Derechos Urbanos

Sep - Oct 2013

El derecho a la ciudad en clave menor

Revista Planeo N°12, Septiembre 2013

[Por Leonardo Valenzuela]

Meeting

Aterrizar la idea del derecho a la ciudad una y otra vez en una lista de supermercado no le hace ninguna justicia a Lefebvre, mientras que quedarse en la recitación penitente de conceptos demasiado amplios y bien intencionados tampoco hace mucho para darle lugar a la potencialidad creativa de su proyecto. Centrar la discusión en torno al derecho a la ciudad en el acceso a recursos u otras variables de esa índole corre el riesgo de quedarse en lo que Isabelle Stengers (2010) denomina la “clave mayor”, colonizando todo el sentido de lo que significa vivir en la ciudad y transformarse transformándola.

 El derecho a la ciudad desde la perspectiva de la planificación en lo que, siguiendo a Stengers (2010), denominaré “clave menor” es más bien un asunto enfocado en posibilitar. El pensamiento minoritario se instala en el advenimiento de lo imprevisto, tan propio de una política de la convivencia. Un ejemplo de esto es la comprensión de la discapacidad como una condición adquirida en relación con las posibilidades del hábitat (Moser, 2006). La clave mayor hace de la discapacidad un problema de individuos anormales a los cuales es necesario asistir, planificar para la minoría. La perspectiva menor desplaza el problema de la normalidad hacia la eliminación de las brechas que fundan las condiciones anormales, planificando como minoría. De este modo, con el diseño y la tecnología adecuada los baches que interrumpen el desplazamiento de personas en silla de ruedas pueden ser eliminados, suprimiendo pragmáticamente la discapacidad.

 Pensar el derecho a la ciudad en clave menor necesariamente nos lleva a poner al cuerpo al centro de nuestras preocupaciones, entendiendo sus propensiones afectivas y la transversalidad que lo enreda con otros cuerpos. Bruno Latour (2004) define al cuerpo como una interfaz que deviene cada vez más describible en la medida que aprende a ser afectada por más y más elementos, lo que involucra un rol fundamental del hábitat en el enriquecimiento de los cuerpos que lo habitan. En consonancia con lo anterior, se encuentra el pensamiento urbano de Jan Gehl (2010), preocupado por la vida como elemento básico para entender la ciudad y centrándose en enriquecer la experiencia urbana a partir de la comprensión de los ritmos y capacidades del cuerpo humano. Esto representa nuevamente una comprensión minoritaria, ya que establece un método que busca dar curso a las capacidades sin quedarse en un mapeado pre existente de lo posible. Tal vez se podría objetar que la copenaguenización propuesta por Gehl reviste una excesiva tendencia a la domesticación, aunque a mi juicio eso no siempre resulta necesariamente negativo.

 Por otro lado, la transversalidad, y siguiendo la formulación de Guattari (1965), plantea una forma de entender el derecho a la ciudad con distancia de la formulación liberal individualista del concepto de derechos. La transversalidad es el reconocimiento de la múltiples conexiones afectivas que desarrollamos en nuestras vidas cotidianas con una heterogénea variedad de entidades humanas y no-humanas, una forma de devenir que cuestiona la figura de la autonomía individual. Una forma minoritaria de entender el derecho a la ciudad en este ámbito implica que la habitabilidad urbana no es sólo el resultado de asociaciones entre seres humanos, sino también los vínculos que se establecen por ejemplo con animales transformando la habitación en co-habitación (Hinchliffe & Whatmore, 2006). De esta co-habitación se derivan obligaciones de cuidado relacionadas con tener que compartir el mismo espacio y al mismo tiempo es generativa en términos de posibilitar formas novedosas de disfrutar el derecho a la ciudad.

 Finalmente, el problema del derecho a la ciudad nos enfrenta con el problema de que la formulación de derechos es una práctica que en su veta tradicional se funda en conceptos con pretensiones universales, tal ambición es una comprensión en “clave mayor”. La visión menor apunta a la necesidad de reconocer el mundo específico desde el cual emanan los derechos, en este caso significaría que cada ciudad potencialmente requeriría de modos diferenciados del derecho a la ciudad. Esto representa un desafío para quienes reclaman expertise en asuntos urbanos en tanto es necesario darle profundidad a la comprensión de las ciudades de interés más allá de las bases de datos o los modelos generales, esto significa un renovado interés por las experiencias y sensaciones cotidianas y una renuncia al control y la instrumentalización por parte de quienes tienen pretensiones excesivamente gerenciales respecto a la administración urbana.

 La resistencia a la singularización de la ciudad y las experiencias urbanas sigue siendo hoy una preocupación tan relevante como lo era para Lefebvre en 1968. La performatividad de los rankings y los indicadores de políticas urbanas, ambas expresiones de urbanismo en “clave mayor”, amenazan con formas aún más profundas de mercantilización y desensibilización en torno a las realidades urbanas particulares. El urbanismo en “clave menor” es una apuesta por la diversificación de lo que cuenta a la hora de hacer ciudad en términos pragmáticos, es un impulso a la democratización y una alerta a los escrúpulos en términos de las obligaciones morales que nos imponen las realidades urbanas contemporáneas en nuestras ciudades.

Gehl, Jan. (2010). Cities for People. Washington DC: Island Press.

Guattari, Félix. (1965). La transversalité. Revue de psychothérapie institutionnelle(1), 91-106.

Hinchliffe, Steve, & Whatmore, Sarah J. (2006). Living cities: Towards a politics of conviviality. Science as Culture, 15(2), 123-138.

Latour, Bruno. (2004). How to Talk About the Body? the Normative Dimension of Science Studies. Body & Society, 10(2-3), 205/229.

Moser, Ingunn. (2006). Disability and the promises of technology: Technology, subjectivity and embodiment within an order of the normal. Information, Communication and Society, 9(3), 373-395.

Stengers, Isabelle. (2010). Including Nonhumans in Political Theory: Opening Pandora’s Box? In B. Braun & S. J. Whatmore (Eds.), Political Matter: Technoscience, Democracy and Public Life (pp. 3-34). Minneapolis, MN: The University of Minnesota Press.