Infancia y Ciudad

Mayo-Junio 2014

Libro: «La Ciudad de los Niños; un nuevo modo de pensar la ciudad»

El libro “La Ciudad de los Niños” presenta un compendio de observaciones en torno a la relación actual de la Infancia con sus ciudades, dando cuenta una realidad presente en todas las ciudades modernas.
Revista Planeo Nº16 Infancia y Ciudad, Mayo 2014.

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[por: Piera Medina Ziller, Arquitecta PUCV. Estudiante Magister Desarrollo Urbano, PUC]

Nombre Libro: “La Ciudad de los Niños; un nuevo modo de pensar la ciudad”

Autor: Francesco Tonnuci

Año: 1996

Editorial: FUND. GERMAN SANCHEZ RUIPEREZ
224 páginas

Las ciudades han cambiado, y con ellas ha cambiado el modo de ser de los niños.
El libro “La Ciudad de los Niños” presenta un compendio de observaciones en torno a la relación actual de la Infancia con sus ciudades, dando cuenta una realidad presente en todas las ciudades modernas, sobre la exclusión de los niños de la vida social urbana y del planteamiento de las ciudades.

Francesco Tonucci, pedagogo italiano, ha llevado a cabo su estudio sobre el pensamiento y comportamiento de la Infancia en el ambiente urbano; desde su disciplina comprende que la autonomía de los niños en la ciudad, es un indicador sustancial para determinar la calidad de ésta.

Descontento con la situación actual, donde los niños no han podido encontrar un lugar donde crecer, jugar y sobre todo desarrollarse libremente, Tonucci comienza su libro con una analogía para entender como han cambiado las cosas en la Infancia de hoy con respecto a la de hace sólo unas décadas atrás. “Una vez tuvimos miedo al bosque. Era el bosque del Lobo, del ogro, de la oscuridad en donde nos podíamos perder”, en esos tiempos, el lugar donde los niños se sentían seguros era entre las casas, en la ciudad y en sus barrios, experimentando libremente el juego con sus amigos. Hoy, la ciudad se ha vuelto ese bosque hostil, un lugar cada vez más inaccesible para los niños, volviéndolos totalmente dependientes de la vigilia de sus padres, temerosos de devolverles su autonomía, en ciudades determinadas en torno al automóvil.

La posibilidad de moverse en su propia ciudad, es justamente uno de los aspectos que según Tonucci han cambiado el modo de ser de los niños de antes con los de hoy. La movilidad urbana ha cambiado rápidamente y las autonomías de los adultos (por los automóviles) han crecido muchísimo, mientras que la de los niños se ha derrumbado.

Que los niños pierdan la posibilidad de jugar en la ciudad, es determinante para el desarrollo de las personas, pues en los primeros años inevitablemente crecen y se desarrollan jugando, construyendo cimientos fundamentales para su desarrollo en el futuro. El miedo a la ciudad, ha hecho que los padres inviertan en el juego comprando juguetes y manteniendo a los pequeños dentro de espacios controlados. Pero según Tonucci, el juego no se puede comprar ni tampoco acompañar porque es una experiencia enteramente individual.

Un niño que no se puede desarrollar libremente en el espacio tampoco puede desarrollar aptitudes espaciales, reglas como administrar el tiempo y el lugar, que lo va dando la experiencia (al ir acompañado se ahorra ese trabajo).

Esto se vuelve determinante cuando los niños crecen y no tienen capacidades espaciales desarrolladas, como por ejemplo manejar un vehículo o caminar por la ciudad.

La pregunta planteada en el libro es ¿Cuánto le cuesta a la ciudad no tener niños?.

En este sentido resulta interesante el análisis, porque determina una condicionante fundamental de la seguridad urbana. Pues una ciudad que se retranquea, pierde el dominio y apropio sobre el espacio público, cediendo espacio a las inseguridades y miedos.

Bajo el alero de esta hipótesis Tonucci plantea su crítica a las generaciones actuales, como las primeras que históricamente no se ha hecho cargo del bienestar de las generaciones que vienen después, lo que está invirtiendo la tendencia constante en la historia moderna, que cada generación vaya mejorando sus condiciones de vida. Un punto importante a reflexionar, si pensamos que al restarle autonomía y espacios a los niños en la ciudad, los estamos restringiendo al desarrollo de habilidades cognitivas sustanciales para su futuro, lo cual sin duda suscitará un entendimiento del mundo completamente diferente. Esto no solo visto desde la individualidad, sino incluso en la calidad de vida que los niños podrían experimentar en el futuro, sin una base autónoma sobre el espacio.

Que los niños “vuelvan a la calle” es una forma reactiva de devolverle la vida a los barrios, su calidad, belleza, seguridad, etc. que sin duda, determinará el comportamiento de sus habitantes. Y en esto Tonucci es determinante, pues sin una red que garantice la seguridad de los niños, la ciudad se seguirá vendiendo a más servicios especializados, que ofrezcan un “momento urbano”, como sucede con los malls, que han emulado la “experiencia urbana” entre muros y recorridos programados.

Los niños necesitan de su propia ciudad para que el espacio del juego crezca con ellos.

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Libro “la Ciudad de los niños»

A partir de este análisis, Francesco Tonucci desarrolla una experiencia llamada “A la escuela vamos solos” en distintas ciudades de Italia, como un modo experimental y paulatino de volver a vincular a los niños con su ciudad. Esta experiencia permitió la creación de una Red de “Ciudades de los Niños”, con Roma como cabecera.

A partir de esto, realiza cuatro reflexiones en torno a la relación de la Infancia con la ciudad. Lo primero es que es algo que los niños necesitan, pues necesitan recuperar o construir una autonomía y experiencia urbana para su desarrollo cognitivo y espacial. Lo segundo es que estas acciones fortalecen la convivencia de los pequeños; al ofrecerles libertad para disponer del espacio y crear experiencias en torno al juego, se generan nuevos lazos de amistad y confianza entre pares. Además se fortalece la educación ambiental, ya no sólo desde la ecología, sino en sentirse parte de un ambiente, el cual podría ser el barrio, la plaza o el parque. La tercera reflexión es sobre la posibilidad de generar una educación vial, que no se refiere a educar a futuros automovilistas, sino a desarrollar el placer de moverse, cómo hacerlo y donde. En este sentido hay que ser objetivos, puesto que las ciudades han sido diseñadas para acceder a ellas mediante el auto. Con una educación en torno a la movilidad infantil, no solo se enseña a los niños a desplazarse para acceder a sus necesidades, sino también podría suscitar ciertos cambios estructurales en cómo se piensa y diseña la ciudad, pudiendo acercarlos más a ellos (y otros grupos más vulnerables) a la posibilidad de acceder libremente a todos lados.

Y por último, al bajar a los niños de los autos es posible desarrollar una educación más saludable, punto importante si se considera la alta taza de obesidad infantil en el mundo.

Este proyecto se consolida en la “Ciudad de los niños” con una red internacional de Italia, España y Argentina, que funciona como plataforma de expresión de los niños en la ciudad, y generadora de distintas iniciativas que permiten escuchar y considerar la voz de los niños en la toma de decisiones para la ciudad, principalmente a través de los Consejos de los Niños.

Este libro permite comprender la importancia latente de hacernos cargo de los niños en nuestras ciudades, determinando ciertos objetivos para comenzar un cambio en la manera en que las planificamos, considerando a los niños como elementos claves para re pensar sus interacciones. Pues “se trata de aceptar la diversidad intrínseca del niño como garantía de todas las diversidades”, ya que una ciudad apta para los niños es una ciudad apta para todas las personas.