Planeo Digital

Número 40

Ciudad Informal

Junio 2019

Entrevista a Mariano Puga: «Para mi el determinante de la pobreza era el espacio»

[Por Paulo Álvarez. Docente UMCE. Integrante del Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de La Legua. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos.
Claudio Alvarado Lincopi. Comunidad Historia Mapuche. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos.
Tai Lin Muñoz. Profesor asistente Escuela de Arquitectura PUC. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos]

Foto Portada. “La Bolsa de trabajo de Villa Francia” en faena, pintando la torre reloj de la Iglesia de San Francisco, en la Alameda. Década del 90. Fuente: Archivo Mariano Puga.

Está entrevista está hecha a modo Mariano; sin protocolo ni formalidades, sin ocuparse del tiempo ni de lo correcto, sin controles ni modos de uso. Fue hecha en dos días y en dos espacios distintos; El campus Lo Contador de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) y su casa en Villa Francia, mesa compartida de liturgia entre medio. La conversación fue propuesta como un modo de conocer el encuentro con la ciudad informal del protagonista, pero nos insiste en hablar también de la formal. En rigor está llena de giros reflexivos e imágenes en torno a la ciudad, a las personas y comunidades concretas que van desde la alta burguesía de origen hasta la gente común y corriente, los históricamente despojados o tratados como irrelevantes, con quienes decidió hace mucho compartir su vida y sus causas, tal como Jesús de Nazaret lo hiciera. El formato que seguimos es fiel a lo que se fue sucediendo. Lo presentamos en dos partes (I y II) sin esconder las fisuras coloquiales y silencios emocionados, el asombro interpelado, el humor de alma y el amor enamorado del cura obrero, alguna vez estudiante de arquitectura.

I

Campus Lo Contador, PUC

(…)

Planeo: Mariano, hablemos de la ciudad informal.

M: En este campus, hablemos de lo formal y lo informal. Tu me preguntas por la ciudad informal, pero necesitamos también hablar sobre la formal. Yo creo que, en esta ciudad formal, nosotros no necesitábamos salir para ningún lado. El tamaño del jardín. Las invitaciones que hacíamos a nuestros primos, que venían a la casa o la casa a las que yo iba. Nosotros nos íbamos a pasear, por ejemplo, a la casa de mi tía Pilola[1] que era casada con Gustavo Ross[2]. En la Alameda, lo que es hoy el palacio Ariztía. Ahí jugábamos con el tren eléctrico. En el tercer piso había una mansarda. Si nos aburríamos ahí, nos íbamos a la casa de Agustín Edwards que hoy es la embajada de Brasil.

Yo entré al colegio a los 9 años. Pero una vez al mes teníamos con mis hermanos clase de piano, una vez al mes clase de francés, una vez al mes clase de inglés, una vez al mes clase de religión, una vez al mes charlistas que nos venían a dar charlas ¡a niños! Y nueve empleados en la casa, desde el caballerizo, el chofer, el mozo, el segundo mozo y las mamas.

P: Entonces donde y cuando te encuentras con la ciudad informal

M: Yo lo veía con los inquilinos en el campo de mi papá. En el sur, en Los Ángeles para las montañas. O en el tren, cuando salíamos del tren nocturno y veías las barriadas de Santiago cuando el tren ya iba agarrando ritmo. Y cuando éramos chicos, mi papá en la noche de navidad nos llevaba a un conventillo que se llamaba Matte Urrejola, donde está el canal 13 ahora, era la miseria. Entonces en la noche de navidad, mi papá nos agarraba y nos decía ya chiquillos “escojan el mejor regalito que ustedes tengan, que les trajo el niño Jesús y se lo va a llevar a esos niños que no tienen regalitos”. Te estoy hablando de 7 u 8 años.

P: Y eso me imagino que después se hace más intenso.

(…)

Después, con un grupo en el que estaba Alfonso Baeza[3], Jorge Eguiguren un amigo mío y Hugo Rech, que era compañero mío de arquitectura, dijimos, este tema no es habitacional, no es para ir a ver una casita. Juntémonos y salgamos a buscar un espacio donde podamos hacer algo más significativo y podamos hacer un trabajo más multidisciplinario. Dimos con el basural más grandote de Santiago. El de San Manuel, que estaba ahí entre Carlos Valdovinos y el Zanjón de la Aguada. Ahí eran 600 personas que vivían del basural. Y las casas de ellos era con el material que sacaban del basural, y sobre el basural. Ahí ya fue otra cosa. Ahí no íbamos a ayudar en una lógica asistencial a la gente. Íbamos unas 300 personas en torno al año 51. Empezamos a distribuir salud: enfermería y medicina; construcción: construcción y arquitectura; pedagógico: clases. Empezamos cada uno en forma primitiva, pero con una generosidad abundante. Y contábamos para eso con el apoyo del rector de la Católica.

(…)

El grupo de arquitectura, que éramos unos treinta, pensábamos que el gobierno no iba a sacar nunca a esa gente del basural. Así que mira la locura. Fuimos a hablar con el alcalde de Santiago. El alcalde de Santiago nos mandó a hablar con la Caja de Habitación. ¡Ninguna posibilidad! ¡Nada! Estaban recién empezando las poblaciones. Como el grupo coordinador veníamos de los ultraconservadores, entonces fuimos donde los dueños de fundo de Santiago para que nos dieran terreno para erradicar a esta gente. ¡Mira! Y partimos donde los Aldunate, los Ochagavía, los Errazuriz y con los Gandarillas. Cuatro fundos inmensos que eran los que rodeaban Santiago. Para el norte no fuimos donde los Riesco, no sé por qué. Íbamos y los interpelábamos. Le decíamos “¿Usted es católico? ¿Usted sabe en las condiciones que viven sus inquilinos?” Eran tiempos del padre Hurtado, que venía dándole fuerte a los patrones con respecto de sus inquilinos. Nosotros no venimos a hablar de los inquilinos suyos, sino que de la barriada y los que viven en la miseria más escandalosa de Santiago. “Nosotros venimos a hacerle un pedido. ¿Por qué no nos dan un terreno en su campo? Nosotros tenemos ya como financiar un proyecto de población”. “Ya…vamos a ver”, nos respondían.

Por mientras conocimos a Silvestre Ochagavía, a misia Elena Sánchez de Errazuriz, al papá del Pepe[4], don Carlos Aldunate Errazuriz. Y, por otro lado, el lado de mi papá le digo “Por qué no junta usted gente que nos de capital para hacer poblaciones en esos fundos”. Íbamos cinco, a propósito, éramos todos pariente de estos viejos. Después que nadie nos dio nada, nos dimos cuenta lo que era meter a los que vivían de la basura en estos fundos, cuando recién se iniciaban las inmobiliarias. ¡Cuándo! Se le iba a pique el negocio.


Im. 2. Mariano estudiando Arquitectura, es uno de los retazos que componen una gran arpillera regalada por los familiares de detenidos desaparecidos que cuelga en su casa de Villa Francia. Fotografía: Tai Lin M.

(…)

P: En el medio de la conversación, Mariano coincide con la hija de una amiga que se encuentra enferma, decide cortar el relato e irse con ella para verla. Nos despedimos, acordando seguir prontamente, de acuerdo con sus compromisos y su salud. Así sucedió, el domingo siguiente. Nos encontramos en su hogar compartido de Villa Francia, La Minga, por la mañana desayunamos y luego de acompañarlo a la misa, en la capilla Cristo Liberador, seguimos conversando.

 

II

Villa Francia

Nos juntamos un domingo a las 9:00, desayunamos en La Minga, su casa, no tenemos mucho tiempo, la misa comienza a las 10:30. Su hogar, que comparte con hermanos de vida, se encuentra rebosante de memoria, cada cuadro, cada fotografía, cada objeto guarda un sentido profundo, y no solo para la vida de Mariano. Las luchas del pueblo de Chile reverberan, los familiares de los detenidos desaparecidos, las luchas contra la dictadura, la Iglesia de los Pobres, las batallas por la buena vida. Una especie de Museo vivo de la dignidad de los pueblos. En aquel escenario continuamos la conversación.  


Im. 3. Mariano en el comedor de La Minga, el hogar compartido en Villa Francia. Fotografía: Lorena Núñez.

P: Habíamos quedado en la ciudad informal, en tus primeros pasos y cómo la conociste, de San Manuel y de otras cosas. Habíamos quedado contigo cuando empezaste a ser cura…

M: Para mí el choque fue cultural, ¿cómo se puede vivir en una casa de 700 mt2 mientras otros viven de la basura y hacen sus casas de lo que encuentran?, yo creo que eso fue como una marca en el sentido de que mientras yo no viva algo así, yo no voy a saber quiénes son ellos. Para mí el determinante de la pobreza era el espacio. Ahí, les conté, lo de la mujer y el vómito, para mí es una marca para dentro, entonces mis primeros tiempos fue un soportar el espacio habitacional en que viví y lo soporté durante quince años.

(…)

Cuando llegué aquí (Villa Francia) estaba tomando desayuno igual que ahora y veía cómo pasaba la gente, hombre, hombre, hombre, señora con guagua, hombre, hombre, hombre, y me dije “¿Oye hueón que estay haciendo aquí, cuando toda la gente va al trabajo y tú te quedai en la casa?” Bueno entonces un buen día, me fui a emplear a la empresa que estaba construyendo aquí las casas definitivas. Cuando estaba en eso sucedió lo de mi partida a Chuqui junto a otros siete sacerdotes.

(…)

Chuqui era la gran empresa norteamericana, recién socializada por Allende, con casas magnificas para los obreros. Pero los que éramos de los subcontratistas, arrendábamos en casas donde vivían aymaras y quechuas que venían de Bolivia, obreros pobres que venían a ver con qué vivir. El que conducía el grupo, Caminada, vivía en Chiu-Chiu en casa de adobe, en piso de tierra, techo con planchas de zinc, con piedras arriba para que no se las llevara el viento, no había nada, ni luz, ni agua. Afuera había un tambor, en las mañanas para podernos lavar, había que pegarle con un palo porque la escarcha de hielo era grande. Después llegábamos a Chuqui y nos metíamos a las duchas calientes que tenían. Era condición de nuestros siete compañeros curas, vivir como vivía la gente de las callampas que había, como las de La Chimba actual en Antofagasta o de Alto Hospicio en Iquique.

Eso fue hasta el golpe, Ahí a mis compañeros, la mayoría extranjeros, los pusieron en un barco y los expulsaron. Yo, por ser chileno, me vine de vuelta a Estación Central. En ese momento, el Cardenal cambió el Seminario y los seminaristas que había aquí volvieron a la institucionalidad, y al gran Seminario lo reconstruyeron ahora en Walker Martínez. Y esta fue mi casa hasta el año 80, cuando volví ya habían puesto baño aquí, el Seminario puso baño mientras yo veía que la gente no tenía baño.

Me fui de aquí con uno de los cabros pobladores de Villa Francia a una formación que le llamábamos Seminario Obrero Popular, o sea a formar curas, pero en medio del pueblo. Para eso debíamos estar trabajando como obreros, vivir como obrero, tener condiciones de casa como obrero, por ahí pasaron como diez curas, de los cuales tres nunca pasaron por la institución del Seminario. De ahí ya empezó la locura, le compramos a un viejo que compraba en demoliciones, -les estoy hablando de Pudahuel a la orilla del Mapocho- una puerta, de las típicas casas del centro, de pino Oregón o de alerce, y ventanas con postigos y vidrios. Entonces nosotros compramos una casa que nos costó 14 mil pesos, te estoy hablando de una casa de mediagua que en el Hogar de Cristo valía 130 mil pesos. Nosotros juntando todo lo que ahorrábamos, juntamos 10 lucas. Fui al economato del Arzobispado y le dije “sabe nos vamos a construir una casa parroquial, no tenemos plata, así que queremos pedir un pie”. Me contestan que, para una casa, los padres deberíamos hacer una petición por escrito porque para un millón para arriba se necesita la intervención del equipo. “No, no, no, sí es mucho menos”, “¿y cuánto es?”, me pregunta. “Cinco lucas” (ríe). “Ahí las tiene po’ padre, no haga cola”. Bueno, es un chiste, pero era lo que queríamos.

Esa era La Penélope, uno de los cabros puso en el portón “Seminario La Divina Penélope. No se admiten mujeres, hay vacantes”. La Penélope tenía 3 x 8: 24 mt2. Le pusimos una división, había dos dormitorios, de 1.50 por 4, unas cortinas y una litera en cada pieza, las sillas y cortina que están aquí. En “La divina Penélope” viví junto a muchos otros 22 años porque después la llevamos a La Legua.


Im. 4. La casa de Mariano en Cerro Navia. Fuente: Archivo Mariano Puga.

Yo creo que en la Penélope se quebró todo mi esquema espacial, arquitectónico, todo. A mí me emociona esa parte de la vida, porque era compartir, compartir el vivir de la gente. Entonces yo volvía de la casa de mis padres en Santa María y bueno yo creo que el arquitecto que hay en mí, el espacio, me quebró eso, lo que es vivir en una ratonera donde nadie tenía intimidad para nada. Si alguien quería estar a solas no podía, porque de repente llegaban a golpear la puerta, “me están persiguiendo los pacos” lo teníamos que recibir, alojar y disfrazar. Otros venían a ver cómo vivíamos. Un día que no teníamos nada. La Penélope deslindaba con un vecino que era testigo de Jehová, y un día que no teníamos para comer, yo dije, hagamos papas cocidas, tal como mis compañeros de pega que trabajaban en la construcción hacían, papas cocidas. En una estufita que teníamos las echamos y de pronto golpean “¿Oye tu no tení vecino hueón? ¿Cómo vai a comer papas cocidas? ¡ya, metete pa allá pal fondo!”. Y me pasa una budinera con pollo, papas, costillar. “¡Tení vecinos po!.” Entonces te fijas, yo aprendí lo que es compartir la vida, el hambre, las luchas con ellos.

P: Más tarde, en la misa, Mariano volvería de otro modo al mismo tema, develando la profundidad humana de un “milagro”. Porque para Mariano la multiplicación de panes y peces gestada por Cristo, que fue el tema tratado en la liturgia, no fue producto de un poder divino, no fue algo sobrenatural, sino que estuvo conducido por algo mucho más humano: incentivar la solidaridad, ese fue el milagro de Cristo, según la lectura de Mariano, esa fue su radicalidad.

(…)


Im. 5. Mariano señala las fotos que cuelgan sobre la puerta de su pieza. De izquierda a derecha: su casa en Cerro Navia, la casa de sus papás en el fundo de Santa Bárbara y la casa de su abuelo Melchor en Pirque. Fotografía: Tai Lin M.

P: Oye, los rostros de esas personas que compartiste, sabemos que son los pobres, pero ¿cuáles son los rostros de esos pobres en aquella época, pobres que se extienden hasta este ahora? 

Los que vivíamos en la casa era el guatón Ángel, que vivía en una población por aquí cerca y la mamá lo mandaba a lavarse en la mañana a la Pila del Ganso, porque en la población no había agua. Ahora, importa los zapallos en la feria de Antofagasta. El otro, Leo Villegas, era hijo de uno de los líderes formadores de la comunidad cristiana de aquí, ferrocarrilero conductor de tren. El otro era Juan Barraza, este es el cura que salió de ahí, era hijo de minero del norte, al papá lo veía muy poco porque el papá era pirquinero. Ese hizo todo el proceso y es cura sin haber puesto nunca un pie en un seminario, y es el mejor cura que hay en Copiapó. O sea que prueba la tesis de que se puede formar un cura en medio del pueblo. Y éste estudió teología con el Pepe Aldunate, con los mejores teólogos, porque los habían echado a todos en la dictadura, habían puesto al Cardenal Medina y ellos armaron una escuela teológica popular. Eh, otro es el que ahora está con diálisis, este era un hijo de minero de Lota, Arnoldo, fue después cura obrero, se jodió los riñones porque era carretillero, y lleva ahora cuánto, 24 años con diálisis. La vecina nuestra era una viejita que vivía en la miseria, al lado de nosotros. Más allá vivía la Nena, el marido alcohólico, los cabros, el Moise, son los que están en la foto de ahí. (ver Im. 6).


Im. 6 La comunidad cristiana de Cerro Navia se reúne para construir la capilla Oscar Romero. Fuente: Archivo Mariano Puga.

Mariano pide la foto, y nos enseña quiénes se encuentran en ella. Los observa, se emociona alegremente, nos cuenta sobre el momento, y sobre el devenir de alguno de ellos. En sus palabras hay amor y huellas de una profunda amistad.  

Aquí estamos, mira, mira. Compramos dos mediaguas del Hogar de Cristo y las pusimos así, esa es la capilla. Es la proyección de las casas, nosotros dijimos que la capilla debe ser tan pobre como eran las casas. Entonces compramos dos mediaguas. Nos costaron $260.000 el año 81, cuando se gastaban en una capilla en una población 5 millones. Esta es la gente con la que levantamos en un día la capilla. Esta era la gente de la población. Y este cabro, el Moise, era el vecino mío, que lo mataron por las drogas. Encañonó a un carabinero, lo metió en la camioneta ahí atrás, el carabinero había sospechado que lo podían matar, ¡entonces tenía un revolver y Paj! lo mataron. Está el Vitoco y también éste otro cabro, los que iban a ser los líderes, el de Vitacura lo llamaba yo, porque la mamá se fue a emplear a Vitacura y se lo llevó, esas mamás, de los patrones de Vitacura. Bueno, te fijas, viviendo así, conviviendo así, tú lograbas esto.

P: A propósito de las personas que aparecen en la foto. ¿Qué rol tenían las mujeres en tu vida, y frente a la pobreza? Cuesta imaginar tu vida sin mujeres, pero contabas que afuera de la Penélope decía que no se admitían …

M: Pero se la pasaban metidas adentro de “La Penélope”. “No se admiten mujeres” era una talla. Así nos reíamos de los machismos y de todas las hueás. Algunas se atrevían a venir a lavar la ropa, “estay hediondo” me decían. Después estaban todos los problemas de ellas con los maridos, por ejemplo. En ese entonces, estamos hablando de los años 80, la droga no era tan fuerte como sucedió en los 90. En ese tiempo empezamos a cagarnos de hambre. Vino el POJH,[5] pero no bastaba. Entonces armamos el comité de pintores Villa Francia. Y convidábamos a toda persona que quiere comer, tenga papeles, o no tenga papeles, venga saliendo de la represión, a inscribirse. Y ahí trabajamos con las esposas de los detenidos desaparecidos. Y nos partíamos todos por igual. Y las mujeres, me acuerdo, empezamos por respeto a ellas, “ya, oye, usted se mete por adentro de la escala y pinta las ventanas”. Hasta que un día llegan las mujeres y nos dicen “oye ¿y ustedes qué se creen?, ¡nosotros rendimos más que ustedes! nosotras queremos salir al andamio también”. Y fue la vuelta más increíble, porque a las mujeres les cundía mucho más que a los hombres. Empezamos con las esposas de detenidos desaparecidos y después se fueron integrando en la construcción otras mujeres. El comité fue una experiencia única de organización popular y conducido por el pueblo.

En la iglesia, mujeres y hombres decíamos el culto, en Villa Francia primero y Pudahuel después. Había un grupo de monjas sensacionales. En cada una de estas poblaciones había monjas que vivían codo a codo con el pueblo. Ellas organizaban la protesta. Hacían fosas de 80 cm para que no pasaran las micros. También iban a recoger cadáveres del Mapocho. Me acuerdo de que había unas monjas gringas, que tenían que ver con todo el movimiento feminista de Estados Unidos. Entonces aparecía de pronto la Martita por la casa, que era la vecina nuestra, y ayudaba con las cosas de la casa. Un día estábamos conversando y de repente se le escapa la idea que tenía de Jesús. Me dijo «Mire, Jesús era hombre, así que hasta por ahí le creo yo – ¿Quién te dijo eso? – las monjas po”.

(…)

P: Mariano, y a propósito de compartir, qué piensas tú; ¿hay que esperar que los ricos en algún momento decidan éticamente repartir lo que tienen o más bien hay que arrebatárselos de alguna manera?

Sin revolución no hay posibilidad de cambio. Así de simple. El tema es quiénes van a hacer la revolución y de qué tipo va a ser. La revolución que hizo Jesús no era que esperen. ¿Cómo lo hizo Jesús? ¿Quién era Jesús? El pueblo de Jesús eran 200 personas. Nazaret. Un pueblo execrado porque estos no iban a las grandes peregrinaciones al templo de Jerusalén. Estos no mantenían las 139 normas que había que hacer. Jesús anuncia un proyecto político que se llama “sermón de la montaña”: felices los pobres porque de ellos es la tierra nueva, felices los que lloran, van a ser consolados, felices los hambrientos y sedientos de justicia, van a ser saciados. Felices los limpios, no los corruptos, ellos van a ver a Dios. Esto lo está diciendo frente al imperio romano, cada patricio de Roma tenía 400 esclavos. Los esclavos se compraban como se compra la carne, la mercadería.

A ese loco que era Jesús le decían “oye si sigues hablando así te vamos a matar”. Mátenme contestaba. Yo creo que hay algo en ustedes que llamaba espíritu, si me matan a mí el espíritu va a seguir. Es la revolución de Gandhi, de Mandela, de Martin Luther King. Pero mira quienes agarran eso, no son cristianos. Hay un famoso juicio a Gandhi, cuando estaba en África, lo toman preso por enésima vez, y lo mandan a la corte donde fue juzgado Pinochet, en Londres. Él abre las Bienaventuranzas, y lee delante de la corte: esto es lo que ustedes cristianos, que llegaron con su imperio, nos enseñaron a nosotros. Yo por ser fiel a buscar un mundo sin armas, sin odio, por la fuerza del amor, estoy haciendo una revolución con los pobres de India, con los consolados que ustedes explotan, con los sedientos de justicia, que esta tierra es nuestra no de ustedes. De los que juegan limpio, porque nosotros no vamos a matar a nadie. Un lord le responde, señor Gandhi, las reglas del imperio son para gente común, no para santos. Gandhi va pa delante y dice, usted tiene que someterme a las reglas del imperio, póngame las esposas. ¿Cuántos cristianos creemos en eso?

Cuando Dios habla, Dios habla como creador. Creador significa, el que creó con toda su realidad, y creador del hombre. Dios no puede hablar si no es política. Porque Dios no les habla a hombres que están separados del cosmos. Cuando les dijo “crezcan y multiplíquense por la faz de la tierra”. Dios está pensando que la humanidad es para todos, que no hay excluidos.

P: Y si el sermón en la montaña es un proyecto político, ¿Cuál sería el proyecto urbano del cristianismo? Comblin[6] escribió un texto, breve pero hermoso, que se llama “La ciudad, esperanza cristiana” ahí repasaba cómo la biblia es una historia de salvación, que partía en el campo, en el génesis y termina en la Jerusalén celeste, en la Ciudad, en el apocalipsis.

¿Qué hicimos para que la ciudad humana fuera celeste? El paso de lo humano a lo celeste es la caridad. Solo es la caridad la que puede hacer eso. Tu eres mi hermano… es la norma de Jesús. Haz con tu hermano lo que te gustaría que hicieran contigo. Y Cristo le va a preguntar ¿Qué hiciste por tu hermano o qué no le hiciste a tu hermano? ¿Qué hiciste para construir una ciudad de hermanos? La torre más alta de América Latina, mientras la barriada se queda con la violencia y la droga. Miren la torre, miren las poblaciones, ese es el juicio final. Estaba la Nueva Jerusalén y la ciudad de la gran prostituta, como llamaba el Apocalipsis a Roma. ¿Nosotros somos de la ciudad prostituta o de la Nueva? Santo Tomás decía que el cristianismo, la iglesia de Cristo, es una casta prostituta. Tiene algo de la Nueva Jerusalén y de la gran prostituta.

En Rio, donde yo viví el año 89, las favelas estaban en tierra de nadie. Ahí, no solo hay gente miserable, sino a los que les queda cerca su fuente de trabajo, a dos horas. Entonces arman unas casuchas ahí, en la quebrada donde cae el agua. Eso era el alcantarillado, con olor a mierda fuerte. Frente a mi estaba una torre circular que era el mejor hotel de Rio. Yo pensaba, que si él -un huésped- me está viendo a mí como yo lo veo a él, entonces, las dos ciudades estaban ahí. Y ahí está la iglesia de los pobres. Un domínico, profesor de teología, me enseñó que Cristo no hizo ningún milagro. Esas son lecturas que hacían los cristianos después. La intención de Cristo no era esa. No era un limosnero ni un milagrero. Felices los pobres: organícense para que salgan de su pobreza, felices los que tienen hambre y sed de justicia, organícense para que las cosas cambien. De ahí este viejo maravilloso decía “esos son los que tienen guardadas las alforjas”, y ahora las alforjas son el sistema económico que hace que ellos puedan vivir así, y ustedes asá.

Isaías decía, el ayuno que me gusta a mi es el que rompe toda cadena de injusticia, siglo VI antes de Cristo. Compartir tu pan con el hambriento, alojar al que está sin techo. Igual que ahora. ¿qué es lo que van a hacer en la cuaresma? Una señora me dice que recibe como 30 lucas mensuales y que le gusta comer carne, pero al frente de ella duerme hace unos días un drogadicto y le da vergüenza comerse su osobuco, así que ahora compra dos huesitos, uno pa’ él y otro pa’ ella. Esa es la calidad humana de la gente. Mirar desde abajo es totalmente diferente al que mira de arriba y encuentra fea la ciudad.

Aaaamén, aamén, amén, canta Mariano y termina diciendo “Eso pónganlo al final”.

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[1] María de la Luz Ossa Concha (1897-19??)

[2] Gustavo Ross Santa María (1879-1961). Ministro de Hacienda de Chile (1932-1937) y candidato presidencial en 1938. Derrotado por Pedro Aguirre Cerda.

[3] Alfonso Baeza (1931-2013) Más tarde sacerdote y Vicario de la Pastoral Obrera. Se despojo de las comodidades de origen para hacer su vida entre los pobladores de la población José María Caro.

[4] José Aldunate Lyon (1917-). Sacerdote Jesuita, creador de Movimiento contra la Tortura, más tarde bautizado como Sebastián Acevedo.

[5] Programa de Ocupación para Jefes de Hogar, creado por la dictadura cívico-militar en la década del ochenta.

[6] José Comblin (1923-2011), sacerdote y teólogo católico belga. Vivió en Chile y falleció en Brasil, fue profesor de la PUC y apoyó de cerca las reformas de la iglesia durante los sesenta y setenta.