Revista Planeo Nº6, Sustentabilidad y Planificación, Agosto 2012.
En las oficinas de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Dieter Linneberg nos recibe y cuenta acerca de CLG Chile (Líderes Empresariales para el Cambio Climático). Siendo director de la iniciativa, Dieter puede comentarnos respecto de los desafíos en Chile para el desarrollo sustentable, siempre desde la mirada del sector privado.
Para empezar, cuéntanos un poco qué es CLG, cuál es su fundamento, su origen…
Nosotros tenemos el Centro de Líderes Empresariales contra el Cambio Climático, que se hizo hace ya 3 o 4 años, coincidiendo con la visita del Príncipe Carlos de Inglaterra. Hicimos varias reuniones con destacados empresarios chilenos, y en esa oportunidad él nos aconsejó replicar lo que él tenía con su fundación Prince of Wales en Inglaterra, con la Universidad de Cambridge.
Había un conjunto de empresarios, respaldado por esta universidad, organizado para discutir y desarrollar políticas públicas que conduzcan a cuidar el medio ambiente, a hacerse responsable del cambio climático que está sucediendo. Hay que convenir por supuesto en que hay un cambio climático, debido principalmente a un efecto antropogénico, que son las emisiones de gases de efecto invernadero.
Partimos de la base de que el cambio climático es un fenómeno que se está dando. Dan lo mismo las causas, pero el hecho es que hay que tratar el planeta con una mirada distinta. Es por eso que los empresarios deben responder a este llamado, de parte de todas las comunidades; los “stakeholders”, como llamamos nosotros a todas las personas que tienen interés en la manera de producir bienes y servicios.
Se busca con esta iniciativa replicar la experiencia del Reino Unido acá en Chile como un ejemplo para la región también. Este centro también existe en Brasil, que fue fundado simultáneamente. Formamos parte de una red internacional de centros de sustentabilidad contra el cambio climático. Así hemos podido irnos transmitiendo las buenas prácticas, las políticas públicas que se están haciendo en otros países.
Somos entonces una suerte de centro en que tenemos la opinión de las empresas más importantes del país, más el apoyo de la Universidad de Chile y de sus académicos para desarrollar investigación en los temas de políticas públicas que el gobierno está impulsando, y que puede tener una respuesta de parte del sector privado antes de hacer leyes o normativas.
Ése es un tema relevante, porque hace referencia a los actores involucrados en este proceso. Hay, por ejemplo, empresas nacionales, pero hay también centros en otras partes del mundo. ¿Dónde están esos centros, cómo se dan sus comunicaciones?
Partimos con el centro que está liderado por la Universidad de Cambridge, el Corporate Leaders Group for Climate Change, en Inglaterra. Se había fundado también en la Comunidad Económica Europea un CLG en Bruselas. Hay un centro también en Alemania, en China, en Singapur, en Sudáfrica, en Irlanda. Aquí en Latinoamérica está Brasil, que tiene un centro muy potente con la Universidad Getulio Vargas, y en Chile nuestro centro está asociado con la Cámara Chileno Británica, con la Universidad de Chile, y con 15 empresas que representan a cada sector económico. Son las más importantes.
¿Eso se decide por un asunto de tamaño?
Sí, por importancia en su sector económico y por su grado de avance en cuanto a la sustentabilidad que generan sus empresas. Son grandes, importantes en el sector, pero demuestran una preocupación por el cambio climático y la sustentabilidad en general. Son empresas comprometidas con el problema.
¿Suele coincidir el gran tamaño de las empresas con una gran responsabilidad sustentable, o no necesariamente?
Generalmente las empresas más grandes son las que les preocupa de mayor manera estos temas. Tiene que ver con la gran complejidad de estas empresas, y por lo tanto tienen preocupaciones también más complejas, como son estos temas.
Estamos haciendo un estudio en este momento de por qué las empresas pyme no evalúan su huella de carbono, no tienen gestión de sus emisiones, o no tanto como las grandes. Queremos saber por qué: ¿cuáles son las trabas? ¿cuáles son los beneficios que se podrían dar desde el gobierno como política pública para fomentar esto?
Este estudio coincide con el diagnóstico de que las empresas grandes, con más recursos, pueden destinarlos a estudiar estos temas. Además, para ellos resulta un riesgo no manejar sus desechos, no manejar sus emisiones, no manejar la huella del agua.
Hay una nueva concepción acá en Chile. Hemos visto que en el resto del mundo, el ser “verde”, ser sustentable, es un buen negocio. Es ahí donde queremos hacer el hincapié en el rol de la sustentabilidad en las empresas. Ya pasó en el resto del mundo, y comienza también a pasar en Chile, la noción de que ser sustentable es un tema ético. “Las ganancias que tengo son tan grandes, que éticamente tengo que devolverle algo a la sociedad”. Nosotros estamos en contra de ese planteamiento. Creemos que el ser sustentable hoy en día es un buen negocio para las empresas.
Es así dado que la sustentabilidad, primero que nada, disminuye tus riesgos. Por ejemplo el caso de Freirina. Hubo una inversión millonaria por parte de la productora más grande de cerdos del país, que se estaba instalando en esta provincia, Huasco, que tenía alto desempleo, por lo que la inversión era muy bienvenida. Todos los stakeholders estaban a favor de esta inversión. Por un mal manejo en términos de sustentabilidad, Agrosuper ha perdido millones y millones de dólares en inversión. Lo mismo ha pasado con otras empresas.
Lo que queremos recalcar es que la sustentabilidad es rentable porque toma en cuenta a todos los interesados en ese bien o servicio. Desde el comienzo incorpora, por ejemplo, todas las susceptibilidades de las comunidades, de las comunidades mapuches en el sur, los pueblos en el norte cuando se hace una gran actividad extractiva. Se toma en cuenta cuáles van a ser los beneficios, los costos. Ver bien con ellos cómo se puede armar un proyecto de esta magnitud, sin tener en contra a todo este grupo de gente que vive alrededor de un proyecto. Hay miles de políticas que una empresa puede empezar a hacer antes de realizar una inversión. Entonces ahí ya tienes un riesgo que se aminora, y la rentabilidad para la empresa mejora.
Por otro lado están todas las innovaciones que pueden hacer las empresas. Si la empresa incorpora a toda su gente, sus trabajadores, no es una cosa que se diga para la publicidad nada más. Es una sustentabilidad que está incrustada en el corazón de la empresa.
Por ejemplo, los que piensan un nuevo producto, y lo piensan de manera sustentable, pueden lograr un producto que nunca se imaginaron. Hay ejemplos de grandes empresas en Estados Unidos. En Walmart, por ejemplo, generaron innovaciones en su transporte, particularmente respecto de la contaminación que generaban sus camiones. Este estudio, de varios millones de dólares, fue recuperado como inversión en un año y medio, porque hicieron a sus camiones un 25% más eficientes.
Otro ejemplo es el de una empresa estadounidense que usa máquinas para lavar pisos. Es una gran complicación administrar los detergentes para pisos, que dejan residuos, etc. Tenant inventó una máquina que no necesitaba ningún químico para lavar los pisos. El agua pasa por un proceso eléctrico, y limpia tan bien como un agua con detergentes. Se trata de una innovación disruptiva, no menor ni aislada, sino que totalmente radical. Esta manera de pensar, distinta, es la que provoca la innovación en las empresas.
¿Y el público premia ese tipo de iniciativas, o se recupera la inversión sólo por un tema de ahorro?
El ahorro, para la empresa, es importantísimo. Pero el valor de las acciones de Tenant, por ejemplo, luego de la realización de este invento, subió inmensamente. Los accionistas valoran esto, y creo también que la gente lo valora de igual manera.
Hemos hablado hasta ahora de varias iniciativas concretas, pero van todas unidas por una mirada común, que es lo que podría entenderse como un desarrollo sustentable. ¿Cómo definirían ese concepto, ese paradigma?
El desarrollo sustentable, para nosotros, es la creación de valor en el tiempo. No es un tema medioambiental, no es un tema ético, sino que es un desafío por cómo agregarle valor a toda la sociedad en el largo plazo.
Si una empresa no se comporta sustentablemente, es muy probable que su iniciativa falle, y quiebre. Porque va a tener muchos opositores a su negocio. Ya sea porque contamina a otras comunidades, emite malos olores, contamina las aguas de río que son utilizadas, etc.
Ahora, con Internet, con los medios de comunicación, con lo que los norteamericanos llaman “awareness”; las expectativas que tienen las personas son mucho mayores que antes. Ahora la gente se manifiesta mucho más.
Por ejemplo, hay una empresa en China donde se produce mezclilla para pantalones. Esta fábrica, según lo que muestra una foto satelital, está tiñendo de azul todo un río y el resto de la bahía. Cualquier blue-jean que esté utilizando la tela de esa fábrica, te lo puedo asegurar, va a disminuir sus ventas en miles de millones de dólares. Eso se convierte en uno de los criterios de compra de las personas, porque es muy fácil ahora buscar esa información. Antes era imposible.
Ahora, con el Internet, la empresa que se comporta mal no es sustentable en el tiempo. Lo mismo pasó con Nike, acuérdense de cuando ocupaba mano de obra infantil. Decían: “Nosotros le compramos productos a muchos proveedores; no sabemos cómo los producen”. Bueno, más vale que se preocupen de cómo producen los insumos para sus zapatillas, porque nadie les va a comprar ninguna zapatilla más con esas condiciones.
¿Y la conciencia sustentable de la empresa, es una preocupación previa, o es más bien una reacción frente a la sociedad?
Bueno, primero se da el aumento de las expectativas de las personas. Éstas son mucho mayores, las personas saben que se pueden juntar, protestar contra una represa en la Patagonia, por ejemplo.
En segundo lugar, los recursos están en franca declinación. Hay muchos recursos que ya no existen; animales que han desaparecido de la tierra; el aire en Santiago es radicalmente escaso. El aire limpio es un bien escaso.
Entonces, se combina el aumento de las expectativas de las personas con la escasez de los recursos. Además, el Internet ha logrado una transparencia radical en la manera de organizar las empresas. Este nuevo mundo obliga al mercado a adaptarse.
No sé qué habrá venido primero, pero las empresas que no perciben estos cambios no podrán competir, ni adaptarse a este nuevo modo de pensar.
Si quieren seguir ganando plata, y aumentando sus utilidades, tienen que empezar a pensar distinto. A pensar en sustentabilidad, pero no en la imagen de la sustentabilidad, sino que en imbuir el mecanismo de la sustentabilidad dentro de la empresa. No se saca nada ya con hacer responsabilidad social empresarial (aunque está bien, no estoy en contra de eso), pero si se hace porque es éticamente correcto, lo vemos como un mal negocio. No están haciendo un negocio que esté creando valor en el largo plazo.
Por ejemplo, en el caso de Enersis, Endesa. Tú me dirás, ¿qué tiene que ver un tema financiero con la sustentabilidad? Es el caso de un aumento de capital, el más grande que ha ocurrido en la historia de Chile. Más de ocho mil millones de dólares en un aumento de capital para una empresa chilena, que tiene controladores extranjeros. Quieren hacer un aumento de capital de ese tamaño, aportando empresas que Endesa tiene repartidas en el resto de Latinoamérica, consolidando esos activos en Enersis.
Los inversionistas en general tienen que aportar alrededor de tres mil millones de dólares para mantener su participación en la empresa y no diluirse. Ese aumento de capital no se hizo pensando en cómo los stakeholders se iban a ver beneficiados o perjudicados. Esa planificación se hizo muy mal, porque hay un conflicto de interés muy fuerte cuando el que aporta esos bienes los valoriza él mismo. Si esa valorización está sobreestimada, perjudica a todo el resto de stakeholders.
Particularmente en ese caso, para incrustar en la conducta de la empresa los principios de sustentabilidad, parece fundamental poder coordinarse con otros actores. Considerar a los stakeholders, considerar a otras empresas, pero hay un actor del que no hemos hablado suficiente todavía, que es el Estado. ¿Cómo ven ustedes la relación que se da entre el sector privado y el público, buscando el desarrollo sustentable?
Eso es súper importante, y nuestra misión es apoyar al sector público para hacer buenas políticas sustentables. Eso se logra no encerrado en cuatro paredes, sino que en una discusión fructífera, que ojalá puede contar con el input del sector privado, particularmente de las empresas que son líderes en estos temas.
Si hay alguna política pública que se pueda generar sin la participación del empresariado, es difícil que esa política pública cumpla, o bien probable que se quede corta.
¿Y cómo ha sido la experiencia, hasta el momento, en ese desafío? ¿Han encontrado muchas barreras, o más bien buenas experiencias?
Hemos desarrollado una construcción de confianzas en el tiempo. Hace 3 o 4 años que estamos construyendo esta relación de confianzas, con distintos gobiernos. La idea es reforzar estos puentes para poder dar opiniones, poder contribuir a mejorar las políticas públicas, a empujar al gobierno a que sea más activo en términos de sustentabilidad. Que vea que tiene un rol importantísimo para orientar al mercado y a la sociedad.
Existiría también el desafío de incorporar más empresas a esta nueva mirada. Las empresas que de antes ya habían iniciado prácticas sustentables eran aquellas más complejas y, como dices tú, requerían de estas prácticas para seguir siendo rentables. ¿Pero qué pasa con las pymes, por ejemplo? En general no perciben este escenario de manera tan compleja y quizás no tienen tantos incentivos para incorporar prácticas sustentables. ¿Cómo se ve ese desafío?
Es una buena pregunta. Se habla mucho de las pymes, y la verdad es que voy a tener respuestas mucho más asertivas cuando terminemos un estudio que estamos realizando.
Tenemos la impresión de que las empresas chicas y medianas están preocupadas de temas más de subsistencia que de sustentabilidad. Estos temas no les son tan importantes como para atraer su atención y desviar recursos hacia eso.
Este estudio se pregunta precisamente por qué no ha tenido suficiente respaldo, de parte de las empresas pequeñas y medianas, un manejo más sustentable. No obstante hay muchos casos que son la excepción, pero la excepción confirma la regla.
Entonces la pregunta es cómo podemos colaborar en que el gobierno ayude a estas empresas, fomentando una producción más sustentable. Por lo demás, son las empresas que emplean la mayor cantidad de trabajadores.
Entonces ustedes ven como una misión del Estado la responsabilidad de fomentar o incentivar estas prácticas.
Exactamente. Creemos que es la única manera de ayudar a las empresas a ir por este camino. También creemos que va a ser mucho más rentable para ellas que apliquen estas políticas de sustentabilidad en su producción.
Estamos viendo también cómo las empresas grandes apoyan a sus proveedores, que son empresas chicas, para que modifiquen sus prácticas. La empresa de limpieza de los suelos que les contaba, por ejemplo, era muy chiquitita. Luego de esta innovación fue que creció tanto.
Nos gustaría preguntarte por el caso concreto de Chile. ¿Qué hace falta en Chile para ir logrando que los privados implementen cada vez más prácticas sustentables? ¿Qué escenario necesitamos?
Lo que pasa es que con la crisis económica internacional, estos temas han ido decayendo de alguna manera. La misma emisión de gases de efecto invernadero, en el contexto internacional, donde hay países como España que bordea desempleos históricos, pasa a ocupar un segundo lugar después de estos grandes problemas.
Hemos visto que el tema, a nivel internacional, ha decaído. Entonces, la preocupación en Chile también. Es un poco como “Ah, ya no va a haber tanta regulación”. Pero eso no es así. Una vez pasados estos problemas, van a venir regulaciones bastante fuertes. Por lo tanto hay que estar preparados, lo que exige un trabajo de mucho tiempo. Hablamos de políticas de adaptación y mitigación que son de diez a veinte años plazo.
Entonces el gobierno tiene un rol de seguir con estos temas, como lo ha venido haciendo. El Ministerio del Medioambiente, con la nueva institucionalidad, fiscalizando mucho más. El empresario se tiene que dar cuenta de los beneficios de esto, por un lado, y de los riesgos de no cumplir, por otro.
No sólo se trata de cumplir con normativas formales, sino que también de la necesidad de enfrentarse al castigo de los consumidores.
Sin embargo, mientras mantengamos el liderazgo que hemos tenido en otras políticas públicas y empresariales, no me cabe la menor duda de que Chile puede seguir siendo un ejemplo en este tema también. Por lo tanto, es un desafío de no bajar los brazos. Hay que mantener esta proactividad, para lograr liderazgo también en temas de sustentabilidad.
Otros países nos están copiando en otras políticas económicas, y si no mantenemos el liderazgo en estas políticas sustentables, que son de tercera generación, perderemos la ventaja competitiva que tenemos con los demás. Hay que seguir avanzando en estos temas que son de un país más desarrollado.
No sólo el tema del medioambiente, sino que el de la salud, la educación, nos convierten en un país más sustentable. Se trata de una cadena de valor que va generando riqueza para toda la sociedad. No sólo a la empresa y sus accionistas, que era la regla de antes. Ahora la pregunta es cómo esa empresa genera valor para toda la sociedad, y cómo el gobierno genera por su parte propuestas para mantener el país sustentable.
Lo mismo que hemos hablado para una empresa se puede pensar para el Estado. Si el gobierno piensa de manera sustentable, de cómo generar mayor valor como país, para toda la sociedad, las instituciones van quizás a funcionar distinto. Las innovaciones que se van a dar en el Estado van a ser otras. Cambiaría la forma de interactuar con los gobiernos regionales, por ejemplo. Si se piensa de manera sustentable, se pueden hacer políticas disruptivas respecto de las anteriores. No cambios pequeños, sino que unos que puedan adelantarnos hacia otro nivel.
Las mismas políticas de innovación estatales, de Corfo, por ejemplo, pueden buscar cómo dar saltos disruptivos y no “de a poquito”.