Planeo Digital

Número 30

Música y Ciudad

Diciembre 2016

Entrevista a Luis Le-Bert, vocalista de Santiago del Nuevo Extremo: “la actitud del poderoso siempre ha sido desconocer al más sencillo y, por eso mismo, nuestra increíble segregación social es una wea muy antigua”

Revista Planeo Nº 30  Música y Ciudad, Diciembre 2016.
[Por Martín Montes, Licenciado en Ciencias Sociales y Sociólogo PUC, candidato a Magister en Desarrollo Urbano, IEUT, UC
Arturo Orellana, Director Revista Planeo, profesor adjunto Instituto de Estudios Urbanos UC]
 
Luis Le-Bert fue compositor y cantautor del grupo musical chileno “Santiago del Nuevo Extremo” (1977-1986). Entre sus obras se encuentra el reconocido disco “A mi ciudad” (1981), temática que como ciudadano, músico y arquitecto siempre le interesó. Actualmente Luis es considerado uno de los protagonistas del movimiento musical del “Canto Nuevo” que surgió en Chile en periodo de dictadura.

la actitud del poderoso siempre ha sido desconocer al más sencillo y, por eso mismo, nuestra increíble segregación social es una wea muy antigua”.

im-1_luis-le-bertIm1. Luis Le-Bert / Fuente: www.cancioneros.com

Para empezar, ¿por qué deciden llamar a la banda “Santiago del Nuevo Extremo”, nombre original con el que Pedro de Valdivia fundó la capital chilena?

Era una mesa de cabros, todos de 19 años, y lo único que sabíamos era reconocer con respeto nuestro instinto, nada más. En esos años no existía ninguna banda que tuviera nombre en castellano, se llamaban todos raros. «Inti-illimani”, “Quilapayún»… Por otro lado, nosotros habíamos recibido una herencia cultural importante, que hacía que imagináramos un mundo mejor, donde habían claros síntomas de que ganaban los más pobres, de que el mundo iba a ser mejorado con impulso, actitud, sacrificio y que venía la revolución. Y todo eso tenía una música, pero esa música no se refería a una realidad inmediata, se refería a un sueño y por eso era todo para el futuro. Decía «venceremos», «ganaremos», «haremos un mundo mejor». Bueno, entonces en esos años estaba instaurado el “yo le canto al futuro y me llamo raro”, porque hay un mundo que se viene y es mejor que este. Vino el golpe y nosotros no podíamos estar haciéndonos los graciosos diciendo que viene un mundo mejor porque había un cercano que no estaba y otro que si cantaba muy fuerte cagaba. Para nosotros, la única esperanza era llamarse en castellano, nosotros no queríamos ser folcloristas renovados, quisimos ir a la esencia de lo que somos porque estaba la cagada, por eso Santiago del Nuevo Extremo. Eso fue en noviembre del 77’ y tocamos por primera vez en agronomía de la (Universidad de) Chile.

¿Y viviste todo el tiempo en Santiago?

Me fui dos años a estudiar arquitectura a Valparaíso pero tuve que volverme porque me volví loco…

¿En qué medida tu creación musical estuvo marcada la ciudad en la que creciste?

En toda medida. La ciudad es entera, es siempre, yo soy y vivo la ciudad. En ésa época yo estudiaba arquitectura y lo único que me interesaba era la ciudad. Pero eso (en “A mi ciudad” digo) «Santiago, no has querido ser el cerro y tú nunca has conocido el mar». Eso es algo muy propio de esta ciudad.

¿Y qué espacios particulares de la ciudad te influyeron? 

En ese tiempo en la ciudad no habían espacios para el desarrollo artístico-cultural, lo que había era una realidad. El mundo cultural en ese entonces no era manejado por la industria. La industria cultural aún no existía, y el hecho que el mundo cultural no responda a la ley de la industria significa varias cosas muy concretas. Por ejemplo, los conciertos de música eran por causas y motivos, no por grupos específicos. Me explico; «canto por la libertad», año 79-80: ¡lleno! y chiquitito, abajo, los grupos. El encasillamiento es un gesto de la industria, no de los hombres libres. Cuando viene el golpe, la cultura -y todo lo que ella representa- en sus manifestaciones no tenían nada que ver con ningún gesto industrial. La cosa industrial a la que hoy estamos acostumbrados, no existía en la época de la dictadura. Entonces era todo mucha más responsabilidad nuestra. Nosotros éramos los dueños del Caupolicán, del circuito de los teatros, del concierto en vivo. Con “nosotros” no me refiero a Santiago del Nuevo Extremo, sino todo el canto popular. Nuestra presión en esos espacios tiene resultados concretos en la cultura, aunque no los vean. Había una gran diferencia entre la música de lo que estaba ocurriendo realmente y lo que mostraba la tele.

En este contexto, ¿no sentías que cuando tocaban eran pequeñas conquistas? Ya que no eran mostrados por la tele, ni la radio, pero sí estaban en esa realidad de la que hablas.

No tenía que ver con conquistar lugares, porque nosotros éramos “los músicos del lote”. ¿Y quiénes eran los del lote? Todos. Somos todos del lote, aquí no hay nadie distinto. Todos tienen un pariente desaparecido o muerto. No queríamos mostrarnos como conquistadores de espacios, no queríamos diferenciarnos, ni vestirnos distinto.

¿Y cuando volvió la democracia a Chile, qué rol pasó a ocupar Santiago del Nuevo Extremo?

Todos nosotros hemos pasado toda la vida refiriéndonos a la época de la dictadura, pero a mí, como músico, me ha marcado mucho más la época de la democracia. Hoy día el 100% de la comunicación es privada. Nadie puede hablar nada en este país. En el Museo de la Memoria hay un muro que dice: «las canciones son las que cuentan la historia». Pero en Chile hay una historia de pendientes que tiene que ver con el terror. Cuando se presenta la “Nueva Canción Chilena” se saltan todo un periodo de la historia. Parten con la Violeta Parra, Quilapayún, Intillimani Histórico y, saltándose 30 años de historia musical, presentan lo que queda de Los Tres, Manuel García y una manga de poperos que se disfrazan de revolucionarios. Al final siempre hay una tergiversación de la historia.

En “A mi ciudad” dices «a desarmar tu historia antigua y a pedazos volverte a conquistar». ¿Cuál es ésa ciudad por desarmar, y cuál es la que quieren volver a construir?

Las canciones son un estado de ánimo, no es un tema concreto. Y el estado de ánimo a veces dura un año, a veces un mes. Y lo que me acuerdo patente es que un año yo estaba muy colapsado por el taller de arquitectura, por la música y por mi polola que era de Viña. Estaba muy fregado, yo andaba mal. Un día estaba volviendo a mi casa caminando, y de repente me di cuenta que estaba en una ciudad de millones de habitantes, pero que no tenía con quien hablar, entonces la relación soledad-densidad empezó a soplarme la canción. Por eso digo que esa canción no necesariamente es una respuesta a la dictadura como suele pensar la mayoría, más bien es una respuesta a una inquietud de sentirme absolutamente desplazado. Volvía a mi casa pensando que debía dejar de tocar, porque cuando íbamos a tocar de repente desaparecían todos los instrumentos y todo lo demás estaba tal cual. O cuando recibía llamados diciendo que tenga cuidado con lo que hacía o sino me van a venir a visitar. Era complicada la wea.

im-2_santiago-del-nuevo-extremo-santiago-del-nuevo-extremo-1981Im2. Primer disco de Santiago del Nuevo Extremo; “A mi ciudad” (1981)
Fuente: http://perrerac.org/chile/santiago-del-nuevo-extremo-a-mi-ciudad-1981/596/

¿Es muy distinta esta ciudad que vives hoy, en relación con la que tus canciones proponen?

Hoy día la ciudad es todo lo terrible, todo lo que NO soñábamos. Yo no conozco momento en la historia del hombre donde la ciudad se entregue -su forma, crecimiento y desarrollo- a cuatro personas, que son los cuatro grupos inmobiliarios que yo conozco en Chile. Yo no conozco momento en la historia que eso sea así. La palabra «paño de negocios» me produce vómito. Cuando el lugar sagrado se transforma en el lugar de la plata, lo que tenemos es una ciudad espantosamente fea. Lo que pasa es que cuando las decisiones se toman por paño de negocios, son decisiones que no representan ni siquiera al 0,02% de la población chilena. Es primera vez en la historia que una ciudad la planifican cuatro limitados, que lo único que ven es billete.

¿Cuál es el diálogo entre la música y la arquitectura?

Se tocan en que la música busca un espacio habitable. Esta sensación de no tener lugar la tienen los chilenos desde hace ya varios años. Mi tesis es lo que dicen casi todas mis canciones. Pasar desde la Nueva Canción Chilena al pop actual saltándose todo lo que se hizo entre medio. Lo mismo pasa con la historia chilena. La colonia, que son 200 años, tiene dos páginas. Luego todas las batallas de 1810 en adelante. ¿Por qué no se cuenta la historia completa? Es muy simple. Porque la actitud del poderoso siempre ha sido desconocer al más sencillo y, por eso mismo, nuestra increíble segregación social es una wea muy antigua.