Ciudad Animal

Marzo 2019

Diálogo de los oficios del arquitecto y el naturalista para la construcción de una arquitectura en cohabitación

Revista Planeo Nº 39  Ciudad Animal, Marzo 2019


[Por: Bruno Marambio Márquez, Arquitecto, Mg.(c) en Arquitectura y Diseño, mención Ciudad y Territorio , Escuela de Arquitectura y Urbanismo, PUCV. Director de proyecto FONDART línea de investigación: “Arquitectura en Cohabitación: La construcción formal del diálogo entre el ser humano y la naturaleza” y Sergio Elórtegui Francioli, Biólogo-Naturalista. Doctor en Ciencias de La Educación PUC. Postdoctorante Proyecto Anillos SOC 180040 PUCV.]

Resumen

Cuando la arquitectura se posiciona en un territorio tan característico naturalmente y con grandes valores medioambientales como lo es Chile, se hace necesario pensar el territorio y el paisaje. Desde esta perspectiva hemos adoptado una postura ética para crear una arquitectura que dialogue con el medio natural, no a través de grandes inversiones en tecnologías sustentables, sino que a partir de la observación de las entidades naturales que habitan ese territorio particular. Esto, con el fin de poder entender y comprender esos hábitos naturales que nos permitan pensar una arquitectura que se adapte al medio, no a través de la mimética, sino que reconociendo el propio valor formal de la arquitectura, pero que en su proceso creativo de diseño pueda incorporar y abrir lugar para la continuidad del habitar de estas otras entidades.

Palabras clave: arquitectura, naturaleza, cohabitación, paisaje

Introducción

En el contexto de la búsqueda de una postura para generar una arquitectura naturalista, abordamos la pregunta sobre cómo la arquitectura se posiciona y enfrenta ante el territorio y sus componentes. Esta pregunta contiene un carácter ético y político, ético en cuanto a práctica que reconoce a un otro, y político en el sentido de hacer parte a otros en lo que investiga y experimenta. Este enfoque no sólo reconoce un “otro” como sujeto-persona, sino que también a la naturaleza o el paisaje.

La propuesta nace del encuentro de dos oficios, por un lado la arquitectura que necesita de la realización y construcción formal para poder ser llevada a cabo en plenitud. Y por otra parte, el oficio del naturalista que realiza su investigación a través del trabajo de campo, con el cual deconstruye las relaciones de la extensión territorial para reconstruirlas comprensivamente.

Imagen 1. Comparación de la realización del oficio del arquitecto (izquierda) y del naturalista (derecha). Fuente: autores.

Ante esta paradoja del construir y deconstruir, se produce el diálogo que nos lleva a la siguiente pregunta, ¿cómo construir un espacio que abra la posibilidad de habitar con otras entidades naturales?, entendiendo como entidades naturales, tanto a las biológicas (organismos), como a los fenómenos geofísicos (viento, lluvia, luz).

Para acceder a esta apertura teórica y ética, abordamos el concepto del ethos como punto de reflexión inaugural, desde su definición como, morada, guarida, lugar donde se habita con otros no humanos (Rozzi 2012). Es el lugar propio y seguro donde habitan seres humanos y naturaleza.

Esta cualidad espacial de sentirse propio en un lugar no sólo aborda un asunto de supervivencia, sino que se trata de enaltecer la vida, lo cual es exactamente la definición que acuñó Alberto Cruz y Fabio Cruz para arquitectura: “Extensión orientada que da cabida a los actos y oficios humanos, para que estos resplandezcan como en fiesta”.

Se establece una relación entre el habitar humano con el entorno natural desde la observación, reconociendo al paisaje como una dimensión que nos aborda, y con la cual hay que establecer una relación, no como una mera vía de supervivencia y preservación del medio ambiente, sino que como una forma de que la arquitectura resplandezca. La pregunta principal que aparece es ¿cómo se da cabida a la naturaleza en este lugar donde el territorio es importante? y ¿cómo la arquitectura responde a la cohabitación e integra a otras entidades?

El propósito de esta postura es poder observar y crear, diversas formas de habitar del ser humano en conjunto con la naturaleza, para ver en qué medida se puede pensar en un espacio que acoja al ser humano, pero que también pueda contener a estos otros seres a través de pensar un lugar que signifique una invitación a la naturaleza a relacionarse y a habitar, por ende, cohabitar en propiedad.

 

Desarrollo

Para entrar en el tema de la cohabitación, hay que comenzar por reconocer que somos entidades biológicas, y como dice Tim Ingold (2018), “ocupamos espacio dentro de un mundo”, es decir, somos “territoriales”. Esta condición de habitar un determinado espacio hace que nos veamos tremendamente influenciados en nuestra manera de ser y de relacionarnos por él en constante interacción. Esta relación con el territorio pareciera ser aún mayor en América donde aún se encuentran territorios en estado salvaje, Martignoni (2008, p.18) menciona el territorio latinoamericano como “paisajes únicos, caóticos e inspiradores que redefinen constantemente las sociedades que en ellos habitan”. Manuel Casanueva (2008, p.13) aprueba esta importancia de la geografía cuando dice “la verdadera identidad de Valparaíso es el barrio acantilado” y reconoce los valores geográfico-ambientales como elementos incidentes que forjan la identidad del habitante. En el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna de 1933, donde participaron varios arquitectos de renombre como Le Corbusier, también se afirma esta relevancia que tienen los “elementos tierra y agua, que generan pastos o desiertos, y que modelan, a su vez, unas actitudes mentales que quedarán inscritas en las empresas y hallarán expresión en la casa, en el pueblo o en la ciudad” (CIAM, 1942). Así, “la geografía y la topografía desempeñan un papel de considerable importancia en el destino de los hombres” (CIAM, 1942).

Dada esta importancia es que podemos entender la ciudad como el sistema propio de una especie, el ser humano, pero que inevitablemente entra en relación con otros sistemas, como lo son la geografía, los vientos, los pisos de vegetación, las zonas de inundación y la biodiversidad biológica, entre otros. Si bien la ciudad está siempre en diálogo con estos sistemas naturales, la reacción que se puede tener, o el desconocimiento de estos puede significar un problema para la propia ciudad, como sucede en Valparaíso con los incendios (Castillo, M., Julio, G. y Quintanilla, V., 2011) o en Avenida Perú en Viña del Mar con las marejadas y tsunamis (Karlsruhe Institute of Technology, 2018).

En este sentido, si la arquitectura no obedece, responde o se funda en los sistemas naturales, es un sistema que tiene una fecha de término, porque si una ciudad y su arquitectura no tienen agua limpia, o no se enfrentan a los incendios ni se posiciona a favor de los vientos, o no tienen conciencia de los ciclos climáticos, es una ciudad que está destinada a desaparecer. El presente es el reconocimiento de la naturaleza como parte del ciclo fundamental que sustenta a la ciudad y la arquitectura.

¿Cómo la arquitectura responde y no simula la cohabitación integrando a otros no humanos?

Imagen 2. Observación y dibujos naturalistas desde el arquitecto (izquierda) y desde el naturalista (derecha). Fuente: autores.
Imagen 2. Observación y dibujos naturalistas desde el arquitecto (izquierda) y desde el naturalista (derecha). Fuente: autores.

Nuestra propuesta pretende sentar bases para un diálogo con el entorno natural, enlenteciendo la mirada sobre el territorio, atentos a lo que emerge de lo percibido y en diálogo con el oficio naturalista (Elórtegui, 2015), cuyo ojo trae a presencia y descubre lo que estaba frente a nosotros pero que hasta ese momento, invisible y nuevo, no tenía palabras para ser descrito. Esta acción “frente a frente” permite que estos “otros” resplandezcan en relación con “nos-otros” presentándonos las causas y destino de cohabitación.

 

La atención es al conocimiento de la cohabitación en una etapa previa al desarrollo de la arquitectura y que permita repensar la ciudad como un sistema en relación. La importancia de entablar estas relaciones no radica ya en que la naturaleza se pueda perder, sino porque la ciudad y la arquitectura debieran ser sistemas integrales insertos en los sistemas naturales.

 

Conclusiones

A partir de estas bases, creemos que la arquitectura que se posiciona en entornos naturales, debe sustentarse a través del diálogo-camino transdisciplinar para poder construir obras que colaboren y articulen el territorio. El encuentro de la arquitectura y el diseño junto con el oficio del naturalista, trabajan en un modo distinto de mirar la arquitectura del paisaje, no para simular o camuflar una convivencia, sino para celebrar la real cohabitación. El ethos del arquitecto y del naturalista se funde como punto de reflexión inaugural que da cabida a la obra como lugar de hospitalidad a sus cohabitantes. Desde esta mirada ya es imposible la obra como “espacio aséptico” exclusivo del hombre ya que su arquitectura participa de una nueva y necesaria relación ética con la naturaleza.

A partir de lo anterior, podemos establecer que no sólo es importante poder sustentarse en el tiempo y permitir la posibilidad de que las generaciones futuras gocen de nuestros mismos privilegios, sino que también es necesario abrir la posibilidad de habitar en parajes naturales como un beneficio directo hacia nuestra calidad de vida.

En este sentido, creemos fundamentar establecer un diálogo con el entorno natural para que los actos y oficios humanos puedan resplandecer como en fiesta, reconociendo al paisaje desde la arquitectura y estableciendo una relación ética mediante la cohabitación. Así, la arquitectura no se vuelve solamente una postal, sino que entra en un diálogo íntimo con el paisaje. En tal empeño nos encontramos.

Imagen 3. Primeras propuestas para una arquitectura naturalista, diálogo de los oficios entre el arquitecto (izquierda) y el naturalista (derecha). Fuente: autores.
Imagen 3. Primeras propuestas para una arquitectura naturalista, diálogo de los oficios entre el arquitecto (izquierda) y el naturalista (derecha). Fuente: autores.

Bibliografía

Casanueva, M. ( 2010). El Barrio Acantilado como identidad de Valparaíso . Valparaíso: Editorial Universidad Andrés Bello.

Castillo, M., Julio, G. y Quintanilla, V. (2011). Vulnerabilidad y daño potencial ocasionado por incendios en áreas de interfaz urbano-forestal, Provincia de Valparaíso. Chile Central. Revista Territorium, 18. p.247-254

CIAM. (1942). Carta de Atenas.

Elórtegui, S. (2015). Historia natural: La discusión. Una revisión del concepto, el conflicto y sus ecos a la educación de las Ciencias Biológicas. Estudios Pedagógicos XLI, N° Especial: 267-281.

Inglod, T. (2018). La vida de las líneas . Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

Martignoni, J. (2008). LatinScapes: El paisaje como materia prima. Barcelona: Gustavo Gili.

Rozzi, R. (2012). Biocultural Ethics: Recovering the Vital Links between the Inhabitants, Their Habits, and Habitats. Enviromental Ethics, Vol. 34: p. 27-50.

Tsunamis Could Cause Beach Tourism to Lose Hundreds of Millions of Dollars Every Year. (2018). Karlsruhe Institute of Technology. Recuperado de https://www.kit.edu/kit/english/pi_2018_041_tsunamis-could-cause-beach-tourism-to -lose-hundreds-of-millions-of-dollars-every-year.php