Entrevista Alejandro Gutierrez. Nuestros territorios se han complejizado, pero nuestra gobernanza se ha mantenido como era hace treinta o cuarenta años.

Revista Planeo Nº8, Crecimiento Urbano. Diciembre 2012
En esta ocasión nos reunimos con Alejandro Gutiérrez, arquitecto miembro de Arup. Con él conversamos acerca de sus impresiones sobre las problemáticas de planificación desde una mirada de sustentabilidad, y sobre el diseño de la ciudad ecológica de Dongtan. Con una visión crítica de una realidad local de la planificación, Alejandro hizo observaciones sobre las oportunidades que se dan hoy para Chile en ese ámbito.
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Para empezar, nos gustaría que nos cuentes un poco cómo llegaste a trabajar en temas de sustentabilidad y diseño urbano. ¿Fue siempre un interés tuyo?

Para mí, el tema surgió cuando me fui a estudiar a Inglaterra, en el ’98. Ahí apareció el tema de sostenibilidad ambiental como una componente fundamental de la construcción de la ciudad. Eso, a partir de un curso que tomé en la London School of Economics de Enviromental Economics. Eso de alguna manera me abrió los ojos a ese tópico en general.

De vuelta en Chile, cuando estuve a cargo del área de urbanismo de la Escuela de Arquitectura, empezamos a armar un currículum que estuviese asociado con esos temas. Para mí eso fue un desafío, hubo que hacer varios cambios e incorporar contenido distinto a la malla.

En Arup, a partir del 2002, aparecieron oportunidades bien concretas en relación a proyectos específicos donde poder desarrollar esta temática.

Cuéntanos un poco más de la línea de trabajo en general de Arup, y tu papel en específico dentro de la consultora.

Yo llegué a trabajar a Arup porque hice mi magíster en Londres, y siendo una empresa que tiene ahí su casa matriz, se volvió posible acercarse allá.

Si uno la compara con una oficina de arquitectura, o un estudio de urbanismo, son relativamente pequeños, comparados con Arup; y son monotemáticos. Tocan un solo tema; o arquitectura o urbanismo, o ambas juntas. Por otro lado, la cultura de trabajo está siempre asociada a una lógica del socio principal/fundador/dueño, que desde mi perspectiva limita las posibilidades de crecimiento. No sólo personal, sino que también de explorar nuevos horizontes.

Arup era al revés. Tiene una estructura casi de cooperativa desde el punto de vista de su organización propietaria. Hubo un fundador, Ove Arup, en 1946, pero cuando él se retiró de la empresa y murió, decidió traspasar la propiedad de la empresa no a los socios principales o más antiguos, sino a todo el personal de la empresa, profesional y no profesional. Eso me atrajo mucho; creo que es una manera de entender el mundo muy distinta y muy interesante.

Finalmente, la complejidad y diversidad de especialidades al interior de la empresa. Arup va desde las infraestructuras duras y puras, como hacer un túnel para una mina, hasta un rascacielos o el Estadio de Beijing para las Olimpíadas, o un plan de desarrollo urbano para un barrio de una ciudad. Ante esa batería de diversidad, me pareció muy atractivo incorporarme a un equipo muy numeroso y complejo.

En un plano más conceptual,  ¿cómo defines tú el desarrollo urbano sustentable, llevándolo a las posibilidades de la realidad nacional?

[…]

Yo creo que en Chile hay varias cosas que están empezando a pasar. Chile tiene una característica única, que es un país que está como “a mitad de camino”, algo que se ve en los sentidos económico, cultural, sociodemográfico, etc. Lo que a mí me llama la atención es que hay un cierto nivel de masa crítica, de gente muy preparada, que está en Chile o volvió a Chile, relativamente joven, que está en posiciones de influencia. Eso está generando alguna sensación de “enjambre” que genera una cierta energía sinérgica. Eso es ausipicioso.

Eso sí, veo muchas recetas, así como discursos aprendidos. Esto puede caer mal, pero tengo la sensación de que la gente se va a estudiar afuera y vuelve con el discurso, pero no sabe mucho de qué está hablando. Una cosa es leer y estudiar cómo alguien hizo algo, y otra cosa es hacerlo […],operando con un territorio, aprobando proyectos, entrando en negociaciones con clientes, viviendo la realidad concreta de la planificación de la ciudad donde fuere en el mundo. […]

El otro tema que me llama la atención es que sigamos siendo tan buenos para mirarnos el ombligo. Seguimos siendo un país de periferia, donde creemos que aquí empieza y termina todo. Cuando hay un problema, pensamos que nadie más lo ha hecho, y tenemos nosotros que inventar la rueda. Eso es súper desgastante. […]Es importante mirar hacia fuera no para copiar, sino para no tener que reinventar la rueda. Particularmente en el ámbito de planificación, diseño urbano, arquitectura, nos cuesta mirar afuera.

Poniendo un ejemplo bien concreto, yo creo que la discusión que hay en Chile respecto de la gestión de áreas urbanas grandes, como Santiago, Valparaíso-Viña, Gran Concepción…Se cuestionan por la idea de un Alcalde Mayor ¡Para mí esa es una discusión que ya está agotada y resuelta en todas partes del mundo! […]Yo insisto, y esto lo digo desde siempre, que un alcalde metropolitano debe ser electo. No puede ser designado por el Presidente de la República. Menos en un país que es de la OCDE y que pretende ser una luminaria dentro de ese grupo. […]

En términos más de prácticas concretas ¿qué es para ti una ciudad sustentable? ¿Existen características generales que se aplican en cualquier lado, o son distintas de país en país?

Aquí está el tema de no mirarse el ombligo. Hay muchas características en común. Los humanos somos más o menos iguales en todas partes del mundo. Obviamente que los niveles de educación, de acceso a la riqueza y de infraestructura son distintos, pero claramente tenemos problemas comunes. Y eso se refleja en las ciudades. […]Las ciudades siguen siendo, hasta el día de hoy, sistemas lineales. Que son muy poco eficientes. Los sistemas circulares, que uno los ve en toda la naturaleza, son mucho más eficientes en el uso de los recursos.

Ahí uno tiene temas que son comunes a todas las ciudades del mundo: cómo nos movemos, cómo producimos energía, cómo usamos los recursos materiales. Respecto de esto, me gustaría dar un ejemplo concreto. La ciudad de Antofagasta, con la que estoy vinculado como secretario ejecutivo del Plan de Antofagasta, hoy es capaz de desalinizar 800 litros de agua por segundo, todos los días del año. […] Esto sigue siendo, sin embargo, desde una óptica lineal. Porque se bombean 800 litros por segundo para uso, y luego se botan al mar 800 litros por segundo. Esa misma agua podría ser reutilizada, como en Singapur o California, quizás no para tomar, pero para miles de otros usos que permitirían un uso más eficiente de ese recurso escaso.

Uno de los proyectos más emblemáticos, que has trabajado en Arup, es el del diseño de la ciudad de Dongtan en China. Es un proyecto bastante único, en tanto contempla la planificación de una ciudad desde cero. ¿Qué opinas de las críticas al gobierno chino, en cuanto al marketing que recibió este proyecto? ¿Y qué lecciones pueden sacarse para otras ciudades, a partir de la experiencia de Dongtan?

El caso de Dongtan es bien interesante, desde muchas perspectivas. Lo más notable para nosotros es que fue un muy buen ejercicio profesional; que tenía lógicas económicas, ambientales y sociales potentes. Por razones políticas, se paró. El promotor principal era el alcalde de Shanghai, y en el minuto que aprobamos el proyecto a nivel municipal –por ponerlo en términos chilenos-, el alcalde deja el cargo, por supuesta corrupción. Así que hasta el día de hoy no se ha construido. Eso es algo que no podíamos controlar mucho, pero nos pasa a todos los que estamos involucrados en urbanismo. […]Yo diría que esa fue una lección dolorosa, pero importante. Tener una sensibilidad y agudeza política en relación a estos proyectos es fundamental.

Otra cosa fundamental es que fue el primer proyecto del mundo “no académico” que puso sobre la mesa una proposición ecológica completa a escala ciudad. Eso fue lo que capturó la imaginación de muchos medios, agencias, universidades, desarrolladores inmobiliarios y alcaldes. En esa lógica, lo más interesante fue que nosotros pudimos volver más concreta una idea que estaba “en el aire”. Creo que eso fue muy valorado, y generó ruido positivo.

Con respecto al gobierno chino, yo diría que ese es un animal de muchas cabezas. […]Si tú piensas que China instaló en 2008 una política de subsidio a las energías renovables, cuando el 95% de los países todavía no lo hace, eso es loable. ¡Claro que al mismo tiempo está haciendo centrales termoelécticas a carbón! Pero China está haciendo muchas cosas, y no por casualidad. Allá efectivamente las cosas no suceden por casualidad, sino que son muy top-down, muy planificadas.

O sea, en el ámbito ambiental es un animal de muchas cabezas, pero en el ámbito particular de tecnologías de edificación asociadas a sostenibilidad, la verdad es que para el nivel de ingreso per cápita que tiene, y para el nivel de sofisticación de su aparato público, China nos lleva la delantera al 95% de los países. […]

¿Cuáles son las problemáticas más pertinentes para las ciudades chilenas para lograr mayores niveles de sustentabilidad?

Son demasiados, pero eso es para todas las ciudades del mundo. Estamos todos empezando en esto. Sin duda hay ciudades que han avanzado más, pero si tú miras de lejos, nadie ha avanzado mucho. O sea, hoy todo el mundo trompetea a Barcelona porque los edificios públicos tienen un 10% o 15% de energía solar. ¿So what? ¡Eso no es nada! Eso quiere decir que no hay nadie está haciendo mucho más que eso.

Yo creo que Chile ha crecido mucho en lo económico. Eso ha generado inversiones físicas en el territorio (minería, carreteras, tendidos eléctricos, tratamiento de aguas servidas), que les quedan un poco grandes al sistema de gobierno territorial que tenemos. Por lo tanto, respondemos como por “espasmos”. Nuestros territorios se han complejizado –para bien- y nuestra gobernanza se ha mantenido como era hace treinta o cuarenta años. Y necesitamos gobernanza más sofisticada para territorios más complejos. Eso es lo que no tenemos hoy día. […]

Un segundo punto es nuestra relación con la inequidad manifestada en el territorio, que es algo brutal. Creo que todo el mundo lo sabe, pero es como el elefante blanco arriba de la mesa. […] Es una bomba de tiempo en el largo plazo, y todo el mundo lo dice en el ámbito especializado nuestro.

Sin duda ha habido esfuerzos de parte del MINVU, de este gobierno y del anterior, de programas de mejoramiento de barrios. Creo que esa es una buena intención, pero para meterse en esos temas hay que entrar con un nivel de sofisticación y recursos muy superior. El problema es tan complejo, que tratar de resolverlo “con pocas lucas” puede resultar en un remedio peor que la enfermedad. […]

Finalmente, un tema que aplica a todas las ciudades chilenas, es el de la contaminación. Hoy día nos parece natural que, en invierno, niños mueran por razones que dependen absolutamente de nosotros. Y eso es impresentable. En Santiago, en particular, la cosa se aborda como si fuera un tema que no se puede resolver. “Que nos tocó vivir en un valle”, “que nos tocó vivir en una zona desértica”, que “qué mala suerte”. Ese discurso es fatal. Yo creo que hay soluciones complejas, que requieren acuerdos e inversiones importantes, pero sí que se puede resolver.

Uno de los temas más polémicos y recientes en la Región Metropolitana tiene que ver con el PRMS-100, que fija nuevos límites urbanos. ¿Qué opinas tú respecto del crecimiento urbano expansivo,versus uno que busca mayor densificación, en el caso de Santiago?

Creo que los territorios urbanos son, de alguna manera, una invención. Los límites urbanos, por consecuencia, también. Si uno mira a los sistemas que soportan las ciudades y a las ciudades mismas como una sola cosa, la verdad es que importa bien poco dónde está el límite urbano. Lo que importa es cómo funciona el sistema.

No estoy hablando del sistema de transporte o el del agua. Estoy hablando del sistema ecológico, social, económico y de infraestructura que está asociado a un territorio. Cuando se nos habla del “límite urbano”, me parece que es una discusión un poco mezquina, muy pequeña. Creo que es mucho más importante hablar de la capacidad de carga de la cuenca de Santiago completa. Ese sistema no es urbano, es de relaciones entre el mundo geográfico, natural, y el “urbano”, por decirlo simplemente. Ese sistema tiene que ser óptimo.

Lo que a mí me preocupa no es dónde está la línea entre el Santiago urbano y su sistema agrícola asociado. Lo que me importa es que ese sistema agrícola, que hoy parcialmente soporta Santiago, mantenga esa capacidad en el tiempo. Si necesitamos que esa capacidad sea mayor o menor, lo veremos en su minuto. Me preocupa más que haya relaciones positivas, inteligentes y eficientes.

El problema del límite urbano está pensado desde la ciudad hacia afuera, como si hubiera un abismo más allá de ese límite, donde no hay nada más. Cuando la verdad es que nosotros estamos sentados sobre ese territorio, y dependemos de ese territorio. Si no hay agua, no es irrelevante. Lo mismo si no hay alimentos, o si cuestan mucho porque están muy lejos. Entonces yo miraría más la cuenca de Santiago como un sistema, donde más que definir problemas de límites yo definiría de manera más articulada zonas con desarrollo urbano condicionado. Algo que se planteó hace quince años, pero que sean actuables y con una institucionalidad detrás que les permitan operar.

¿Qué soluciones has visto tú en otras partes del mundo para enfrentar el problema de las “ciudades dormitorio”? Entendiendo esto como lugares con difícil accesibilidad, producto de la expansión de la ciudad.

Hay una cosa muy obvia, que es que tiene que haber una relación de coordinación total entre usos de suelo y, como mínimo, movilidad. Si el Ministerio de Transporte y el de Obras Públicas y el de Vivienda son entidades separadas, y para tomar decisiones lo hacen de manera no coordinada, eso es fatal.

Usos de suelo y transporte son dos elementos que no pueden estar separados. Cuando yo hago desarrollo urbano, tengo que hacer desarrollo de movilidad. […]La relación de transporte, accesibilidad y desarrollo inmobiliario está muy abordada. Hoy en Chile están las condiciones para que hayan combinaciones más sofisticadas entre público y privado, para desarrollos más efectivos del territorio.

Por último, si tú pudieras proponer un proyecto para el mejoramiento de una ciudad chilena cualquiera. ¿Cuál sería y por qué?

Bueno, estoy obligado a decir Antofagasta, pero diría que sí (risas). Yo estoy trabajando ahí, por lo tanto tengo una mirada parcial. […] Por las características geográficas en que está, por su buen nivel de irradiación solar, por su clima espectacular, por su nivel de dinamismo económico…no le queda otra que hacer un muy buen proyecto de borde costero de estándar internacional. Que sea una buena demostración de la calidad de vida que queremos para las ciudades chilenas, y que ojalá sea replicable pronto.