Planeo Digital

Número 42

Ciudades Rebeldes

Enero 2020

ENTREVISTA A DORIS GONZÁLEZ: «LAS COMUNIDADES Y EL CONOCIMIENTO SITUADO QUE EXISTE AL INTERIOR DE LOS BARRIOS Y LAS POBLACIONES NO ESTÁN SIENDO TOMADOS EN CUENTA Y ESO TIENE UN VALOR QUE ES TREMENDAMENTE RICO EN SABERES Y EN CAPACIDADES»

Revista Planeo Nº 42  Ciudades Rebeldes, Enero 2020


[Por Denisse Larracilla; Editora Revista Planeo, estudiante del Magíster en Desarrollo Urbano en la Pontificia Universidad Católica de Chile]

 

Doris González Lemunao es vocera nacional del Movimiento de Pobladores Ukamau. Licenciada en Trabajo Social y estudiante del Magíster en Hábitat Residencial en la Universidad de Chile.

 

Im1. Doris González / Fuente: Doris Gonzalez

1. ¿Podrías contarnos qué es el movimiento Ukamau? ¿Cómo surge esta organización?

Ukamau es una organización que tiene una larga data. Nace a partir de la resistencia de la dictadura en 1987 como un grupo de jóvenes de la época que se organizaban en diferentes espacios. Primero en la comunidad cristiana, luego se fue desalojando ese espacio y se fueron arrendando casas y lugares para poder organizar las protestas y las actividades culturales, hasta que en algún momento a través de una ONG sueca se compró una propiedad en la población Santiago de la comuna de Estación Central. Desde ahí nace Ukamau, que en un principio se llamaba Ukamau ATC -Asociación de Talleres Culturales- y desde entonces se ha mantenido como la Casa Ukamau, que es el espacio donde se aglutinan y desarrollan actividades muy diversas, como talleres culturales, de mujeres, infantiles, malabarismo, zancos e incluso hasta una fábrica de zapatos tuvimos en algún momento, zapatos libres de explotación. También hubo un proceso de terminación de estudios, exámenes libres, preuniversitarios populares con el que nació una camada de profesionales, pues algunos de nosotros crecimos al alero de la organización.

En el año 2011, después de todo este recorrido y ciclo histórico que nos tocó vivir, es que nace el Movimiento de Pobladores Ukamau, que le da vida y encarna la lucha por el derecho a la vivienda y la ciudad. Esto se transforma en un ícono de este tiempo y, además, visibiliza y mediatiza una lucha que se venía dando de manera bastante silenciosa, pero que cobra absoluta relevancia en este Chile tan neoliberal, tan excluido para nosotros los pobladores y sobre todo a las mujeres de las poblaciones y los barrios que son aún más invisibilizadas como mujeres, pobres y habitantes de lugares muy precarios donde la ciudad es negada. Esa es la historia de Ukamau contada de manera muy resumida.

Hoy día, Ukamau se transforma en una organización que si bien tiene su lucha y su reivindicación más mediática está en el tema de la vivienda, también habla de la democratización de la ciudad. La ciudad como el espacio de encuentro, de movilidad, donde trabajamos, nos educamos, convivimos. La ciudad que es un espacio que se encuentra absolutamente dividido y fragmentado. Por eso no solo luchamos por la vivienda, sino por un espacio mucho más democrático. En eso está la lucha de los jóvenes -que es el espacio de la juventud popular- el espacio de mujeres Ukamau, el espacio de niñez. Así vamos articulando las diferentes luchas que tienen que ver con la democratización de la ciudad o las luchas medioambientales en las que también hemos estado presentes y en las que nos estamos articulando como organización, no solo acá en Santiago sino también en regiones, algo que nos parece muy interesante y que también nos plantea muchos desafíos y mucho trabajo por realizar.

2. ¿En cuántas regiones tiene presencia el movimiento?

En este momento en tres regiones y estamos creciendo hacia el norte -Coquimbo, La Serena- en donde nos encontramos reforzando algunos lazos que se habían perdido hace algún tiempo y que nos va a permitir ir avanzando poquito a poco en esta larga y angosta faja de tierra que se llama Chile.

3. ¿De manera particular cómo está participando Ukamau del movimiento social actual?

Estamos participando en diferentes esferas del movimiento social. Hemos estado estos más de dos meses movilizados en la calle en las diferentes convocatorias que se hacen, no solo en la Plaza de la Dignidad, sino también en los espacios más territoriales y comunales. De manera más nacional, estamos trabajando en la Mesa de Unidad Social, que es el espacio de articulación de más de 200 movimientos y organizaciones sociales. Ahí estamos tratando no de conducir, sino de encauzar lo que esta movilización y estallido provocó, que sin duda tiene mucho sentido con la exclusión que se venía viviendo desde las mismas organizaciones en la falta de derechos y de garantías que no brindaba el Estado de Chile; ese es el espacio de articulación más grande que tenemos hoy día. Además de eso, en los diferentes espacios -tanto el espacio juvenil y el de pobladores- estamos vinculándonos también con actores en torno a la lucha particular del medioambiente. En los territorios donde nos encontramos en las comunas también nos articulamos con los diferentes movimientos y no nos negamos a participar con nadie, sino que en este momento creemos que la lucha que se está dando tiene que ser el reflejo de lo que estamos intentando levantar desde los movimientos. En ese sentido, el trabajo que podamos realizar con las diferentes organizaciones y colectivos es totalmente relevante para que en Chile podamos proponer una alternativa al modelo de cual somos tan críticos, un modelo neoliberal que ha producido tanta pobreza y segregación -sobre todo en el tema urbano- y que a nosotros nos toca tanto, pues se nos han negado derechos de manera histórica en este país. Como dice por ahí la consigna: “no son 30 pesos, son 30 años”, e incluso yo diría que son más de 30 años. La vuelta a la democracia donde se suponía que nos garantizarían derechos, donde la democracia volvería a ser el Estado en el que íbamos a construir una sociedad distinta nunca pasó. Se siguió segregando, dividiendo lo social de lo político, y siempre eran los técnicos los que terminaban tomando las decisiones en los espacios políticos cuando el resto de la sociedad nos quedábamos al margen de esas decisiones. Fuimos fomentando, lamentablemente, la desafección de la política y la desconfianza, que es el reflejo de la actual movilización sin ninguna duda. Hoy día la gente no confía en las instituciones -con justa razón- y en muchos de los casos no creen que haya una alternativa distinta, pero nosotros creemos que sí y tenemos posibilidad de hacerlo, tenemos una propuesta que tiene que ver particularmente con modificar la forma de hacer la política y cambiar el paradigma que se ha instalado sobre esta división. Acá, las comunidades y el conocimiento situado que existe al interior de los barrios y las poblaciones no están siendo tomados en cuenta y eso tiene un valor que es tremendamente rico en saberes y en capacidades. Si esto lo conjugamos con las políticas públicas que hay que flexibilizar y si quienes están en los espacios de decisión se ponen también al servicio y a escuchar esas voces, sin duda que muchas cosas cambiarían. Podríamos hablar de que hay una sociedad que por lo menos dialoga y que es algo que hoy día no existe: no hay un diálogo entre la ciudadanía, la gente o la calle -como se dice- y quienes están tomando las decisiones en los espacios más políticos. Eso es una necesidad, y para nosotros es vital el encontrarnos con otras y otros en espacios de articulación en diferentes esferas, también con diversas instituciones y movimientos, porque de esa manera enriquecemos también nuestra mirada.

4. El año pasado publicaron el Manifiesto por el derecho a la vivienda y la ciudad ¿podrías contarnos cuáles son los principales planteamientos de este documento y por qué el movimiento considera importante integrar estos dos conceptos?

Lo primero es que debe existir una política que de cuenta de la realidad y del Chile actual. Lamentablemente las instituciones que elaboran las políticas de vivienda y planificación de la ciudad -que lamentablemente no existe- no están mirando de manera holística el problema. Se sigue construyendo de la misma forma en la que se hizo recién de vuelta a la democracia, cuando había un déficit habitacional gigantesco. Se priorizó construir unidades habitacionales, más que barrio y más que ciudad, y se envió a vivir a los pobres a la periferia a través de los subsidios, en este rol subsidiario que solo busca aportar a las familias más vulnerables. En ese sentido, nosotros creemos que es un error pensar que en el Chile actual la única solución para las familias más vulnerables es entregar patrimonio. La misma movilidad nos lleva a pensar, por un lado, que las familias no tienen la misma constitución que hace 10 o 15 años, que son absolutamente distintas en nuestra sociedad actual. Por otro, que la gente ya no se queda viviendo en el mismo lugar durante 30, 40 o hasta 50 años, sino que el mismo ejercicio del trabajo nos plantea la posibilidad de tener que cambiarnos de ciudad o comuna; la movilidad es una realidad. Entonces, por ejemplo, que el estado cuente con vivienda para arrendar y que el arriendo tenga un precio proporcional al salario, es una necesidad. Y eso no se está mirando como debiera hacerse desde la institucionalidad, como son el MINVU (Ministerio de Vivienda) y el SERVIU (Servicio de Vivienda y Urbanización). Esa es una de las posibilidades, porque hoy día la gente siente que el arriendo es una pérdida de plata, dice: “estoy botando mi plata si estoy pagando un arriendo, en cambio podría tener una casa, que sería mía, sería propietaria”. Porque la dictadura nos instaló la idea de la propiedad privada, la casa propia y que no importan las condiciones en las que vivas si tienes tu casa; sin embargo, importan mucho las condiciones en las que vivas.

Lo otro, tiene que ver con una política de suelos: que el Estado pueda comprar suelos sin tener que buscar una figura anexa o que sean siempre los privados los que puedan adquirir el suelo bien ubicado en los centros urbanos y que eso niegue la posibilidad de construir vivienda social al interior de la ciudad. Que la lógica no sea seguir mandando a los pobres a vivir a la periferia, lo que es un error tremendo. Hay gente que vive en la Región Metropolitana, en Puente Alto -Bajos de Mena, particularmente- que se demora mucho más en llegar a Santiago que gente que vive en Rancagua, e incluso en Valparaíso, viviendo supuestamente “en la misma ciudad”. Esa falta de visión respecto del desarrollo de la ciudad ha sido nefasta y ha creado bolsones de pobreza, verdaderos ghettos donde la violencia, el narcotráfico y un montón de cuestiones que no queremos que existan en los barrios, son una realidad. Si hubiera habido una política de vivienda adecuada, un espacio de desarrollo de ciudad, sería absolutamente distinto. Ahí es donde nosotros decimos que no solo basta con tener una casa, por eso nuestra lucha no es solo por la vivienda, sino también por la ciudad. Porque sin duda las condiciones en las que vivas en una casa y bajo las cuales sea construida afectan tu desarrollo humano, pero también influye en dónde se encuentre y las condiciones de infraestructura y servicios con los que cuente. No es lo mismo tener una casa a dos o tres horas del centro de Santiago, sin parques, plazas, hospitales y colegios, que vivir en el mismo lugar, pero tener fuentes laborales cercanas y espacios públicos. Por eso decimos que la tarea es democratizar la ciudad, porque no es solo reparar el daño y comenzar a construir y planificar de mejor manera. Eso hay que hacerlo, pero también reparar el daño de aquellos que les tocó vivir una política de vivienda que fue nefasta, que construyó vivienda precaria en la que no solo se llovía por el techo sino también por los muros, viviendas que quedaron al borde, al margen de todo desarrollo. Hoy día la ciudad tiene que llegar a esos lugares, tenemos que dotarla de infraestructura y servicios, porque no solo sirve demoler viviendas -con esta idea de la “Segunda Oportunidad” que plantean desde la política de vivienda- y quizás construir un par de metros cuadrados más, si las condiciones de vida van a seguir siendo las mismas.

Por eso, nosotros hablamos de democratizar, y para ello las comunidades que habitan los lugares tienen que participar en el desarrollo y diseño de manera activa, no solo bajo esta idea de que la participación ciudadana es un “listado de asistencia” de que fuiste a una reunión y te informaron lo que la autoridad iba a hacer, sino que efectivamente se recojan las inquietudes, los aportes que tiene esa comunidad. Porque ellos saben dónde se mueve esa comunidad, cuáles son las condiciones en las que viven, las virtudes con las que cuenta un barrio y también sus adversidades. De esa manera se pueden construir mejores políticas públicas, nosotros creemos firmemente en eso. En ese sentido, consideramos que el proyecto Maestranza San Eugenio -proyecto autogestionado que es la obra póstuma de Don Fernando Castillo Velasco- aporta a ese desarrollo de la ciudad, con la participación activa de sus habitantes. Con la aportación de aquellas y aquellos que van a vivir en ese territorio y que diseñaron su proyecto, que decidieron dónde querían vivir y que no fueron expulsados a la periferia, sino que se aprovecharon los servicios, recursos e incluso las redes con las que esas familias ya contaban.

5. ¿Podrías contarnos a qué desafíos se ha enfrentado el desarrollo del proyecto Maestranza? ¿Qué lecciones han podido identificar en este ejercicio colaborativo de producción del hábitat?

Primero, la dificultad es que la política en general -pero sobre la toda la política de vivienda- es demasiado rígida en nuestro país. Las instituciones son impermeables, por mucho de que hablen de la ciudadanía y la participación ciudadana. Cuando nosotros llegamos a presentar este proyecto como una iniciativa de autogestión en la cual la comunidad quería y necesitaba participar, hubo un “no” rotundo de parte de todas las instituciones, desde SERVIU, el MINVU y la comuna donde esta iniciativa se construye. No estaban preparados para eso y tampoco había la voluntad política para que el proyecto se pudiera desarrollar con la participación activa de su comunidad. Y lamentablemente la única forma que nosotros tuvimos de hacernos escuchar y visibilizar esta situación fue salir a la calle, manifestarnos de manera muy radical, teniendo que cortar la Alameda a las siete de la mañana y poniendo nuestros cuerpos como la única arma de defensa ante la represión, que era un poco menos intensa que estos últimos dos meses. Tuvimos cientos de detenidos durante estos años, golpes, represión brutal y persecución. Entonces cuando se busca innovar en política se tienen costos altos, pero también beneficios tremendos cuando uno logra mostrar que sí es posible y lo hace de manera responsable, consciente y coherente.

Nosotros hemos logrado, incluso, que los funcionarios de una institución que era muy rígida hoy día comiencen a flexibilizarse, que se respeten a las organizaciones, al movimiento de pobladores. Hemos logrado que la gente modifique esa visión de que “los que necesitan vivienda social son los más pobres de los pobres y tienen que conformarse con lo que el Estado les regala”, porque el subsidio no es un regalo, es una devolución de nuestros propios impuestos. Por lo que comenzar a cambiar eso ha tenido beneficios no solo para los que van a habitar este barrio, quienes además son familias que participaron en el diseño, que se apropian de su lugar, lo defienden y sienten que son sujetos y sujetas de derechos. Son personas que dicen “yo sí valgo, mi opinión es tomada en cuenta” y quieren participar y aprender más, politizándose en ese camino. Y la politización -hay que explicarlo en el contexto en el que estamos viviendo- no es lo mismo que “partidizarse”. La politización es tremendamente relevante, para que las personas comiencen a comprender cómo funcionan los procesos que se viven en las instituciones, cómo funciona la política de vivienda, la historia del movimiento de pobladores y que no somos solo nosotros los que hemos luchado por el derecho de la vivienda y la ciudad, sino que hace siglos que comenzó esa lucha, como la Ley de Habitaciones Obreras que fue impulsada por el movimiento sindical. Ese tipo de aprendizajes no se pueden cuantificar, pero de manera cualitativa nos sirven para crecer, hacer una sociedad mucho más informada, que tiene mayor conocimiento, capacidad de dialogar -y no de confrontarse solamente-, de debatir y de ser tolerante a la frustración, que no se rinde fácilmente. Una sociedad que además ha ido creando una red importantísima de trabajo conjunto, una forma de mirarse de manera colectiva y decir “no solo estoy luchando por mi casa y mis metros cuadrados” sino que hay una construcción mucho más amplia que tiene que ver con la recuperación del barrio. Esto es importante dentro del contexto chileno en donde esta vorágine del neoliberalismo nos impone miedo y nos dice constantemente que tenemos que desconfiar del otro, que debemos encerrarnos en nuestras casas porque nos pueden asaltar, que podemos perder la pega, que nos podemos enfermar. De todas esas cosas nos vamos dando cuenta porque estamos mirando a la persona de al lado que está luchando conmigo, que también está aportando y que quizás tiene los mismos problemas que yo. Eso fortalece colectivamente y hace que el grupo sea mucho más cohesionado, que sea capaz de levantar un proyecto de vivienda autogestionado, pelee por él, lo defienda y siga aportando en este proceso. Esto permite que no sean solo los profesionales quienes tengan a cargo este proyecto, sino también sean las más de 1.300 personas que van a vivir en ese barrio, que es para 424 familias. Además, esto que se vive de manera interna sirve para que otras personas en otros lugares digan “sí es posible”, “podemos replicarlo” y esta experiencia se ponga a disposición de aquellas y aquellos que quieren construir ciudad y que quieren aportar al desarrollo.

6. ¿Piensan documentar todo este proceso de alguna manera para poder replicarlo en otros contextos?

Sí, de hecho, a través de la Fundación Feman y uno de los compañeros que se encuentra ahí, se está elaborando un libro que cuenta la historia de lo que es el Proyecto Maestranza. También hay varias tesis que hablan del proyecto y de la lucha que hemos dado a lo largo del tiempo, que no ha sido fácil para nada. Hay algo que hemos dicho varias veces y no solo yo, sino muchas compañeras, porque más del 90% somos mujeres: aunque no tuviéramos la casa, aunque no lo hubiéramos logrado -cosa que sí hicimos- todo lo que hemos aprendido a lo largo del tiempo, todo ese conocimiento es algo que nadie nunca en la vida nos va a quitar.

7. Claro, y seguro este aprendizaje pasará de generación en generación…

Por supuesto, las niñas y los niños Ukamau son increíbles. La mayoría de ellas y ellos son lideresas y líderes en sus cursos, en sus colegios. Son niños que asumen capacidades que quizás nosotros mismos ayudamos a potenciar. El tomarlos en cuenta, el hecho de que sí puedan opinar, de que se sientan parte de todo esto los hace mirar también la vida de manera distinta y atreverse a hablar, a dialogar.

8. Por último y abordando un poco el tema de los profesionales que mencionabas anteriormente, ¿qué función consideras que debe desempeñar la academia en los procesos de conformación de ciudad, barrio y vivienda?

Yo creo que la academia todavía tiene una deuda, porque no basta solo con sistematizar, con contarlo y luego escribir un texto sobre los sucesos, sino que también tiene que haber profesionales que se pongan a disposición de las comunidades y del trabajo que se está desarrollando ahí. Como el caso de nuestro proyecto, en el cual los arquitectos Don Fernando Castillo Velasco, Cristian Castillo, Emilio Becerra y Pamela González dijeron “sí nos ponemos a disposición y trabajamos” y ahora ellos son parte de la organización, no son un ente externo que solo nos viene a asesorar. En mi caso particular, soy trabajadora social de profesión, pero yo soy una proletaria ilustrada. Creo que lo que debiéramos intentar es que los profesionales tengan que trabajar con las organizaciones y los movimientos, no con esta visión vertical que se tiene del “voy a ayudar a esta gente”, sino de cómo el conocimiento que se tiene en las organizaciones se puede conjugar con el que se adquiere en la academia. Esto es algo muy interesante, algo que en Ukamau hemos logrado muy bien. Esas ideas, esos conceptos que llevamos a la cotidianidad y a la realidad nos ayudan incluso en temas formativos: en que las vecinas y vecinos, compañeras y compañeros aprendan mucho más. Por otro lado, también hemos intentado abrir la academia: hacer foros, talleres, incluso algunos congresos de pobladores con universidades porque para muchas de nuestras compañeras -que en su mayoría son dueñas de casa o no asistieron a la academia- la universidad es un espacio privado y lejano para ellas. Entonces ese tipo de intercambios sirven para ir acercándonos y ver que no somos tan distintos, que tenemos conocimientos diversos y que la academia nos sirve también para el desarrollo de nuestros proyectos, de nuestra ciudad, a pensar la ciudad de manera distinta.

9. ¿Existe en puerta algún encuentro o congreso en este sentido?

Este 2020 lo estamos reorganizando, porque con toda la convulsión que nos ha tocado vivir en los últimos meses tuvimos que dejar encuentros, talleres y otras cosas en stand by, pues no podemos quedarnos ajenos a lo que está pasando. Con un proceso constituyente aportas algo que es muy importante y sin duda vamos a participar de él. No nos vamos a negar porque creemos también que ese es un espacio de disputa que tenemos que ir a dar. No podemos dejar que el plebiscito se gane por poco, tiene que haber una manifestación contundente respecto de lo que queremos, como el cambio constitucional. Estamos pensando en algunos cabildos y encuentros, aunque no sabemos si este año vamos a poder realizar el Congreso de Pobladores en el primer semestre por lo mismo, pues además es un año de elección municipal que tensiona la organización sí o sí. Nosotros también participamos de los procesos electorales porque creemos que ahí también debemos existir, tenemos que estar y manifestar nuestra opinión. En ese sentido, aún no tenemos todas las fechas, pero estamos tratando de calendarizar por lo menos todo el primer semestre, en el que tendremos encuentros, talleres de formación, algunas actividades enfocadas en la niñez -aprovechando las vacaciones de enero y febrero- y en un par de meses más esperamos poder inaugurar el barrio ícono de la Maestranza.