Ciudades del Futuro

Septiembre 2017

«Urbanismo en el Siglo XXXI»

Revista Planeo Nº 33  Ciudades del Futuro, Septiembre 2017


[Por Nicolás Tugas Faúndez; Arquitecto y académico Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago y Máster en Urbanismo Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona]

 

Podríamos intentar imaginar la ocupación del territorio por el ser humano a un milenio plazo, probablemente sería más sencillo que pensarla en un rango de pocas generaciones. Hay temas emergentes que no sabremos cuándo se consolidarán, pero podemos arriesgarnos a afirmar que, a largo plazo, ya se habrán asimilado y desarrollado. Puede que tengamos algún otro planeta o satélite habitado, pero cuesta creer que estas colonias en climas inhóspitos, sean demasiado más grandes que una base en la Antártica actual. El planeta tierra será nuestra casa y le conoceremos mejor y adaptaremos todo lo posible.

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Fuente: Elaboración propia

¿Cómo serían las ciudades del futuro?

La tierra estará completamente domesticada por el ser humano, y si en algún rincón no lo está, será por un hecho deliberado de alguna planificación. Se extinguirán muchas especies que hoy conocemos, por procesos que ya son irreversibles, a la vez que con tecnología genética se podrán restaurar algunos ecosistemas y se limpiará el mar de plásticos. Caudales ecológicos abastecidos con tuberías que remplazan algún hilo de agua de un glacial extinto o parques nacionales con riego por goteo, serán comunes y podrán verse brigadas especializadas que desmalezan o cazan especies invasivas en lugares sensibles. Todos los ecosistemas, debidamente conectados.

Habrá cambiado el nivel el mar y el curso de algunos ríos, los frentes urbanos relacionados se seguirán readaptando como lo han hecho desde que existen asentamientos. Algunos lugares se despoblarán por falta de agua, y en otros lugares se harán carísimas inversiones para subir agua desalinizada, incluso miles de metros sobre el nivel del mar.

Habrá mayor conocimiento sobre riesgos naturales, cada vez menos sorpresas y más sistemas de alerta y protocolos ensayados de emergencia. La mayoría de quienes vivan en zona de riesgo lo sabrán, incluso antes de decidir irse a vivir a algún sitio.

La población humana tenderá a estabilizarse en número de individuos (ya es sabido que un crecimiento expotencial, como el de los últimos dos siglos, nos daría en poco tiempo una masa de población similar al planeta, lo que es absurdo). Habrá una considerable parte de la población envejecida, y se dividirán, dramáticamente, entre los lúcidos y los delirantes, con distintos derechos.

A no ser que una nueva tecnología energética, como la fusión nuclear, nos ilumine, las fuentes renovables serán lo común, y cada región ocupará lo que tenga más a mano: solar, eólica, hidráulica, geotérmica. Algunas comunidades montarán sofisticadas y extensas redes, y otras, estarán deliberadamente aisladas. La geopolítica seguirá tensionada por el control, por parte de algunos colectivos, de los recursos naturales, de las rutas de comercio y de las innovaciones tecnológicas.

La hiperconexión seguirá su curso y como consecuencia se hablarán menos idiomas o habrá algún idioma franco, con dialectos. Los niños más pequeños ya se comunicarán de forma universal, con un puñado de logos de chat. El campo tendrá mucha robótica en algunos procesos, otros no, porque el campo seguirá siendo un lugar de trabajo de manos humanas, donde muchos ancianos se retirarán cultivando.

La ciudad es lo que nos queda de esta descripción del territorio.

Grandes y densas áreas urbanas se repartirán como rosarios o bulbos enlazados por ferrocarril hiper-eficiente, conectados a sus centros. Esos a su vez servirán a una suma de núcleos más pequeños, muy similar a lo que vemos entre pueblos de pre-cordillera y ciudades de valle central. Entre todo ello, un difuminado de casas en baja densidad, salpicado en algunos sitios con campo y bosque.

Los edificios estarán bien aislados y correctamente iluminados por el sol. Los mas sensibles, con seguridad asociada a un chip en tu teléfono o a documento de identidad (lo que será polémico) o a alguna tecnología de reconocimiento de rostro. Mucha edificación de mala calidad será borrada, por fenómenos naturales (terremotos) o por rediseño urbano.

El transporte seguirá siendo una combinación de movilidad masiva de transporte público y atomizada privada. Los vehículos autónomos se instalarán, pero difícilmente reemplazarán a los vehículos conducidos por humanos, como la bicicleta o la motocicleta. Pero habrá más silencio y menos o nula polución. Y bastante más eficiencia. Vehículos voladores, como versiones de lo que hoy conocemos como drones, serán comunes, sobre todo vehículos de emergencia, y tendrán, al igual que los aviones, “pads” específicos por donde movilizarse; de vez en cuando, algún conocido morirá en un accidente de estos vehículos que nunca serán 100% fiables, como lo aeroplanos o los coches hoy. El tranvía se re-masificará, los mayores de edad serán los que lo promuevan, porque es “a nivel” un ascensor horizontal cómodo de usar.

El espacio público tendrá siempre un “pad” continuo de accesibilidad universal, entre paradas de transporte público masivo y destinos como equipamientos, plazas o edificios de oficinas. Habrá mucha arborización con especies frutales y jardines con hierbas medicinales. Sistemas de parques y calles arboladas hilvanarán los asentamientos conectando con espacios naturales con funciones ecológicas.

El ciudadano tendrá acceso a mucha, ordenada y jerarquizada información, ningún proceso podrá llevarse a cabo sin un análisis de escenarios alternativos, debidamente debatidos. Es difícil creer que toda la información logrará ser pública, muchos estudios privados, o financiados por algunos colectivos no se mostrarán, como cartas de póquer de un gran juego especulativo.

No sabemos para entonces si estas ciudades tendrán trabajo para el urbanista o si las sucesivas refacciones lograrán una “ciudad terminada” más parecida a un arrecife de coral que ya no crece y que sigue poblado una diversidad. Esperemos que en mil años nuestras amadas ciudades no sean uno de los principales problemas, ya que probablemente, bien hechas, sean cada vez un mejor sitio para vivir.