Revista Planeo Nº 35 Violencia Urbana, Marzo 2018
[Por Fernanda Huaracan; Geógrafa, Pontificia Universidad Católica de Chile. Diplomada en Diseño Evaluación y Gestión de Proyectos de Interés Público, Universidad de Chile. Analista Criminal-Territorial en Jefatura Santiago Este de Carabineros de Chile (2015 a 2017)]
Im1. Portonazo en La Florida / Fuente: Nunorktimes, 2018
De acuerdo a la Encuesta CEP (2017), el principal problema para el ciudadano chileno es la delincuencia. Esto, pese a que, el principal indicador de la violencia (el homicidio) sea el segundo más bajo de América[1], y que las cifras nos muestren que los delitos de mayor connotación social (DMCS) hayan disminuido progresivamente desde el 2014[2]. No obstante, una cosa es que se registren menos denuncias y otra distinta es la percepción de inseguridad, la cual aumentó sostenidamente entre 2012 y 2015 (CEAD, 2017).
¿Es justificada esta percepción de inseguridad?
En las últimas décadas la seguridad pública ha sido un tema político prioritario, por esto se han dedicado importantes esfuerzos desde el ámbito público (y privado) para abordarla. Desde el año 2004 a la fecha se han publicado políticas, planes y estrategias nacionales en esta materia, que han contemplado desde la creación del Ministerio del Interior y Seguridad Ciudadana y la Subsecretaría de Prevención del Delito; la modernización y profesionalización de sus policías[3] y la creación de los Consejos Comunales de Seguridad Pública (CEAD, 2017). Si consideramos que la violencia en las ciudades es variada y se percibe de acuerdo al contexto temporal y cultural, podemos entender que persista la percepción de inseguridad.
En estudios de opinión se ha comenzado a indagar sobre la principal fuente de información para el aumento de la delincuencia en el país (¿Cuál diría usted que es la principal fuente de información que le permite formarse esa opinión?). El resultado: el 65% cree que son los medios de comunicación (CEAD, 2016). Para ser justos, los medios de comunicación no son los principales responsables. Si bien los DMCS han disminuido en un 11%, la violencia ha aumentado. Reflejo de ello es el aumento de los homicidios en un 9,4%, otros robos con fuerza en un 8,5% y robos con violencia o intimidación en un 2.8% (CEAD, 2017).
El delincuente está cada vez más preparado y se inicia tempranamente en el uso de drogas y alcohol, y en la actividad delictual (por supuesto que el hecho de nacer y crecer en contextos de vulnerabilidad social son detonantes en esta relación). Frecuentemente integra bandas delictuales jerarquizadas y altamente especializadas, a veces entre vecinos, familiares o compañeros de colegio. Estas operan con un alto grado de violencia y especialización.
El caso de los denominados “Portonazos”.
Luego de una nueva exigencia gubernamental de importar vehículos más seguros, el robo de estos se vio fuertemente obstaculizado. De esta forma, el modus operandi más afectivo era robar el vehículo encendido, con el conductor presente, asegurando así la obtención de la llave.
Así fue como el robo de vehículos pasó a ser de un delito contra la propiedad a uno violento, ya que los delincuentes violentaban o intimidaba a su víctima con tal de alcanzar su objetivo. Como esto ocurría en el portón del inmueble, mientras la o las víctimas se disponían a entrar o a salir de su casa; los medios de comunicación lo llamaron “Portonazo” (CAODI, 2016). A partir de estos hechos, se realizaron numerosos esfuerzos al interior de Carabineros con la finalidad de dar solución a un delito que, aunque no está tipificado, es identificable y genera temor.
Desde las Oficinas de Operaciones de Carabineros, sus analistas criminales[4], (profesionales de distintas disciplinas capacitados en el análisis delictual, que han aportado a la toma de decisiones para el uso eficaz y eficiente de los recursos policiales[5]), (CEAD, 2017) han realizado análisis con los cuales fue posible: 1) generar y socializar una correcta definición del delito, 2) identificar patrones relevantes como días y horarios de mayor frecuencia, 3) identificar características de las víctimas y vehículos sustraídos, 4) determinar áreas de ocurrencia del delito o de hallazgo de los automóviles, y, 5) junto con esto (más el relato detallado de las victimas) determinar rutas de escape; entre otros.
Pese a su impacto mediático, el Portonazo ha disminuido de manera constante desde su aparición el año 2014. El peak tuvo lugar en octubre de 2015 y en la comuna de La Florida. Desde noviembre de 2015 y durante todo 2016, el delito disminuyó irregularmente.
Una de sus características principales fue la movilidad evidenciada, la que se debió, por una parte, al cambio en el objetivo (pasa de ser un delito asociado a vehículos de lujo o comunas de alto nivel de ingreso, a vehículos comunes en comunas de clase media) y a la disposición de servicios policiales focalizados. En este punto, la configuración urbana juega un rol fundamental, ya que permite conocer cuáles son los elementos o circunstancias facilitadoras del delito (CARRION, F. 2008).
Desde la mirada del ciudadano, que las cifras muestren una disminución del delito, o que, en el caso de los “Portonazos”, sepamos que si nos roban el auto lo más probable es que lo encuentren (la tasa de recuperación es cercana al 80%) (SEVB, 2015); no cambia la sensación de inseguridad. Porque el ser violentado en un espacio privados como la casa o el auto, es un hecho que marca, y donde la vida, propia o la de nuestra familia, se encuentra en riesgo.