Ciudades Rebeldes

Enero 2020

Reconquistando la ciudad como espacio de disputa política

Revista Planeo Nº 42  Ciudades Rebeldes, Enero 2020


[Por Pablo Valenzuela Gutiérrez. Licenciado en ciencias políticas y gubernamentales, Magíster en ciencia política de la Universidad de Chile y estudiante del Magíster en Desarrollo Urbano en el Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica pavalenzuela5@uc.cl]

Libro: Promises of the political. Insurgent cities in a post-political enviroment.
Autor: Erik Swyngedouw
Editorial: The MIT Press, Cambridge, MA.
Año: 2018



Im1. Portada del Libro

Resumen

Desde el 18 de octubre en Santiago hemos visto una ocupación insurgente del espacio mediante varios repertorios de protesta. Esta reconquista de la ciudad ha resignificado lugares y ha repolitizado lo urbano en un proceso de profundo cuestionamiento a un modelo neoliberal que ha buscado avanzar hacia una sociedad post-política en la que la mayoría de las decisiones son asumidas por agentes técnicos. Promises of the political es un libro que busca generar un marco conceptual para entender estas irrupciones políticas que se producen en el espacio urbano y que da lugar a disturbios violentos. Se trata de un cuestionamiento del orden consensuado por el neoliberalismo ejercido por quienes las instituciones excluyen de la discusión pública. La ciudad en ese contexto emerge como un lugar profundamente político que expresa en el espacio los antagonismos sociales.

Palabras clave: Post-democracia, insurgencia, post-política, neoliberalismo, gobernanza

Desde el 18 de octubre Santiago y otras ciudades de Chile han experimentado una ruptura en sus rutinas urbanas tradicionales, iniciando un ciclo de protestas inédito por su extensión y masividad, y por los repertorios de protesta que se han usado, cuyo impacto urbano ha sido incuestionable. Por un lado, lugares sacudidos por la violencia y la anomia, incluyendo los ataques a estaciones de metro y saqueos a centros comerciales y supermercados; por otro lado, espacios que se han resignificado, siendo el más emblemático el caso de Plaza Italia o Plaza Dignidad. Los muros también se han convertido en lienzo de esta protesta y expresan los antagonismos políticos que se han emergido.

Swyngedouw en el libro Promises of the political. Insurgent cities in a post-political enviroment (The MIT press, 2018) pone el lente en este proceso de despolitización de las sociedades contemporáneas, cuyos antagonismos políticos han sido reemplazados por una “gobernanza tecno-administrativa” (techno-managerial governance). Estos dispositivos de administración han reducido el conflicto político sobre futuros posibles a una ultra-política radical y violenta de rechazo al orden neoliberal o bien un para-política en la que son incluidas todas las opiniones, siempre que no cuestionen la actual configuración económica. Siguiendo a Žižek el autor pone el énfasis en que la idea de gobernanza, como un concepto que busca ampliar la política más allá del Estado, es más una parte del proceso de despolitización, donde la política es reemplazada por diversas tecnologías de administración del orden social, económico o ambiental, que buscan implementar la gobernanza tecno-administrativa.

Una distinción central del trabajo es la diferencia entre la política y lo político, conceptos provenientes de Rancière y Laclau, y que destacan la especificidad de los procesos políticos fuera de las instituciones políticas tradicionales. Lo político es una expresión más pura de los conflictos que emergen en la sociedad, como feminismo, ambientalismo, diversidad sexual, migración, pueblos originarios, etc, que tensionan el discurso político tradicional de la izquierda y posicionan el cuestionamiento estructural al modelo capitalista neoliberal en el marco de una estructural social compleja y diversa.

Lo que hemos visto en Santiago y en otras ciudades de Chile en los últimos meses ha sido la irrupción de un cuestionamiento fundamental al sistema neoliberal chileno. Este cuestionamiento se sitúa por fuera de los marcos que han sido consensuados en los últimos 30 años y cuyos dispositivos han sido progresivamente eliminados de la esfera pública y posicionados en el espacio técnico. El alza del pasaje del transporte público en Santiago, el detonante del actual estallido se decidió mediante opacos mecanismos por un comité de expertos que carece tanto de responsabilidad política como de mecanismos de accountability. Esa decisión de orden técnico, en la semana previa al 18 de octubre, fue la que rápidamente transformó las estaciones de metro en espacios de disputa política.

Desde el punto de vista urbano, este proceso de despolitización conlleva el fin de la ciudad como un espacio de encuentro político (el fin de la polis) y el debilitamiento del espacio público. Bajo este paraguas post-político, la ciudad se transforma en una estructura funcional a la etapa actual de acumulación capitalista y a la vez en resultado de un modelo de sociedad propiamente neoliberal. La ciudad es el espacio donde se expresan una serie de antagonismos de clase, de género, de etnia o de identidad, pero carece de instancias que puedan canalizar o responder políticamente a estos antagonismos, dado que las decisiones respecto de la ciudad han sido situadas en un espacio técnico-administrativo.

Recuperar lo político en la ciudad significa, desde el argumento de Swyngedouw, recuperar la ciudad como lugar de encuentro y deliberación acerca de lo político. Por esta razón en los disturbios urbanos que hemos visto en los últimos años en distintos lugares del mundo: París, Londres, Madrid, Santiago, Hong Kong, la protesta irrumpe de forma violenta y ocupa el espacio público y lo resignifica. Así hemos visto la ocupación de plazas, parques y avenidas por movimientos insurgentes, en un proceso de democratización de la polis que implica una ruptura con el orden de las cosas (p. 130). Lo político, nos dice Swyngedouw (p. 144) no puede ser suprimido y pese a los artefactos y dispositivos técnicos que buscan despolitizar el espacio público, lo político regresa y lo hace como insurgencias urbanas que reclaman la ciudad como un campo político de descuerdo democrático.

Una hipótesis interesante respecto al inicio del actual movimiento social el 18 de octubre –que por cierto no se me ocurrió a mi– es decir que el cierre total de las estaciones del metro y la suspensión del servicio de buses aquel viernes en torno a las 5 de la tarde obligó a miles de personas a caminar por las avenidas principales de Santiago. En ese deambular se produjo una recuperación de facto del espacio público como lugar de encuentro con el otro y progresivamente fue emergiendo lo político. En este conversar de las personas que caminaban a sus casas se generó el encuentro y la deliberación habermasiana y muchos se dieron cuenta que el malestar que sentían era compartido con otros. El espacio se repolitizó, emergió disruptivamente en las horas y días siguientes al 18 de octubre y permitió la emergencia de varios antagonismos que no han sido capturados totalmente por las instituciones políticas y democráticas actuales. De ahí, entonces, el cuestionamiento estructural al modelo de sociedad que se ha construido en Chile al alero de instituciones profundamente neoliberales.

La Plaza de la Dignidad se ha convertido en un lugar simbólico de reconquista y resignificación del espacio público, no solo por el cambio de nombre, sino porque allí se expresa de forma casi diaria el clivaje entre quienes protestan y el poder político representando en la represión de la fuerza pública. Aquel espacio hoy cobra un significado mucho más profundo que ser solo una pieza urbana. La ciudad se transforma así en un espacio de co-diseño y co-producción colectiva (p. 145).

El libro de Swyngedouw ofrece un marco conceptual desde la teoría política contemporánea para pensar los movimientos sociales urbanos desde la repolitización de la ciudad. Esto significa ir contra la consolidación y construcción de la ciudad neoliberal y recuperar el espacio público como lugar de encuentro y deliberación. Hemos terminado entendiendo la ciudad solo como un artefacto productivo-económico y no como un espacio político. Es fundamental entonces buscar formas para incorporar en la ciudad esta nueva pulsión política y dotar del significado correcto el espacio público, no solo para acoger los antagonismos de una sociedad diversa, sino también para que la ciudad recupere el estatus político y democrático de la cual el neoliberalismo la ha despojado.