Revista Planeo N°12, Octubre 2013
[Por: Josefina Jaureguiberry]
Entender el espacio urbano público como un ámbito de contestación en donde los ciudadanos intentan visibilizar cierta exclusión es fundamental para analizar los movimientos sociales actuales. El espacio público se constituye como escenario material y simbólico para el cambio social, en otras palabras, es un termómetro de la calidad democrática de una sociedad que debe ser capaz de afrontar el conflicto urbano.
Esto se ha visto reflejado en las protestas que han tenido lugar alrededor del mundo durante los últimos años. La apropiación de este espacio y el uso de los medios sociales para promover y hacer visibles los actos de resistencia sugieren que en las sociedades de hoy en día estos soportes son claves para los movimientos sociales urbanos. Es a través de ellos que logran hacerse visibles ante los gobiernos, los medios y la comunidad internacional. A pesar de que el reconocimiento no necesariamente genera cambios sustantivos en el status quo, los espacios públicos disputados pueden constituirse en aperturas retóricas y operacionales (Lubin, 2012). Es así como se apela a la idea de que nuevas relaciones sociales necesitan de nuevos espacios públicos, es decir, la búsqueda de un cambio social obligatoriamente se enmarca en un espacio físico específico en el cual se desafía la función original para la que estaba destinado (Dhaliwal, 2012). Ejemplos de esto son la ocupación de la Puerta del Sol en Madrid, España, del parque Taksim Gezi en Estambul, Turquía, las diferentes performance realizadas por el movimiento estudiantil en Chile, entre muchos otros.
Los movimientos sociales han articulado dentro de su repertorio de acción una “política espacial”, disputando los usos dominantes de los espacios públicos, los han dotado de un significado totalmente distinto del provisto por sus creadores. A pesar de que estas prácticas muchas veces no perduraron en el tiempo, fueron una estrategia clave para intentar alcanzar sus metas y pueden ser el origen de una disputa más amplia.
Por otro lado, hoy en día, un factor importante que cualifica al espacio público son los soportes de comunicación que posibilitan la difusión masiva de algún contenido, es decir, está directamente relacionado con el ámbito de la divulgación. Una opinión o demanda se manifiesta en el espacio público cuando es capaz de acceder a un público amplio a través de los medios de comunicación (Berroeta & Vidal, 2012). En este contexto los movimientos sociales tienden a buscar nuevos repertorios de acción que les permitan alcanzar los medios de comunicación.
El movimiento estudiantil chileno de 2011
El movimiento estudiantil de 2011 fue un caso notable de movilización de reclamos, es decir, las tensiones o problemas objetivos que aumentan el nivel de agitación y llevan a las personas a movilizarse. Las familias chilenas han experimentado en sus vidas diarias las desventajas del sistema, en especial la correlación entre el acceso a la universidad y la calidad con los recursos socioeconómicos. Además, las barreras financieras y el riesgo con el que se enfrentan la clase media y baja son muy altas debido al sistema educacional altamente privatizado, caro y poco regulado.
En segundo lugar y con respecto a la estructura del movimiento, ningún otro actor en la sociedad chilena tuvo el poder discursivo que las organizaciones estudiantiles tuvieron para estructurar un asunto problemático que apelara a las experiencias de gran parte de la población. Los estudiantes llevaron a cabo dos procesos centrales; la problematización de ciertos temas y la atribución de responsabilidades. A las “demandas históricas” de equidad en el acceso, más fondos para la educación pública y democratización universitaria, los estudiantes añadieron nuevas demandas a su discurso; educación superior gratuita, mejor calidad y la noción de que una reforma educacional no era un beneficio para un grupo de interés específico, sino que para todo el país.
El movimiento estudiantil tomó ventaja del contexto político local, generando oportunidades políticas inesperadas. La ascensión de Sebastián Piñera como el primer presidente del ala de derecha electo después de la dictadura, proveyó una oportunidad discursiva porque instaló la reforma a la educación superior en la agenda pública. Esto generó una serie de estrategias erráticas incapaces de responder a las demandas del movimiento estudiantil y la imposibilidad de contener las protestas y el empoderamiento del movimiento. El gobierno fue ineficiente y represivo en su tratamiento para con el movimiento, pero también fue incapaz de sortear los desafíos que le propuso la opinión pública y los actores internacionales involucrados.
Estos elementos convergieron en lo que Salinas y Eraser (2012) denominan una estructura maestra, en torno a la cual los diferentes reclamos se ordenaron de tal manera de generar una demanda por una reforma estructural de la educación. Los estudiante fueron capaces de re-significar el estado de las cosas como injusto, creando un escenario de “nosotros”, los chilenos exigiendo el derecho básico a la educación, y “ellos”, el gobierno denegando esos derechos.
La “estructura maestra” se articuló y comunicó a través de diversos repertorios de acción, siendo los más comunes las tradicionales protestas nacionales masivas, pero no las únicas. Otros repertorios incluyeron tomas de instituciones, paros masivos de estudiantes, huelgas de hambres, ocupación de edificios públicos, cacerolazos, performances colectivas en las calles y lugares públicos simbólicos, etc. Algunas de estas actividades nunca antes habían sido usadas en contextos de movilización y se convirtieron en estrategias innovadoras, como las “1800 horas por la educación”, donde estudiantes corrieron durante 1800 horas alrededor de la Moneda en referencia al $1.8 billón de dólares necesarios para generar educación gratuita, la performance masiva de thriller de Michael Jackson frente al mismo edificio, el “suicidio colectivo” donde durante 15 minutos los estudiantes simularon en el Paseo Ahumada su suicidio para denunciar la falta de futuro que experimentan ante el sistema educativo. Estos solo por dar algunos ejemplos de las diversas actividades que se realizaron.
Todos estos repertorios de acción tienen en común que se llevaron a cabo en contextos urbanos y públicos. A pesar de que muchas de ellas contaban con la autorización del gobierno y por lo tanto, de alguna manera estaban regladas y delimitadas desde el poder central, fueron innovadoras y lograron dotar al espacio utilizado, durante un espacio de tiempo específico, un nuevo uso. A las ya comunes marchas se añadieron repertorios de acción nunca antes vistos que no solo llamaron la atención de la ciudadanía en su junto y el establishment político, sino también de la comunidad internacional. Este fenómeno fue facilitado por el uso de redes sociales, principalmente facebook y twitter. Asimismo, luego de acontecidos, estos mismos soportes permitieron subir videos, fotos y relatos muy relevantes en algunos casos para contrariar el discurso de los medios de comunicación oficiales.
Pareciera ser que estos repertorios de acción son característicos de una nueva forma de movilización ciudadana que se da alrededor del mundo. Los movimientos sociales contemporáneos han buscado nuevas formas de hacer visibles sus demandas y por tanto se hace necesario estudiar y entender tales estrategias. Muchas de estas performances pueden ser vistas como las nuevas formas de contención cultural contemporánea; con un fuerte contenido visual y simbólico que utiliza de manera estratégica los nuevos recursos tecnológicos y comunicacionales.
En el caso chileno, el estudiante movilizado tiene un carácter fuertemente urbano y por tanto tiene una relación especial con los espacios urbanos públicos, la apropiación de estos lugares es un fenómeno que llama a replantearse el uso que los ciudadanos esperan e imaginan de ellos. El espacio público en cuanto es entendido como un fenómeno que se encuentra en constante emergencia, puede ser alterado a través de los usos y significados que se le atribuyan. Como lo demostró el movimiento estudiantil chileno, las movilizaciones sociales son capaces de utilizar los espacios públicos a través de repertorios de acción innovadores para los cuales el espacio público no ha sido concebido. El espacio vivido no necesariamente va de la mano con las concepciones hegemónicas de cómo se debe utilizar el espacio y esto depende en gran medida de la capacidad de los ciudadanos para auto-gestionar sus intereses.
Referencias bibliográficas
Berroeta, H., & Vidal, T. (2012). La noción de espacio público y la configuración de la ciudad: fundamentos para los relatos de pérdida, civilidad y disputa. Polis, 31.
Dhaliwal, P. (2012). Public squares and resistance: the politics of space in the Indignados movement. a journal for and about social movements, 4, 251–273.
Lubin, J. (2012). The “Occupy” Movement: Emerging Protest Forms and Contested Urban Spaces. Berkeley Planning Journal, 25, 184–197.
Salinas, D., & Fraser, P. (2012). Educational Opportunity and Contentious Politics: The 2011 Chilean Student Movement. Berkeley Review of Education, 3, 17–47.