEO (P): Considerando que llevas casi 5 años viviendo fuera de Lima, en tu casa de Pachacamac, rodeado del valle y desde donde nos encontramos haciendo esta entrevista. ¿Qué podrías comentar de tu experiencia de habitar fuera de la ciudad? Considerando además que este número de la revista se ha titulado “La Ciudad como derecho”

Luis Longhi (LL): Creo que los derechos en la ciudad son una batalla perdida, pienso en la naturaleza que se ha visto afectada por la ocupación de las ciudades y su gestión sobre los territorios, la naturaleza humana sobre todo; por esta razón ahora vivo aquí, en Pachacamac, lugar que escogí para huir de todos los conflictos presentes en Lima (ciudad), y que actualmente a pesar de estar lejos de la ciudad empiezan a aparecer. Ahora el pueblo tiene problemas de tráfico, densificación, especulación del valor del suelo, etc., en gran parte por la extensión e influencia de la ciudad y el sistema económico que ejerce.

Considero que en la dicotomía urbano – rural los seres humanos deberían tratar de no tener ningún derecho a la ciudad, las ciudades nos han robado el derecho a la naturaleza y por el contrario nos hacen participes de un sistema mucho más grande que ofrece calidad de vida a partir de indicadores que no representan los intereses de todos y se muestran para compensar ese derecho que nos robaron. Además, el poder que ejercen las ciudades y los sistemas urbanos sobre las personas y los territorios que la rodean es abrumador, actualmente el pueblo que habito se ha convertido en una extensión de la ciudad, los que viven en la ciudad no están contentos con la ciudad, los que vivimos en el campo tampoco estamos felices con el campo.

Pero, como me gustan los extremos, tengo una respuesta mucho más positiva respecto a la ciudad y sus habitantes, yo espero que los sistemas urbanos empiecen a humanizarse y se hagan las cosas con amor, en todo sentido, que se entienda a las personas y su esencia como parte de la naturaleza para recuperar ese derecho que se nos arrebató. Siempre pienso: ¿Cuánto de la naturaleza original se va a recuperar con tu presencia en la ciudad?, yo espero que ese acto de recuperación sea para bien, solo que, al contrastar con mis experiencias al volver a Lima, empiezan a aparecer problemas que hacen insostenible mi permanencia ahí.

P: Mencionas la idea de “vivir bien” como un derecho y hacer las cosas con amor como un fundamento que podría resolver los conflictos presentes en la ciudad, ¿Cómo se traduce esto en la idea de habitar fuera de la ciudad?

LL: La pandemia del Covid-19 paralizó los sistemas urbanos y en esa circunstancia de vida uno toma las opciones que ofrece el mundo para vivir, frente a esto yo decidí por mi derecho de vivir bien y para mí el derecho de vivir bien estaba aquí, habitando mi casa del valle, cultivando la esencia de Dios que nos ha creado para vivir bien y alejarnos de aquello nos dificulta ese bienestar, sobre todo frente a los problemas que se agudizaron en la ciudad por la pandemia.

Salvador Rueda habla de las tres crisis del mundo, la crisis demográfica, social y climática, considero la primera como responsable de los problemas sociales en los territorios, siendo relacionadas con la superpoblación y las crisis demográficas, generando desplazamientos de población en distintos niveles, pero sobre todo reconociendo que no todos los sistemas urbanos pueden contener a las personas o por lo menos no garantiza un bienestar para todos y todas, de ahí se desprenden fenómenos regionales y de escala mucho más complejos como la migración y la crisis de desabastecimiento.

Frente a estas crisis de ciudad, creo que los arquitectos, los urbanistas, los planificadores y políticos se han alejado de ese acto de amor por el vivir bien, estoy convencido que, si hubiese amor para concebir el planeta sería distinto. Yo soy un extremista y creo que, lo que controla las ciudades es la falta de amor en las intervenciones de la naturaleza, desde mi esencialismo, la falta de amor en la política que pretende organizar el territorio, esa falta de amor en la concepción de las intervenciones. Alguna vez dije mi famosa frase sobre “hacer el amor al entorno”, refiriéndome al ejercicio de una intervención con amor, en contraposición y como crítica a la labor que guía actualmente a los arquitectos y el ejercicio de la profesión que se ha delimitado por el dinero, generando una prostitución del oficio. Las obligaciones del día a día han hecho que se pierda la esencia del oficio, cuando se trabaja por amor se trabaja desde otro nivel, en una condición de lo justo y necesario, cada quien tiene su propio sueño y lo más peligroso es soñar sueños ajenos.

P: ¿Hacia dónde crees que va el futuro de las ciudades? Habiendo mencionado que las ciudades no solo afectan a sus habitantes, sino ejercen poder incluso sobre aquellos que no la habitan.

LL: Después de haber vivido en el campo durante casi 5 años, me doy cuenta de que los problemas de la ciudad también empiezan a aparecer en este pueblo, el tráfico en horas punta, la falta de un orden y respeto por los demás, la sobrepoblación en un territorio, la delincuencia que parece ocupar todos los espacios habitables, me vuelven a enfrentar a los problemas que yo creí se habían quedado en la ciudad. Frente a esto pienso en ideas, por ejemplo, como la arquitectura verde se ha posicionado como una postura necesaria y presente, pero que, considero son solo paliativas frente a crisis y conflictos mucho más complejos por resolver. También reflexiono en quienes ejercen el poder en las grandes ciudades como Lima, cuestionando el rol de los arquitectos, la policía y los políticos como parte de una solución, siendo esta también el problema por la corrupción como el mayor responsable de haber destruido este sistema, cuando se hace lo que sea con el fin de cumplir objetivos fuera del sentido más humanista.

Considero que la llegada de la Inteligencia artificial acelerará la idea de cerrar un ciclo y empezar uno nuevo en el mundo, frente a nuestra situación actual me pregunto ¿Qué está aprendiendo esta IA?, esta sensación de confusión muy presente en la ciudad, sobre todo post pandemia, donde la sanidad mental viene representando todos los conflictos no resueltos de los ciudadanos, me hace pensar que el final es pronto.

En mi caso y desde una visión más soñadora, creo que actualmente encuentro en Pachacamac el recuerdo de la ciudad como una situación de cobijo, como cuando yo era niño y viví en Puno, recuerdo el espacio público, sin disputa sobre a quién le pertenece, la multiculturalidad emergente, los usos diversos sin juicios éticos y dinámicas de ocupación sin planificación, todo muy naif desde su emergencia, creo que actualmente esta sensación le suma valor a mi experiencia de habitar este territorio y es el punto donde conecto con su valor.

Im 2. Casa Chullpas en el Valle de Pachacamac | Fuente: Gianfranco Borjas Cordero
Im 2. Casa Chullpas en el Valle de Pachacamac | Fuente: Gianfranco Borjas Cordero

P: Finalmente, ¿Tienes alguna propuesta sobre la forma en que venimos haciendo ciudad o frente a la manera en que ocupamos los territorios?

LL: En contraposición con este contexto sobre el futuro de las ciudades, yo también he propuesto el diseño de ciudades, basadas en las cosas que invento y pienso en mi esencialidad,  creo que la arquitectura debería estar formado por tres naturalezas: 1)la naturaleza original, en su estado más primitivo; 2)la naturaleza que está hecha por el hombre, como el resultado de las necesidades del habitar, las ciudades por ejemplo; y la 3)naturaleza que vuelve a su estado original, esta con el fin de mantenerse neutra y sana de cualquier intervención que haga el hombre.

Mis propuestas de ciudades crean un sistema de ocupación del territorio donde hasta las ciudades son naturaleza, un poco en respuesta a las predicciones de lo que podría pasar con Lima y las zonas que se verían devastadas frente a un terremoto, las consecuencias que traería para la ciudad y sus edificaciones, pienso en esas zonas, los restos de esa ciudad y los métodos que aplicaríamos para enfrentar esta situación. A diferencia del mundo prehispánico, donde se asumían los ciclos de la vida y la muerte como parte del ciclo natural y se construían estos espacios para la muerte, creo que la modernidad ha dejado de lado estas ideas que podrían ayudarnos a resolver los conflictos de la ciudad. Actualmente la academia y su ventaja intelectual sacan provecho de cosas que probablemente no entiende en su esencia, dejando este conocimiento en la museografía o como escenografía para crear nuevas propuestas que no responden a la realidad de cada territorio.