La Dra. Darinka Czischke es profesora asociada en la Facultad de Arquitectura y el Entorno Construido de la Universidad Tecnológica de Delft. En 2014, la Dra. Czischke recibió la ‘Delft Technology Fellowship’ para desarrollar su investigación sobre Vivienda Colaborativa. Es la fundadora del grupo de investigación Co-Lab Research en la TU Delft y cofundadora del grupo de trabajo ‘Vivienda colaborativa’ en la Red europea para la investigación de la vivienda (ENHR). Previamente, se desempeñó como Directora de World Habitat (anteriormente Building and Social Housing Foundation, BSHF); Directora de Investigación del Observatorio Europeo de la Vivienda Social en CECODHAS Housing Europe; y como Investigadora Asociada en el LSE Cities programme de la London School of Economics and Political Science. Ha publicado extensamente sobre vivienda social, asequible y colaborativa en una perspectiva internacional comparada. Actualmente es líder de Project Together!, una iniciativa intersectorial centrada en movilizar el potencial de las formas de vivienda colaborativa en los Países Bajos.
La vivienda en propiedad individual, muchas veces está en tensión con la copropiedad colectiva que es uno de los modelos más predominantes en el cooperativismo en vivienda.
Las cooperativas no son la solución para la crisis de vivienda, porque más allá de las virtudes del cooperativismo, pensar en la crisis de la vivienda es pensar en una crisis estructural. Es pensar que hay decisiones que son de carácter político, en relación con el mercado.
1.- De acuerdo a su formación en Arquitectura y en Sociología ¿Cómo surge el interés por investigar en torno al fenómeno de las viviendas y en particular de las cooperativas en la ciudad?
Partí estudiando Arquitectura en la Universidad Católica en Santiago a comienzos de los años 90. En ese entonces, la enseñanza de la Arquitectura era muy convencional y se quedaba corta en términos de entender la ciudad como un fenómeno complejo que tiene dimensiones sociales, culturales, etc. Para mí la Arquitectura se trataba de entender la relación recíproca entre la sociedad, los seres humanos como grupo, los procesos sociales, institucionales y la forma construida. Cuando estudié Arquitectura, los cursos que más me fascinaron fueron los cursos y talleres de vivienda y de Sociología Urbana. Estos cursos me indicaron que mi camino en realidad no era por el diseño propiamente tal, sino que por un estudio más sociológico de la ciudad. Esto me hizo decidir por estudiar esa carrera, y flash forward, después estudié Planificación Urbana y su respectivo Magíster en Londres en búsqueda de estas conexiones.
Todo esto es fruto también de decisiones profesionales, movilidad, etcétera. Trabajé en Bruselas como Directora del Observatorio de la Vivienda Social, Cooperativa y Pública en Europa, lo que me llevó a conocer en profundidad la forma en que se provee de vivienda asequible en distintos contextos geográficos, económicos y políticos. Siempre a lo largo de la Unión Europea, me decidí a hacer un Doctorado para entender los procesos de toma de decisiones de las empresas sociales que proveen vivienda social. Así, al final de mi aventura me surgió la inquietud de entender la crisis de vivienda como un problema que ya era de carácter crónico en sociedades avanzadas. Entonces me dije a mi misma, bueno, tal vez esto no es una crisis, sino que es un problema estructural en donde emergen colectividades, grupos y asociaciones para poder resolver este tema.
Esa pregunta también se gatilló con la visita de Raquel Rolnik a Inglaterra en esa época, justo cuando yo estaba trabajando como directora de una ONG internacional. Ahí tuve la oportunidad de participar en una reunión con ella y otros actores del mundo de la vivienda en Inglaterra. Entonces, ella pregunto a los participantes, qué sucedía con las colectividades, ante el desastre de las políticas de vivienda en este país. Porque en Europa muchas veces hay una cultura que curiosamente es muy asistencialista, pero desde abajo, o sea, se espera que el Estado resuelva muchos problemas. Y para una que creció en Chile, es lo contrario, pues somos sociedades que no esperamos mucho del Estado y hacemos las cosas por nosotros mismos, ya sea a través del mercado o de la economía social. Esas preguntas me gatillaron las ganas de entender ¿qué estaba haciendo la gente? Partí por Europa porque era el lugar donde llevo 20 años como profesional, y personalmente mi vida está acá. Y me di cuenta de que había un resurgimiento de grupos organizados que empezaron a buscar modelos asociativos y cooperativos para proveerse de vivienda. Con eso inicié una nueva línea de investigación sobre la organización colectiva en vivienda, asociada con otros académicos de Europa que también estaban viendo este tema. Organizamos el primer grupo de trabajo de la Red Europea de Vivienda Social[1](European Network for Housing Research, ENHR) focalizado en lo que llamamos la “vivienda colaborativa”. Esto ha servido como un “término paraguas” que engloba toda esta variedad de modelos de personas que tienen una visión común sobre cómo quieren vivir, lo que incluye compartir tareas, responsabilidades y espacios, es decir en donde se congrega una dimensión social, organizacional, y espacial/arquitectónica. Eso es lo que me ha tenido ocupada durante los últimos 7 años.
2.- ¿Cuáles serían los abordajes teórico-metodológicos que Ud. considera pertinentes y relevantes para pensar a las cooperativas de vivienda en la ciudad?
Ha habido mucha investigación con metodologías cualitativa-etnográfica, visual y espacial en relación a casos de estudio. Pero lo que nos hace falta ahora es un mapeo cuantitativo, porque existen supuestos en torno al crecimiento de este tipo de movimientos cooperativistas, pero no tenemos cifras concretas, o sea, no tenemos información, datos confiables y comparables nacionalmente e internacionalmente. Entonces en este vacío, el conocimiento que hemos tratado de llenar gradualmente con mi grupo de investigación en la Facultad de Arquitectura y del Ambiente Construido de la Delft University of Technology, tiene que ver con hacer un esfuerzo de clasificación de distintos modelos, porque si queremos contar cuántos proyectos de vivienda hay de cada tipo, primero tenemos que hacer un esfuerzo teórico por conceptualizar categorías abstractas que sean medibles, como, por ejemplo, una cooperativa. Entonces empezamos a revisar la literatura de los respectivos conceptos, y donde está la información cuantitativa, y qué tan confiables son esos datos. El resultado de este esfuerzo está reflejado en una plataforma digital que es accesible públicamente[2], y que es como una especie de wiki, donde llamamos constantemente a la gente que tiene información para que la comparta y nosotros poder verificarla en función de las conceptualizaciones con que trabajamos. Testeamos que realmente cumplan con los indicadores que nos llevan a clasificar estas formas. Entonces, en relación a tu pregunta de ¿cuáles son las metodologías? Estas han sido principalmente cualitativas, como decía la etnografía, la etnografía visual también fotos y diagramas, pero las nuevas metodologías son de carácter cuantitativo: esa es la frontera que estamos experimentando.
3.- ¿Cómo se podría definir el aporte de las cooperativas de vivienda al modelo de gestión de política habitacional? ¿Podría contarnos de su experiencia en el país que trabaja y en términos comparados con otras realidades que conozca?
Lo que yo he aprendido en los últimos años sobre cooperativas, es que es una categoría muy amplia donde caben muchos subtipos y variantes que tienen que ver con que minuto de la historia surgieron o se desarrollaron, y también con los distintos modelos culturales y geográficos. Las cooperativas escandinavas son distintas a las suizas, o las distintas cooperativas en Italia o Portugal también tienen su sello. Pero lo que tienen en común, diría yo, es que para para llamarse cooperativas tienen que cumplir con los principios básicos que se han establecido en el cooperativismo internacional, y que no solamente se limitan a la vivienda, sino que se expresan también en el contexto agrícola, de energía, de lo que tú quieras. Hay una serie de principios, uno de ellos por ejemplo es la “solidaridad”, la “ayuda mutua”. Hay otro principio que es el «proselitismo” desde donde se generan nuevas cooperativas, y de ese modo ampliar el movimiento.
Un punto interesante es que en vivienda el tema del modelo de tenencia es muy diferente a una inmobiliaria, y se diferencia de esta idea de que una vivienda pueda ser un bien de uso y un bien de cambio al mismo tiempo. A este modelo de capital y propiedad de la vivienda se le ha dado mucho énfasis, intentado situarlo como un mecanismo de movilidad social, como un mecanismo que eventualmente va a ayudar a las personas a tener acceso a bienestar, cuando no hay un Estado de bienestar que provee salud, pensiones o educación. En ese contexto, la vivienda en propiedad individual, muchas veces está en tensión con la copropiedad colectiva que es uno de los modelos más predominantes en el cooperativismo en vivienda. Ahí tienes a lo largo de la historia y en distintos países, distintas configuraciones de cómo los gobiernos locales, principalmente los municipales, han tenido un rol cooperativo respecto a la vivienda. El caso de la ciudad de Zúrich, en Suiza, por ejemplo, se cita mucho porque ahí el movimiento de cooperativas de vivienda surgió hace más de 100 años. Ahí hubo una intención deliberada del municipio de apoyar a las cooperativas, porque se las vio como partners asociados en generar vivienda asequible a largo plazo y de buena calidad para gran parte de los habitantes de la ciudad.
El caso de Dinamarca, por ejemplo, es distinto, porque dependiendo de la política del gobierno nacional, las cooperativas han tenido que adaptarse en términos de su modelo de tenencia a gobiernos que a veces han sido más de izquierda, en el sentido de que le dan un rol más importante a la intervención del Estado en la provisión de vivienda y, en ese sentido favorecen la vivienda pública social de alquiler. En cambio, los gobiernos de derecha o neoliberales están de acuerdo con que las cooperativas existan, siempre y cuando estas adopten modelos de propiedad individual, es decir, que se mantiene la asociación cooperativa pero la propiedad de una vivienda es del individuo, y eso genera distorsiones. ¿Por qué? Porque la vivienda que era cooperativa, ha pasado a transarse en el mercado con una inflación de precios que no se conlleva con del sentido original del cooperativismo, que es mantener la vivienda asequible a sus miembros, y el libre mercado la vuelve inasequible. Lo que es interesante de ver y que lo hemos estudiado nosotros como la Red Europea de Investigación en Vivienda (ENHR), es que las cooperativas con su grado de flexibilidad también suscitan el riesgo de perder su valor original, es por eso que hay que estar siempre atentos, para poder mantener estos valores fundacionales.
4.- Desde lo que ha observado: ¿Cómo se podrían describir los procesos de transformación socio-espaciales en comunidades, a partir de experiencias cooperativas en vivienda?
Lo que se ha observado es que hay efectos positivos. En lugares como Austria o Suiza, por ejemplo, se observa que el hecho de que haya ciudadanos comprometidos con el lugar donde van a vivir, es visto favorablemente por los municipios, porque hay gente que participa activamente en todo el proceso de diseño, concepción, construcción y gestión de la vivienda. Estos son conjuntos de vivienda con bastantes hogares, son proyectos de tamaño importante que tienen un impacto positivo en el barrio, dado que se pone especial interés en la arquitectura de la cooperativa, en estándares ambientales muy altos, incluso más altos que la vivienda regulada o de propiedad individual. Porque es parte del ethos que haya cuidado del medio ambiente, cuidado de sí mismo, bienestar, etc. Esto implica que tiene un efecto positivo y de influencia en la política local, en donde el Municipio pueda estar planificando en términos de la disponibilidad de autos eléctricos, en torno al privilegio de la bicicleta por sobre el auto, etc. En efecto, hay un hay un impacto de los valores que traen los cooperativistas en el medio ambiente. Al mismo tiempo, esto se ve en proyectos emblemáticos como Kalkbreite o Mehr als Wonen (Zúrich), o en Sargfabriek (Viena), donde se ve que hay una preocupación por conectarse con el barrio y su economía social en vez de atraer a grandes cadenas comerciales. También hay experiencias en donde se desarrollan teatros comunitarios, por ejemplo, que acogen actividades con la comunidad. A veces, sin embargo, estas actividades terminan desarrollando procesos de gentrificación, sin proponérselo. Eso es una crítica que ha surgido en algunos contextos, por lo menos en Europa, donde la gente que está en condiciones de armar una cooperativa, tiene un capital cultural y social bastante elevado con cierto estilo de vida que conllevan ciertos tipos de actividades económicas que se instalan ahí, como restaurantes, boutiques, etc. Cooperativas de ese estilo pueden resultar en el desplazamiento de hogares de menores recursos por la subida de los arriendos creada por esta nueva oferta comercial. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto ocurre en ciudades con estándares de vida muy elevado, en donde es muy influyente la composición sociodemográfica del barrio y de la cooperativa.
5.- ¿Son las cooperativas de vivienda agencias exclusivas de territorios acotados o bien se pueden desarrollar de forma interconectada a nivel barrial, comunal o intercomunal?
Muchas veces las cooperativas se agregan en meta cooperativas o en asociaciones ‘paragua’ de cooperativas, que se ocupan para diseñar un nuevo proyecto, construir o gestionar vivienda. El foro de estos proyectos está compuesto por miembros de cada una de las cooperativas individuales, entonces tienes cooperativas a distintas escalas como resultado de esta asociación. En Escandinavia tú tienes conjuntos de varios edificios que forman una cooperativa, pero cada edificio tiene su propia administración. En Suiza, por ejemplo, el proyecto Mehr als Wohnen (Zúrich) es un conjunto de cooperativas que consiste en varios edificios con su administración propia, con un consejo para esto, y donde además son parte de un proyecto urbano de regeneración, que fue diseñado no solo con arquitectos, sino también con los habitantes de cada edificio y de acuerdo a la visión de lo que ellos querían en tanto “plan maestro” de su barrio. Querían una plaza al centro, con cierto tipo de servicios en la planta baja, educación, menos estacionamientos a los que la municipalidad estipula, considerando la preferencia de los habitantes por la electromovilidad o más espacio para las bicicletas. Entonces estas son decisiones sobre el ambiente y de cómo construir a una escala un poco mayor, cambia la forma en que tú ves la ciudad, y de cómo se planifica la ciudad desde sus diferentes escalas. Imagínate que tuviéramos toda una ciudad de cooperativas así, sería un mundo utópico en donde podríamos pensar de manera mucho más sostenible y eficiente la ciudad.
6.- Por último, y desde su experiencia, ¿Cómo podríamos proyectar las prácticas de cooperativismo en vivienda ante el déficit habitacional de sociedades como la chilena? ¿Cómo podríamos integrar la variable de género e intercultural en esta discusión?
En cualquier sociedad que esté enfrentando una crisis de vivienda, como puede ser el caso de Chile o de varios países europeos, una política de vivienda tiene que ser diversificada y comprensiva. Sin embargo, nunca diría que las cooperativas son la solución para la crisis de vivienda, porque más allá de las virtudes del cooperativismo, pensar en la crisis de la vivienda es pensar en una crisis estructural. Es pensar que hay decisiones que son de carácter político, en relación con el mercado. Ahora, no se trata de que el Estado construya y entregue vivienda, sino de que ofrezca un marco que permita más opciones en términos de tenencia de propiedad, y que facilite una oferta que entregue a los distintos tipos de usuarios una solución adecuada a sus necesidades. Debería haber un sistema equilibrado y suficiente de vivienda para la gente que requiere una propiedad individual. Yo no tengo nada en contra de eso, si una familia quiere vivir en su propia casa y puede comprarla a un precio al alcance de sus ingresos, debería tener la opción de hacerlo. Ahora, esto no es una solución para todos, y ese es el problema, pues hay gente que preferiría la opción de vivir en una cooperativa. Por ejemplo, los adultos mayores, gente que es viuda y que está sola, podrían ser miembros de una cooperativa, como acá en Europa, donde hay un boom con los modelos cooperativos y el ‘cohousing’ para seniors. Gente que llega a una etapa en su vida, en que dice yo no quiero vivir sola y quieren tener más más actividades sociales que por motivos de movilidad no realizan. Son cooperativas que privilegian el encuentro de proximidad y donde se propician distintas actividades en espacios comunes. Ese modelo, como te digo, está siendo muy exitoso aquí en Europa, porque es una sociedad que envejece rápidamente, y Chile va para allá también, a excepción de los inmigrantes. Y ahí entra otra variable, otro modelo de vivienda colaborativa que se está explorando aquí, que es el modelo Startblok, que propone juntar en un mismo conjunto de vivienda a gente con relativamente mayores recursos y gente con menores recursos, haciendo que compartan espacios y actividades de manera que se ayuden mutuamente. Esto se ha hecho con inmigrantes, se ha hecho con jóvenes, con gente que está experimentando problemas económicos, divorcios, problemas en su vida personal, o gente que se queda sin hogar por distintos motivos. La experiencia en modelos colaborativos como estos ha demostrado que las personas pueden sobrellevar sus problemas psicosociales conviviendo con otras personas en un contexto común de vivienda.
Entonces, yo veo los sistemas de vivienda como una configuración en donde tú tienes distintos modelos de vivienda, para distintas situaciones socioeconómicas en diferentes momentos de la vida. Al mismo tiempo tiene que haber suficiente vivienda en alquiler de buena calidad y con seguridad de tenencia, para la gente que está en transición. Esto para darles seguridad y un lugar donde puedan rearmar su vida si quieren, o mientras están buscando trabajo, en el caso de los jóvenes. La respuesta corta es que debe haber una buena política de vivienda que contenga todas estas opciones, que esté en sintonía con la demanda de la población y que evite este sesgo exclusivo en la casa propia. Porque esto es una utopía que ni siquiera es algo que todo el mundo desea ni necesita, es una ideología y ha probado no dar resultado, ya que en ningún país en que se ha insistido en esa política tenemos un mercado de vivienda equilibrado. No tenemos que perder de vista la función principal de la vivienda, la de dar un hogar a cada persona. Porque el problema comienza cuando esto desboca en una inversión que se convierte en exclusión para gente que está con necesidad de vivienda.
[1] https://enhr.net/collaborative-housing-2/
[2] https://mapping.co-lab-research.net/