Infancia y Ciudad

Mayo-Junio 2014

Porque todos fueron niños. Los niños y el desarrollo urbano

Las amenazas al derecho de los niños a ser parte activa de las dinámicas de la ciudad, como parte de su socialización y comprensión de su hábitat persisten. A su vez, la proliferación de espacios privados para el desarrollo cultural y la recreación de los niños muestra el temor a los espacios públicos, bien sea en calles, plazas o lugares.
Revista Planeo Nº16 Infancia y Ciudad, mayo 2014.

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Imagen: Parque “Pies descalzos” en Medellín (Fuente: Trip Advisor, 2008)

[Por Jaime Solorzano Pescador. Cientista Político de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia). Candidato a Magíster en Desarrollo Urbano de la Pontificia Universidad Católica de Chile.]

¿Cuánto inciden los niños, realmente, en la producción de la ciudad? Buscando ideas para desarrollar esta columna, acudí a mis sobrinas. Para Sara, Bogotá le ofrece “todo lo que un niño quiere: parques, colegios, entretenimiento”. Para Manuela, y tras el desconcierto inicial de la pregunta (diferente a la planteada, desde luego), la respuesta dio el título: “Creo que a veces si, pero en muchas cosas no. Y no entiendo, porque todos fueron niños”. Como lo plantea J. Montaner (2011) los espacios que componen la ciudad inciden en la calidad de vida de sus habitantes y su sociabilidad, pero resulta evidente en muchas ciudades que su diseño respondió a otros intereses, y no se pensó en las demandas de niños, mujeres y ancianos. En ese sentido, y buscando una pregunta que aleje los  vicios de la “futurología” urbana, ¿qué aspectos favorecen y limitan la relación de los niños y la ciudad en la que viven?

En su afamado (y discutido) trabajo “El triunfo de las ciudades” (2012) E. Glaeser hace una apología importante a la vida en la ciudad, en contraposición a la suburbanización que definió el desarrollo urbano y territorial de Estados Unidos durante el siglo XX. La ciudad reúne innumerables ventajas asociadas a la aglomeración de actividades económicas, el encuentro con otros, medios de transporte más eficientes; así como oportunidades superar la pobreza, acceder a mejores servicios públicos y construir entornos más seguros.  No obstante, reconoce que a pesar de su convencimiento en las ventajas de la vida urbana, optó por una cómoda casa en un suburbio para vivir con su esposa e hijos. Las ciudades resultan atractivas para jóvenes y adultos, pero la configuración contemporánea no necesariamente atiende a las demandas de grupos que resultan vulnerados o excluidos, como lo sugería Montaner (2011).

¿Qué se puede destacar al respecto? En educación y cultura, considerando los proyectos desarrollados en Bogotá y Medellín, se evidencia una apuesta gubernamental por la construcción de espacios y equipamientos que garantizaran sus derechos. En Bogotá se evidenció esto por medio de las bibliotecas y parques en zonas periféricas de la ciudad; y más adelante en la construcción y remodelación de colegios públicos, que ayudaron a ampliar la cobertura educativa en sectores marginados. El caso de Medellín, por su contingencia, es ampliamente conocido, y vale la pena destacar la inversión pública en educación, cultura y tecnología en los últimos gobiernos. Esto permitió la construcción de bibliotecas, colegios y parques en el marco de Proyectos Urbanos Integrales, en zonas de la ciudad que habían sido controladas por el crimen organizado. En ese sentido, la provisión de espacios públicos adecuados a las necesidades de los niños y niñas genera oportunidades para su desarrollo, y nuevos principios para la producción del espacio urbano, como en su momento lo sugiriese F. Tonucci.

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Imagen: Parque público vs parque privado en Bogotá (Fuente: Solórzano, 2014)

Tal como lo sostiene J. Montaner (2011), las lógicas de producción de la ciudad y lo urbano han favorecido históricamente a quienes detentan mayor poder; y la tendencia a la privatización de los espacios no favorece las iniciativas de mejoramiento de las condiciones de vida de los niños en la ciudad. El centro comercial, el club y el condominio ofrecen opciones de entretenimiento y socialización adecuadas a sus condiciones socioeconómicas, tal vez más seguras y cercanas a su imaginario sobre la ciudad. Parques temáticos como Divercity y Kidzania (ahora con operaciones en diferentes ciudades del mundo) acercan a los niños a un determinado modelo de ciudad y unos nuevos patrones de conducta para el comportamiento adecuado en los espacios públicos y privados. Una labor que resulta valiosa, aun cuando se pueda cuestionar quienes apoyan comercialmente dicha tarea, bajo que comprensión de lo urbano y que imaginario se construye en los niños sobre entornos diferentes, con personas diferentes a ellos. En últimas, que los espacios planteados por Tonucci (en Montaner, 2011) para la socialización y el contacto con lo urbano (la calle, la plaza y la escuela) están siendo desplazados por espacios que para los niños – y sus padres – resultan más atractivos y seguros.

Sin embargo, persisten las amenazas al derecho de los niños a ser parte activa de las dinámicas de la ciudad, como parte de su socialización y comprensión de su hábitat. La proliferación de espacios privados para el desarrollo cultural y la recreación de los niños muestra a su vez el temor a los espacios públicos, bien sea en calles, plazas o lugares. Por una parte se encuentra que la configuración de la ciudad no favorece la localización de los equipamientos para los niños en lugares adecuados, facilitando su abandono y desuso. Por otra parte, y asociado al incremento de la violencia en las áreas urbanas de la región, la lucha entre pandillas por el control territorial ha llevado a la muerte de niños, bien por “balas perdidas o balas locas”, o bien por su participación en dichos grupos, situación recurrente en ciudades latinoamericanas. Asimismo, dicha confrontación por el control territorial afecta el acceso a espacios públicos utilizados por los niños, tales como los parques o bibliotecas. Estas limitaciones refuerzan la vulnerabilidad de los niños y los espacios diseñados para ellos, y promueven la construcción de imaginarios negativos sobre diferentes escalas territoriales (barrio, comuna, ciudad), reforzados de acuerdo a sus condiciones socioeconómicas y las concepciones de sus familiares y amigos.

Los avances han sido significativos. De alguna manera, el legado de Van Eyck (con sus  playgrounds en Amsterdam) y Tonucci generó alguna atención por los niños y su derecho a la ciudad; y en especial su condición como usuarios activos de la misma. La instalación de equipamientos educativos y recreacionales da cuenta de esta preocupación, y cómo hacer frente a las múltiples situaciones que afectan la relación de los niños con la ciudad, con ese entorno pensado y construido por adultos que olvidamos algo: nosotros también fuimos niños.

Referencias bibliográficas

Glaeser, E. (2012). The triumph of the city. Penguin Books.

Montaner, J. M. (2011). “El derecho al espacio público: principios y ejemplos”. En: Institut de Drets Humans de Catalunya. El derecho a la ciudad. Barcelona. Disponible en: http://www.idhc.org/esp/documents/Biblio/DHE_7_esp.pdf