Fragmentos Urbanos

Diciembre 2021

Ingeniería y territorio: un replanteo desde la sustentabilidad

Revista Planeo Nº 50 Fragmentos Urbanos; Diciembre 2021


[Por: Felipe Gutiérrez-Antinopai: Constructor Civil y MSc. Asentamientos Humanos y Medio Ambiente Estudiante de Doctorado en Recursos Naturales de la Universidad de Cornell.
Fabián Rodríguez Salvo: Ingeniero Ambiental y MSc. Asentamientos Humanos y Medio Ambiente, asociado a ONG Ají Verde y Co-fundador de Consultora SimCustom Ltda]

 

Resumen: El cómo se abstrae y operacionaliza el desarrollo territorial puede ser lugar donde la interdisciplina pierda valor a cambio de visiones herméticas y excluyentes como podría ser la ingeniería. La siguiente columna, por tanto, estima replantear la ingeniería considerándola como un lente primordial y complementario, pero a la vez limitado en un contexto de deterioro socio-ambiental.

Palabras claves: Ingeniería, territorio, sustentabilidad.

 

Imagen 1: Elaboración propia                 

Cortar sesgos mono-disciplinarios, es quizás, uno de los grandes desafíos que podemos encontrar en ciencias interdisciplinares y principalmente en aquellas asociadas al desarrollo territorial. Ingeniería, ciencias sociales y ciencias naturales, son algunos de los grandes campos que explican fenómenos, especializan y socializan propuestas y ejecutan actividades y sin embargo, la ingeniería toma la delantera en cuanto a la demanda (sobre todo ligadas al management, véase EMOL, 2019; Tremendas, 2021; Araya Pizarro, 2019), a sueldos proyectados (Universia, 2021) y a la diversificación en las especialidades que se ofrecen. Es posible argumentar que las ingenierías en Chile pueden abarcar cada uno de las ramas que se desprenden de las ciencias naturales e incluso sociales: Ingenierías geográficas, de economía, social, ambiental, en turismo, geomensura y cartografía, en prevención de riesgos, marina, en estadística, en comercio exterior, en marketing y en recursos humanos; son algunos de los campos que caen ante el calificativo ingenieril, llevando a cabo esa mirada operativa y resolutiva.

Su formación ligada a variables en total control, contextos post-fordistas, monetizados y potencialmente productivos, devela cierta alienación para con el medio o naturaleza. Ciñéndonos a procesos unitarios, en un marco de dinámicas y flujos dentro de un sistema cerrado rígido, matices geográficos, climáticos, de entorno, de escala son atributos que tienen baja preponderancia en la formación ingenieril. En efecto, -muchas de – las titularidades en pasillos de departamentos o facultades ingenieriles coinciden en que lo social o lo ambiental se califique como ­mera- “externalidad” y/o al profundo compromiso con lo técnico-legal. De esta forma la pertenencia desde la ingeniería pasa primeramente por prismas axiomáticos y herméticos que levemente pueden interactúan con el paisaje vocacional en el marco de desarrollo regional. Se levantarían así, expertos “aplicando conocimientos a problemas definidos para aquellos que se encuentran en el poder” (Zizek, 2013).

No obstante, las ingenierías, al surgir de esa mano llena de optimismo en la producción, direccionadas por órdenes de procesos y eficiencia de recursos limitados, no constituyen bajo ningún punto de vista un problema en sí mismo. Todos nos hemos visto beneficiados por materialización de carreteras, distribución de energía en nuevos barrios, descubrimientos en técnicas de procesos constructivos o de monitoreos ambientales; pero al momento que los ciclos productivos en expansión no se replantean desde un entorno se produce un estado de alta entropía social y ambiental. Este “replanteo”, común en las guías de escuelas de construcción e ingeniería civil, está aún lejos de concentrarse en cómo se lleva a cabo con otras disciplinas y más bien enfatiza en un “ culto a la eficacia” que bien planteó Mishan (1967): “Así como el marinero hoy en día debe estar atento al horno y no a la brisa, y conoce mejor las ondas caloríficas que las corrientes marinas, lo mismo sucede con los demás oficios”. Este imaginario se expone a miradas técnicas y meramente eficientes que favorece una derivada de ingenieralización del territorio y de las disciplinas que lo componen como asignación correcta de recursos al menor costo social posible, imposibilitando anticiparse a proyectos que ulteriormente podrían significar un deterioro mayor del territorio.

En cuanto a la formación ingenieril, son varias las generaciones que han concebido a la sustentabilidad como una reducción de asignaturas de índole legal, o conceptual, más que a una visión del territorio o del cómo el sistema territorial y de gobernabilidad se encuentra espacialmente determinado por variables que interactúan constantemente y que, muchas de ellas, no pueden ser controladas sin generar “externalidades” en el proceso, o monetizadas desde su rol biológico. Todo lo anterior lleva a una serie de preguntas desde la menor unidad concebida, la personal, a una cuestión más orgánica: ¿Cómo situarnos como sujetos, profesionales y trabajadores en general en un contexto de inversión y deterioro ambiental? ¿Cómo llevar a las escuelas profesionales hacia una comprensión del territorio más allá del cumplimiento legal? ¿Cuánto ha permeado esta lógica en el desarrollo territorial?

Sería iluso sugerir soluciones institucionales definitivas, pues ellas no pasan únicamente por una macroestructura de poder sino también por la responsabilidad que se plasma y experimenta desde los individuos, quienes (re)alimentan constantemente ciertos ciclos. Pero negar al menos propuestas de soluciones, también sería un contrasentido. Por lo mismo, creemos que el rol público de las facultades de ingeniería y contactos entre profesorado y alumnado de diferentes especialidades (no sólo entre diferentes ingenierías), podrían ayudar no sólo a advertir qué es lo público sino también quién son individuo que residen en áreas de conflicto.

En el contexto de desarrollo territorial quizás, algunos optarán por una visión de planificación arraigada en la libertad individual y naturalista como la de David Henry Thoreau, otros libertarias y de justicia consensuada como John Rawls, otros en cambios, seguirán una línea más directa de urbanistas de renombre como Jane Jacobs, Kevin Lynch (ingeniero); otros darán énfasis a lo cualitativo y otros en cambios a lo cuantitativo. Todos, sin embargo, seguiremos conviviendo en un mismo espacio y por ello mismo, a pesar de nuestras diferencias, el reconocer mínimos comunes, como que los recursos son limitados, que hay una crisis ambiental, que cualquier variable afecta a control emplazada territorialmente, deriva de un sistema abierto  (véase por ejemplo Meadows, 2008), resulta la piedra angular para nuestros roles ingenieriles.

Lo técnico-alfanumérico no está sobre el entendimiento territorial, tampoco sobre disciplinas mal llamadas “blandas”, menos sobre diagnósticos y/o soluciones de carácter cualitativo; todo ello forma una amalgama de materias complementarias y multivariables para el entendimiento de las complejidades del territorio. Si bien la ingeniería y su arraigo en ciencias matemáticas y físicas han sido refugio para la incorporación de valoraciones monetarias, desconocer su rol en el desarrollo territorial sería una apuesta de ficción. Por ello, el problema en sí mismo no es la ingeniería sino al momento que ella acapara mecanismos rígidos y aislados de contexto de deterioro ambiental, o bien, cuando la ética sólo se somete al plano legal; es allí, cuando tenemos que sin duda replantearnos que el “ingenio” forma parte de un cambio individual y también estructural.

La ingeniería es parte de un lenguaje universal que otorga también una mirada sistémica territorial donde se espera que aquellos índices e indicadores no sólo pasen por un prisma crematístico sino sustentable, sabiendo de antemano que no toda particularidad y atributo físico y, principalmente, propósitos y juicios humanos están afectos a la conmensurabilidad. Aun cuando sepamos aplicar matemáticas en diferentes grados, aun cuando se esté acostumbrado a trabajar con máquinas en sistemas cerrados, las herramientas con que contamos son limitadas en función y acción a los sistemas naturales; tal como diría K. Gödel: “o las matemáticas son demasiado grandes para la mente humana, o la mente humana es más que una máquina”.

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Referencias:

Araya Pizarro, S. (2019). Motivaciones y preferencias en la elección de la carrera predilecta de Chile. CPU-e. Revista de Investigación Educativa, 29, 154–178.

EMOL. (2019). Las carreras universitarias con más y menos matriculados en la educación superior. https://vcm.emol.com/4104/noticias/carreras-universitarias-con-mas-y-menos-matriculados/

Meadows, D. (2008). Thinking in Systems (D. Wright (ed.)).

Mishan, E. J. (1967). The costs of economic growth. Staples Press London.

Tremendas. (2021). Una educación solo para valientes: ¿Por qué las carreras mejores pagadas en Chile no son las humanistas? https://www.elmostrador.cl/braga/2021/05/18/una-educacion-solo-para-valientes-por-que-las-carreras-mejores-pagadas-en-chile-no-son-las-humanistas/

Universia. (2021). Las carreras con mejores sueldos en Chile. https://www.universia.net/cl/actualidad/orientacion-academica/las-carreras-con-mejores-sueldos-en-chile.html

Zizek, S. (2013). Nadezhda Tolokonnikova of Pussy Riot’s prison letters to Slavoj Žižek (4 Abril 2013). https://www.theguardian.com/music/2013/nov/15/pussy-riot-nadezhda-tolokonnikova-slavoj-zizek