Reseña al artículo Tipologías de expansión metropolitana en Santiago de Chile: precariópolis estatal y privatópolis inmobiliaria*
[Por Karen Helmer]
En Chile, durante la época del gobierno militar, se buscaba reducir la intervención del Estado en la política económica. Para lograr esto se implementaron políticas neoliberales, que conllevaron la formación de un mercado capitalista en diversas áreas a nivel país. Así la producción, distribución y precios de los distintos bienes y servicios, se determinan según el libre equilibrio que exista entre la oferta y demanda de productores y consumidores. Esto lleva a que ejes propios de una ciudad, como seguridad y espacios, sean determinados según una oferta y demanda, involucrando la capacidad de pago de los distintos actores.
La ciudad se construye bajo una tensión social entre quienes tienen y quienes no tienen capacidad de pago, infiriendo en la construcción de los espacios de los propios habitantes, produciendo una segregación espacial, que Alvarez, Borsdorf, Hidalgo y Zunino (2008) denominan privatópolis inmobiliaria y precariópolis estatal. Con lo primero se refieren a aquellos espacios residenciales cerrados o condominios que son construidos por un promotor inmobiliario privado, el cual busca una rápida rentabilidad mediante el uso de suelo, ofreciendo recursos paisajísticos, seguridad, accesibilidad e infraestructura. Por otro lado, la precariópolis estatal se relaciona a espacios monofuncionales caracterizados por la presencia de servicios de electricidad, agua potable, luz eléctrica y a veces calles pavimentadas, pero que se encuentran en suelos de bajo valor y carecen de servicios y equipamientos que resultan indispensables para el desarrollo de la vida urbana.
La precariópolis estatal se asocia a una vivienda social posicionada en un terreno con bajo valor por unidad de superficie, que generalmente se localiza en la periferia de la ciudad y cada vez más en espacios que limitan con el área metropolitana para el caso de Santiago. Así las zonas periurbanas comienzan a caracterizarse por habitantes con menores recursos económicos, por ende, provocan una disminución de la condición socioeconómica del lugar, incentivando un cambio regresivo de los espacios (Hidalgo et al, 2008). Así, antes que la población interactúe y se mezcle, las políticas neoliberales han llevado a una segregación espacio-social que no incentiva el aumento del capital social y cultural mezclado a nivel país, sino más bien a una separación de la sociedad que se observa en los altos beneficios que acaparan los habitantes de la privantópolis inmobiliaria.
La privantópolis inmobiliaria son conjuntos residenciales que tienden a aumentar el capital social y económico del lugar, ya que las integran personas que, debido al capital económico que poseen, han podido manifestar y llevar a cabo su demanda por un lugar con las características que realmente ellos desean. Así, la oferta para éstos es muchísimo más amplia. Generalmente, estos actores son de sectores medio y medios altos, que buscan una vivienda de mayor tamaño predial y construido en un lugar transicional entre lo rural y lo urbano donde desarrollar actividades de ocio inmersas en la naturaleza y lo rural (Hidalgo et al, 2008).
Lo anterior, en término algo irónico, podría llevar a decir que al menos una de las partes de la población vive en un lugar ameno y con las características que ellos desean. Sin embargo, y sin considerar que la población de mayores ingresos es minoritaria en comparación con la población de menor ingreso, esta segregación produce una nueva desigualdad referente a la planificación urbana.
La planificación urbana orienta y regula el desarrollo de los centros urbanos en función de una política de desarrollo socioeconómico, para lo cual, bajo la autoridad de la SEREMI de Vivienda y municipios, en cada comuna existe un plan regulador comunal que desarrolla un plan estratégico delimitando los distintos usos de suelos existentes. Sin embargo, esto queda algo a la deriva al existir grupos que, bajo los términos de oferta y demanda, controlan de cierta forma el mercado de suelo al localizarse residencialmente en el lugar que ellos prefieran y puedan pagar, desarrollando los servicios y las funciones que éstos necesiten. Buscando, y según gustos propios dichos anteriormente, áreas intermedias entre lo rural y urbano que provocan una expansión del límite residencial, ampliando informalmente estos planos reguladores, por ejemplo, bajo las parcelas de agrado, donde estos lugares destinados a lo agrario son usados como residenciales y/o ocio, “su construcción no depende de una normativa de construcción urbana sino de la factibilidad de las empresas que otorgan el servicio” (Hidalgo et al, 2008). Así el mercado continúa la regulación de los lugares, dejando a un lado la ordenación territorial de la legislación urbana, dominado por las relaciones de poder entre los actores involucrados. Esto puede conllevar serios problemas sociales, donde las relaciones de poder se vuelvan peligrosamente corruptas y la población con menores recursos se vea aún más desfavorecida.
Claramente no se puede negar el auge y gran crecimiento económico que ha experimentado el país luego de la implantación del modelo neoliberal. Sin embargo, muchas veces queda en el olvido sectores sociales bajos que no tienen las mismas herramientas o capacidades para competir en el mercado. Por ello, las políticas públicas debiesen implementarse teniendo el debido cuidado de no perjudicar a este sector. A pesar que la precariópolis estatal obtiene su vivienda y espacio donde vivir, esto no debiese traspasar la seguridad y la justicia de un país.
*Hidalgo, R., Borsdorf, A., Zunino, H., y Álvarez, L. (2008). Tipologías de expansión metropolitana en Santiago de Chile: precariópolis estatal y privatópolis inmobiliaria. En Diez años de cambios en el Mundo, en la Geografía y en las Ciencias Sociales, 1999- 2008. Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica, Barcelona. Disponible de http://www.ub.es/geocrit/-xcol/434.htm