María Luisa Méndez es Socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile y se desempeña como directora de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales, además de trabajar en el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).
Revista Planeo Nº19 Barrio y Ciudad, Noviembre 2014.
[Por Pablo Wainer. Arquitecto UDP y Magister (c) en Desarrollo Urbano, IEUT, UC]
María Luisa Méndez cursó estudios de Sociología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Posteriormente realizó postgrados de Magíster en Antropología y Desarrollo en la Universidad de Chile y Phd. en Sociología en la Universidad de Manchester.
Actualmente es Directora de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales, además de trabajar en el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), en el que investiga temas relacionados a la Geografía de los conflictos sociales. Ha participado en publicaciones de la CEPAL y revistas nacionales como internacionales.
Primero, hemos visto distintas definiciones de barrio. Nos gustaría que nos cuentes bajo qué concepto de barrio trabajas y cómo se establece quién pertenece a un barrio y quién no.
Efectivamente, hay muchas variantes sobre lo que constituye un barrio, pero dado que yo trabajo desde una sociología cultural, mi noción de barrio tiene que ver con una particular forma de apropiación y de identificación de un territorio a partir de quienes lo habitan (trabajan, residen, etc.) y también desde la perspectiva del exogrupo (quienes están fuera de esa escala). Desde ese punto de vista, se trata de una escala espacial con un particular contenido simbólico que orienta la definición de límites simbólicos y sociales sobre la pertenencia.
Lo que trabajo es lo que la literatura conoce como boundary work, (Lamont, 1992) es decir, el trabajo activo de parte de los actores por establecer diferencias entre un “nosotros” y un “ellos”. Este ejercicio es fundamental en los barrios que buscan ser vistos desde dentro y fuera con ciertos atributos que son también trasmitidos a sus residentes.
A grandes rasgos, cómo se podría diferenciar la identidad de un barrio vulnerable o de bajo estrato socio económico, de un barrio consolidado conformado por estratos medios y altos.
No hay grandes diferencias entre ambos procesos de construcción/producción de identidad: en ambos sectores hay actores interesados en instalar una forma de reconocimiento del barrio a partir de ciertos atributos, historia compartida, estilos de vida, hitos arquitectónicos, prácticas sociales, etc. En ambos sectores habrá historia, prácticas y discursos que se despliegan para la definición de una identidad barrial. Desafortunadamente, en los sectores menos privilegiados opera lo que Wacquant describe como estigmatización territorial, por lo que dichas identidades tienen a estar atribuidas desde fuera y cargadas de atributos negativos: falta de seguridad, por ejemplo.
En general, la literatura sociológica tiende a identificar la identidad de barrios vulnerables desde un punto de vista más esencialista, es decir, a partir de atributos que son relativamente propios de la comunidad que ahí habita, que se mantienen en el tiempo y que se reconocen desde fuera. Los habitantes tienden a ser vistos como individuos que están más bien fijos en dichos barrios, con pocas posibilidades de moverse y de proponer narrativas alternativas de identidad barrial. Por otro lado, la literatura sobre identidades de barrios de clases medias y altas, se muestra mucho más abierta a mostrar procesos creativos de producción de identidad (gentrification, elective/selective belonging, social preservationists, etc.) donde se muestra la capacidad de los agentes por disputar diversos registros identitarios. En el caso de los barrios vulnerables, creo yo, se tiende a instalar una noción más comunitaria en la comprensión de la identidad barrial, mientras que en los otros casos, parecen ser visiones que enfatizan las disputas, negociaciones, recursos creativos, etc. y los agentes parece estar menos fijos en el lugar, y con capacidades de moverse entre barrios afines con su clase social (habitus de clase, por ejemplo).
¿Qué papel juega el espacio público en la construcción de la identidad de estos barrios?
Para mí el espacio público cumple una función central en cuanto al reconocimiento como iguales del que carecen muchas veces los sectores menos privilegiados. El espacio público es clave en contrarrestar procesos de exclusión social, de malestar y de reproducción de las desigualdades. Al espacio público se asiste y se participa como un igual, cuestión que muchas veces no está disponible para las personas que habitan barrios vulnerables, que sufren de estigmatización, es decir, que no son tratados como iguales.
¿Adquiere el espacio privado mayor relevancia en la construcción de la identidad de barrios mientras mayores sean los ingresos de los vecinos?
En mi investigación, he encontrado que en el discurso sobre la seguridad y temor al otro se exacerba la protección del espacio privado de los sectores más acomodados, de la segregación, y el intento por recrear una comunidad protegida y aislada de los “males” de la vida urbana. En esa lógica el espacio de encuentro entre iguales no se logra.
Por último, cuánto pueden incidir las organizaciones barriales en la tomas de decisiones a nivel comunal ¿Existen hoy en día mecanismos para fortalecer la participación de estas organizaciones?
Podría comentarte sobre la primera parte de la pregunta: creo que las organizaciones barriales son una expresión de algo más grande, que es una demanda de reconocimiento y de un trato como un igual. En general mi investigación muestra que las demandas en torno a la pertenencia territorial y barrial, las organizaciones, las prácticas más cotidianas, los conflictos entre vecinos, etc. muestran que ese espacio es fundamental para la definición de la posición en el espacio social, y al mismo tiempo del reconocimiento de dicho lugar.