Revista Planeo Nº 31 Desarrollo Local, Marzo 2017
[Por Federico Moreno. Licenciado en Ciencias Políticas. Magister en Gestión Cultural. Director de la Maestría en Ambiente y Desarrollo Sustentable y Coordinador e Investigador del Programa Socioambiental de la Universidad Nacional de Quilmes. Docente de Diseño de Proyectos Culturales (Universidad Nacional de Avellaneda) y de Políticas Culturales (Universidad Nacional de Tres de Febrero), Argentina]
RESUMEN
El texto revisa las tendencias recientes en política cultural orientadas al desarrollo económico en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y su relación contradictoria con el rol de la ciudad como miembro de las organizaciones internacionales que promueven el desarrollo sustentable con la cultura como un cuarto pilar del mismo. En este sentido, los discursos y declaraciones de sustentabilidad cultural y desarrollo local se enfrentan a las políticas y prácticas concretas de acción urbana y cultural.
Palabras clave: Buenos Aires, desarrollo sustentable, políticas culturales
Introducción
Las políticas culturales la última década en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) presentan una dicotomía entre el discurso de la promoción del desarrollo local y las políticas de fomento de las industrias creativas. Dicotomía que se expresa concretamente entre los discursos de la sustentabilidad cultural de la CABA en cuanto miembro de la Comisión de Cultura de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) y la aplicación de políticas culturales concentradas en el crecimiento económico vía “mejoramiento” urbano y revalorización del suelo de ciertas zonas de la ciudad. Las consecuencias de ese “mejoramiento” en los barrios considerados atrasados son generalmente la especulación inmobiliaria y la gentrificación, que dejan de lado el fortalecimiento del tejido cultural sociocomunitario.
El discurso de la sustentabilidad cultural y el desarrollo local
La CABA forma parte de las ciudades que firmaron la Agenda 21 de la Cultura, documento que inicia la CGLU de las Naciones Unidas (ONU). El objetivo de la misma es “Promover la cultura como el cuarto pilar del desarrollo sostenible a través de la difusión internacional y la implementación local de la Agenda 21 de la cultura”. Si el desarrollo sustentable (DS) venía a integrar las dimensiones sociales y ecológicas al crecimiento económico para limitar la depredación planetaria, en 1996 el informe Nuestra Diversidad Creativa sumó la perspectiva cultural al DS como una suerte de cuarta compañera de fórmula.
En este informe se insta a los países adherentes a la UNESCO a que, a partir de las políticas culturales, promuevan, regulen y protejan a las culturas locales y nacionales, las minorías lingüísticas y las tradiciones regionales, y se advierte sobre los riesgos de la hegemonía cultural de ciertos actores en el escenario global y sus posibles efectos en la pérdida de diversidad cultural en un mundo crecientemente globalizado (Yúdice, 2002; Yúdice y Miller, 2004).
Buenos Aires y la sustentabilidad cultural
La CABA es miembro y copresidente de la CGLU y en ese marco viene organizando desde hace tres años los seminarios internacionales “Ciudad, Cultura, Futuro”. En ellos se reúnen expertos en políticas culturales, urbanismo, desarrollo sustentable y gestión cultural para discutir bajo la consigna que sostiene que “Los retos culturales presentes en el mundo son tan importantes como las otras tres dimensiones originales del desarrollo sostenible (la economía, la equidad social y el equilibrio medioambiental) y deberían ser tratados de la misma manera. La cultura es el cuarto pilar del desarrollo sostenible”.
En ese sentido, algunos ejes de debate en el seminario del año 2016 fueron “Patrimonio, creatividad y diversidad cultural”, “Cultura, equidad e inclusión social” y “Cultura y espacio público”, entre otros, con la preocupación de implicar a las comunidades y su diversidad cultural en la planificación de las ciudades.
A contrapelo de esos discursos y de las declaraciones sobre la integración de lo cultural con las dimensiones económicas, sociales y ecológicas del DS, las políticas culturales de la CABA poseen predominantemente un enfoque economicista, evidente en tres aspectos que se analizan a continuación.
Aspectos institucionales, presupuestarios y socioculturales de la (in) sustentabilidad cultural
En el año 2008, el gobierno del partido de centroderecha PRO comienza a implementar en la ciudad las políticas de distritos o clústeres creativos, y el área otrora dedicada a las industrias culturales pasa del Ministerio de Cultura al Ministerio de Desarrollo Económico (Gretel Thomasz, 2016; Zarlenga, M. y Marcús, J., 2014). Con ese movimiento se abandona la denominación de industrias culturales, se las designa desde entonces como industrias creativas y se orientan los objetivos de las políticas y programas con un enfoque de crecimiento económico.
Finalmente, en el año 2016 se cambió el nombre de la Subsecretaría de Economía Creativa por Subsecretaría de Economía Creativa y Comercio Exterior y esta pasó a la órbita del Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología, cuyas responsabilidades primarias son —según la resolución que lo pone en vigencia— “diseñar políticas de estímulo destinadas a la producción y difusión de bienes culturales, promoviendo públicamente la importancia económica de la industria del conocimiento, específicamente de los contenidos audiovisuales, mejorando la competitividad de las empresas y coordinando la interacción entre creativos, productores y directores de arte con las políticas públicas y académicas” (Decreto Nº 141/16). Asimismo, los distritos dejaron de ser denominados creativos para pasar a llamarse Distritos Económicos.
Im 1: Mapa de Distritos Económicos en CABA / Fuente: CAFDYMA
Con la misma gestión partidaria en la ciudad pero con el cambio del Jefe de Gobierno, el presupuesto proyectado para el año 2017 muestra tendencias similares en la política cultural. Estas afirman ese camino centrado en aspectos económicos y no en la sustentabilidad cultural, entendida como la integración de las clases sociales en la ciudad mediante un desarrollo urbano armonioso, la participación cultural de la ciudadanía, con servicios públicos que garanticen la satisfacción de las necesidades y los derechos sociales, ambientales, económicos y culturales de manera equilibrada en cada barrio.
Entre los programas del Ministerio de Cultura existen algunos con larga trayectoria histórica que fomentan la democracia cultural (la participación ciudadana en la producción cultural) y la democratización cultural (que implica garantizar el acceso y la descentralización de los servicios culturales). Es el caso del Programa Cultural en Barrios (Winocour, 1996) que nace en la posdictadura y tiene continuidad hasta nuestros días, y permite a los ciudadanos la participación gratuita en talleres, cursos, espectáculos, exhibiciones y actividades comunitarias en centros culturales barriales ubicados en toda la ciudad de Buenos Aires. Ícono del desarrollo de las expresiones culturales locales de cada barrio, sufrió un recorte del 54.11% en el presupuesto 2017 con relación al de 2016, sin contar la inflación del 17% que estipula el mismo presupuesto para el año 2017.
A su vez, el programa de “Actividades de Promoción Cultural” del cual dependen las entidades descentralizadas Proteatro, Prodanza, Proescritores, Bamúsica y Mecenazgo —dedicadas al fomento de la producción independiente en el campo del teatro, la danza, las letras, los proyectos audiovisuales, la música y demás actividades artísticas a cargo de artistas o colectivos independientes— obtuvo un aumento del 1.36%, para 2017 (con la misma presuposición oficial de inflación para este año del 17%, ello implica un recorte presupuestario).
De esta manera, el recorte en el financiamiento de los programas culturales barriales descentralizados y la virtual disminución de los aportes económicos a los que recurren las asociaciones culturales, centros culturales independientes, cooperativas de teatro y productores independientes es un evidente desincentivo para la diversidad cultural y, por lo tanto, para la sustentabilidad cultural.
La contracara de este fenómeno es un incremento presupuestario notable en aquellas actividades culturales que aportan visibilidad e impacto mediático. Ejemplo de ello es el aumento del 37% en el programa de “Actividad en espacio público y en el exterior”, la centralización de actividad cultural en una zona turística y económicamente favorecida de la ciudad, con un crecimiento del 171% para el Centro Cultural Recoleta y una suba del 105% para la Usina de las Artes, espacio cultural multipropósito que es clave en la política de distritos creativos.
Ante este panorama, la resistencia de organizaciones sociales, vecinales y artísticas en la zona sur de la ciudad se hace oír en relación con el proyecto del Distrito de las Artes en el barrio de la Boca: denuncian que favorece la exención impositiva para empresas que se radiquen allí con algún proyecto artístico, pero no atiende a las necesidades de las organizaciones y artistas históricos del barrio. Algo similar sucede en el barrio de Barracas, territorio del Distrito del Diseño, cuyo impulso de “mejoramiento urbano del sur” empuja la demolición de edificios históricos, la gentrificación y la especulación inmobiliaria (Gretel Thomasz, 2016; Zarlenga y Marcús, 2014).
A modo de cierre
Este panorama de transformaciones institucionales y recortes presupuestarios coarta la potencia creativa y la diversidad creativa de la ciudad, retaceando recursos sobre políticas culturales que fortalecen los tejidos culturales comunitarios y facilitan la creatividad de colectivos emergentes y productores independientes.
En este contexto nos resulta provocador asistir a actividades del tipo de los seminarios “Ciudad, Cultura, Futuro”, donde funcionarios locales de la gestión cultural pública y reconocidos invitados internacionales exponen los lineamientos, propuestas y proyectos que dicen promover el desarrollo local y la diversidad cultural.
Asistir atento a estos discursos en muchos casos vacíos de contenido (sobre todo en lo relativo a los funcionarios locales de la CABA), nos exigen una posición crítica al respecto. Sobre todo, a la luz de los efectos en términos de gentrificación en barrios populares que tuvieron las políticas de fomento de las industrias creativas, tanto en Buenos Aires como en otras ciudades del Norte global (Miller, 2012; Yúdice, 2008), dónde llevan al menos dos décadas desde su implementación.
La integración de aspectos culturales en el desarrollo sustentable y la atención puesta en las particularidades locales tienden a ser más una expresión retórica de funcionarios y promotores oficiales de políticas culturales trasnacionales, que políticas y acciones concretas en la CABA. Por ello las resistencias sociales a los proyectos de mercantilización de la cultura y la explotación económica de los barrios, su cultura y sus paisajes culturales y naturales, emergen como la chance genuina de una sustentabilidad cultural de los pueblos.