Jair Marín Alaniz, Psicólogo, Estudiante del Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos UC. Investigador asociado del Instituto de Estudios Internacionales INTE – Universidad Arturo Prat
Resumen
La columna aborda a través de un enfoque etnográfico las prácticas de comerciantes bolivianos en el barrio Liniers de Buenos Aires, conocido como “la pequeña Bolivia”. A partir de los conceptos de trayectoria y habitus se concluye que a pesar de los esfuerzos normativos y policiales para desplazar el comercio ambulante, los migrantes han desplegado prácticas tendientes a la producción de un espacio transnacional, que resiste los procesos de aculturación mientras permite su inclusión social
Palabras clave: Migración – comercio ambulante – Buenos Aires
En año 2015, realicé una etnografía en barrio Liniers, que junto a los barrios de Mataderos y Parque Avellaneda conforman la Comuna 9 de la ciudad de Buenos Aires. Este barrio es conocido como “La Pequeña Bolivia”. Al respecto Parra (2021) sostiene que durante la década de 1980 Bolivia enfrentó una de sus peores crisis políticas y sociales, en contraposición a una particular estabilidad que caracterizó a la economía argentina durante el mismo periodo. Esto dinamizó el sector de la construcción demandando una gran cantidad de mano de obra. Lo anterior estimuló la llegada de numerosos trabajadores bolivianos a Buenos Aires, quienes se establecieron en las áreas del pericentro de la ciudad. Así, el barrio Liniers se transformó en el espacio urbano de referencia para la comunidad boliviana.
En un primer momento, muchas familias bolivianas se instalaron en el Mercado de Liniers, donde comenzaron a desarrollar un circuito inferior del comercio asociado a la venta de frutas y verduras. Sin embargo, en el año 1984 se decretó el cierre del Mercado, con el objetivo de construir un nuevo centro comercial orientado al ámbito del retail. Como consecuencia, algunas familias bolivianas comenzaron la venta ambulante en las veredas cercanas al Mercado. Con el paso de los años este ejercicio de apropiación del espacio le permitió a este colectivo posicionarse con diversos comercios establecidos, convirtiéndose en propietarios de números locales comerciales y consolidando de este modo un enclave urbano de relevancia material y simbólica para esta comunidad (Cárdenas, 2020).
De este modo, se constituyó “La Pequeña Bolivia” que puede entenderse como un fenómeno de entrecruzamiento entre culturas locales y redes globalmente articuladas. En este escenario, la colectividad boliviana tiende a ser excluida del circuito superior de la economía, pues no siempre cuentan con el capital, la tecnología y la organización necesaria. Sin embargo, logra insertarse en el circuito inferior, caracterizado por la informalidad a través de la participación comercial en ferias, ventas ambulantes, locales comerciales, albañilería, entre otros (Escobar y Di Nucci, 2012).
Durante mi primera visita al barrio logré conocer el proceso de articulación de este espacio de representación para los migrantes bolivianos, quienes conviven en el lugar hace más de tres décadas, logrando construir un pasar próspero y creando nuevas redes de apoyo para los migrantes recientes que enfrentan peores condiciones de vida. Sin embargo, durante mi regreso en el verano del año 2022, logré identificar que el barrio enfrentó numerosas transformaciones. El comercio ambulante que caracterizaba al barrio fue erradicado casi en su totalidad, numerosas propiedades se encuentran a la venta y los espacios de apoyo colectivo como organizaciones y radios comunitarias cerraron sus puertas. Por su parte, la pandemia por coronavirus obligó al cierre de las fronteras, por lo que la estación de buses donde solían llegar los migrantes desde Bolivia, disminuyó considerablemente su flujo de pasajeros.
En las entrevistas con los actores claves, estos me señalaron que hace algunos años comenzó a aumentar la vigilancia policial y con ello la erradicación del comercio ambulante, lo que derivó en numerosos episodios de conflicto. Por ello, algunos migrantes se trasladaron a otras áreas como Villa Celina. Sin embargo, la fuerza de la apropiación del espacio se resiste y los vecinos bolivianos han establecido diversas estrategias que derivan en disposiciones que les permiten enfrentar las nuevas condiciones impuestas desde la regulación estatal.
Todos estos cambios y desafíos que desde su llegada ha enfrentado la comunidad boliviana en Liniers, nos invitan a centrar la atención en el concepto de trayectoria. En esa dirección, Bourdieu (1998) sostiene que algunos agentes pueden mostrar un cambio entre la posición original y la actual dentro del espacio social, lo que da cuenta de un proceso de una gran variabilidad. En consecuencia, entendemos que la trayectoria corresponde a una serie de posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente o un mismo grupo, pero en un espacio social en constante movimiento y sometido a incesantes transformaciones, donde el dinamismo de las disposiciones de los agentes jugará un rol preponderante.
Siguiendo esta discusión, Friedman (2016) problematiza sobre el dinamismo que atraviesa la configuración del habitus a largo de la trayectoria, dando cuenta del impacto las huellas emocionales de la movilidad social sobre los agentes. El autor sostiene que este dinamismo puede afectar desde las relaciones sociales, familiares e íntimas, hasta la propia coherencia ontológica del ser. Por tanto, esta noción del habitus llevada al ámbito de los estudios migratorios, contribuye a comprender su carácter dinámico y atemporal, pues se logra identificar un constante arrastre emocional de fidelidad hacia la clase social, los aspectos culturales o la memoria de los lugares de origen, lo que podría mantener a los migrantes anclados a las afinidades de su pasado, manteniendo el vínculo afectivo con las disposiciones anteriormente desplegadas.
En consecuencia, la trayectoria del colectivo boliviano en Liniers da cuenta de complejas y dinámicas estrategias para apropiarse y producir el espacio urbano, pero también del modo en que las espacialidades migrantes develan diversas prácticas para resistir a las barreras impuestas desde la cultura dominante en los lugares de destino, confrontado los procesos de aculturación y trabajando para alcanzar una mayor participación e inclusión social sin renunciar a los rasgos identitarios que lo caracterizan. Así, el habitus de los migrantes impactaría directamente sobre el hábitat y el proceso de reconfiguración del espacio urbano, alcanzado un carácter transnacional. Por tanto, en un contexto de constantes cambios e incertidumbre, quizás la única pertenencia es nuestra propia trayectoria que nos acompaña y se resiste a ceder ante las nuevas demandas del campo social.
Referencias
Bourdieu, P. (1998): La distinción. Criterio y bases sociales para el gusto. Madrid: Editorial Taurus.
Cárdenas, L. (2020). Los curanderos andinos de la Pequeña Bolivia, Liniers, Buenos Aires. Anduli, 19, 153-173.
Escobar, M. y Di Nucci, J. (2012). Circuitos de la economía urbana en la ciudad de Buenos Aires: el comercio étnico de la colectividad boliviana en el barrio de Liniers. Revista de geografía, 12, 99-122.
Friedman, S. (2016). Habitus Clivé and the Emotional Imprint of Social Mobility. The Sociological Review, 64(1), 129-147.
Parra, H. (2021). La colectividad boliviana en Buenos Aires: ensamblajes populares en la globalización. Buenos Aires: Editorial Teseo.