Revista PLANEO N°60 | Asentamientos multiamenazas Vol. 3: Erupciones volcánicas y habitabilidad | Septiembre 2024
[Por: Javier Miramontes Figueroa. Arquitecto, Tecnológico de Monterrey, México; estudiante de Magíster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente, Pontificia Universidad Católica de Chile]
Entrevistado: Dr. Felipe Aguilera
Felipe Aguilera es director del Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico, Ckelar-Volcanes, doctor en ciencias mención geología, licenciado y geólogo de la Universidad Católica del Norte. Reconocido volcanólogo chileno, con más de 20 años de experiencia investigando los volcanes más activos de Chile y Latinoamérica. Ha participado en proyectos con volcanólogos de Estados Unidos, Italia, España y Perú, entre otros. Es académico de la carrera de geología en la Universidad Católica del Norte. Sus especialidades son la geoquímica de fluidos en sistemas volcánicos y geotermales, la detección de actividad volcánica mediante técnicas remotas, la volcanología física, los riesgos volcánicos y las erupciones volcánicas en Chile y el mundo.
Trayectoria y motivación
PLANEO (Javier): Has dedicado tu carrera al estudio de los volcanes y a comprender el impacto que estos fenómenos tienen en la sociedad. ¿Qué te motivó a especializarte en este campo y qué te llevó a interesarte en el estudio de los volcanes en Chile?
Dr. Felipe: Bueno, esa es toda una historia de vida. Tengo el recuerdo de cuando era niño, alrededor de los 10 años, de haber manifestado un interés por los volcanes. Hace poco descubrí algunas imágenes que me recordaron esa fascinación. Siempre recordaba haber visto esos ríos de lava fluyendo durante una erupción. Y me llamaba mucho la atención, pensaba: “¡Uf! Esto es algo increíble”, como si fuera algo loco, quería echarme una zambullida como cuando entras al mar.
También recuerdo claramente haber visto un documental en el que un bote de plástico flotaba sobre las cenizas en el lago de un volcán. Esa imagen quedó grabada en mi mente. Aparte de eso, hay otro motivo. Cuando tenía alrededor de 8 años, me mudé con mi familia a Puerto Montt. Allí, los días soleados sin nubes despertaban mi curiosidad. Desde mi casa, podía ver tres volcanes en la distancia, Puntiagudo, Calbuco y Osorno, una imagen super bonita y fascinante.
Antes de mudarnos, también tuvimos la oportunidad de visitar los alrededores de un volcán, donde recogí una roca volcánica y me la llevé conmigo. Ese tipo de experiencias fueron despertando mi interés. Sin embargo, debo reconocer que fueron las imágenes de los documentales lo que me impulsó definitivamente a estudiar volcanes. También recuerdo ver los documentales de Jacques Cousteau, que solían transmitir en televisión en los años 80 en Chile, y uno de ellos mostraba a los Krafft, quienes realizaban investigaciones científicas increíbles.
Esas imágenes me impresionaron tanto que supe que quería estudiar volcanes. Ya en mi último año de escuela, le pregunté a mi hermano, que ya estaba en la universidad, qué debía estudiar para especializarme en volcanes. Él me dijo: “No sé, quizás geología”. Desde entonces, supe que quería estudiar geología.
Durante la carrera, siempre me mantuve enfocado en buscar un camino que me llevara a estudiar volcanes. Así que, en resumen, mi interés siempre estuvo allí, alimentado por diversas experiencias, y he tenido la fortuna de poder dedicarme al estudio de los volcanes, algo que realmente me apasiona.
Vivir en un entorno volcánico
PLANEO (Javier): Sabemos que muchas comunidades en Chile viven cerca de volcanes activos, y en algunos de tus trabajos has explorado cómo estos volcanes afectan a su entorno. Desde tu perspectiva, ¿qué significa convivir con un volcán en términos de seguridad y planificación, y qué aprendizajes pueden sacar quienes no tienen experiencia directa con este tipo de entorno?
Dr. Felipe: Respecto a la primera pregunta, me gustaría comenzar desde mi experiencia personal y profesional. Convivir al lado de un volcán implica varios desafíos. Si lo enfocamos desde una perspectiva positiva, podríamos lograr un buen nivel de desarrollo como país, siempre y cuando contemos con una excelente planificación territorial. Y eso es clave en Chile.
La planificación territorial actualmente proviene de las municipalidades, las cuales deben trabajar de la mano con expertos en la materia, cosa que no pasa. Sin embargo, en un ideal, se debe identificar de manera precisa las áreas seguras para la construcción y aquellas que presentan mayores riesgos. Este proceso requiere retroceder en el tiempo, por así decirlo, para entender la evolución del volcán en cuestión. Se necesita estudiar su historia geológica, que puede abarcar miles de años, para poder prever su comportamiento futuro.
Es fundamental realizar un trabajo geológico detallado, que incluya la identificación de eventos pasados, el mapeo de unidades geológicas, la toma de muestras y el análisis químico para comprender la composición del volcán. Además, es crucial determinar la edad de los eventos volcánicos, ya que esto nos permite estimar con qué frecuencia podrían ocurrir erupciones, como con los terremotos. Entonces, hacer ese trabajo requiere de años y de un nivel técnico super alto para poder conocerlo bien. Imaginemos que esta municipalidad invierte en eso, que eso sería lo ideal.
Bueno, el siguiente paso es modelar el peligro volcánico, ese es uno de los aspectos clave. Ya que los peligros son diferentes, un terremoto es peligro natural, un tsunami es un peligro natural, aluviones, etc., son peligros naturales. Pero hay que entender que estamos tratando con un entorno de peligro volcánico que su peculiaridad es que los volcanes tienen varios eventos. Por ejemplo, puede salir un flujo de lava o de lahar, puede haber una parte explosiva, emisiones de gases volcánicos. Esto significa que puede haber múltiples eventos simultáneos y eso tú lo puedes modelar.
Con la información de los eventos volcánicos históricos, es posible hacer proyecciones y clasificar estos eventos según su magnitud: A, B, C, etc. Esto nos permite evaluar las posibles rutas de los flujos volcánicos y sus zonas de impacto, lo cual es fundamental para el desarrollo urbano seguro. Por ejemplo, si sabemos que un flujo de lava o lahar sigue ciertas rutas, podemos diseñar infraestructuras para canalizarlos y minimizar el impacto en áreas habitadas.
Luego viene la última derivada, que tiene que ver con el riesgo, que significa convivir con un volcán. Convivir con un volcán implica aceptar que ya hay infraestructura existente donde tu ya no te hiciste cargo de lo que se te venia advirtiendo antes, tú tienes que mitigar cualquier efecto negativo. Es esencial elaborar mapas de riesgo que indiquen evaluaciones de riesgo y, sobre esa base, decidir qué plan vas a ejecutar. Por ejemplo, de evacuación, imaginemos que hay que evacuar, hay que ver cuáles son las vías principales, evaluando si es viable colocar vehículos o no, o si deben diseñarse rutas alternativas para peatones, etc. Se debe mantener una estructura.
Entiendo que este proceso es complejo, ya que la reacción humana ante desastres naturales no siempre es predecible. Sin embargo, contar con un plan claro y detallado facilita el desarrollo y la seguridad de las comunidades en estas áreas. Esto nos lleva a una segunda derivada que tiene que ver con la educación.
Se tiene que educar adecuadamente a la población de lo que implica vivir con un volcán, porque cuando pasa algo es como en el cuento de “Pedro y el lobo”. Por ejemplo, el caso de Villarrica en los dos últimos años, con las alertas de que hace o no erupción, imagínate que son décadas de familias que viven ahí, que la gente puede terminar ignorando las advertencias si no comprende el riesgo real. La gente se cansa, entonces si tú no la educas al respecto, sobre los niveles de alerta, puedes tener niveles de tensión que al final la gente termina ignorando.
En algunos sectores, como en localidades que conviven con volcanes, los habitantes a menudo reclaman, porque no les enseñan por dónde hay que evacuar si pasa algo, lo cual es legítimo. Sin embargo, si no hay una preparación adecuada y una estrategia de contingencia bien comunicada desde la municipalidad, la situación puede volverse crítica. Por eso es fundamental que la planificación no sólo considere las medidas físicas de mitigación, sino también la educación de la comunidad sobre cómo actuar ante estos eventos.
La clave está en la combinación de una buena planificación y educación. Estos elementos pueden aplicarse en otros lugares, aunque cada sitio tenga sus particularidades. Un punto clave son las autoridades en el fondo, lamentablemente como hay mucho centralismo hay decisiones que no se toman con el conocimiento local. Las lecciones aprendidas de la convivencia con volcanes pueden ser útiles para el desarrollo de políticas de manejo de riesgos en diversas áreas, incluidas aquellas de interés turístico. Por ejemplo, un centro turístico como Pucón, que recibe muchos visitantes, puede beneficiarse de estas prácticas de educación, adaptando las estrategias de seguridad y comunicación a sus necesidades específicas.
Lecciones del pasado volcánico
PLANEO (Javier): Mencionas que al estudiar depósitos antiguos podemos anticipar comportamientos futuros de los volcanes. ¿Podrías explicarnos cómo el pasado de un volcán puede ayudarnos a prepararnos para su futuro y qué tan confiables son estos registros para anticipar su actividad?
Dr. Felipe: Existe un principio fundamental en geología llamado “actualismo”, que se basa en la idea de que el pasado es la clave del futuro. Este enfoque nos indica que los eventos volcánicos del pasado, o una serie de ellos, pueden ofrecer un marco para comprender mejor los posibles escenarios futuros. Es fundamental analizar estos eventos históricos, ya que nos permiten entender cómo ha sido la evolución del volcán y, por ende, modelar con mayor precisión su comportamiento futuro.
Para anticipar la actividad volcánica, debemos estudiar su “historia clínica”, por así decirlo. Al igual que en la medicina, es necesario conocer el historial previo para poder predecir lo que podría suceder en el futuro. La recopilación de datos históricos es, por lo tanto, esencial para confirmar nuestras proyecciones y asegurar que estamos modelando escenarios con base en evidencias sólidas.
Y son absolutamente confiables, siempre y cuando contemos con técnicas analíticas adecuadas para examinarlos. Por ejemplo, inicialmente podemos conocer las características físicas del volcán a través de la geología, pero es posible obtener un nivel más profundo de información mediante análisis químicos. Esto nos permite identificar la composición del material volcánico, su antigüedad, y determinar con precisión cuándo ocurrieron los eventos pasados.
A medida que incrementamos la cantidad de información analítica, la confiabilidad de nuestros modelos también aumenta. Por ejemplo, si determinamos la edad exacta de un evento, podemos evaluar la frecuencia con la que ocurren las erupciones y comprobar si existe un patrón de recurrencia. Cuanta más información recojamos y analicemos, mejor será nuestra capacidad para proyectar la actividad futura del volcán o de cualquier otro fenómeno geológico.
Preparación ante el riesgo volcánico
PLANEO (Javier): ¿Qué medidas y que prácticas recomendarías para proteger a las personas vulnerables y la infraestructura frente a este tipo de fenómenos?
Dr. Felipe: Estamos abordando dos temas importantes aquí. Primero, en términos conceptuales, proteger a las personas requiere, ante todo, educación. Es necesario que las personas sepan dónde están ubicadas, cuál es su nivel de exposición al riesgo y qué medidas pueden tomar en su entorno inmediato. La educación informativa es clave para que la población se familiarice con la infraestructura vulnerable y con los riesgos específicos de su área.
Por ejemplo, en Chile, hay casos como el del volcán Chaitén, donde muchas personas ni siquiera sabían que era un volcán activo. Algunos incluso lo visitaban los fines de semana sin tener conciencia del peligro que representaba. Este es un tipo de conocimiento básico que debería estar al alcance de todos.
En cuanto a la evacuación, es crucial definir claramente cuándo y cómo evacuar, así como las rutas seguras y los elementos básicos que se deben llevar, como kits de emergencia. Un aspecto poco regulado, pero igualmente importante, es el tema de la inclusión de mascotas en los planes de evacuación, porque por lo general te dicen que las dejes, pero ya que son consideradas parte de la familia por muchas personas, es complejo, porque hay un tema social de por medio que es super importante de considerar. Esto es especialmente relevante en comunidades del altiplano, donde los animales no sólo son mascotas, sino también parte fundamental de su economía y cultura.
Para proteger a las personas de manera efectiva, es necesario un enfoque participativo, escucharlas. Las decisiones no pueden tomarse únicamente desde un nivel central, sin comprender bien la realidad local. Cuando tú conoces esta realidad puedes mejorar tus planes de prevención. Involucrar a las comunidades, conocer sus particularidades y respetar sus costumbres culturales son elementos esenciales para un plan de protección integral.
Y en cuanto a la infraestructura, la protección de la infraestructura es más compleja y debe abordarse desde la planificación. En primer lugar, es necesario considerar lo que ya existe y luego integrar nuevas medidas de protección y mitigación. Por ejemplo, en áreas propensas a flujos de lodo o lahares, se pueden implementar canales de contención para dirigir estos flujos y minimizar el impacto en edificios y otras estructuras.
Si se presenta un flujo de lava, su poder destructivo es inevitable, y no hay medidas preventivas que puedan cambiar la naturaleza del evento. Por lo tanto, hay que tomar decisiones estratégicas en torno a la protección. En primer lugar, se debe identificar qué elementos de la infraestructura pueden protegerse y cuáles deben ser abandonados debido al riesgo inherente de un evento tan devastador.
En segundo lugar, es posible mejorar la infraestructura para aumentar su resistencia ante fenómenos volcánicos. Por ejemplo, al diseñar techos, es necesario considerar la carga que pueden soportar ante la acumulación de ceniza. Cuanto más inclinado sea el techo, mayor será su capacidad de soportar estos elementos. También se pueden hacer modificaciones en la estructura, como cambiar la textura de las superficies para facilitar el desprendimiento de la ceniza o mejorar los sistemas de drenaje.
Por ejemplo, si un puente está diseñado para soportar flujos de lodo, puede ser necesario modificar su infraestructura para mejorar su capacidad de resistencia. Esto puede implicar rediseñar sus pilares para permitir un mayor flujo de material volcánico. Aunque en teoría es posible adaptar la infraestructura, siempre estará limitada por la magnitud de los eventos que enfrenta y por la historia del lugar.
El tercer ámbito tiene que ver con la relocalización de la infraestructura y de las personas. Este es uno de los pasos más difíciles, ya que implica el desarraigo de la población, que suele tener un fuerte vínculo con su territorio y desea regresar después de un evento. La dimensión social de la planificación no puede ignorarse, ya que incluso la infraestructura más resistente puede no ser suficiente si no se tiene en cuenta el aspecto humano.
En última instancia, la clave está en una buena planificación territorial que respete el conocimiento sobre la actividad volcánica. Pensando en el futuro, es fundamental integrar esta información en los diseños urbanos para minimizar los riesgos y proteger tanto a la infraestructura como a las personas.
El riesgo volcánico y las nuevas generaciones
PLANEO (Javier): ¿Qué te gustaría que las nuevas generaciones entiendan sobre la importancia del riesgo volcánico y cómo esto puede afectar su vida cotidiana?
Dr. Felipe: Primero, me gustaría aclarar que no hablamos solamente de las nuevas generaciones, sino también de quienes ya están tomando decisiones en el presente. No se trata sólo del futuro, sino de lo que está ocurriendo ahora mismo y cómo impacta a todos nosotros.
Una de las claves para enfrentar estos riesgos es la educación y la información. Es fundamental incorporar el conocimiento sobre el riesgo volcánico en los currículos escolares para generar conciencia desde una edad temprana. En Chile, por ejemplo, ya existe una conciencia bien desarrollada sobre los terremotos y tsunamis, en parte porque estos eventos tienden a afectar vastas áreas del país, abarcando varias regiones y ciudades a la vez. Sin embargo, los eventos volcánicos pueden ser más puntuales, afectando a miles o incluso decenas de miles de personas en áreas más reducidas. Esto podría generar la percepción de que son menos importantes, pero no debería ser así.
Para cambiar esta mentalidad, es necesario crear un interés más amplio en los distintos tipos de riesgos naturales, no sólo los sísmicos. Por ejemplo, en 2015 hubo un evento extremo de precipitaciones en Atacama, pero la conciencia generada no se extendió mucho más allá de las ciudades afectadas. Hay que insistir en la protección frente a distintos tipos de desastres, especialmente en un país tan expuesto a fenómenos naturales como Chile.
¿Y qué impacto tiene en la vida cotidiana entender estos riesgos? Afecta absolutamente todo. Estos eventos pueden interrumpir la vida de manera drástica y, si no hay una preparación adecuada, las consecuencias pueden ser muy graves. La clave está en la educación y la formación continua. Si las personas no están preparadas, los desastres naturales las tomarán por sorpresa, sin saber cómo reaccionar.
En Chile, con una esperanza de vida de alrededor de 80 años, es casi inevitable que una persona experimente al menos un terremoto o erupción volcánica significativa a lo largo de su vida. La preparación para estos eventos no sólo ayuda a mitigar el impacto inmediato, sino que también puede servir para enfrentar otros tipos de conflictos o emergencias.
En resumen, en un país como Chile, donde los eventos naturales son tan frecuentes y transversales, entender y estar preparado para los riesgos volcánicos y otros desastres es crucial para vivir con mayor seguridad y resiliencia.
PLANEO (Javier): Perfecto, muchísimas gracias por brindarnos esta entrevista. ¿No sé si hay algo más que quisieras agregar?
Dr. Felipe: Quizás sólo quisiera recordar a las personas que en Chile hay ciertas instituciones estatales encargadas del monitoreo y la gestión de riesgos, y que es importante confiar en ellas. Aunque a veces hay críticas sobre su actuación, es fundamental reconocer que estas instituciones están allí para protegernos.
En un país relativamente joven, como Chile, es natural que aún se estén ajustando los mecanismos de respuesta y gestión, pero se están haciendo esfuerzos significativos para mejorar. Por eso, es clave mantenerse informado a través de los canales oficiales. Instituciones como CIGIDEN (Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres), SENAPRED (Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres) y otras agencias tienen información actualizada y relevante en caso de emergencias.
Mi mensaje final sería que la población confíe en las autoridades competentes y preste atención a sus indicaciones, especialmente en situaciones de emergencia, donde la información precisa y oportuna puede marcar la diferencia. Mantenerse atento a estos canales de información es crucial para actuar de manera adecuada y segura.