Revista Planeo Nº 32 Ciudades Inclusivas, Junio 2017
[Por Pablo Platero Chang, Administrador Público, Universidad de Chile. Magister en Desarrollo Urbano, Pontificia Universidad Católica de Chile]
RESUMEN
La formación de capital humano en temas de accesibilidad en los entornos urbanos, se está convirtiendo en la principal barrera para alcanzar ciudades inclusivas y como esta característica interviene – positiva o negativamente – en la calidad de ciudad en la cual vivimos. Asimismo, se expone la relevancia del espacio público como eje y motor de la sociabilización, siendo ésta la base para la construcción de una ciudad cercana, inclusiva y a escala humana, a lo cual, la accesibilidad sería el eslabón faltante para lograr que todas las personas, sin distinción alguna, puedan participar, vivir y acceder a la ciudad.
Palabras clave: accesibilidad, entorno urbano, espacio público
La accesibilidad en el espacio público
En las últimas décadas, han ocurrido importantes transformaciones urbanas: grandes edificios, monumentales establecimientos comerciales y enormes autopistas, que han permitido generar crecimiento y un sentimiento de grandeza. Sin embargo, no todo ha sido color de rosas puesto que la ciudad ha perdido su dimensión humana (Gehl, 2014), y con ello la esencia natural de esta, la gente ocupando, disfrutando y usufructuando del espacio público, lo que contribuye al anhelado desarrollo.
El espacio público es el lugar idóneo para la sociabilización e integración en la vida urbana, puesto que es el lugar donde se genera la mezcla, el intercambio y la comunicación. Por el contrario, cuando este espacio público se encuentra limitado o es negado al uso de los ciudadanos, es cuando se produce y reproduce el aislamiento, la exclusión y la segregación (Borja, 2000). Empero, no sólo la negación al espacio público es una causal de aislamiento, sino que también, la calidad de estos lugares será un factor fundamental en la habitabilidad y ocupación del espacio (Gehl, 2009).
Ahora bien, ¿Qué se entiende por espacio público? Se considera espacio público a todos aquellos lugares existentes en la ciudad que tiene un carácter público, así encontramos a los entornos urbanos expresados en la calle, las plazas, los parques, en definitiva todos aquellos lugares de encuentro ciudadano.
Im. 1: La accesibilidad y diseño del espacio púbico, como barreras de exclusión. La imagen corresponde a una plaza barrial en la ciudad de Iquique, en donde el diseño del entorno no permite que una persona con movilidad reducida pueda acceder con facilidad a los juegos u otros elementos existentes en el lugar / Fuente: Elaboración Propia
En la lógica de la construcción de la ciudad, el pensamiento clásico sobre el espacio público era que este fuese estático, que sólo sirviera para entregar una función operativa a las actividades obligadas de las personas, por ejemplo, desplazarse hacia y desde el trabajo o centro de estudios (Borja, 2000; Jacobs, (1961) 2011). En cambio, en la actualidad se plantea la necesidad de reinterpretar el concepto de espacio público, para dotarlo de la cualidad perdida durante la época de la modernidad, y de esa forma, ofrecer al ciudadano un lugar donde pueda estar, recrearse, compartir, etc.
En este sentido, el espacio público cotidiano y próximo al ciudadano, cumple la función de satisfacer necesidades individuales y grupales. Dichos lugares debiesen poseer dos cualidades intrínsecamente alineadas, por una parte la accesibilidad física relacionada con las instalaciones y por otra, espacios accesibles relacionada con el diseño.
Así, la accesibilidad puede ser asumida desde un enfoque de cualidad de entorno, donde lo que prima es la facilidad que tiene un espacio público para que cualquier persona pueda utilizarlo de forma amigable, respetuosa y segura, y por otra parte, desde un enfoque de relación entorno – capacidad personal, donde lo que prima es la capacidad funcional del individuo o grupos y el diseño del entorno físico (Alonso, 2007).
Imagen 2: Plaza pública con barreras de diseño. Espacio Público que carece de la accesibilidad necesaria para que cualquier persona pueda usar el lugar, además de escasear los lugares con sombra para dotar al entorno de comodidad / Fuente: Elaboración propia
Esto se relaciona con que las personas puedan acceder a los bienes y servicios mediante el uso de la información disponible en la ciudad, la cual, no conoce de barreras. Por lo que el diseño de un entorno puede condicionar de forma directa la movilidad de una persona en el espacio público y por tanto, limitar el desarrollo personal, social y comunitario. En este sentido, las características físicas del espacio público juega un rol importante a la hora de facilitar o limitar la accesibilidad a un determinado lugar (Jiron & Mansilla, 2013).
Haciendo el ejercicio de observar el entorno urbano cotidiano, por ejemplo al salir de la casa, en el trayecto al trabajo o al colegio/universidad, etc., es posible darse cuenta de la existencia de barreras urbanas como son escalones, rejas, hoyos, jardineras y señaléticas ubicadas en medio de la acera, encima de los cruces peatonales o en los accesos a edificios, y a simple vista, no nos molesta, sin embargo, para una persona con movilidad reducida (en silla de ruedas, anciano con bastón, no vidente, o coches de bebe) dichos obstáculos se transforman, en el peor de los casos, en un impedimento insalvable, limitando la autonomía y libertad de la persona afectada.
A su vez, hoy en día es muy común ver la instalación de guías podotáctil, que son aquellas baldosas en forma de puntos en relieve o surcos que forman una línea continua y que sirven para generar recorridos seguros a los no videntes cuando se movilizan por las calles, posicionados de manera tal que – en la mayoría de los casos – se transforman en un estorbo adicional a los ya existentes en las calles de la ciudad.
Im. 3: Guía podotáctil inservible. Esta guía no cumple, en ningún caso, su utilidad dado que es interrumpida por una tapa de alcantarillado y una reja de desagüe, para finalmente, terminar chocando con un obstáculo / Fuente: Elaboración propia
La situación descrita sucede en todas las ciudades y comunas del país, y a pesar que el año 2016 se aprobó una modificación a la Ordenanza General de Urbanismo mediante el Decreto N° 50, del MINVU, que incorpora la nueva reglamentación sobre accesibilidad en las ciudades, esta nueva normativa aún no es posible de ser aplicada como se establece, no porque no se pueda sino porque, a mi juicio, no existe el capital humano idóneo tanto para la aplicación como para la fiscalización correcta de la misma.
Si bien, la accesibilidad estaba orientada – en un principio – a las personas con discapacidad, en la actualidad, dada la tendencia de envejecimiento de la población, sumado a los sectores de infantes y niños, el concepto ha evolucionado al de accesibilidad universal o para todos, debido a que hoy se tiende a una integración, sin discriminación, de todas las personas que son susceptibles de utilizar el espacio público. Esta situación nos lleva a pensar, planificar y diseñar el espacio público de una manera totalmente diferente, y sobre lo cual, la responsabilidad de quien tenga dicha tarea hará la diferencia entre un derecho social o un privilegio individual.
Hacer que las ciudades sean más inclusivas, no pasa sólo por un tema de recursos económicos, puesto que hacer accesible un parque o una plaza, o crear una ruta accesible no conlleva gastar más, sino que pasa por planificar y diseñar de manera correcta el lugar a intervenir y para eso, se necesita contar con profesionales capacitados en la materia, que luego puedan expresar en el terreno lo que está diseñado en el papel. De esa forma, se podrían aprovechar las intervenciones de mejoramiento del espacio público y construir itinerarios peatonales accesibles, y por ende, inclusivos.
Planificar ciudades inclusivas no es sólo una cuestión de dinero, es un tema que pasa por capacitación, investigación, innovación y desarrollo, y en todo eso, la sola legislación no basta, puesto que la ejecución la hacen las personas, y es en este punto donde estamos fallando.