Ciudades ante las enfermedades

Julio 2020

Monumentos Históricos y epidemias en clave patrimonial. Reflexiones en torno a su consideración como recursos de aprendizaje.

Revista Planeo Nº 44  Ciudades ante las enfermedades, Julio 2020


[Por Pia Acevedo; Dra. © en Arquitectura y Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de Chile. Investigadora Instituto de Estudios Patrimoniales.
Trinidad Briso Pérez; Estudiante de Magíster en Salud Pública, Universidad de Chile. Fonoaudióloga, Hospital del Salvador; Servicio de Salud Metropolitano Oriente (SSMO)]

Resumen:

La presente columna intenta vincular las acciones de patrimonialización de diversos centros hospitalarios de la ciudad de Santiago de Chile, reconocidos actualmente como Monumentos Nacionales en su carácter de Históricos, y su condición como recurso educativo para la motivación de aprendizajes y cuestionamientos en torno a fenómenos sociales tan relevantes como las epidemias o enfermedades de alto impacto. Así, a través de casos concretos se reconocerán algunos emblemáticos recintos hospitalarios de la Región Metropolitana que resultaron trascendentales para el control de enfermedades como la tuberculosis y la viruela y que en la actualidad, producto del contexto de pandemia que enfrenta el país, han copado la atención de miles de chilenos debido a su rol en el control del coronavirus. Con todo, este trabajo es un ejercicio vinculante entre patrimonio, ciudad y epidemias para contribuir a la reflexión sobre estos tópicos, que poseen un importante grado de relación que merece ser relevado.

Palabras claves: Epidemias, hospitales, patrimonio.

 

La historia de la salud pública en Chile, tal como en gran parte del mundo, ha estado marcada por la necesidad de responder a crisis sanitarias de gran envergadura destacándose, para el caso chileno, terremotos y epidemias. En relación a estas últimas, las grandes ciudades del país han sido escenario de importantes focos de enfermedad que determinaron su devenir, teniendo que acogerse a importantes transformaciones urbanas para su respectivo control (Zárate, 2008). Algunas de las transformaciones que experimentaron diversas ciudades chilenas entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX se destacan acciones de higienización como la construcción de alcantarillados, la dotación de agua potable y la enseñanza sobre higiene a diversos sectores de la población, entre otros (Fernández, 2015).

A la luz de lo señalado, en la diada salubridad y ciudad aquellos espacios que resultan más significativos para los habitantes de las urbes en esta materia son los hospitales, sanatorios o centros de atención de enfermos. En estos establecimientos aquellas iniciativas destinadas al cuidado y recuperación de los pacientes poseen mayor reconocimiento cuando la población se ve expuesta a epidemias o enfermedades de alto impacto. Así, para el caso de Santiago, los hospitales de mayor complejidad y destinados a la atención de miles de pacientes tienen su origen, en su mayoría, en grandes epidemias que aquejaron a la ciudad. Haciendo una pequeña revisión histórica, ya en la época colonial se construyeron en la capital dos recintos hospitalarios: El Hospital San Juan de Dios a inicios del siglo XVII, para recibir pacientes masculinos y el Hospital San Francisco de Borja para las mujeres a fines del siglo XVIII. Desde mediados del siglo XIX, debido a la necesidad de contar con espacios para el cuidado y asilo de pacientes infectocontagiosos se construyó el Hospital San José (1841), contiguo al Cementerio General, el extinto Hospital San Vicente de Paul (1871), el Hospital del Salvador (1872) y el Hospital Barros Luco (1888) lugares que, dado los escasos avances de la Medicina, contaban con una limitada capacidad curativa, otorgando más bien condiciones que los pacientes no podían replicar en sus domicilios: una cama por persona, al menos una comida al día y ventanas por donde circulara el aire fresco (Mac-Clure, 2012). Traspasando los límites de la ciudad de Santiago y en la zona cordillerana de San José de Maipo se construyó y acondicionó desde fines del siglo XIX hasta la década de 1930 el Sanatorio Laennec destinado al tratamiento de enfermos de tuberculosis y que funcionó hasta fines de 1970. Por su parte, en la misma zona cordillerana se ubicó la Casa de Salud de Mujeres Carolina Deursther, la que también tuvo como destino el tratamiento de la tuberculosis, inaugurándose como sanatorio en 1911. Este establecimiento fue el primero dedicado exclusivamente al tratamiento de tuberculosis desde su origen y en la actualidad es parte del complejo hospitalario de San José de Maipo.

Im 1. Hospital del Salvador

Considerando la variable patrimonial, varios de los hospitales detallados anteriormente experimentaron durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI procesos de patrimonialización que les permitieron ser reconocidos como Monumentos Históricos (MH), intentando con esto relevar su aporte e importancia en la historia de la salud pública nacional. Asimismo, este acto de valoración pretendió, además, situarlos en la memoria colectiva, integrándolos al corpus patrimonial de la nación para evocar, entre otros fenómenos, los avances en medicina, la profesionalización de la salud, los hallazgos científicos, así como también el control y, a su vez, erradicación de epidemias que afectaban gravemente a la población nacional. A mayor abundamiento, el reconocimiento de centros hospitalarios como Monumentos Históricos podría ser interpretado como una intención de visibilizar aquellos espacios que, de pronto naturalizados por los habitantes de las ciudades, han resultado fundamentales para la promoción de un “estado de completo bienestar físico, mental y social; aludiendo a la misma no sólo como ausencia de enfermedad sino como calidad de vida” (OMS, 1986).

En definitiva, desde la perspectiva de esta revisión, las epidemias son experiencias que se enraízan de manera profunda en las sociedades y sus espacios urbanos, dejando importantes secuelas y transformaciones en la memoria de las mismas. Considerando lo anterior, resulta fundamental que hombres y mujeres internalicen dichas experiencias y, desde los más diversos lugares y contextos, desarrollen acciones de educación que propicien aprendizajes que permitan mitigar las consecuencias de estos grandes fenómenos infecciosos. De esta forma, una interesante oportunidad es que la presenta la educación patrimonial y la patrimonialización de algunos centros hospitalarios, toda vez que mediante estas acciones de valoración y reconocimiento se ha instalado la idea de que estos espacios son, por una parte, significativos en cuanto al objetivo de su creación –cura y control de enfermedades- y, por otra, como soportes de memoria en los cuales se alojan aquellas experiencias más bien traumáticas en el pasado, pero que, desde una lectura en clave patrimonial, se configuran como símbolos significativos de avance en materia de salubridad. Finalmente, considerando el contexto actual y la pandemia que aqueja al mundo y a Chile, el patrimonio y los estudios patrimoniales se perfilan como un significativo espacio de aprendizajes y cuestionamientos en torno a estas temáticas desde los cuáles resulta plausible elaborar estrategias, motivar reflexiones colectivas y repensar el presente y el futuro en materia de salud pública y bienestar de la población y de las generaciones venideras.

 

Referencias bibliográficas
Fernández Domingo, Enrique. (2015). Estudio sobre la Génesis y la realización de una estructura urbana: La construcción de la red de alcantarillado de Santiago de Chile (1887-1910). Historia (Santiago)48(1), 119-19
Mac Clure, Óscar (2012). En los orígenes de las políticas sociales en Chile 1850-1879. Santiago: Universidad Alberto Hurtado.
OMS (1986). Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud. Recuperado el 23 de marzo de 2020, de http://www.paho. org/Spanish/AD/SDE/HS/OttawaCharter Sp.pdf.
Zárate Campos, María Soledad (2008). Por la salud del cuerpo. Historias y políticas sanitarias en Chile. Santiago: Universidad Alberto Hurtado.