Fragmentos Urbanos

Diciembre 2021

Ciudades y regiones resilientes, inteligentes, colaborativas y dinámicas

Revista Planeo Nº 50 Fragmentos Urbanos; Diciembre 2021


[Por: Roberto Moris Profesor Escuela de Arquitectura y del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC]

 

Im 1: Plano microregional, región IV-B, Santiago de Chile. 1960. Ministerio de obras públicas. En Juan Parrochia (2016) “Los primeros planes intercomunales metropolitanos de Chile”.

 

Resumen:

A 10 años del artículo “Chile sin política, Santiago sin plan” se reflexiona sobre el devenir de la política urbana en la década. Se revisan los principales hitos en esta materia, los nuevos instrumentos y reformas implementadas en la época. Se concluye que la activación de nuevos gobiernos regionales, el traspaso de competencias a estos y las nuevas áreas metropolitanas abren la oportunidad de una planificación y gestión dinámica, multiescalar, en que los instrumentos de planificación colaboren.

Palabras Clave: Ciudades, planificación, escalas

 

El artículo inaugural de Revista Planeo de marzo de 2012 titulado “Chile sin política, Santiago sin plan”, llamaba la atención sobre la falta de una política nacional de desarrollo urbano y de un plan estratégico para la ciudad de Santiago. Al mismo tiempo, invitaba a avanzar en el fortalecimiento del sistema de planificación territorial para estar a la altura de un país que daba sus primeros pasos como integrante de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El texto daba cuenta de una serie de iniciativas fallidas en la búsqueda de una nueva política de desarrollo urbano y de la insuficiencia de la planificación normativa para enfrentar los desafíos que el país enfrentaba y donde las ciudades deberían jugar un rol clave.

Ese mismo año el gobierno de Sebastián Piñera dio inicio al proceso de discusión de la Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU) que vio la luz a través de su promulgación en octubre de 2013. La nueva política sentó las bases de un ambicioso proceso de modernización que ha sido tibio en su implementación, con un Consejo Nacional de Desarrollo Urbano que en sus distintas configuraciones ha sido reflejo del contexto institucional y de las fuerzas que lo condicionan. Parece necesario que el próximo gobierno revise su rol, estructura y recursos necesarios para avanzar en las acciones transformadoras que se requieren.

En país que se está reconfigurando a partir del Estallido Social, la Pandemia y la Realidad Climática exigirá tener una política en concordancia con la Nueva Constitución. Este panorama de renovación se ve potenciado por la puesta en marcha de los nuevos gobiernos regionales, la Política Nacional de Ordenamiento Territorial, la Ley que establece el Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres, la Ley de Aportes al Espacio Público, la nueva Ley Marco de Cambio Climático, la Hoja de Ruta de Economía Circular, y la Ley de Transformación Digital del Estado, entre otras políticas públicas.

En este nuevo escenario, la implementación de la planificación y gestión integrada planteada en la PNDU no tolera nuevas postergaciones. En especial en lo que se refiere a la gobernanza territorial multinivel, la coordinación multisectorial, la confluencia de inversiones y el involucramiento comunitario en la coproducción y ejecución de políticas públicas. En el caso de la Región Metropolitana de Santiago la actualización de sus instrumentos de planificación se presenta como una gran oportunidad de hacer carne la nueva sensibilidad urbana, territorial, ambiental y ciudadana de la nueva era.

En esta línea parece pertinente citar a Neuman y Zonneveld en su promoción del diseño regional como aproximación estratégica a los territorios metropolitanos:

“Las nuevas condiciones de urbanización que resultan de la convergencia de varios factores resaltan la necesidad de la formación y aplicación de estrategias espaciales a escalas supra-metropolitanas. Estas nuevas condiciones incluyen la globalización y el cambio climático junto con todos sus impactos, así como el auge de la población urbana propiciado por una mayor movilidad e interconectividad, junto con nuevas tecnologías de infraestructura. Estas fuerzas que impulsan la urbanización hoy y en el futuro se manifiestan en una nueva escala urbana, que se engloba cada vez más en la ciudad-región. Las soluciones a los impactos y problemas que causan estas fuerzas deben ser abordadas por el urbanismo a una escala que coincida. Las soluciones estratégicas a esta escala de urbanismo pueden denominarse diseño regional”. (Michael Neuman & Will Zonneveld, 2020)

Este diseño regional multiescalar sensible a las dinámicas territoriales se complementa con la idea de Nuevo Localismo planteada por Katz y Nowak (2017) donde “el poder se ha movido hacia abajo desde los gobiernos nacionales hacia las ciudades y las áreas metropolitanas. También desde el sector público hacia las redes de actores públicos, privados y cívicos, y globalmente a través de capital, comercio e innovación”.

La convergencia de los procesos citados configura una posibilidad de integración de instrumentos bajo un modelo de colaboración en 360 grados. La activación de los nuevos gobiernos regionales, la transferencia de atribuciones desde la estructura sectorial y la creación de nuevas áreas metropolitanas se cruza con la necesidad de establecer procesos de planificación y gestión dinámicos construidos desde los territorios comunales y sus potenciales asociaciones. Comunidades dinámicas en territorios dinámicos exigen capacidades de planificación y gestión dinámicas, con modelos de gobernanza sensibles, alertas y tecnológicos.

En el caso de Santiago, el Plan Regulador Intercomunal de Santiago (PRIS) y el Plan Microregional de Santiago de 1960 sentaron las bases estructurales de la actual metrópolis. Desde un Ministerio de Obras Públicas que integraba capacidades de planificación y gestión directa en el territorio se proyectó una ciudad central rodeada de un cinturón verde, con ciudades satélites y una estructura urbana en base a vías, centralidades y zonificaciones. También las bases del transporte público metropolitano que visualizaba una ciudad de redes y conexiones subterráneas.

La siguiente mirada integral llegó de la mano del Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS) de 1994 y sus posteriores versiones con las adiciones de las provincias de Chacabuco y Talagante. Este plan desarrollado por la Secretaría Regional del Ministerio de Vivienda y Urbanismo entregó una visión de ordenamiento territorial y ocupación del suelo de la región, incorporando también las zonas y proyectos de desarrollo urbano condicionado.

El MINVU ha seguido generando actualizaciones del PRMS, lo cual es siempre necesario, como es el caso de la urgente incorporación de temáticas clave como lo relacionado a la Falla San Ramón. Sin embargo, también se requiere volver a tener una mirada integral evitando experiencias como la actualización número 100 que se concentró en la generación de 10.000 hectáreas de suelo urbano en la periferia y potenciales áreas verdes aún sin la implementación proyectada. El estudio desarrollado a través de una consultoría sin procesos de participación tomó el mismo tiempo en realizarse que el Plan Estratégico de Londres que ha sido un ejemplo de trabajo participativo y que ha guiado la gestión de la metrópolis durante administraciones muy disimiles en ideología e intereses.

El futuro de la ciudad-región puede ser guiado por un codiseño regional transversal que venga desde los territorios donde el Gobierno Regional opere como articulador y facilitador. El plan de la ciudad-región no es más que la adecuada vinculación coherente de los instrumentos disponibles, partiendo por la Estrategia Regional de Desarrollo, el Plan Regional de Ordenamiento Territorial, el Plan Regulador Metropolitano, los Planes Reguladores Comunales y los Planes de Desarrollo Comunal. Entender el Plan Santiago Ciudad-Región como un proceso de construcción de confianzas que ayude a navegar en la incertidumbre puede entregar la gobernabilidad que las estructuras jerárquicas tradicionales no han logrado. Las comunas organizadas en grupos temáticos y/o territoriales (macrozonas) podrían generar las bases de diagnósticos dinámicos, visiones consensuadas, lineamientos estratégicos y acciones multisectoriales con sentido de urgencia y perspectiva de futuro. Todo esto en un sistema de monitoreo de indicadores consciente de los factores críticos que afectan y condicionarán el desarrollo de la región y de sus habitantes. Es el momento de aprovechar avances del CNDU/INE como es el Sistema de Indicadores de Desarrollo Urbano (SIEDU) y el Índice de Deterioro Urbano y Social (IDUS) de MINVU/MDS, junto a muchos otros antecedentes, bajo un sistema de gestión de datos inteligente al servicio de la gestión integrada, y en definitiva de las personas.

 

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Referencias

Katz, B., & Nowak, J. (2017). The new localism. How cities can thrive in the age of populism. Washington DC: Brookings Institution Press.

Neuman, M., & Zonneveld, W. (2020). The Futures of Regional Design. En M. Neuman, & W. Zonneveld (Edits.), The Routledge Handbook of Regional Design. Routledge.

Parrochia, J., & Pavéz, M. I. (2016). Los planes para Santiago de Chile 1960-1994. Santiago de Chile: Universidad de Chile. Facultad de Arquitectura y Urbanismo.