Revista Planeo Nº 47 Transiciones Energéticas; Abril 2021
[Por: Paz Araya Jofré, Magíster en Economía Energética, Investigadora Red de Pobreza Energética, Investigadora doctoral IRI THESys, HU Berlin.
Mónica Zamora Zapata, PhD in Engineering Sciences, Prof. Asistente, DIMEC, Universidad de Chile]
Resumen
Las acciones y estrategias para la transición energética pueden llegar a contradecirse entre las que son establecidas por quienes centran su foco de la transición en las soluciones tecnológicas y quienes comprenden la transformación desde una perspectiva socio técnica. El reconocimiento de estas diferencias y el subsecuente posicionamiento del debate será clave en el desarrollo de planes, y en ese sentido, debemos entender las perspectivas desde distintas disciplinas, distintos territorios y distintas instituciones. Esto significa que es necesario un diálogo multiescalar, multi-institucional, multi-territorial y multidisciplinar. Pero, ¿cuentan hoy los distintos actores con las herramientas y competencias necesarias para llevar este diálogo? En esta columna reflexionamos sobre los desafíos en la formación de saberes y competencias para alcanzar una transición energética desde una visión integral de ella.
Palabras clave: Transiciones socio-técnicas, Capital humano, Energía
Im 1. Talleres de planificación enérgetica en 2011. Fuente: Mónica Zamora
Los acuerdos internacionales en torno al cambio climático y la descarbonización han facilitado que, en los años recientes, el debate en torno a la transición energética se haya instalado como un tema central en los espacios conformados por los llamados “expertos y expertas” en energía de nuestro país. En la medida que el concepto de transición energética se va enmarcando en los discursos de estos expertos, comienzan a establecerse diferencias sobre la comprensión del concepto, y en su concreción por medio de acciones y estrategias para su implementación en Chile. Ciertamente, cuando enfrentamos problemas complejos no es factible pretender que exista un acuerdo en torno a una conceptualización única y rígida, pero a la vez es necesario entender que es justamente en estos disensos conceptuales donde pueden surgir objetivos disímiles y hasta contradictorios entre sí. En la discusión sobre energía, las acciones y estrategias para descarbonizar la matriz productiva pueden llegar a contradecirse entre las que son establecidas por quienes centran su foco de la transición en las soluciones tecnológicas y quienes comprenden la transformación desde una perspectiva socio técnica, esta última implicando cambios sistémicos tanto en las tecnologías como en las prácticas, regulaciones, infraestructura y cultura (Geels F. W., 2002). Creemos que el reconocimiento de estas diferencias y el subsecuente posicionamiento será clave en el desarrollo de planes para la transición energética, y en ese sentido, debemos entender las perspectivas desde distintas disciplinas, distintos territorios y distintas instituciones.
El planteamiento socio técnico no es nuevo, y ha existido una trayectoria de aprendizaje desde las primeras experiencias de proyectos energéticos de pequeña escala. Inicialmente, estos proyectos estaban centrados únicamente en introducir tecnologías renovables para avanzar hacia un desarrollo sustentable, pero proyectos más recientes han involucrado cada vez más a las comunidades en su desarrollo (Hernandez & Ubilla, 2013). En la primera década del 2000, una primera ola de proyectos de electrificación con tecnologías renovables no tuvo el éxito esperado: algunos proyectos tuvieron un rendimiento deficiente o fueron abandonados por dificultades técnicas (ESMAP, 2005). Este tipo de proyectos apuntaban a aumentar los índices de electrificación rural, solucionando problemas de acceso a la energía, o la distribución y producción de alimentos, y su enfoque técnico estaba influenciado por proyectos de ayuda humanitaria realizados en décadas anteriores cuestionadas el día de hoy (Grafham & Lahn, 2018). Los fracasos ocurridos terminaron por darle importancia al involucramiento de comunidades en el desarrollo de las soluciones y la apropiación tecnológica, generando una alternativa al paradigma de los individuos y su rol como meros consumidores. Si bien este es un gran avance, queda la duda de si es suficiente hoy, puesto que nuevos desafíos van tomando fuerza: la adaptación al cambio climático y los cuestionamientos al modelo de planificación energética nacional serán también parte de las nuevas dinámicas entre las comunidades y los trabajadores de la energía para el desarrollo energético.
Pensar la transición energética en un marco socio técnico va más allá de hacer partícipes a actores sociales en los procesos de desarrollo energético; requiere de nuevos diálogos para tomar las decisiones de manera descentralizada. La mirada socio técnica sobre la transición energética desplaza el foco de análisis hacia la co-evolución de las instituciones, infraestructura, tecnologías, comportamientos, saberes y competencias (Geels, Schwanen, Sorrell, Jenkins, & Sovacool, 2018). No habrá un cambio sustancial si sólo se modifican las tecnologías de generación energética mientras se mantienen las tomas de decisiones centralizadas y la concentración de agentes de mercado. La transición energética trae consigo cambios sociales y de infraestructura que a su vez cambian las relaciones de poder (Bues & Gailing, 2016) abriendo la posibilidad de repensar la configuración de los sistemas energéticos hacia un paradigma de descentralización energética, en la que los intereses y visiones de futuro de las comunidades se alineen con la producción y el consumo de energía. Esta descentralización implica una desconcentración a nivel tecnológico, institucional y de toma de decisiones, lo que requiere, a su vez, de una articulación que dé cuenta de las prioridades y diagnósticos que emerjan desde los mismos territorios. Esto significa que es necesario un diálogo multiescalar, multiinstitucional, multiterritorial y multidisciplinar. Pero, ¿cuentan hoy los distintos actores con las herramientas y competencias para llevar este diálogo?
Hay diferentes transformaciones que serán necesarias en la formación de capital humano para una transición socio técnica. En primer lugar, podemos ampliar el fortalecimiento de saberes de las disciplinas relacionadas tanto directa como indirectamente con la producción y suministro de energía. Las disciplinas directamente relacionadas a la energía corresponden a aquellas preparadas para ofrecer servicios relativos a la infraestructura de generación y/o consumo energético y por lo tanto requieren adquirir competencias relacionadas con su funcionamiento. Por otra parte, que las disciplinas indirectas pueden incidir en la producción y/o consumo de energía aún cuando no se tengan conocimientos sobre su infraestructura. La actualización curricular enfrenta los mismos dilemas que enfrenta la comprensión de la transición energética, es decir, las instituciones educativas pueden limitarse a actualizar solo el conocimiento tecnológico, incorporando por ejemplo contenidos sobre tecnologías limpias y energías renovables, o bien pueden considerar la transición energética en su complejidad y actualizar sus programas más allá del conocimiento tecnológico para fortalecer competencias con una visión más integral. Las actualizaciones curriculares para la transición energética no pueden dejar de lado formar competencias para desarrollar aprendizajes que aborden las decisiones a ser tomadas por el capital humano en su conjunto, involucrando conocimientos, habilidades, aptitudes y actitudes, con un actuar inter y transdisciplinario. Este actuar debe, por un lado, integrar a disciplinas tecnológicas de la mano de las ciencias sociales; y por otro, integrar a técnicos, profesionales, e investigadores, así como también integrar a instituciones educativas, las que hoy llevan a cabo labores de forma fragmentada. Para fortalecer estos saberes se requerirá ampliar el foco de enseñanza hacia una comprensión del impacto que tendrán las decisiones de los futuros trabajadores en la operación de la infraestructura y las tecnologías energéticas, decisiones que tienen a su vez implicancias sobre las comunidades y los territorios. En términos concretos, una institución educativa puede limitarse a incorporar en sus programas contenidos sobre tecnologías energéticas sostenibles, o bien puede ir más allá, buscando trayectorias de aprendizajes que se hagan cargo de las relaciones de las acciones en el campo laboral, con el entorno social y natural.
Indudablemente, los esfuerzos de coordinación y diálogo entre los trabajadores, instituciones y comunidades van más allá de las instancias de formación de capital humano. La participación de las comunidades en proyectos energéticos se forjará desde la construcción de confianzas, para lo cual se requerirán nuevas herramientas e instancias de participación, incluyendo canales accesibles para una comunicación efectiva con distintas instituciones que permitan el acceso a información adecuada sobre aspectos técnicos, financieros, ambientales; y se requieren Estas necesidades generan no solo aprendizajes sino también oportunidades de innovación y desarrollo donde los gobiernos locales pueden tomar un rol protagonista al educar, acompañar y documentar estos procesos
Declarar que la mitigación del cambio climático es tarea de todos, implica proveer de competencias y herramientas para todos actores y comunidades involucradas, y la transición energética no puede quedar al margen de esta discusión. Coordinar una tarea de todos implica descentralizar y desconcentrar la toma de decisiones, integrando a las comunidades que usan la energía con un capital humano capaz de dialogar y tomar decisiones en conjunto, uniendo a diferentes disciplinas y trabajos. Esto nos permitirá avanzar en una transición de una manera más justa, sustentable y resiliente, pero queda en evidencia que para lograrlo requerimos replantearnos la manera en la que formamos el capital humano necesario. Son grandes y complejos desafíos que tomarán tiempo y esfuerzo, pero que también ofrecen oportunidades únicas para proponer nuevos modos de desarrollo de proyectos y de formación educativa.
Referencias
Bues, A., & Gailing, L. (2016). Energy Transitions and Power: Between Governmentality and Depoliticization. In L. Gailing, & T. Moss, Conceptualizing Germany’s Energy Transition: Institutions, Materiality, Power, Space (pp. 69-91). London: Palgrave Pivot.
ESMAP. (2005). Desafíos de la Electrificación Rural en Chile. ESMAP. Retrieved from https://www.esmap.org/file-download/26502/68910
Geels, F. W. (2002). Technological transitions as evolutionary reconfiguration processes: a multi-level perspective and a case-study. Research Policy, 31, 1257-1274.
Geels, F., Schwanen, T., Sorrell, S., Jenkins, K., & Sovacool, B. (2018). Reducing energy demand through low carbon innovation: A sociotechnical transitions perspective and thirteen research debates. Energy Research & Social Science, 40, 23-35. doi:https://doi.org/10.1016/j.erss.2017.11.003
Grafham, O., & Lahn, G. (2018). The costs of fueling humanitarian aid. London: Chatman House. Retrieved from https://www.chathamhouse.org/sites/default/files/publications/research/2018-12-10-Costs-Humanitarian-Aid2.pdf
Hernandez, R., & Ubilla, K. (2013). Huatacondo: una experiencia piloto de micro-red para el desarrollo local sustentable. VIII Congreso Chileno de Antropología. Arica. Retrieved from http://www.cdcs.cl/images/informaciones/41.pdf