Transiciones Energéticas

Abril 2021

Covid-19 y consumo energético doméstico: desafíos y oportunidades para la transición energética en cuatro ciudades del centro-sur de Chile

Revista Planeo Nº 47 Transiciones Energéticas; Abril 2021


[Por: Carolina Rojas Quezada, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC – CEDEUS; François Simon, CEDEUS; Caroline Stamm,  Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC – COES; Marc Quitana, Biobío Recicla, Investigador equipo Huella COVID; Felipe Irarrázaval, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC – COES; Benedita Santos, Investigadora equipo Huella COVID]


Resumen:

La columna busca aportar elementos a la pregunta ¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia en el consumo energético de los hogares y qué desafíos implica para la real transición energética chilena? A partir de datos generados el marco de un proyecto financiado por ANID sobre el COVID, se discuten de los cambios que ha implicado la pandemia en el consumo energético de los hogares, debido a la implementación de políticas de restricción de la movilidad, del desarrollo del teletrabajo y del cierre de los establecimientos educativos, entre otros, en el caso de las ciudades de Temuco, Coronel, Osorno y Valdivia. Se plantea que el contexto sanitario actual es una oportunidad para acelerar las acciones y políticas públicas para la transición energética, con un enfoque en los hogares, y a través de tres ejes: apoyar e incentivar la implementación de energías limpias, trabajar en la eficiencia energética, y actuar contra la pobreza energética.

 

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Si bien Chile ha logrado avances en cuanto a su transición energética, a través, entre otros, de la política de descarbonización y de la fuerte incorporación de energías renovables en su matriz energética, el camino por recorrer todavía es largo, más aún en el caso de las ciudades del Centro-Sur del país. Estas ciudades, por sus condiciones geográficas, climáticas, socio-económicas, y sus patrones energéticos (distribución y consumo), están dentro de las más contaminadas del continente y plantean desafíos urgentes en relación a la transición energética. Estos desafíos merecen ser analizados a la luz de la crisis sanitaria actual, la cual ha tenido consecuencias medioambientales en curso, tanto en relación con la contaminación del aire como las emisiones de gases con efecto invernadero a distintas escalas, incluido al nivel de los hogares.

 

La pregunta que planteamos en esta columna es: ¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia en el consumo energético de los hogares de cuatro ciudades del Centro-Sur de Chile y qué desafíos implica para la transición energética chilena? El COVID-19 ha implicado cambios en las emisiones de los hogares, y en particular en relación al consumo energético, debido a la implementación de políticas de restricción de la movilidad, del desarrollo del teletrabajo y del cierre de los establecimientos educativos, entre otros. Parece lógico pensar que, en cuarentena, se necesita más electricidad para conectar dispositivos electrónicos, para acceder a internet o simplemente para tener luz, que se requieren horarios extendidos de calefacción cuando los niños cursan clases a domicilio o los adultos teletrabajan, y también, que se consume más gas para cocinar dos o tres veces al día.

 

Gracias al proyecto Impactos del COVID-19 en la huella de carbono de hogares de Chile, financiado por la ANID en el marco del Concurso para la Asignación Rápida de Recursos para Proyectos de Investigación sobre el Coronavirus (Covid-19), hemos podido analizar en detalle cómo la pandemia ha modificado los consumos de los hogares antes y durante la pandemia, a partir de los datos generados por una encuesta aplicada a 1200 hogares de Temuco, Coronel, Osorno y Valdivia en agosto-septiembre 2020.

 

Los datos arrojan resultados interesantes, de los cuales comentaremos aquí tres. Primero, en cuanto al uso de energéticos para la calefacción, el diagnóstico es preocupante y unívoco: 82% de los hogares entrevistados en Osorno, 80% en Coronel, 80% en Valdivia, y 66% en Temuco usan leña para calefaccionarse. Dentro de la leña, el uso del pellet se declara en cerca del 10% de los hogares en Osorno, Temuco y Valdivia, pero sigue representando un porcentaje bajo y asociado a hogares con ingresos más altos. La parafina es el segundo energético más importante con un 11% del consumo en Temuco y un 7% de media en las cuatro ciudades de estudio. El tipo de combustible utilizado para la calefacción, que además se lleva buena parte del presupuesto familiar, es así uno de los principales desafíos para las políticas públicas a nivel de los hogares, principalmente para descontaminar estas ciudades, conociendo que la percepción de la contaminación por parte de los ciudadanos es alta. También es un desafío saltar de las energías contaminantes como la leña, el gas licuado, la parafina, el  petróleo, el carbón (hoy usado solo en Coronel) hacia las limpias como la electricidad solar. El programa Recambia tu calor, que apunta al cambio de sistemas de calefacción que usan leña y combustibles fósiles por sistemas eléctricos, implementado en 10 ciudades chilenas en 2020 (incluido Osorno y Temuco) es un paso en este sentido, 7% de los hogares lo solicitaron, pero necesita escalar y ser complementado con otros incentivos y/o subsidios para los hogares.

 

Segundo, la encuesta indica que, entre el invierno 2020 y el invierno 2019, ha aumentado la demanda por electricidad (+29% para la calefacción, +16% para otros usos domésticos, por ejemplo se ha incorporado el refrigerador con congelador para los alimentos) y por otros combustibles como la parafina (+27% para la calefacción) y el gas (+16% para otros usos domésticos). Esta variación ilustra cambios de consumos energéticos domésticos frente a las cuarentenas obligatorias. Considerando que un 59% de los hogares entrevistados ha declarado haber tenido una baja de sus ingresos desde el inicio de la pandemia, cuestiona el impacto del COVID-19 a nivel económico en los hogares. Se une a preocupaciones sobre la pobreza energética en estas ciudades del Centro-Sur del país.

 

Tercero, en cuanto a la eficiencia energética de los hogares, si bien 69% de los entrevistados declararon que su vivienda no contaba con aislamiento térmico, un número importante de los hogares ha aislado sus viviendas durante el invierno 2020: 31% en Coronel, 33% en Temuco, 28% en Valdivia y 31% en Osorno. Las familias han implementado estrategias para que sus casas sean más eficientes energéticamente en el contexto de la pandemia. Cabe destacar que este dato es aún más relevante considerando que en ciudades como Osorno o Valdivia, más del 40% de los hogares entrevistados viven en casas con estructura de madera. Estas cifras revelan la importancia de implementar acciones a nivel de los hogares para mejorar la eficiencia energética de las viviendas, a través de incentivos y de nuevas regulaciones.

 

Estos resultados comprueban que el COVID-19 ha implicado cambios en los comportamientos y las prácticas de los hogares en relación a la energía. Las familias se han enfrentado al aumento de la demanda energética de sus hogares, a pesar de la reducción de sus ingresos, asumiendo los costos asociados y desarrollando estrategias adaptativas. El contexto sanitario actual nos parece ser, en este sentido, una oportunidad para acelerar las acciones y políticas públicas para una transición energética, con un enfoque en subsidiar los hogares, por ejemplo en la implementación de aislación térmica y técnicas de renovación que permiten disminuir las pérdidas de calor y la permeabilidad al aire, en la instalación de paneles solares, en el cambio de calefactores entre otros. Hace falta recordar aquí que el uso residencial representa el 69% del consumo energético en Chile y que su uso principal es la calefacción (Ministerio de Energía, 2018). Es más que nunca necesario avanzar en el mejoramiento de la calidad constructiva de las viviendas en términos de eficiencia y rendimiento térmico, en la electrificación de los servicios energéticos domésticos, en el desarrollo de sistemas de generación de electricidad limpia para la descarbonización de la red eléctrica, y en actuar contra la pobreza energética, sobre todo en los hogares de las ciudades de estudio, los cuales tienen una demanda de calefacción durante 7 y 8 meses al año.