Sergio Galilea: Desde el año 79 que tenemos una «no política» de desarrollo urbano
Sergio Galilea es todo un personaje. Nos recibió en su oficina en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, y luego de ofrecer amablemente un café, se hizo dueño por completo de la entrevista. Habló de todo y supo enlazarlo bien. Con mucho histrionismo y buen humor, abarcó desde la segregación a la mirada particular de los problemas latinoamericanos, pasando por el Transantiago, el desarrollo de barrios y las necesidades de transformar la figura del Intendente Regional, cargo que ha ocupado dos veces.
Descarga la entrevista completa
¿Cuáles son los problemas y desafíos actuales que son más importantes respecto a la planificación urbana y regional en Chile?
Hay ciertos temas que cruzan los problemas del país; que son recurrentes. La desigualdad es probablemente el problema más grave que tiene la sociedad chilena. El tema de la desigualdad tiene connotaciones segregativas territoriales que son evidentes. Eso es más claro en las ciudades, pero también es relativamente evidente cuando tú comparas la calidad de vida de las metrópolis, de las ciudades intermedias, y de las localidades menores del mundo rural.
Nosotros seguimos siendo, desde un punto de vista urbano,
hijos del ’79. Es el minuto en el que se definió la política de
desarrollo del desarrollo urbano que yo siempre he llamado
“la no política”. Es decir, la política de desarrollo urbano en
que el mercado iba a resolver el conjunto de los problemas.
Entonces yo creo que hay un sello, un problema que es propio de la sociedad chilena, que es la desigualdad. El país tiene que resolver sus temas de una mínima equidad, de una distribución más razonable de las oportunidades y de la riqueza, entre otras cosas para conseguir desarrollo.
Del mismo modo el país tiene un enorme déficit en la descentralización institucional y económica. Yo creo que nuestro país debería priorizar en nuestra área algunos temas cruciales como la lucha contra la segregación. Esto significa acciones directas en barrios informales, más degradados, renovación urbana de determinados sectores, políticas públicas que busquen mezclar socialmente.
Por otra parte, desde el punto de vista institucional, en Chile seguimos teniendo un país muy poco regional, siendo un país muy regional. Nosotros tenemos un territorio maravilloso, extraordinariamente variable desde el punto de vista de sus climas, del de sus vocaciones productivas, etc. Por lo tanto, Chile debería ser un país más regional de lo que es en la práctica. Y no lo ha sido porque seguimos manteniendo una estructura institucional altamente centralista.
En definitiva, se abortan las posibilidades de desarrollo productivo, de emprendimientos locales y regionales. Eso, apoyado además en nuestra ancestral cultura organizativa del Estado, que es centralizadora, que establece una desconfianza respecto de las transferencias de competencia a las actividades locales, te da una combinación muy compleja.
…se necesita una política que yo siempre he llamado “de desarrollo hacia dentro” de Santiago.
Santiago no puede seguir expandiéndose en todas direcciones, tiene que densificarse,
tiene que recuperar barrios históricos. El desafío es recuperar lo que tú tienes.
Te estoy hablando del centro de Santiago, o del peri-centro de Santiago, que es el Santiago
en el que puedes andar. Es el Santiago con una dimensión peatonal.
La lucha por la equidad, sobre todo territorial, y la lucha por la descentralización, son las dos tareas marco que yo diría que deben abordarse. Eso tiene expresiones en lo urbano, en lo medioambiental, y en la distribución territorial del país, que son evidentes.
Desgraciadamente los problemas de inequidad y segregación territorial son grandes, más la ausencia de una voluntad política descentralizadora. Uno podría decir que en el régimen militar era natural que así fuera, pero nosotros como Concertación, tenemos una deuda tremenda con los procesos descentralizadores y con los temas de la equidad. Por lo tanto, ésta también es una tarea pendiente que hay que ver muy auto-críticamente.
Una de las críticas más comunes de la planificación urbana en Chile está relacionada con el papel del Estado en la definición de políticas y regulaciones de desarrollo urbano, siendo relegado más bien a garantizar una libre competencia en el mercado de suelos en vez de tomar una posición más proactiva y reguladora. En su opinión ¿cuál debería ser el papel del Estado chileno en la planificación y desarrollo de las ciudades?
Nosotros seguimos siendo, desde un punto de vista urbano, hijos del ’79. Es el minuto en el que se definió la política de desarrollo del desarrollo urbano que yo siempre he llamado “la no política”. Es decir, la política de desarrollo urbano en que el mercado iba a resolver el conjunto de los problemas.
Y las intervenciones públicas eran piedras en el zapato para los inmobiliarios. Eran lomos de toro, regulaciones que “permitían soluciones discriminatorias a favor de grupos de poder”. En ese entonces se tomó una decisión extremadamente radical. Y eso rebota urbanamente muchas décadas en adelante. Se produjo una concentración de propiedad del suelo que no existía. Se perdieron los mecanismos de regulación más elementales, ¡y se generó un laisezz-faire urbano que no ha existido en un ningún país del mundo!
En una sola década, la del ’80, Santiago prácticamente duplicó su superficie urbana. Misma década en la cual la ciudad no creció más de un 20% agregadamente en términos de su capacidad productiva. En la década de los ’90, cuando nosotros iniciábamos una influencia sobre las actividades gubernamentales, hubo políticas de mayor control, por lo menos para evitar esta expansión desorbitada. Urbanamente tenemos muchos defectos.
Estos defectos que se acarrean desde el ’79, ¿cómo se manifiestan hoy día, qué desafíos plantean hoy día para la planificación?
Plantean muchos desafíos que, en mi opinión, no han sido enteramente asumidos en estos años.
Por ejemplo, se necesita una política que yo siempre he llamado “de desarrollo hacia dentro” de Santiago. Santiago no puede seguir expandiéndose en todas direcciones, tiene que densificarse, tiene que recuperar barrios históricos. El desafío es recuperar lo que tú tienes. Te estoy hablando del centro de Santiago, o del peri-centro de Santiago, que es el Santiago en el que puedes andar. Es el Santiago con una dimensión peatonal.
Nosotros, me refiero al trabajo que hicimos en los gobiernos de la Concertación, recuperamos mucho el centro de Santiago. Pusimos el metro en el centro de la dinámica urbana. Hay que decir también que dejamos la embarrada en materia del Transantiago. Ése fue un error urbano tremendo.
Nosotros, me refiero al trabajo que hicimos en los gobiernos de la Concertación,
recuperamos mucho el centro de Santiago. Pusimos el metro en el centro de la dinámica urbana.
Hay que decir también que dejamos la embarrada en materia del Transantiago.
Ése fue un error urbano tremendo.
¿Cuál sería su visión para el futuro desarrollo de Santiago, de aquí a los próximos cincuenta años?
Yo tengo la obsesión con el desarrollo hacia adentro. […] Estamos derrochando un conjunto de activos urbanos que son de tremenda importancia. Al mismo tiempo, estamos despreciando el barrio, y al hacer esto, despreciamos un elemento de identidad territorial que tiene que ver con el equipamiento, la convivencia, y particularmente con la seguridad. La seguridad ciudadana se ha convertido en el tema más grave de los últimos años.
En Santiago es también absolutamente urgente un control del uso del automóvil. Eso es vital. Este año el parque automotriz de Santiago creció en un 20%. Eso es cuatro veces el nivel de crecimiento esperado ¡Esa cuestión es terrible! Terrible.
Se necesita generar una modificación cultural para que la gente apueste por el metro, o por el transporte público en general.
Eso acarrea una serie de desafíos de gestión, en lo que hay que hacer un esfuerzo muy grande. Respecto de eso, Chile llora un gobierno metropolitano. Yo estuve en la Intendencia de Santiago, y te lo digo en una sola frase: Chile necesita tener cuatro regiones y un área metropolitana, nada más. El norte, el centro, el sur y el sur austral. Eso son los cuatro Chile, y tiene que haber un régimen especial para el área metropolitana de Santiago. Ésas hoy se llaman “las macro regiones”, y además ser del norte, del centro, del sur o austral es verdadero; no es “ser de la sexta” o “de la novena”.
Chile es el país con la menor identidad territorial de América Latina. Estamos absolutamente acostumbrados a que lo principal, lo secundario y lo menor se resuelva en Santiago. Hay que hacer un esfuerzo con mucho coraje en esa perspectiva.
Con esa frase, “Chile sin política, Santiago sin plan”, parece como que seguimos en el ’79.
Seguiríamos en el mercado, en que las decisiones individuales de cada cual
son lo que determinan la lógica urbana. Desgraciadamente,
es así todavía en un porcentaje importante. Pero hemos tenido algunas políticas públicas
inteligentes y adecuadas que hacen que tú puedas pensar en un futuro algo más optimista.
En ese contexto, ¿cuál debería ser el papel del Intendente?
No, los Intendentes tienen que morir. Hoy se tienen regiones institucionales que en mi opinión también hay que modificar. Son muy pequeñas, y muy poco importantes. Se celebró como un éxito pasar de trece a quince regiones, como si eso significara que habrá más descentralización. No; significó que en vez de haber trece supuestos poderes regionales, hay quince, siempre supuestos.
¿Qué opinión tiene sobre los planes reguladores?
A mí me parece que el Intercomunal de Santiago fue un instrumento bastante adecuado. Consolidó situaciones…no fue pro-expansión, por lo menos.
Con posterioridad a eso, se producen algunas modificaciones al Plan Regulador que son suis generis. Son estas áreas de desarrollo condicionado. O sea, yo no le voy a dar permiso a alguien para que se instale en los extramuros de la ciudad, sino sobre la base de decirle a ese señor “si usted quiere instalarse allá, tiene que hacer una ciudad completa”. Estableces así una suerte de impuesto territorial. Con los años, se ha mostrado que esa política fue inteligente.
Que la ciudad se siguiera expandiendo, para después apostar en la conducta especulativa, por lo menos los instrumentos de planificación han contribuido a evitarlo. Ha habido una discusión hoy día sobre si tú expandes o no determinada cantidad; yo sería partidario, en principio, de no expandir nada. O sea, si alguien quiere hacer algo afuera, tiene que demostrar que lo financia todo. Y todo es todo. Santo remedio; ese es el único principio. Y es una lógica que se aplica en todas las ciudades.
Para terminar, nos gustaría que se refiera al título de nuestro primer número. ¿Chile sin política, Santiago sin plan?
Con esa frase, “Chile sin política, Santiago sin plan”, parece como que seguimos en el ’79. Seguiríamos en el mercado, en que las decisiones individuales de cada cual son lo que determinan la lógica urbana. Desgraciadamente, es así todavía en un porcentaje importante. Pero hemos tenido algunas políticas públicas inteligentes y adecuadas que hacen que tú puedas pensar en un futuro algo más optimista.
Y ese futuro tiene que estar centrado en un rol mucho más importante de la planificación urbana, en un papel mucho más significativo del gobierno nacional, eventualmente del área metropolitana, y los gobiernos locales. Naturalmente, yo soy confiado de que éste sea un país que pueda enfrentar los problemas de inequidad, desigualdad y segregación de un modo mucho más radical.