“Tenemos mucho que aprender de las concepciones indígenas sobre el territorio, que pueden tener relevancia para temas de un ordenamiento territorial en otros grupos humanos no necesariamente identificados como indígenas”
Revista Planeo Nº 28 Territorios Indígenas y Planificación, Junio 2016.
[Por Pablo Wainer. Arquitecto UDP, Magister en Desarrollo Urbano, IEUT, UC]
“Tenemos mucho que aprender de las concepciones indígenas sobre el territorio, que pueden tener relevancia para temas de un ordenamiento territorial en otros grupos humanos no necesariamente identificados como indígenas”
Juan Álvaro Echeverri cursó la carrera de Antropología en la Universidad de Antioquia y posteriormente realizó su PhD en New School for Social Research en Nueva York. Ha trabajado desde 1997 en la sede Amazonía de la Universidad Nacional de Colombia, especializándose en proyectos de gestión comunitaria e investigación científica de poblaciones indígenas amazónicas, por lo cual ha recibido diversas distinciones. Actualmente sus áreas de desempeño son Etnología Indígena, Etnolingüística y Etnobiología.
- Primero, considerando que tradicionalmente hemos tratado la territorialidad indígena como algo lejano, ajeno e incluso exótico, ¿de qué forma crees que debiésemos repensar el concepto de este territorio para poder plantear un ordenamiento socialmente sustentable?
La percepción de la territorialidad indígena como algo lejano y ajeno es solo una faceta más de la exotización a la que se tiende al tratar los temas referentes a los pueblos originarios. El tema es visto como algo que es peculiar a los indígenas, como una singularidad cultural. Sin embargo, yo creo que tenemos mucho que aprender de las concepciones indígenas sobre el territorio, que pueden tener relevancia para temas de un ordenamiento territorial en otros grupos humanos no necesariamente identificados como indígenas. El ordenamiento territorial ha sido tratado desde las instituciones y el Estado como un asunto fundamentalmente técnico, basado en SIGs y que conduce a trabajos de zonificación. El OT es, en esa visión, una cuestión de ordenamiento del espacio. Algo fundamental de la concepción indígena del territorio (y aquí me atrevo a generalizar) es que territorio no es solamente espacio; el territorio es un concepto social y vital: es el tejido de relaciones que en el transcurso del tiempo genera huellas en el paisaje y por lo tanto su espacialización es un efecto de su fundamento vital. Esta noción de territorio es expresada por muchos pueblos indígenas mediante formulaciones que pueden sonar crípticas o espirituales – y efectivamente lo son – pero que si las abordamos no como peculiaridades culturales sino como otra forma de concebir la relación paisaje-vida-memoria pueden tener implicaciones importantes para estrategias diferentes de un ordenamiento social del espacio. Por ejemplo, en la lengua uitoto el término territorio podría ser traducido como nagɨma; este término significa literalmente como “el ámbito de todas las generaciones”. No es precisamente un término espacial o geográfico, pero condensa el sentido de lo que es el territorio: es la acción de muchas generaciones – antiguas y presentes – que en su interrelacionamiento y su accionar deja marcas en el paisaje: caminos, rastrojos de antiguos huertos y casas (bosques secundarios modificados), los entierros de los difuntos. El territorio es así memoria de relaciones.
- ¿Cómo podemos relacionar y hacer converger dos visiones opuestas (indígenas y no-indígenas) en un plan de ordenamiento territorial? ¿Es necesario un acuerdo entre ambas partes?
Generalmente se habla de “interculturalidad” cuando se trata de relacionar y hacer converger visiones opuestas o diferentes en estos temas. Pero un primer asunto a considerar es el diferencial de poder de los actores que se relacionan: por ejemplo, el Estado y un pueblo indígena minoritario. La tendencia en estos procesos de negociación es que prima la visión territorial del Estado y la interculturalidad se reduce a la inclusión de los asuntos sociales o culturales como “capas” adicionales en los sistemas de representación que generan los SIG, mediada mediante instrumentos de participación que en general son ajenos a las prácticas culturales locales. Un ejemplo es el de la negociación de la Unidad de Parques de Colombia con la etnia miraña para el manejo compartido del Parque Nacional Natural Cahuinarí, en la Amazonia. Desde el punto de vista de la Unidad de Parques, el asunto en común es, obviamente, el área del Parque, para cuyo manejo se busca tratar de hacer converger, o combinar, la visión de manejo desde la biología de la conservación (basada en un mapa de paisajes naturales) y la visión indígena (territorios ancestrales, sitios sagrados, zonas de ocupación y subsistencia, etc.). Sin embargo, desde la visión indígena el asunto no es el Parque como espacio geográfico y natural, sino la historia de relaciones que la gente ha tejido en su historia, en la cual la Unidad de Parques, por ejemplo, no es sino un actor más – y por cierto relativamente muy reciente y con una relación territorial muy limitada. Desde una perspectiva indígena territorial el asunto del ordenamiento territorial pasa no por acciones o decisiones sobre los espacios naturales sino por el ordenamiento de las relaciones que tienen incidencia sobre esos espacios, y esas relaciones incluyen las relaciones sociales entre el pueblo indígena y la entidad estatal. Esto crea una diferencia: una cosa es llegar a un acuerdo para un ordenamiento territorial participativo (desde una perspectiva dominante de la visión territorial estatal) y otra cosa es que la entidad estatal (o agente externo) se ubique como un actor territorial que entra en relaciones con otros actores territoriales.
- ¿Cuáles han sido los principales y más persistentes errores (o enemigos) de la planificación territorial indígena en Latinoamérica?
Tal vez de lo anterior deriva lo que desde mi punto de vista y experiencia podría calificarse como “error” (o tal vez mejor, como obstáculo o problema estructural) en procesos de planificación territorial indígena: el de la asimilación epistemológica de los pueblos indígenas en conceptos y visones territoriales dominantes, fundamentadas en nociones espaciales. Aunque se puedan plantear como procesos “participativos”, la relación misma es desigual, el lenguaje dominante es el español o portugués (o inglés, etc.), y los instrumentos, escenarios y modos de acción y decisión vienen dados desde los actores que disponen de los recursos y la tecnología. Aquí el foco es la obtención de un “producto participativo”. Si algo pudiéramos aprender de las nociones territoriales indígenas, lo primero sería que el foco debe ser más bien las relaciones sociales que se tejen alrededor del territorio. Este cambio de enfoque conduce a que la principal prioridad deber ser la comunicación, no los instrumentos tecnológicos. Los problemas de comunicación son de hecho ese principal obstáculo. Y la des-comunicación es aún más grave cuando ni siquiera percibimos que existe; cuando asumimos que estamos hablando de lo mismo. Doy un ejemplo tomado de mi participación como asesor en la elaboración de un plan de manejo compartido del Parque Cahuinarí entre la Unidad de Parques de Colombia y la autoridades del pueblo miraña, que nos lo ilustra. Un funcionario de Parques manifestó lo siguiente para destacar el sentido y significancia del convenio que se había suscrito con la etnia miraña: “El convenio no es solo un texto, sino una nueva modalidad de la toma de decisiones sobre el manejo del territorio”. Y una de las autoridades tradicionales miraña por su parte lo representó de la siguiente manera: “No es otro pensamiento [el del convenio], es el mismo pensamiento de nosotros; ésta es la forma de hacerlo entender a la gente.” Para Parques lo interesante del convenio es la innovación; para los indígenas, en contraste, el convenio no tiene por qué ser algo nuevo, sino la reiteración de lo mismo, de lo que viene, del pasado.
- ¿Qué experiencias de planes ordenamiento territorial elaborados por comunidades indígenas tenemos en Latinoamérica y cuáles son sus principales características?
Esta es una pregunta difícil, porque no tengo realmente una visión panorámica de experiencias continentales que me permitan dar una evaluación y apreciación justa. Lo que uno puede anticipar es que el mismo rótulo “ordenamiento territorial” (o su variante “ordenamiento ambiental”) está tan cargado semánticamente que y tan ligados a una cierta concepción territorial de tipo espacial en el marco de relaciones desiguales de poder con respecto a los estados nacionales, que tal vez implique que estén enfrentados a esos problemas y obstáculos estructurales que acabo de mencionar. Pero por otra parte, sí podríamos afirmar que si tomamos el concepto de “ordenamiento territorial” en un sentido más amplio y abarcador, no necesariamente ligado a procesos de zonificación, tendríamos que decir que muchos pueblos indígenas han tenido y manejados planes de ordenamiento territorial, en el sentido del manejo de la relaciones sociales (que incluyen las relaciones intersubjetivas con los dueños de las entidades y sitios del paisaje) que ha demostrado su poder ordenador en la medida que han sabido permanecer durante milenios transformando y enriqueciendo el paisaje – es decir, construyendo y transformado el territorio.cierta pacial l territorio principalmente como un fen dar una evaluacie se habautoridades del pueblo miraña para ntear como proc
- Finalmente, ¿hacia dónde crees que debemos apuntar, en relación a políticas públicas y ordenamiento, para un desarrollo integral de nuestras comunidades en el territorio?
Si asumimos que territorio es vida y sociedad (que modifica, con el paso del tiempo el paisaje) y que ordenamiento territorial es primero que todo ordenamiento de las relaciones, creo que se necesita apuntar hacia una mayor conciencia y reflexividad de tres tipos: lingüística, cultural y social. El aspecto lingüístico creo que nos puede ayudar mucho en los procesos de inter-comprensión y comunicación; es necesario construir categorías territoriales que partas de categorías nativas; esto ayudaría a mitigar los procesos de asimilación epistemológica implícitos en muchos procesos de trabajos “participativos” pero que se fundan solo en categorías desde una semántica de las lenguas indoeuropeas, y conduciría a procesos de inter-aprendizaje. Segundo, en términos culturales, es necesario abrirse a asumir la posibilidad y realidad de otros sistemas ontológicos y epistemológicos que están implícitos en la construcción de esas categorías nativas y eventualmente a encontrar y diseñar instrumentos y formas de representación espacial que les den cabida. En términos sociales, es necesario tomar conciencia que muchos de los procesos que se denominan “participativos”, “interculturales”, etc. invisibilizan relaciones de dominación entre los actores, y que – si volvemos al axioma que planteamos que territorio es una categoría vital y social – las relaciones sociales son parte y componente de las relaciones territoriales y no meramente un instrumento para obtener un producto. Si bien los dos primeros pueden ser más difíciles y demandantes, es el tercero – la atención a las relaciones sociales entre los actores – lo que me parece que marcaría una diferencia fundamental.