Ciudades Inclusivas

Junio 2017

«Repensando las ciudades en contextos de desastres: el rol de los niños/as en la preparación ante eventos extremos en contextos urbanos»

Revista Planeo Nº 32  Ciudades Inclusivas, Junio 2017


[Por Katitza Marinkovic; Universidad de Melbourne, Australia, kmarinkovic@student.unimelb.edu.au Centro Nacional para la investigación integrad de desastres, CIGIDEN, Fondap 15110017, andrea.vasquez@cigiden.cl
Andrea VásquezInvestigadora Centro Nacional para la investigación integrad de desastres, CIGIDEN, Fondap 15110017]

RESUMEN

A pesar de contar con experiencias y perspectivas propias sobre los territorios que habitan, los niños/as y adolescentes son considerados principalmente una población vulnerable frente a los desastres y otros eventos del entorno. Por este motivo, y en concordancia con la Convención de los Derechos del Niño y el Marco de Sendai 2015 -2030 para la Reducción del Riesgo de Desastres, es fundamental reconocer su rol en la planificación del entorno y la preparación para eventos extremos. El caso del terremoto de Pisagua de 2014 y las perspectivas de estudiantes del Colegio Inglés de Iquique sobre su plan de evacuación, dan luces sobre cómo en Chile podemos integrar a la infancia en los procesos de preparación, planificación e investigación. Dicho enfoque requiere enfrentarnos a desafíos culturales e institucionales que, sin embargo, son vitales para el desarrollo de ciudades inclusivas y sustentables.

Palabras clave: Infancia y desastres; planificación territorial

Contextos urbanos, niños y desastres: ¿Cuál es el rol de los niños en la preparación para desastres en Chile?

Durante los últimos 10 años, Chile ha experimentado diversos eventos extremos. Más aún, en el contexto mundial, cerca de la mitad de niños/as y adolescentes viven en entornos urbanos, siendo especialmente vulnerables a su entorno durante la adolescencia (Blum, Bastos, Kabiru, & Le, 2012). En contextos de desastres esta vulnerabilidad se incrementa. Por ejemplo, los colegios son los principales candidatos a convertirse en refugios y bodegas, impactando el retorno a clases de los estudiantes (Peek, 2008). Sin embargo, frente a una visión de la infancia que enfatiza su vulnerabilidad, nos preguntamos si los niños/as y adolescentes tienen la agencia, capacidades y motivación necesaria para involucrarse en la planificación de sus territorios. Esto, tanto en lo cotidiano como en relación a eventos extremos, explorando la posibilidad de incorporar sus experiencias, opiniones e ideas, únicas y valiosas para la creación de ciudades para el futuro.

La primera respuesta a estas preguntas, desde la política internacional, nos la da el de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 – 2030 al que adscribió Chile. Éste señala la necesidad de involucrar activamente a las comunidades y, dentro de ellas, a los niños/as como grupo especial que requiere ser reconocido para la construcción de una verdadera cultura de la preparación (United Nations, 2015). En este sentido, la ocurrencia de eventos extremos es inevitable, no podemos detenerlos ni retrasarlos, pero sí podemos prepararnos para enfrentarlos. En otras palabras, los espacios y nuestra interacción con el entorno no son neutrales (Krieger, 2008), y nos vemos obligados a tomar decisiones ante a ellos, aún si estamos en riesgo, aun cuando contemos con los elementos que nos caracterizan como población vulnerable.

Estas decisiones son variadas, pero en el contexto de una preparación para desastres parcelada y carente de visión integrada, la valiosa experiencia de los niños/as y adolescentes no dialoga con los rígidos y escuetos minutos que se han definido en los mapas de preparación para llegar a una zona segura en caso de tsunami.

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Im 1. Fuente: Fabián Todorovic

El rol de los niños en la preparación ante desastres y planificación de ciudades: evidencia científica y desafíos futuros

Actualmente se observa un giro importante respecto nuestras nociones sobre la infancia y su rol en la sociedad, el cual se presenta como una posibilidad de cambio fundamental para la planificación de nuestros territorios y el reconocimiento de sus amenazas. Más aún, implica también un giro epistemológico para la investigación científica (Powell, Fitzgerald, Taylor, & Graham, 2012). Reconocer a los niños/as como sujetos de derecho con capacidades autónomas, implica la generación de espacios inclusivos de participación, enfrentando múltiples barreras culturales e institucionales. Dichas barreras provienen de nuestra noción tradicional de la infancia como pasiva e inexperta, ya que bajo esta perspectiva, corresponden a un grupo con menor estatus que el considerado para los adultos (Kellett, 2010; Ronan et al., 2016; Tanner & Seballos, 2012). Para sobrepasar estas barreras y nociones tradicionales, se debe avanzar hacia una investigación sobre la infancia que implique el desarrollo de nuevas e innovadoras metodologías participativas que se adecúen al lenguaje, habilidades e intereses propios de los niños/as, y que sean inclusivas respecto a la multiplicidad y heterogeneidad de la infancia como grupo social (Commerford, 2014; Darbyshire, MacDougall, & Schiller, 2005; Punch, 2002). Más aún, se requiere del apoyo de adultos e instituciones dispuestos a colaborar en la generación de una cultura de participación, y a establecer las alianzas estratégicas claves para su éxito y sustentabilidad (Tanner & Seballos, 2012). El desafío es aún mayor si tomamos en cuenta que los adultos a cargo de la investigación y desarrollo de ciudades inclusivas deberán ser capaces de compartir su poder y reconocer la experticia de los niños/as sobre sus propias vidas, y prácticas cotidianas de ocupación del espacio.

La evidencia hasta ahora ha demostrado los beneficios que este enfoque trae no sólo para los niños/as, sino para sus familias y comunidades. Junto con abrir la posibilidad de responder de forma efectiva a las necesidades de la infancia, diversos estudios dan cuenta de la capacidad de niños y niñas para recopilar y analizar datos con alto grado de validez científica (ARACY & ACYP, 2009a, 2009b). De hecho, diversos ejemplos muestran cómo niños y niñas han contribuido a su comunidad recopilando y analizando datos que de otra forma hubiesen permanecido invisibles para investigadores adultos (ARACY & ACYP, 2009a, 2009b). Asimismo, han sido capaces de llevar a cabo iniciativas para la mitigación del riesgo de desastres, adaptación al cambio climático y desarrollo sustentable en países como Salvador, Filipinas, Zimbabue, entre otros (Mitchell, Haynes, Hall, Choong, & Oven, 2008; Mitchell, Tanner, & Haynes, 2009; Muzenda-Mudavanhu, 2016; Muzenda-Mudavanhu, Manyena, & Collins, 2016; Tanner, 2010; Tanner & Seballos, 2012). Estas experiencias han llevado ciertos investigadores incluso a admitir la mayor capacidad que tienen los niños/as frente a los adultos cuando se trata de proponer soluciones creativas y ajustadas a su entorno, la comunicación del riesgo con sus familias y comunidad, e incluso la difusión de nuevos conocimientos y abogacía por el cambio frente a tomadores de decisiones (Balen et al., 2006; Haynes & Tanner, 2015; Mitchell et al., 2008).

En Chile, donde el desarrollo de ciudades inclusivas requiere incorporar la Reducción del Riesgo de Desastres, también contamos con ejemplos que, aunque escasos y recientes, evidencian la necesidad de adoptar este enfoque. Por ejemplo, alumnos de educación Básica y Media en Iquique contribuyeron al análisis de los riesgos y obstáculos de su ruta de evacuación, mejorando así el plan de emergencias de su colegio (Vásquez, Marinkovic, & Rivera, 2017). Por otra parte, en respuesta a los incendios del verano pasado en nuestro país, alumnos de 7mo año en la Región Metropolitana, que previamente realizaron videos para enseñar a otros niños/as cómo evacuar en caso de sismo, se encuentran desarrollando una estación de observación meteorológica en su establecimiento educacional (Marinkovic, Vasquez, & Ramis, 2015). En su calidad de agentes de cambio, intercambiarán ideas y experiencias con niños/as australianos que desarrollaron su propio programa de educación para la prevención de incendios forestales junto a la Brigada de Bomberos de su comunidad (CFA Media, 2016).

Finalmente es posible concluir que, desarrollar ciudades pensadas a escala humana y capaces de recoger la diversidad de sus habitantes y territorios implica reconocer a la infancia como una población clave con derechos tanto a la protección como la participación, y que posee conocimientos, capacidades y experiencias únicos en relación a eventos extremos en entornos urbanos. Enfrentar este desafío nos permitirá generar ciudades más accesible, sostenibles y saludables para todos.

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Referencias
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