[por Jaime Varas]
La falta de una planificación territorial estratégica, prospectiva y holística del territorio ha generado una estratificación social en la región metropolitana y también en el resto del país, provocando una homogeneidad del territorio socioeconómico y que ha guetizado la ciudad. Evidencia de esto son los blocks, sistema que actualmente alberga más de un millón de chilenos.
La vivienda social más destacada del pasado siglo a la hora de solucionar el drama de la cobertura posee una historia iniciada con un gran desperfecto: no se pensó desde lo urbano. El diseño preliminar no tomaba en cuenta que en el largo plazo uno de los mayores problemas sería el hacinamiento y el allegamiento, punto de partida para generar verdaderos guetos dentro de las ciudades que potencian un sin fin de condenas motivadas por el simple hecho de “tratar de mejorar la calidad de vida”, lamentablemente sólo se quedaron en las ganas al considerar una sola variable, techo para vivir. Esto recae en una total despreocupación del resto de la matriz de intervención y en cada momento la voracidad de la expansión urbana carcome las posibilidades de la gente que habita una triste realidad, los blocks.
Los lugares donde estos conjuntos de viviendas han sido emplazados fueron elegidos principalmente por los bajos precios del terreno, desplazando sectores de alta potencia agrícola y quitando la posibilidad de estética a la ciudad de forma sistemática (no sólo los blocks entran en esta categoría), pensando la solución sólo en términos de vivienda sin considerar el acceso a servicios, conectividad y cercanía con la fuente de trabajo, dejando a un territorio desprovisto de una gobernanza efectiva y con nula percepción de seguridad. Estas viviendas son un arma segregadora que al combinarlas con una mala calidad educativa pasan a ser la principal navaja que asesina las oportunidades de miles de compatriotas.
Los terrenos donde se han construido gran parte de los blocks en su minuto eran consideradas zonas periurbanas, casi rurales, donde se creía que la vida era más barata, pero muchas de estas zonas estaban habitadas principalmente por personas de clase media alta que vivían en domicilios o condominios privados y por lo tanto el precio de la vida y los servicios no estaban al alcance de los bolsillos de los nuevos habitantes. Los «nuevos vecinos», soportando el látigo de la famosa «mano invisible», no tuvieron otra opción que el encierro e ir por el único camino hacia la salvación: el gueto.
La realización de estos complejos habitacionales, en su mayoría ubicados en la periferia de la ciudad, carecía de planificación estratégica, asumiendo que el territorio de por sí sería acogedor (otra vez la mano invisible haciéndose cargo). Esto se visualiza en aspectos tan cruciales y básicos como la falta de servicios básicos: salud, transporte, educación, acceso a áreas verdes.
Por lo tanto, la capacidad de acogida de la zona periurbana es un territorio difuso, donde el uso de suelo es muy cambiante y muchas veces los agricultores son los guardianes del paisaje rural y las inmobiliarias unas colonizadoras de la “modernización”, que frente a la falta de limitaciones claras de estas zonas de transición, siempre lo rural se verá desplazado simplemente porque no logran una competencia pareja que vele por un óptimo paretiano entre los distintos actores de una localidad o comuna. El drama es que los agricultores son perjudicados y los nuevos habitantes caen en una tela de araña en donde sucumben por un Estado que se dedica a suplir necesidades que no son reales y no se encarga de densificar las ciudades de una manera planificada. Entonces cada día hay menos ruralidad y más…
Si queremos solucionar el problema de los blocks es necesario optimizar la ocupación del territorio asignando usos múltiples, en donde las funciones cognitivas, estéticas, deónticas e indiciales del territorio sean conservadas para que pasen a ser un derecho en donde el Estado se haga cargo, ya que en la medida que se intensifique la ocupación de áreas de mayor riesgo, mayores serán las probabilidades de desestabilizar el sistema y de causar daños. Aunque quizás lo más sano sería partir por arreglar algunos blocks y que el Estado haga uso de su poder para solucionar el actual problema de más de un millón de chilenos. Esta planificación debe mirar de una manera holística a la ciudad, no solo considerando el territorio, sino que también considerando la dimensión social, política y económica de todas las acciones a realizar.